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lunes, 14 de enero de 2013

Sobre corregir

Bien, esta mañana volví a caer en la tentación, me puse a corregir un cuento de veinte páginas en principio que va por quién sabe cuantas, y soy incapaz de leer una sola frase sin añadir o quitar algunas palabras. El resultado mejora, lo que intento decir se amplía, la escena se hace más nítida y los personajes quizá cambien de edad. Pero lo cierto es que en vez de estar terminando, siempre estoy comenzando, subiendo a la nube y bajando y así, hasta algunas veces creo que jamás voy a finalizar. A veces, mientras conduzco, que es cuando pienso en mi vida con más claridad, me veo muerta de repente y con miles de páginas sueltas que no conseguí amarrar. Entonces pienso en mis descendientes, tan estupendos ellos y en todas esas hojas locas que les enloquecerán, y recupero de nuevo la urgencia de finiquitarlas de veras, pulirlas y darles forma; dejar que descansen en paz. ¿Y si no tener todo listo me hace volver de la muerte, una noche y otra, infinitas, con el deseo absoluto de escribirlas una vez más?

Espero que no. Es más, sé que no. Pero mientras conduzco a veces por las carreteras de siempre, mirando mi vida de lejos sé que esto de hacer y deshacer hojas no lo cambiaría por nada. Quizá termine en un manicomio, es cierto, pero quizá acaso si no escribiera podría acabar igual.

Os dejo una entrada de nota


domingo, 13 de enero de 2013

Retazos...

Solo cuando uno vive estancado en el ayer, hoy no ocurre nada.

viernes, 11 de enero de 2013

Un desgarro en la voz

Una orquesta de verano en un pueblo costero, una cantante con voz desgarradora y sentimiento a flor de piel, entrada en kilos, pero con una sonrisa constante y hermosa de ver. La gente bailando con frenesí. De pronto en la primera fila, una canción que jamás se escuchó provoca que una espectadora abra su bolso, saque su libreta de apuntes y apunte el estribillo de esa canción, que no conoce, pero que espera conocer rebuscando en You Tube. Son nuevos tiempos, y nuevas las fórmulas de encontrar información, pero siempre serán viejas ciertas letras y ciertas canciones, cantadas con el desgarro de un sentimiento que quien sostiene el micrófono conoció; o no. Quizá solo pueda sentirlo e interpretarlo, porque todas las artes están sometidas a algo tan primario como la intuición, con ese ingrediente a veces es más que suficiente.

Esta es la canción



jueves, 10 de enero de 2013

A tu lado, el hambre

Hace tan solo diez días comenzaba el año nuevo y en el círculo cotidiano en que te mueves, las primeras manifestaciones de hambre pura. No es algo alentador, solo cabe la desesperación de esperar que esto mejore, sin confianza alguna. Se les llama recortes, pero bien pudieran llamarse el saqueo a la nevera familiar, la encrucijada de si pagar la vivienda o llenar el estómago, de si ser un buen ciudadano y pagar a tiempo la factura del agua y la luz, o darles la cena a los hijos. No es un cuento de ordenador o una novela que no se termina de corregir, porque así en frío no se le ve utilidad; es la vida real la que sale a al paso, y ante ella no cabe borrar, cambiar la frase o dejar la resolución aún en suspenso. Son los datos de un presente que va mordiendo, pero con dientes de verdad.

Hace meses cerca de la tuya se ponía una casa en venta, hasta entonces allí dentro vivía una familia perfecta, todo era abundancia y distinción, después supiste que el dueño, empresario, pasaba un mal momento, meses después te enteraste de que su casa se embargó ante la imposibilidad de venderla; hace días te enteraste de que el empresario falleció en un extraño accidente. ¿De verdad fue un accidente?, te sigues preguntando cuando pasas por delante de su casa, qué raro, ahora en las noches tiene luz dentro, ¿ cuándo se vendió su casa? En verdad no es eso lo que te importa, unos van y otros vienen, la vida es lo que sucede mientras todo parece detenerse, incluso. En tu cabeza sigue rondando si el accidente del empresario no fue un suicidio disimulado, y aunque otros tengan la respuesta, para ti nunca estará, será otra duda que habitará entre los mares de dudas que ya posees.

Ayer, alguien a quien casi no conoces, apenas si le has visto alguna vez, le contaba a tu marido, aprovechando tu camino a la farmacia, que se había pasado el día pescando, porque la situación está tan mala que en su casa ya no tienen ni qué comer. Dijo que su mujer trabaja en una agencia como abogada y como ahora sale tan caro reclamar, nadie reclama, y el trabajo de ella también está fatal y él ni digamos, lleva meses sin encontrar trabajo por ninguna parte. La cosa va de mal en peor, parece que dijo en un momento dado: si esto sigue así no sé si me quitaré del medio, la verdad. Después contó que a última hora de la tarde, pescó un pez diminuto y que lo cenarían con arroz, que al menos tenía algo para darles a las niñas, de cuatro y seis años de edad. Eso hoy, recalcó, mañana a saber como será. A veces contar las penas las hace más llevaderas.

A solo unos metros de allí, frente a un pequeño comercio, una mujer octogenaria revolvía entre la basura, rescató una lechuga y algunos envases más, los guardó en su bolsa y se introdujo en el portal de su casa; quizá feliz también de haber encontrado algo que cenar.

Tu villa marinera de siempre aguanta las tempestades con esa fuerza de siglos. Las gentes que pisan sus calles llevan en sí la desesperanza de ver como todo cambia y nada augura mejorar. Recortes, llaman recortes lo que viene siendo hambre pura, se maquillan los conceptos, se niega la realidad.

miércoles, 9 de enero de 2013

Las consecuencias de un abuso

Al leer esta entrada debo agradecer que nunca me sucedió, que en mi tiempo de escuela no podía estarme quieta ni parar de hablar y reír, porque yo iba a la escuela no a aprender -mea culpa- sino a relacionarme con los demás, a hacer de ese tiempo un tiempo de conocer historias, situaciones y aprender, no de la vida que se estudia en los libros, sino de la vida que sucede a tiempo real.

Cuando llegaban los suspensos tampoco me sentía víctima, ni de mí misma, porque mi padre, que era el de los sermones, me miraba muy de frente y me decía: intenta que esto cambie porque aunque creas que esto influye sobre mi vida, te equivocas, yo ya hice la mía, así que deberías intentar que la tuya sea mucho mejor. Y no te lo digo por mi bien, sino por el tuyo.

Otros niños no tuvieron tanta suerte

martes, 8 de enero de 2013

Vender tus libros en la calle

Me sorprendió la primera vez que lo leí, contado por el mismo Alejandro Laurenza. Creo que si se necesita alguna cualidad para ser escritor es la tenacidad, pero para editar tus propios libros y ofrecerlos a la gente que te vas encontrando por la calle hace falta algo más, quizá la determinación de no dejarse amilanar. Hace unos años una amiga y su madre se fueron unos días de vacaciones a un lugar tranquilo y de una belleza ejemplar, me contaron que un día fueron a tomar un café y en la cafetería se vendían varios libros de un autor, que a su vez era el camarero que les atendió. Ojearon un libro del expositor y decidieron pagar los 6 euros que costaba, quizá llevadas por la curiosidad, y después de leerlo les encantó. Hace mucho tiempo que me ofrecieron leerlo, pero por entonces estaba leyendo Se lo llevaron de Loung Ung, y no quise soltarlo, es más, no pude soltarlo hasta que lo terminé y muchos años después de terminado sé que nunca lo soltaré. Es una de esas historias en las que quedas atrapada para siempre, después de esa leí más de esas historias que nunca sueltas, un día haré una lista con esos libros y os contaré.

Pues bien, siguiendo con el arrojo necesario para dedicar tu tiempo a escribir, a editar tus propios libros y después a salir a venderlos en la calle a las personas que encuentres por allí, supe que Alejandro Laurenza había subido algunos libros a Amazon y que no le fue bien. Él mismo comentó en un blog que no tuvo ningún tipo de repercusión, que sigue vendiendo en la calle, porque al menos en la calle compran sus libros, asegura que es algo que nunca dejará de hacer. Desde aquí mi admiración y el deseo de que todo marche bien. 

Él mismo os lo cuenta en su blog

lunes, 7 de enero de 2013

Una llamada de atención

A todos los que nos gusta leer, desde que el mundo es mundo, hemos sentido que los universos creados por otros nos han aportado diversas formas de mirar la realidad, de conjugarla, vencerla y de aprender desde otra perspectiva que antes no estuvo; ni estaría en otro lugar lejos de esa relación entre la lectura y la letra escrita.

Creo que leer es una de las mejores magias dentro del mundo porque hace que uno encuentre ese lugar exacto que quiere habitar, a su justa medida, entre leer y meditar sobre lo leído. Leer nunca quita, siempre da.

Me asomé para dejaros unas palabras que nunca deberíamos olvidar. Si queremos seguir leyendo a ese escritor que admiramos hay unas reglas que debemos respetar.

Siempre