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jueves, 17 de enero de 2013

El amor no se desvanece

Si hay algo que le debo a mi abuelos fue la absoluta seguridad de que la vida podía ser muy larga. Cuando comencé a sentir fascinación por ellos, creo que fue a la edad de cuatro años, cuyos recuerdos no se desvanecieron aún; para entonces muy cerca de mi casa, en un cambio de rasante, era rara la semana en que no había un accidente de tráfico que mataba a gente de todas las edades. Había una frase terrible que se repetía con frecuencia Se clavó el volante en el pecho. Después algunas veces llegaban noticias desde el hospital y se sabía que aquella vez no hubo suerte.

La parte positiva es que treinta y ocho años después, hay una línea continua que salva desde hace más de veinte años a los prudentes. Que es rara la vez que se produce en ese tramo de carretera algún accidente, y que los escasos que se producen no van más allá de los hierros de un vehículo que quizá no vuelva a rodar. Pero quienes perdieron la vida fueron incontables, en todo caso, y siempre queda la tristeza de que esas medidas no las hubiesen puesto en funcionamiento desde el primer día.

Esa seguridad de que la vida de los abuelos puede ser muy larga, te acaba dando la perspectiva de que estarán a tu lado para siempre, y nada más lejos de la realidad. Pero si hay algo claro es que la gente que quieres no se va del todo, permanece a tu lado para siempre aunque sea en memoria; hasta tu mismo final.

Os dejo una entrada

miércoles, 16 de enero de 2013

Entre tu sombra y la mía

Duermen los ayeres
en su mañana azul 
que no entendía de pena,
van y vienen desde su
cuna de recuerdos
una y otra vez.

Es como si supieran
el camino de regreso
a casa. Y no olvidaran
que una vez fueron
absoluta realidad
en un mundo completo.

A veces pasean sombras
repentinas por la casa
y me estremezco
solo de pensar 
que pudieras regresar
desde donde estás

por un momento
para escuchar mis
pensamientos
y para decirte
que sigo sin creer
en la muerte

porque pese
a la lápida fría,
que te ubica
en un cementerio
de cuando en cuando
una sombra cruza la casa
y te siento aquí.

Entonces sabes que te hablo
por si pudieras oírme,
por si pudieras recorrer
toda la distancia
de tantos años callados
y sabes que no te doy

mis penas; sino mis alegrías
de por un momento 
sentirte aquí.
Como si el tiempo
no hubiese podido
arrancarte, pese a todo,

como si un solo pensamiento
sirviera para cruzar
todas las distancias 
de océanos y vientos
en torno a una muerte
imposible al fin.

martes, 15 de enero de 2013

Propósitos para el nuevo año

En mi caso mis propósitos son cortitos, tener el valor de finalizar por fin algo de lo que he escrito, me da igual lo que sea, pero terminarlo de una santa vez y subirlo a Amazon: única editorial dispuesta a publicar lo que quiera, cuando sepa que lo quiero; he ahí la dificultad.

Por lo tanto vencer el miedo la lo desconocido y a lo que tenga bien a depararme, la tarea complicada de mi vida entera, nada nuevo a descubrir. Después de esto los mismos propósitos de siempre, ser feliz con lo que tengo, que lo que tengo no me impida ser feliz.

Os dejo otros propósitos, lo prometo, muy buenos.


lunes, 14 de enero de 2013

Sobre corregir

Bien, esta mañana volví a caer en la tentación, me puse a corregir un cuento de veinte páginas en principio que va por quién sabe cuantas, y soy incapaz de leer una sola frase sin añadir o quitar algunas palabras. El resultado mejora, lo que intento decir se amplía, la escena se hace más nítida y los personajes quizá cambien de edad. Pero lo cierto es que en vez de estar terminando, siempre estoy comenzando, subiendo a la nube y bajando y así, hasta algunas veces creo que jamás voy a finalizar. A veces, mientras conduzco, que es cuando pienso en mi vida con más claridad, me veo muerta de repente y con miles de páginas sueltas que no conseguí amarrar. Entonces pienso en mis descendientes, tan estupendos ellos y en todas esas hojas locas que les enloquecerán, y recupero de nuevo la urgencia de finiquitarlas de veras, pulirlas y darles forma; dejar que descansen en paz. ¿Y si no tener todo listo me hace volver de la muerte, una noche y otra, infinitas, con el deseo absoluto de escribirlas una vez más?

Espero que no. Es más, sé que no. Pero mientras conduzco a veces por las carreteras de siempre, mirando mi vida de lejos sé que esto de hacer y deshacer hojas no lo cambiaría por nada. Quizá termine en un manicomio, es cierto, pero quizá acaso si no escribiera podría acabar igual.

Os dejo una entrada de nota


domingo, 13 de enero de 2013

Retazos...

Solo cuando uno vive estancado en el ayer, hoy no ocurre nada.

viernes, 11 de enero de 2013

Un desgarro en la voz

Una orquesta de verano en un pueblo costero, una cantante con voz desgarradora y sentimiento a flor de piel, entrada en kilos, pero con una sonrisa constante y hermosa de ver. La gente bailando con frenesí. De pronto en la primera fila, una canción que jamás se escuchó provoca que una espectadora abra su bolso, saque su libreta de apuntes y apunte el estribillo de esa canción, que no conoce, pero que espera conocer rebuscando en You Tube. Son nuevos tiempos, y nuevas las fórmulas de encontrar información, pero siempre serán viejas ciertas letras y ciertas canciones, cantadas con el desgarro de un sentimiento que quien sostiene el micrófono conoció; o no. Quizá solo pueda sentirlo e interpretarlo, porque todas las artes están sometidas a algo tan primario como la intuición, con ese ingrediente a veces es más que suficiente.

Esta es la canción



jueves, 10 de enero de 2013

A tu lado, el hambre

Hace tan solo diez días comenzaba el año nuevo y en el círculo cotidiano en que te mueves, las primeras manifestaciones de hambre pura. No es algo alentador, solo cabe la desesperación de esperar que esto mejore, sin confianza alguna. Se les llama recortes, pero bien pudieran llamarse el saqueo a la nevera familiar, la encrucijada de si pagar la vivienda o llenar el estómago, de si ser un buen ciudadano y pagar a tiempo la factura del agua y la luz, o darles la cena a los hijos. No es un cuento de ordenador o una novela que no se termina de corregir, porque así en frío no se le ve utilidad; es la vida real la que sale a al paso, y ante ella no cabe borrar, cambiar la frase o dejar la resolución aún en suspenso. Son los datos de un presente que va mordiendo, pero con dientes de verdad.

Hace meses cerca de la tuya se ponía una casa en venta, hasta entonces allí dentro vivía una familia perfecta, todo era abundancia y distinción, después supiste que el dueño, empresario, pasaba un mal momento, meses después te enteraste de que su casa se embargó ante la imposibilidad de venderla; hace días te enteraste de que el empresario falleció en un extraño accidente. ¿De verdad fue un accidente?, te sigues preguntando cuando pasas por delante de su casa, qué raro, ahora en las noches tiene luz dentro, ¿ cuándo se vendió su casa? En verdad no es eso lo que te importa, unos van y otros vienen, la vida es lo que sucede mientras todo parece detenerse, incluso. En tu cabeza sigue rondando si el accidente del empresario no fue un suicidio disimulado, y aunque otros tengan la respuesta, para ti nunca estará, será otra duda que habitará entre los mares de dudas que ya posees.

Ayer, alguien a quien casi no conoces, apenas si le has visto alguna vez, le contaba a tu marido, aprovechando tu camino a la farmacia, que se había pasado el día pescando, porque la situación está tan mala que en su casa ya no tienen ni qué comer. Dijo que su mujer trabaja en una agencia como abogada y como ahora sale tan caro reclamar, nadie reclama, y el trabajo de ella también está fatal y él ni digamos, lleva meses sin encontrar trabajo por ninguna parte. La cosa va de mal en peor, parece que dijo en un momento dado: si esto sigue así no sé si me quitaré del medio, la verdad. Después contó que a última hora de la tarde, pescó un pez diminuto y que lo cenarían con arroz, que al menos tenía algo para darles a las niñas, de cuatro y seis años de edad. Eso hoy, recalcó, mañana a saber como será. A veces contar las penas las hace más llevaderas.

A solo unos metros de allí, frente a un pequeño comercio, una mujer octogenaria revolvía entre la basura, rescató una lechuga y algunos envases más, los guardó en su bolsa y se introdujo en el portal de su casa; quizá feliz también de haber encontrado algo que cenar.

Tu villa marinera de siempre aguanta las tempestades con esa fuerza de siglos. Las gentes que pisan sus calles llevan en sí la desesperanza de ver como todo cambia y nada augura mejorar. Recortes, llaman recortes lo que viene siendo hambre pura, se maquillan los conceptos, se niega la realidad.