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domingo, 18 de julio de 2010

Verbo decepcionar




Una misma persona te decepciona una vez y otra, una vez y otra, y llegado el punto una parte de tu cerebro la pone en cuarentena como hace el ordenador con el virus que sea. Los grados centígrados de tu termómetro de confianza en ella, bajan hasta los niveles precisos, una vez y otra, una vez y otra como en el cuento sin fin.

Como resultado llega el día en que tu organismo, que es un ser inteligente con vida propia, deja de ponerse verde, o morado ante su incongruencia. Ya no puedes cabrearte, irritarte o sentir que tu corazón va a explotar; tal pareciese que en tu cuerpo no quede sangre, o en tu cerebro capacidad alguna para el asombro; no te lo explicas. Es ahí donde se enciende una luz roja parpadeante: se ha entrado en reserva.






sábado, 17 de julio de 2010

Mis veinte minutos de gloria



Ayer estuve viendo mi grabación del concierto de Alejandro Fernández, arrebatador el instante en que sale al escenario y el mundo explota en aplausos, gritos desgarrados, silbidos y piropos llenos de ingenio que se apagan ante su primera entonación, y que después gritan como nunca arrancando una sonrisa improvisada al hombre que casi trastabilla para pillar el ritmo. Da para imaginar que uno siempre se sorprende ante aquello que ha sembrado por todo el mundo a ritmo de pasión, trabajo e ilusión; que es la única combinación capaz de sumarse y multiplicarse sobre sí misma.

Saber ya sabía que es arriesgado bailar, bueno, mecerse al ritmo de la música mientras te grabas un vídeo. Sabía que iba a escucharse mi voz de fondo si cantaba junto a él, y que grabando desde tan lejos apenas se le iba a ver, o en todo caso como un ser amputado por la cintura, por eso enfoqué la pantalla gigante que había encima de su cabeza, consiguiendo a intervalos su cuerpo entero. Con esto no contaba, pero el continuo mecerse de la gente dio para todo.

Estuve viendo las fotos de los periódicos y nada que ver, las hay hermosas. Pero en esa grabación queda reflejada la calidad del sonido, era espectacular, como también esa voz que era para morirse y resucitar, más especial si cabe con el matiz nervioso de ese directo en que hubo de todo. De lo poquíto que pude grabar, como siempre, yo saco un mundo; recogida la mejor esencia de ese primer contacto con el público y esa primera impresión, que es la que perdura. Y perdurará siempre.

Por motivos ajenos a mi persona tuve que abandonar el concierto unos veinte minutos antes de su final, mis pies iban hacia el aparcamiento sin querer ir, pero pisaban el mundo de un modo que dejó huellas hacia adentro, una honda satisfacción de las imágenes grabadas a fuego ya en la retina. Una imagen puede perseguirme una vida entera, por escojo mis imágenes con sumo cuidado, aunque tengo también un borrado magistral, -que se empeña en no borrar ciertos detalles aunque se lo ordene-. Pero viene lo mejor, mi hijo me rescató la grabación, que estaba segura de haber chafado de alguna forma. Porque admito que no es la primera vez que creo estar grabando y no grabo nada, y eso de pasar al ordenador no tengo ni idea. Tuve que esperar muchas horas hasta tener al fin mis veintisiete minutos de gloria, en que las mejores canciones de Alejandro Fernández y su imagen quedaron inmortalizadas bajo mi producción. Su voz bien clara, el coro de siete mil personas mucho más baja, y mi voz tan clara como la suya, cantando junto a él; voz de barítono y de gallina arrebatada. En riguroso directo, en una noche estrellada, una noche perfecta porque la perfección verdadera se halla en el alma.

Canta corazón

que mis ojos ya la vieron por aquí

que he soñado con su risa

que ha pasado por mi casa

que ha venido porque quiere ser feliz...

viernes, 16 de julio de 2010

Que agenda más buena

A las cosas hay que darles utilidad, de modo que a falta de marcapáginas y dado que este espacio es mío y puedo hacer de él lo que más o menos me venga apeteciendo, marco la página para seguir leyendo cuando quiera echarme unas risas. Ah, cómo me gusta el ingenio.



...y encontrarme de nuevo con mi propia risa.

Tener un sueño



Es importante tener un sueño,

porque da fuerza

porque no estanca

porque no conforma.

Es importante tener un sueño

porque contagia

porque emociona

porque da sentido.

Es importante tener un sueño

porque proyecta

porque sacude

porque hace estar vivo.

Es importante gozar un sueño

que no va a cumplirse,

con la misma intensidad

que si se cumpliera.

¡Foto del comienzo!

Por entre esas cabezas andaba la mía, no se cual de ellas sería, pero todas mis fotos salieron así, bueno, las que pude sacar mientras tuve batería. Para el traje de charro no me llegó la pila.

¡Apoteósico Oviedo!

Ayer Oviedo me cautivó, me cautivó su gente, el perfil del aficionado que sigue a Alejandro Fernández. Me cautivó toda la gente que llenaba el estadio a rebosar, la gente que coreaba sus canciones, silbaba y aplaudía. Me cautivó el modo en que él salió al escenario y comenzó a cantar, pese a ver muy poquíto a su yo real, y muy mucho las imágenes de los leds gigantescos, dos a los lados, uno justo encima de su cabeza, que permitía grabarle a él a medias y su reflejo en la pantalla total.
Me encantan los conciertos y la gente que acude a ellos, la calidad humana sobresaliente de todos los que acudieron ayer, todos menos uno. No se puede ir al concierto de un artista que tu chica idolatra siendo un celoso de la pradera, o un gilimemo total, o el tío más incongruente sobre el planeta, o una especie en extinción, cual cromañón recién sacado de la cueva.

Mi visión de un concierto era totalmente errónea, podría haber ido sola perfectamente, el número de asistentes no lo sé, pero era descomunal, andar por el Carlos Tartiere era lo mismo que andar por casa. Eso me impactó. Los asistentes eran los seres más amorosos que haya visto juntos en mi vida, los más serenos, apacibles, radiantes, bien vestidos, guapos y más sencillos. De todo el concierto es lo que tengo que destacar. Acudí para ver a un Dios y había millares de Dioses, tal vez millones. Todos juntos esperando sin una queja esa más de media hora de retraso, y después coreando perfectamente afinados cada canción.

Alejandro Fernández se emocionó ante esa respuesta y ya en sus primeras canciones nos volteó el micrófono para escucharnos, sus risas fueron las de un niño ante una tarta suculenta de cumpleaños, se quedó maravillado y así nos lo agradeció cuando dijo estar encantado de estar por primera vez en Oviedo y nos felicitó a todos por el triunfo de España en el mundial.
Tocó verlo bastante de lejos, con lo cual la impresión que me llevo de él es que es un tipo completamente normal, un encanto de tío, pero un tío como cualquier otro que pueda verse por la calle, ni más ni menos. Un cantante que tras cantar más de dos horas mengua su voz. Sí, ya sé que incluso en esto resulto de perogrullo, pero es cierto, me sorprendió que sea una persona como cualquier otra, porque me hallaba convencida de que era un Dios. Nombras Dios al hombre que es capaz de cantarte y volverte a la vida cada vez que las nubes de tu mundo se tornan marrón, se oscurecen y se hacen noche en pleno día. Qué hubiera sido en algunos momentos del pasado sin el empuje de esa voz. Cuando tantas muertes se sumaron a las que ya había creí no poder reconciliarme nunca con la música, y él solito me reconcilió, eso le debo, y eso no es poco, porque en mi vida la música es tan importante como la escritura, van de la mano. Los porqués no importan, solo importa lo que es.

Las canciones escogidas en la parte pop fueron todas mis preferidas, ese Te lo dije cantando nos enloqueció a todos, creo que no es a mí sola a quien le apasiona esa canción. Qué voy a hacer con mi amor más de lo mismo. Resumo: o me gustan todas sus canciones o escogió mis preferidas, eso no lo sé, fui yo la que cargó su videocámara con el cargador que no era, y se quedó justo a los veinte minutos sin grabación. Pero eso me dio la opción de quedarme sin manos de aplaudir tanto y sin garganta, y de cantar de verdad junto a esa voz, de hacer un conjuro a mi próxima vida aunque no se cumpla y de pedir de nuevo que se cumpla mi sueño imposible, y contradecirme al instante pidiendo que no se cumpla jamás, porque no quiero dejar de ser yo para ser otra cosa, quiero encajar en el mundo tal como soy.

Apoteósico Oviedo, bello, perfecto, limpio, monumental, lleno de vida. Capital de capitales. Ayer tan solo pude disfrutar. Bueno, todo lo que el cafre que andaba cerca pudo dejarme, su chica me miraba y me decía que pasara de él, de modo que pasé, pasamos todos, y si hay algo con lo que no puedo es con el berrinche de un hombre bien mayorcito, un berrinche idéntico al de un niño de cuatro años, patético. Hay personajes que nunca olvidarás, de modo que llenarás muchas páginas con ellos, y es algo que ni imaginan, es tu disfrute, es tu desquite, es tu modo de pagar una vileza con arte; eso y nomás.

Resumiendo: vestido de pop, de charro, o de lo que quiera es un cantante. Eso fue lo que vi y desde el lugar que ocupaba llegué a una conclusión, el mejor Alejandro Fernández sigue siendo el del concierto Acapulco 2005. O el del video oficial de Qué voy a hacer con mi amor.Tal vez si hubiese estado a pie de escenario hubiese visto otra cosa, pero no me ocupa, sigo creyendo en la magia del mundo, pero en el príncipe azul no.





Retitulando el blog




Mi vida como personaje

Creo que se ajusta más a lo que hay, visto lo visto.