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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Retazos...

Cuando se camina por la vida con una máscara es imposible que el otro te conozca y te valore por lo que eres. Por eso mismo no puede quererte por lo que eres, sino por lo que aparentas, es por eso que no puede llegar al fondo de tu corazón. Tú has cerrado la puerta y tienes la llave.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Pablo Alborán

En algún periódico leí que este cantante malagueño comenzó su carrera con unos vídeos que subió a You Tube. Y en estos días ha sido nominado a tres Grammy latinos: mejor artista revelación, mejor albúm vocal pop masculino, y mejor canción del año (solamente tú).

Si dijese que sé mucho más sobre Pablo Alborán mentiría, de modo que he copiado y pegado algo de lo que viene en su página oficial:

"A los 13 o 14 años me di cuenta que quería dedicarme a esto; fue un impulso, una metamorfosis. No me asusté ni me paralicé porque ya cantaba mis primeras canciones. Desencuentro la compuse a los 12 años".

"Hablo de amor y desamor sencillamente, sin ser rebuscado. Me gusta escribir de manera directa para transmitir lo que pienso. Lo bonito es ir enseñando, involucrar a la gente, que haga suyas las canciones, compartir el aprendizaje..."


Me alegra conocer historias como estas, porque enseñan que el arte está ahí y que responde únicamente a una especie de intuición, o devoción. Algo que aunque intente desoírse grita tanto que ha de ser. Historias como estas nos curan de toda la corrupción que hemos oído en los últimos meses, y de todas las noticias que nunca debieron suceder. Y de todos los males de los que aqueja el mundo, porque son las personas como él las que hacen que el mundo sea un lugar que vale la pena, y que aún tiene esperanza de cambiar. Las personas como él son como las pequeñas estrellas que alumbran la noche oscura y dan paso a los días de absoluta claridad.

Andalucía es una tierra de grandes artistas, he aquí la llegada de uno más, alguien que se ha hecho a sí mismo; la mejor manera de llegar.

Verbo reconciliar

Daniel y Clara son pareja desde hace muchos años, pero muchos, muchos. Ambos tienen mucho genio y cero problema en discutir, pero nunca se ponen de acuerdo, él sigue fiel a lo que piensa y ella más de lo mismo, de modo que no hay acuerdo y a la vez los hay todos; porque la base del respeto mutuo reside ahí, tú piensas distinto a mí pero tienes derecho, no me estorbas, no te estorbo y punto final donde empieza el principio. Son una pareja peculiar, eso nadie lo dude, pero se llevan bien y van juntos a todas partes, que al fin y al cabo es de lo que se trata.

A veces discuten y parece que llega el fin del mundo, que todo terminó, que ya no hay más cuerda para sostener lo suyo, que mirándolo bien ya no vale la pena. Se quedan callados durante horas, se esquivan por la casa para no encontrarse ni mirarse a la cara, clandestinamente se odian de tal manera que no pueden soportarse. Ambos son muy distintos, él baja la persiana del salón y se queda viendo documentales durante horas enteras frente al televisor, ella busca algo para coser y cose durante horas enteras en el exterior sin perderse de vista el paisaje. Así ven pasar las horas hasta que de pronto,y sin saber muy bien por qué todo vuelve a la normalidad; vuelven a hablarse como si tal cosa. Pero nunca se dicen lo mucho que se han echado de menos mientras duraba su enfado, que en vez de horas se les antojó de lustros, porque sienten que han nacido para estar juntos y que nada ni nadie les logrará separar. También saben que su corazón canta al reencontrase con su otra parte; y canta de verdad.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Día mundial del Alzheimer

Mi abuela materna padeció esta enfermedad. Todos fuimos testigos de cómo volvía poco a poco a ser niña, una niña de pelo blanco y arrugas difusas, pies vacilantes, sonrisa beatífica y dependencia total. Había algo adorable en ella. Una inmensa paz. La paz de sentirse cuidada y protegida todo el tiempo por su única hija, mi madre, que mientras cuidó de ella me dio las mayores lecciones de vida que puedan darse, y también mi padre. Son esas lecciones que uno nunca olvida porque no están dadas con palabras, sino con sangre y sudor.

Estoy aquí para dejar un recuerdo escrito, allá voy:

Era un domingo por la tarde, mi madre debía ir al hospital a visitar a un enfermo del que también cuidaba. Me quedé en su casa con la abuela, que ya no conocía a nadie, ni tan siquiera a sí misma. Por entonces en la casa había un eco de tragedia por una muerte reciente, una de esas muertes que uno nunca supera. Faltaban apenas unos días para el cumpleaños de mi abuela, y decidí adelantarle el regalo que había comprado para ella. Era un dominó de madera, pintado con animales de muchos colores... gallinas, patos, ovejas, cerdos, caballos y vacas, era un dominó para niños, y tan alegre como ellos lo son. Ella era una niña-anciana a la que había que estimular la imaginación, y todo lo que fuesen puzzles o cosas de niños la entusiasmaba de veras.

_ Tenga abuela -le dije al darle el regalo- es para usted.

Me miró con un gesto de sorpresa que aún recuerdo y me dijo que no, que eso era mío. Pero había un gran entusiasmo en que hubiese venido a casa con un regalo para ella, y el envoltorio con el gran lazo le llamaba demasiado la atención, una risa traviesa se apoderaba de ella y le contagiaba nerviosismo.
Repetimos unas cuantas veces el Tenga abuela es para usted y el No, que eso es tuyo - que era un tú te lo mereces más que yo, que era todo ternura- hasta que lo desenvolví y pudo ver la caja de madera con todos los dibujos de animales por fuera.
En el instante en que pudo contemplarlos de cerca se rindió, le gustaron demasiado para negarse a tenerlos. La ayudé a abrirlo y le puse la mesa plegable ante el sillón, esparcí las piezas una por una y dejé que jugase con ellas. Fue un instante de mucha emoción y de mucha pena también, porque aquella niña que tanto se entusiasmaba era mi abuela. Y existía ahora un abismo insalvable entre las dos. Un abismo de palabras rotas y ayeres dormidos en su mente, tan despiertos en la mía, que necesitaría millones de palabras para ponerles voz.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Las personas que ya no están en este mundo

No necesitan nuestro dolor por su ausencia.
Ni nuestro llanto, ni nuestras lágrimas.
O nuestra continua infelicidad.
No necesitan que las echemos de menos.
Siguen con nosotros de otra manera.
Siempre estuvieron ahí y siempre estarán.
Forman parte de nosotros como nosotros mismos.
No podemos renunciar a ellas como no renunciaríamos a nosotros.
Pero eso no significa que nuestro hondo pesar les sirva.
Ni que deban conformarse con ser la causa de nuestra agonía.
Ellos nunca quisieron vernos así.
No eligieron vernos así.
No quieren vernos así.
Y no se conforman con ello.
No podrían conformarse con ello.

Ellos, lo mismo que cuando estuvieron vivos
Sólo quieren nuestra felicidad.
Quieren que nos sobren fuerzas.
Que nos sobre el valor.
Que seamos justo lo que queramos ser.
Y que luchemos por ello cada día.
Sin perder la sonrisa. Sin perder la fe.
Sin perdernos en continuas lamentaciones.
Porque ellos hoy igual que ayer
Quieren lo mejor para nosotros.
Y lo mejor es sonreírle a la vida
Porque una sonrisa es mejor que mil lágrimas.
Las lágrimas sólo empañan los ojos del alma
Y sin los ojos del alma nada podremos ver.
Nada podremos sentir.
No seremos nada.
Y siendo nada estaremos muertos.
Muertos como ellos.
Y ellos llorarán por nosotros también.
Y todos lloraremos.

martes, 20 de septiembre de 2011

El cuento que hasta ahora nadie contó

Cuando éramos niños alguien nos contó alguna vez un cuento, y se afanó en poner estrellitas en un cielo oscuro de esa noche que nos daba tanto miedo con sus truenos y rayos dibujando formas fantasmagóricas a diestro y siniestro mientas escondíamos la cabeza bajo la almohada para no escuchar tanto estruendo. Alguien adornó la historia de aquel niño que se destartaló por las escaleras de tanto trotarlas sin mirar donde iba, y fue llevado de urgencia al hospital más próximo donde le cosieron la cabeza sin dolor alguno, desde donde regresó a su casa lleno de regalos. Alguien le inventó para nosotros una grata compañía a ese anciano que vivía solo en su casa, y nos daba tantos quebraderos de cabeza al pensar en sus días y sus noches tan aquejadas de vacío. O le restó una de las siete vidas a ese gatito despistado que un coche atropelló, asegurando que aunque no lo vimos andaba por ahí tan pancho porque restada una vida, le quedaban otras seis.

Alguien alguna vez se afanó en llenarnos de esperanza, en decirnos que todo era posible, que podíamos ser todo lo que quisiéramos con solo intentarlo, llenándonos el corazón de reservas de por vida. Quizá fueran muchas personas, muchos cuentos, muchas películas las que necesitamos para llegar a creer, como ahora creemos, que todo es posible si se intenta de verdad.

En todo caso, ahora que es convencimiento propio que va creciendo día tras día, me encuentro el cuento jamás contado y me tengo que reír. Me río porque en estos tiempos que vivimos tan descreídos de todo es un lujo encontrar tanto ingenio. Y porque quizá a mi edad necesito leer más cuentos de estos, porque quién sabe, quizá sean estos cuentos los que cuentan la verdad: que ni fueron felices ni comieron perdices ;)


lunes, 19 de septiembre de 2011

Retazos...

En el amor:

A veces se pierde a alguien justo porque se va en el camino que llevará a otra persona, la definitiva. Es un aprendizaje necesario para saber cuidar de la persona que se quedará para siempre. Y aunque que duela existe una razón.