Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
sábado, 24 de abril de 2010
Correo de Jazmine
viernes, 23 de abril de 2010
Habitar un infierno
Raras veces iba a la ciudad, raras veces pero al posarme siempre iba hasta la última para parada del bus, que es la que lleva al centro, en ella hay un parque con árboles centenarios y jardines bien cuidados que dan flores variadas durante todo el año, hay también una marquesina redonda antiquísima y preciosa que es donde solían dar conciertos antiguamente. El lugar es hermoso, pero se me ha quedado adherido en el recuerdo por aquellos enfermos de las drogas que se reunían allí a dormir y a comer, a vivir sin paredes ni techo lo mismo bajo el ardiente sol que bajo las blancas nieves del invierno. Desde que tengo conciencia los miré y me dije que si había alguien digno de compasión en el mundo de mi niñez eran ellos. Parecían habitar dentro de una guerra perpetua, dentro un laberinto donde fuese imposible hallar el final, parecían incluso vivir muy lejos de sí mismos; y a mí me daban lástima sus brazos llenos de sangre y moratones, su ropa sucia hasta el hartazgo, sus ojos vacíos de toda vida habitada y por habitar. Siempre me dije que no quería ser uno de ellos, ni que mis seres queridos fuesen uno de ellos, que parecían habitar un infierno final donde no existía el perdón de la salvación ni tampoco se intuía. Verlos lavar sus jeringuillas en la fuente, pedir para ese autobús que jamás tomarían o verlos ser la sombra de aquello que nunca pensaron ser me partía el alma. Ya no están allí. Ya no se donde están, los han escondido porque dan un mal aspecto a la ciudad me imagino con sus cartones por cama, con sus cartones de vino por comida, con su caminar desvencijado como fantasmas de sí mismos. Ya no están pero no se cuanto les debo por tener la libertad de nunca haber escogido sus caminos, por conformarme con pisar sobre la tierra sin explorar más mundos paralelos que los de mi propia imaginación, que a veces incluso es demasiado infinita incluso para mí. No se si el hecho de que los hayan borrado de mi mapa y de no poder llevar a mis hijos hasta donde están para ver por sí mismos como es el mundo de la droga cuando ha ganado la batalla final les hará menos libres a la hora de alejarse de todo lo que representa. Porque está claro que una imagen vale más que mil palabras, más claro que el agua. Y que espero que todos ellos se hayan recuperado al fin y que puedan contar en pasado todo aquello, en esta mañana encapotada por la niebla nada me gustaría más.
jueves, 22 de abril de 2010
Antes del Mitch
Hace muchos años soñé que mis padres me llamaban por teléfono para ir a buscarles a su casa sin perder un segundo. Y que salía de mi casa a toda velocidad sin apenas balbucear unas palabras, mi marido entraba en el coche con mis hijos en el último segundo protestando porque con tanta prisa no lo pudiera ni esperar; en verdad no pensaba llevarlos conmigo por si acaso algo iba mal. Minutos después recorría la pequeña distancia con el alma en un puño, y cuando nos quedaban a penas cien metros para llegar, hacia arriba en el mismo cambio de rasante una ola gigantesca y marrón surgió de la nada. El mar rugía de una forma espantosa y sabíamos que nada lograría echarlo atrás, se nos venía encima a cámara lenta, y no había forma humana de detenerlo, cuando desperté la ola estaba justamente encima de la casa de mis padres y en segundos apenas arrastraría nuestro coche y todo lo demás. Es uno de los sueños más feos que he tenido, y es feo porque mientras duró fue tan de verdad como si lo estuviese viviendo bien despierta. A veces pasa.
Temo a mis sueños en ocasiones porque puedo soñar las cosas antes de que sucedan, y temo lo que pido porque más tarde o más temprano se suele cumplir, _eso porque no paro hasta lograrlo venga erre que erre_. Aquel sueño fue tan verdad que supe que alguna vez sucedería en algún lugar pero no podía explicarme el porqué de aquella ola marrón chocolate cuando el mar si en algo se caracteriza es en ser cristalino.
Pocos días después llegó el huracán Mitch a las costas del Caribe, lo supe porque rastreaba las noticias en busca de mi sueño, y ante el horror de las imágenes reaccioné como siempre lo hago ante un dolor, escribiendo, esta vez escribí a mi Dios. Un Dios que en cuanto intento explicarlo me enredo en laberintos interminables. Y es que no hay forma de resumirlo parece ser, como siempre me hacen falta muchas palabras para explicarlo debidamente, por eso os lo dejo a continuación.
Horóscopo y destino
El Gallo de Tierra - 1909, 1969, 2429
He aquí un Gallo estudioso, investigador y analítico, que irá en pos de la verdad, madurará a edad temprana y compilará su propia e irrefutable información. La Tierra asegura que será preciso, eficiente y cuidadoso en la realizacíón de sus tareas. Sabrá hacer de lado lo superfluo y atender por sí solo a los hechos, tercos y fríos. Con él, lo primero será siempre la profundización.
Intrépido para afrontar responsabilidades, no por eso abandonará la costumbre del Gallo de no medir sus palabras. Aunque sin pretensiones, es dogmático y tendrá fuertes tendencias evangélicas. Le encanta organizar reuniones de tipo «sermón de la montaña», exhortar a todo el mundo a que trabaje más y a que sigan su brillante ejemplo. Si su trabajo le resulta gratificante, es capaz de llevar una vida simple y austera. Sistemático hasta el fanatismo, tomará notas, archivará datos y registrará todo lo que hace para la posteridad.
Supervisor exigente en el trabajo, educador estricto y crítico temible, el Gallo de Tierra sembrará y cosechará desde el amanecer hasta la puesta del sol y, si consigue ser práctico en sus aspiraciones, tendrá una abundante muestra de éxitos como premio a sus esfuerzos.
Es una suerte tener un escudo contra las tonterías, contra los cambios de humor imprevisibles como ciclones que sin saberlo llenan tu cielo de repente y arrastra a todos hasta el hartazgo de tenerte cerca. He aquí mi escudo protector, que no puede excusarme de ser tan insoportable en ocasiones, pero si quiero sé donde ir a buscarlo para mostrarlo como si fuese tan válido como mi carné de identidad, o el de conducir, o el de la biblioteca qué más da otra cosa es que por presentarlo vayan a excusarme.
Está claro que tener horóscopo es lo más, y si a eso añadimos la fórmula de llevar la marca del destino cuñado a nuestra espalda con nuestra fecha de caducidad marcada en la espalda cual yogurt ya tenemos dos excusas perfectas para hacer lo que nos venga en gana sin preocuparnos. En mi caso sería algo así: Soy Sagitario, eso implica que puedo quemarme en todas las hogueras ya que soy un signo de fuego. Y si está claro que voy a morirme justo a debido momento y ni un segundo antes, si conduzco a doscientos cincuenta por la autopista, me estrello y me muero es porque en mi destino venía escrito. ¿Crees que algo así pudiera ser? ¡Pamplinas!
No creo ni en el destino ni en el horóscopo, pero este gallo de tierra me refleja como la vida misma ¿Será casualidad?
La vida es bella
miércoles, 21 de abril de 2010
Se me ocurre un chiste
Hombre, mire usté el tiempo que hace que no le veía, maestro que es usté un maestro. ¿Que como me va?, pues no se si decirle la verdad o quedarme callado pero mire usted. Desde que empecé a torear en buenas plazas me pude permitir algunos caprichillos. Sin excederme ya sabe, que no se puede andar con tonterías. Por aquel entonces mi familia no podía estar mejor, pues estábamos todos muy bien avenidos, o quizá no tanto, pero en cualquier caso entre nosotros nos entendíamos. Yo toreaba allá donde me llamaban y me pagaban cada vez mejor, porque ya sabe que en esto del arte cuanto más se practica mejor se da. Todo me iba bien y me reía hasta de mi mismo hasta cansarme, todo por reír. Unos se reían con mis continuas bromas y otros se ofuscaban, pero me daba lo mismo que me pusieran por las nubes o a parir, a fin de cuentas mi conciencia estaba bien tranquila que es de lo que se trata. Y entonces pasó lo que pasó, que de tanto ir a la fuente se rompió la jarra. Vamos que me enamoré como cualquier otro. Uno que no es perfecto.
Ella era de las que me gustan, buena gente pero con un poco de remango por eso de que no me gusta la carne muerta más que en el plato. Y después de mucho pensarlo y repensarlo, bueno, que no lo pensé que debió de pensarlo ella porque un día me vino de golpe con que estaba embarazada y todo se rodó. La traje a vivir a mi casa y todo se embrolló. A veces lo he estado pensando y creo que fue mi exceso de confianza, otras veces ni pienso total para qué. El caso es bien sencillo, que yo me jugué la vida en el ruedo con toros de quinientos kilos para pagar lo que tengo, llevo cornadas de toro hasta en el carné de identidad, y ella tiene cuatro veces más que yo sin dar un palo al agua.
Resulta que no sabe ni hablar, pero no se calla, todo el día le dan cancha aquí y allá para eche piedras sobre piedras hasta lapidarme. Como mujer ahora que la miro sin el fervor del sueño parece el resultado de revolcón entre una bruja de hallowen y el espantapájaros de un campo de maíz, pero ahí está todo el día erre que erre con el empeño de enterrarme en vida y mire usté que le pone empeño. No, no me mire usté así que nos conocemos. Va a decirme que la culpa de todo la tengo yo. Pues no me lo diga usted que es el menos indicado para decir nada que ande que no se pasó años diciéndome como hay que torear a un toro, pero ¿Quién me dijo a mí como se torea una cabra?