Reconozco que El Premio Nobel de literatura de 2013, concedido a Alice Munro, me hace especial ilusión porque la primera vez que escuché que el premio le había sido otorgado escuché resumir su trayectoria así: es una ama de casa, madre de tres hijos y una autora prolífica, a la que los críticos califican como la Chejov canadiense.
La imagen de ese telediario era la de una Alice Munro en la actualidad, que estaba siendo entrevistada en la cocina de su propia casa, por lo que era sencillo imaginarla sobre esa misma mesa tomando notas, corrigiendo, elaborando, trazando y puliendo personajes e historias de su obra durante una vida que en este momento cuenta ochenta y dos años. Se la podía ver como una mujer madura e interesante, humilde, elegante y de pelo blanco, pero además radiante para su edad. Y daban una mala noticia, había comunicado que ya no escribiría más. Eso después de decir que su obra estaba plagada de gente corriente que hacen la vida cotidiana de cualquier pueblo. En ese momento supe que a mí, como lectora y observadora del mundo no se me puede ofrecer más, si además tenemos en cuenta que se dice que ella que no pone una palabra de menos ni una de más. Esa mañana en concreto de mi vida no pude levantarme con mejor pie, y tenía prisa por ir a una biblioteca, la que fuese y traerme un libro suyo a casa para leerlo. Tardé varios días en ir a "la ciudad" y hacerme con el único libro que encontré, pero en esto tengo la absoluta certeza de que los pequeños duendes en los que cree Ana María Matute obran pequeños milagros, y ese libro con solo hojearlo supe que era más que suficiente para atraparme, y así es.
El libro se titula Mi vida querida. Su escritura es diáfana y sencilla, pero elaborada a la perfección, a veces lo sencillo tiene ese punto de cocción lenta y sabrosa de los cocidos que hacen las abuelas, donde el alimento es directamente extraído de la tierra, lavado, guisado sobre la cocina de leña y mezcla todos los sabores que nutren el cuerpo, con su permiso resumo de esta manera la impresión que me causó. Creo que es una autora a la que puede leerse durante mucho tiempo sin cansarse y así lo espero porque en este libro resume todo, la vida, la amistad, el amor, la enfermedad, el llanto, la felicidad...si bien confieso que es un libro que en la última fase se acrecienta en lo que se denomina Finale. En ella la autora advierte que lo que hay a partir de ahí no son cuentos, son pequeños fragmentos autobiográficos, lo primero y lo último así como lo más íntimo que tiene que decir sobre su propia vida. Me quedo con su ejemplo de sobriedad, porque vaya si la necesito.
Ayer mismo decía que admiro a muchísima gente, sumo por lo tanto a una más. Parece que en este momento su salud está delicada, pero su obra brilla, eso lo puedo asegurar.
La imagen de ese telediario era la de una Alice Munro en la actualidad, que estaba siendo entrevistada en la cocina de su propia casa, por lo que era sencillo imaginarla sobre esa misma mesa tomando notas, corrigiendo, elaborando, trazando y puliendo personajes e historias de su obra durante una vida que en este momento cuenta ochenta y dos años. Se la podía ver como una mujer madura e interesante, humilde, elegante y de pelo blanco, pero además radiante para su edad. Y daban una mala noticia, había comunicado que ya no escribiría más. Eso después de decir que su obra estaba plagada de gente corriente que hacen la vida cotidiana de cualquier pueblo. En ese momento supe que a mí, como lectora y observadora del mundo no se me puede ofrecer más, si además tenemos en cuenta que se dice que ella que no pone una palabra de menos ni una de más. Esa mañana en concreto de mi vida no pude levantarme con mejor pie, y tenía prisa por ir a una biblioteca, la que fuese y traerme un libro suyo a casa para leerlo. Tardé varios días en ir a "la ciudad" y hacerme con el único libro que encontré, pero en esto tengo la absoluta certeza de que los pequeños duendes en los que cree Ana María Matute obran pequeños milagros, y ese libro con solo hojearlo supe que era más que suficiente para atraparme, y así es.
El libro se titula Mi vida querida. Su escritura es diáfana y sencilla, pero elaborada a la perfección, a veces lo sencillo tiene ese punto de cocción lenta y sabrosa de los cocidos que hacen las abuelas, donde el alimento es directamente extraído de la tierra, lavado, guisado sobre la cocina de leña y mezcla todos los sabores que nutren el cuerpo, con su permiso resumo de esta manera la impresión que me causó. Creo que es una autora a la que puede leerse durante mucho tiempo sin cansarse y así lo espero porque en este libro resume todo, la vida, la amistad, el amor, la enfermedad, el llanto, la felicidad...si bien confieso que es un libro que en la última fase se acrecienta en lo que se denomina Finale. En ella la autora advierte que lo que hay a partir de ahí no son cuentos, son pequeños fragmentos autobiográficos, lo primero y lo último así como lo más íntimo que tiene que decir sobre su propia vida. Me quedo con su ejemplo de sobriedad, porque vaya si la necesito.
Ayer mismo decía que admiro a muchísima gente, sumo por lo tanto a una más. Parece que en este momento su salud está delicada, pero su obra brilla, eso lo puedo asegurar.