Powered By Blogger

jueves, 6 de mayo de 2010

Los secretos




Es maravilloso. Acabo de abrir el Word y mi hijo me ha dejado la historia de un nieto cubano para que la lea. Mi hijo es investigador político e insiste en que me entere de cómo funciona el mundo, reniega de mi fantasía, él ignora que si no fuese por mi mundo paralelo seguramente ya no respiraría. Leeré lo que me ha dejado, pero más tarde. Y agradezco que con lo mucho que trabaja ahora que ya trabaja, me siga surtiendo de historias pese a todo cuanto odia que escriba. Si me ve aporreando el teclado me manda a planchar la ropa que tengo acumulada o a cocinar, limpiar, lo que se le ofrezca, y además recalca mucho: ese es tu trabajo, cobras por él. A lo que yo le envío a buscar mi nómina porque sé que no la tengo, no cobro ni un duro. Solemos terminar discutiendo; parece que nos encanta discutir y en el fondo lo odiamos.

Ahora diré lo que iba a decir, Los secretos son un grupo musical que en los ochenta me encantaban, y me encantan, pero lo siento: me encanta la voz de Enrique Urquijo y ese aire de eterna melancolía que solo él tenía, ese Déjame que él cantaba como nadie es una de mis canciones preferidas. Su muerte fue y será una pena porque estaba en plena juventud y no deja de ser otra derrota de tantas frente a la droga. Maldita droga.

Hoy quería hablar de los secretos, los secretos de verdad, esos que existen cuando no deberían ni de existir, cuando son una total pérdida de tiempo aunque nadie lo diga. Estamos en la época de las alarmas y deberían llevarla, además de luces y sonido para salir corriendo en cuanto sepa de ellos. No quiero secretos, por favor si tienes uno no me lo vomites encima, o al menos avisa de que vas a soltarme uno y así te diré que te lo guardes, que te lo lleves lejos, que no lo quiero. Eso te diría aun a pesar de ser cargante, no me importa ser cargante y eso es algo que este blog deja bien claro. Y eso, si tienes un secreto aléjalo de mí, o dame tiempo de alejarme como si ya me estuviese yendo. No quiero tu secreto y si vas a contármelo al menos déjame decirte que lo guardaré todo lo que pueda, pero que puedo chafarlo cuando se me olvide que estaba en un rincón blindado de la memoria, porque mi memoria es un trastero donde estoy todo el día buscando precisamente eso, tesoros guardados para rescatarlos aunque ni lo sepa. Tal vez pasen doce años, doce meses y doce días, pero lo sacaré de su encierro entre un montón de cosas a cualquier hora, si me cuentas tu secreto al menos que lo sepas.

Si hay alguien con un secreto parece venir a mí como un imán, todo lo que odiamos se nos echa encima sin que podamos evitarlo, parece ser. Y da igual las advertencias se le haga, lo suelta como yo suelto los sacos de cemento si hacemos obra, los cargo, camino con ellos y en cuanto veo el montón de arena los suelto como si me sobraran.

Hace poco hablaba con una amiga sobre secretos y me sorprendió escuchar que ella sí sabe guardarlos. Yo dudé porque no conozco a nadie que esté segura de haberlos guardado bien, al menos yo no lo estaría porque yo hablo demasiado; y ella habla más que yo, por eso dudé. Ella me dio su palabra de que sabe guardarlos, tal vez esperando que le revelase uno mío, uno que yo no pueda cargar, pero yo tengo mi propio cuidador de secretos que es mi marido, él sí que sabe guardarlos pero no me fío porque si bebe una copa de más se le van regando. Si tengo secretos propios no les hago caso y se me terminan olvidando, a veces tengo la sensación de que todo se me olvida y es verdad, todo se me olvida.

Y es posible que un día en cualquier conversación alguien haga alusión a algo y yo suelte: sí como el día en que …hizo…y se enteró…y la puso de vuelta y media. Quien esté conmigo disimulará, pero le brillarán los ojos, y sus orejas se abrirán como las orejas del lobo de Caperucita, y se estirará hasta mí como si de pronto yo fuese irresistible de veras; entonces lo sabré: ese era un secreto que me habían confiado cuando aún vivíamos en las cavernas y llevábamos un hueso en el pelo. Entonces reiré nerviosa y echaré mano de toda mi fantasía frente al ordenador. Borraré mis palabras, me las tragaré, les vomitaré encima cien palabras más para enterrarlas y solamente lograré dejarlas más al descubierto. Tierra trágame. Otra vez no… por Dios otra vez no. Y resultará que sí, no hay nada que guste más que un secreto a todo el mundo menos a mí, y no es por llevar la contraria o por ser especial, es que soy lo contrario a la gente normal: no soy normal; ser normal es demasiado normal para mi alma errante.

Y no sé guardar un secreto. Porque para guardar adecuadamente un secreto hay que tener una muy buena memoria, y yo tengo memoria de pez fuera del agua. Ya lo sabes, si tienes uno huye de mí o cómprate una alarma para que pueda irme a tiempo de no escucharlo, aunque sea de mi propia casa: te la cedo entera, quédatela. Yo inventaré que tengo cita con el dentista para sacarme todas las muelas de un tajo, y tal vez lo preferiría de veras a escuchar un secreto más. Me niego.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Vamos de excursión




Con la llegada del buen tiempo hay algo que me gusta hacer, y es levantarme el sábado por la mañana hacia las seis y echar un trozo de levadura en blol, desleírla en huevo, añadir agua templada hasta disolverla bien, echarle una pizca de sal y añadirle harina poco a poco hasta lograr una bola, que dejaré reposar hasta que suba mientras preparo el relleno. La que más gusta es la de bonito, así que normalmente es la salsa que preparo. Mientras relleno y masa esperan pelo patatas y las pongo a freír, mientras se fríen voy metiendo bebidas y postres en la nevera que enchufo a la corriente y después enchufaré al mechero del coche, y no me olvido del jamón, del chorizo ni del termo de café con leche.

Dejo enfriar un poco las patatas fritas con cebolla y extiendo la masa de la empanada por toda la mesa, visto la bandeja del horno con ella y le echo el relleno, le pongo tapa y enrosco los bordes hacia adentro, le pongo tiras a lo largo y a lo ancho para que queden trozos perfectos a la hora de cortar, la pinto con huevo batido que extiendo por toda su superficie con una brocha de cocina y la introduzco en el horno ya caliente. En ese momento comienzo a abrir puertas y a decir que hace un día de sol radiante. Recibo protestas por lo general, vuelvo a la cocina y hago la tortilla, me aseguro de llevar cubiertos de verdad, vasos y platos de plástico, cuchillo y de que no se me quede nada. Para eso tengo chuleta donde dice Para llevar de excursión, donde tengo todo apuntado porque muchas veces se me olvidaron cosas importantes, ya no.

Cuando la empanada está lista la dejo sobre la mesa de la terraza para que enfríe lo justo para poder envolverla bien y llevarla con bandeja y todo. Pongo la tortilla en la fiambrera que aguanta el calor y preparo desayunos. Se hacen turnos de ducha y desayunos y finalmente _mientras todos protestan por lo que tardo sin mover un dedo_ hago las camas y recojo habitaciones. Siguen protestando cuando les mando poner todo lo que ya tengo preparado en el maletero y sacar el coche del garaje y esperarme en la portilla. Me pongo ropa y calzado cómodo y me aseguro de que ningún gato se haya colado en casa mientras iban y venían, bajo la persiana del baño y dejo abierta la ventana, friego el suelo y me voy deprisa asegurándome de que todo está bien. Cuando entro en el coche todos protestan pero nadie me ayudó gran cosa, no tenemos rumbo y no es raro que lo decidamos a medio camino viaje Asturias- Asturias, eso es suficiente porque aquí vayas donde vayas te llevas a Dios contigo, te llevas todo lo que quieres y eso es más que suficiente. En ocasiones consigo animar a alguien de la familia, porque siempre llevo comida y bebida para tres familias, no es raro que me pregunten en plena área recreativa cuándo tuve tiempo de hacer la empanada que parece recién hecha y después digan ¿Queeeeé? ¿A las seis de la mañana te pusiste a hacerla? Estás loca.

Estoy loca sí, por beberme todos los vientos, por salir sin rumbo, por llevarme conmigo todo lo que quiero, por vivir días irrepetibles, por exprimirle todo el jugo al buen tiempo, por escuchar buenas historias, por empaparme de vida, por madrugar para tener todo el día por delante y darme vacaciones. Estoy loca porque me quede mucha vida por vivir y muchas palabras por teclear, por ordenarlas y guardarlas como parte de mi memoria al tiempo en que las registra un ordenador. No quiero olvidar los días vividos ni dejarlos escapar. Tengo una enorme avaricia de muchos días de excursión que comenzaron con protestas y terminaron con risas, porque la ilusión llama a la ilusión y a veces necesita de un pequeño esfuerzo para arrancar.

martes, 4 de mayo de 2010

Sobre la fundación pájaro azul

Tengo una fuerte adicción a las bibliotecas, visita al supermercado, visita a la biblioteca me miran como algo inevitable y agradecen que solo moleste cuando no me queda remedio. Soy la primera en llevarse todos los folletines que ponen a disposición, en el de esta mañana destaco algo que me pareció emocionante. Antes leía estas cosas que me hacían ilusión y bombardeaba a todo el mundo a mi disposición, ahora lo mismo, por eso lo apunto.
La fundación pájaro azul tiene su página web, os invito a visitarla www.elpajaroazul.org

El viaje a la semilla




Es un libro apasionante en el que Gabriel García Márquez cuenta que su abuela le amenazaba en las noches con los fantasmas de sus recientes muertos, de modo que o se estaba quieto o ellos vendrían. Desde los siete años de edad ese miedo es una constante. Cuenta que en cambio su abuelo era un ser apacible marcado por una guerra, que lo acompañaba al circo, al cine o a cualquier lugar digno de verse; fue la persona más entrañable de su vida. Conoció a su madre a los siete años y a su padre a los diez, fue criado por sus abuelos y una tía tipo coronela.

Desde los siete u ocho años le fascinó la lectura de Las mil y una noches. Era frecuente verlo sentado leyendo a la sombra bajo un calor de 40º. Así comienza a entrarle el sarampión literario, una vocación que su padre no aceptará. Cursa derecho en la universidad pero se queda a las puertas del título por unos exámenes superiores que nunca recuperará.

Trabaja en varios periódicos y a penas consigue subsistir pese a publicar algunos libros y colaborar en revistas y periódicos. Se casa con Mercedes, que mientras escribe Cien años de soledad enfrenta todos los problemas de la casa, especialmente los económicos llegando a empeñar las joyas para lograr comer en esos 18 meses.

Odia la fama y su soledad. Es un gran tímido con la incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. En ocasiones pierde la esperanza de estar haciendo algo útil con cada nueva novela, pero ha de volver a escribir porque le brota la escritura como un manantial incontenible.

Para enviar Cien años de soledad a la editorial empeñan lo último que les queda en la casa, el secador y la batidora de los niños, a lo que su mujer comenta A ver si va a ser mala la novela.

Este es un resumen rápido de una biografía apasionante para quienes compartimos su afición a la palabra escrita, en lo personal decir que fue muy gratificante para mí leer este libro porque me dejó claras muchas acerca del camino escribir publicar. Y decir que comparto con él esa incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. Y esa necesidad de hacer mi propio viaje a la semilla desde hace años, algo a lo que me niego porque no se hasta que punto mis recuerdos me pertenecen solo a mí, o que tendría de bueno para los demás el hecho de yo me sumerja en ese pasado para ponerlo por escrito.

lunes, 3 de mayo de 2010

Derechos de autor, mensaje de Clotilde

¿Adónde vamos a ir a parar Dios mío? ¿Nos estamos volviendo todos locos con esto de la crisis o qué?

Voy a contarte lo que me pasó porque es que ya no se donde vamos a ir a parar. La verdad que no lo se.

La semana pasada me pasé por la librería de mi amiga Herminia. Venía del ambulatorio con el niño, que tiene mucho catarro y acababa de dejarlo en el colegio. Herminia estaba sola en la tienda y me pasé a saludarla, me contó que no vende nada y en estas vi un libro precioso con una portada de las que a mí me gustan, esas con paisajes de florituras y casas derruidas, y lo ojeé, se titulaba El océano en un puño y costaba quince euros. Quise pensármelo por eso de que las cosas no van muy bien, pero es que a Herminia le van mucho peor, así que lo compré y me lo traje a casa.

Entre el trabajo en la fábrica de embutido, el trabajo de la casa que todo me espera a mí y que si esto y aquello, tengo poco tiempo para leer, esa es la verdad, pero El océano en un puño vale lo que cuesta y mucho más. Aquí ya comienzo a resumir porque esto se me hace muy largo de explicar.

Aprovechando el buen tiempo me salí ayer tarde a leer al jardín, me senté a leer en el banco de piedra que estaba fresquito y apoyé el libro sobre la mesa de piedra poniéndole un paño debajo para no estropearlo. Estaba ya en la parte más interesante cuando un señor muy bien vestido tocó al timbre de la entrada y salí a ver qué se le ofrecía.

_ Vengo a cobrar mis derechos de autor_ me dijo muy serio después de habernos saludado con educación.

_ ¿Sus derechos de qué?_ le pregunté creyendo que había escuchado mal. Pues no, lo que es de oído voy bien.

_ Es que verá, todos mis ejemplares de El océano en un puño llevan un chip. Por eso la encontré.

_En un principio y para abreviar le negué que tuviera ese libro. El hombre me hizo una mueca extraña, sacó una especie de termómetro del bolsillo de su chaqueta y se escuchó un pitido, el mismo que emite un termómetro digital. Hasta ahí todo normal en caso de tener fiebre. Y está claro que a mí me subía por momentos a pasos agigantados. De dos zancadas llegó hasta la mesa y tomó el libro entre las manos.

_ ¿Lo ve? Si hemos de hacer caso a su marcapáginas ya va usted por la mitad. Por lo tanto me debe usted mis treinta euros por derechos de autor.

Hasta aquí hice alarde de toda mi paciencia y buen humor, pero al rebasar todos los límites del buen gusto el hombre me exasperó y ya me mostré más brusca, que también lo soy.

_ El libro lo compré en la tienda de mi amiga Herminia y se lo pagué, me costó quince euros si es que quiere saberlo.

_ Disculpe mi vanidad, ¿qué le parece a usted, le está gustando?

Por supuesto que disculpé su vanidad y no quise mezclar lo uno con lo otro, por lo tanto le dije la verdad.

_ Sí, el libro me está gustando mucho, escribe usted muy bien, pero no voy a pagarle derechos de nada y haga usted el favor de irse de una vez. Mañana me espera un largo día de trabajo, sé que lo entenderá.

Vuelvo a resumir: ahí se armó la bronca y en esas seguimos. Vamos, que estamos a la espera de juicio porque me negué a darle su libro o a pagar sus derechos de autor. Aquí ya no contaré la discusión que tuve con mi marido que estaba emperrado en que se lo diese y ya. Ya leches, que yo lo compré y no pienso pagar derechos a ningún autor de los que hay en mi estantería, y con esto es todo cuestión empezar. Así que vamos de cabeza al juzgado para que el juez determine si se lo tengo que devolver para no pagarle derechos de autor, o pagarle derechos de autor para poder quedármelo …¿Dónde vamos a ir a parar Dios mío, nos estamos volviendo todos locos o qué?

Daniel no habla



Este libro me gustó por su portada en primer lugar, después lo abrí hacia la mitad y lo ojeé, lo tuve claro, me pareció que hablaba en un idioma fácil de entender y al leer la contraportada me pareció más que contundente de modo que lo traje a casa con esa esperanza recién nacida impresa en todo libro que se quiere comenzar a leer.

Este libro es divertido pese a tratar el tema crudo del autismo, Daniel es un niño autista que tiene una hermana muy despierta e inteligente, Daniel lo era antes de la vacuna de los dieciocho meses asegura su madre, a partir de ahí su vida cambió, aunque es algo que todos los médicos le niegan, todos coinciden en que esa vacuna no tuvo nada que ver, que el niño acarreaba ya esos problemas aunque no los quisiera ver.

Este libro narra la lucha de una madre por volver a su hijo a la normalidad, por sacarlo del autismo al precio que sea, una madre que no se conforma con que su hijo viva inmerso en su incomunicación por el resto de su vida y que verá como su matrimonio se desmorona sin que pueda hacer nada por evitarlo. Ella no puede cambiar el hecho de su marido se conforme con esa realidad que a ella la asfixia, mientras su marido empieza a exasperarse con todas las cosas absurdas que ella cree necesarias para devolver a su hijo al mundo de los niños normales que si quieren un vaso de agua lo saben pedir. En el momento en que ella comienza su juego de vamos a ayudar a Daniel se produce una incomunicación en la pareja directa al desastre. Es uno de esos libros que si comienzas no puedes dejar de leer.

Es un libro escrito con mucha ironía, con mucho sentimiento y con mucha verdad, la verdad de su autora que tiene un hijo autista y no se conforma con que su hijo sea dependiente toda su vida. Ella quiere que Daniel pueda entender una broma, sentir alegría o comunicarse con el mundo exterior y no se detendrá hasta conseguirlo... ¿Lo conseguirá?

domingo, 2 de mayo de 2010

Mi regalo para hoy




Mi regalo para hoy es afortunadamente el mismo de siempre, tener una madre sana, unos hijos sanos y tener la alegría de estar con ellos cuando cumplen años. No quiero más regalo porque no se puede tentar a la suerte.
Conozco madres que hoy esperan su joya de oro, que exigen a sus hijos un buen regalo que les cueste extraer de sus pagas. Yo no quiero nada que a mis hijos les cueste pagar, aunque puede que sea más ambiciosa que madre alguna sobre la tierra. Yo me pido un dibujo que ellos hayan hecho en dos minutos para mí, unas palabras que me pertenezcan a mí, o algo hecho con sus manos para mí, aunque sea una caja de zapatos forrada con papel de regalo donde guardar mis apuntes; y que después de arrugada por los años me cueste tirar. O algo que les cueste sudores como recoger su habitación o portarse bien. O que hoy sean felices, hoy más que ayer solamente porque hoy es mi día.
Pero no quiero nada que les cueste dinero porque el dinero es lo más pobre que hay, es el que marca la diferencia entre quien hoy conducirá un Ferrari por las calles maravillosas de su ciudad o quien hoy se morirá de hambre en el pueblo olvidado por cualquier Dios. Si, se que siempre soy extremista en todo, pero es que lo soy.