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viernes, 10 de mayo de 2013

Cifras escandalosas

Se cifra en 33.490 las viviendas que han sido embargadas durante el año pasado en España. Si he anotado bien el número que acaban de dar en la emisora de radio que hay de fondo mientras me ocupo en montones de cosas a la vez es ese, 33.490 personas que han tenido que dejar el sueño de tener su propia vivienda, que es algo así como intentar mantenerse  a salvo de cualquier inclemencia.

Quiero dejar por escrito mi enorme dolor ante este duro golpe que les ha dado la vida, la crisis, la economía y las decisiones tomadas por un gobierno al que a veces no entiendo,           - nada raro, tampoco vamos a engañarnos, a veces no entiendo nada-. También quiero dejar la esperanza en que algo comience a cambiar para que después de todo lo malo que esto les ha supuesto, puedan comenzar de nuevo con mucha suerte y mucha ilusión. Que nadie les quite el sueño de un mundo mejor.

Dejo las cifras para la reflexión de quienes toman las decisiones que afectan a todos.


jueves, 9 de mayo de 2013

Me dejé secuestrar

Sí, fue eso, me dejé secuestrar una y mil veces, he ahí la razón del comienzo de este blog, fue un secuestro ya desde el principio. Eso me disculpará en el momento final en que me recriminen por abrirlo alguna vez. Fui secuestrada por la rabia de que ciertas cosas no se puedan decir, ni siquiera pensar, sin que alguien te digan que estás loca, que has llegado desde marte o que acabarás viviendo en el manicomio. Me rebelé contra eso y estoy aquí, capitana de un barco a la deriva que flota para existir. Fui secuestrada, sí.

También lo fui como madre a la hora inesperada de un primer amor, que sé que frustré, siendo un muerto que llevaré siempre sobre mi conciencia a la espera de haber tenido la razón. De momento me lo niegan todo el tiempo, me dicen que me creo tan importante que me echo la culpa de ese adiós, que en parte sólo aplacé. Me da igual, es un muerto que le sigue pesando mucho a mi conciencia, y una vacuna para aprender a quedarme a un lado y dejar a mis hijos crecer, lejos de mis manías y de mi forma de verlo todo, esa que a veces me me complica la existencia incluso a mí. Es muy sano aprender de los errores para no repetir, para aprender a decir aquello tan repetido de: "es tu vida y dependiendo de lo que consigas hacer con ella serás feliz o infeliz, allá tú". Que es un modo de hacerles saber que en realidad no sabes tanto como creen, y que por eso deben estar siempre ojo avizor, para superarte en todo y hacerlo mejor que tú, que a su lado a veces llegas a sentirte tan pequeña.

Ya lo dije, fui secuestrada una y mil veces, quizá por eso ahora me siento tan libre. Quizá por eso voy aprendiendo a disfrutar tanto esta libertad que es escribir, otra forma y quizá más fuerte de esclavitud.

El secuestro al que me refiero os lo dejo AQUÍ

martes, 7 de mayo de 2013

La potra con su potranco



El día de la madre iba recorriendo una senda con la persona que ha supuesto mi otra mitad entera en un cuarto de siglo largo, contenta de que últimamente asuma caminar durante ocho kilómetros a mi lado por lugares remotos donde sólo el bosque o los acantilados nos salgan al paso. Él es más de barullo y ruido de gente, yo de silencios y espacios anchos. En una parte del camino decidimos torcer por un nuevo atajo. Al pasar junto a una capilla, en el prado contiguo a ella, una yegua menuda pastaba junto a su potranco. Era menudo y sigiloso, de pelaje oscuro y ojos inquietos, entonces reaccioné de la forma en que siempre reacciono frente a todos los mamíferos recién nacidos, con esa sarta de cursiladas que enferman a mis hijos, que en ese momento no estaban; por eso me crecí. Acto seguido saqué el teléfono móvil y les fotografié.

El potro con tanta fiesta vino hacia mí y se me quedó mirando como si fuese consciente de lo que le decía. Después se volvió junto a su madre y siguió probando la hierba, en ese instante su dueño apareció de la nada y vino a informarnos de que era hijo de un caballo de salto y llevaba once días nacido. Fue entonces cuando supimos que acababa de llevarlos desde el pueblo gitano a ese solar y que siempre los tiene custodiados por perros.

Fue una advertencia exacta, de quien sabe que en estos tiempos se roban muchos caballos para venderles la carne. De alguien que desde lejos nos vino a observar, para decirnos sin agraviar que él era dueño de madre e hijo, que no estaban abandonados a su suerte y que los sabía cuidar. Yo volví a repetirle que era un potro precioso y que a lo sumo le eché dos días, él sonrió, con la sonrisa de quien sabe que se encuentra ante una ignorante sobre animales. En los prados siguientes había tres caballos más y un camino que iba directo hacia aquel poblado gitano desde el que vino el chico. Se me hizo raro que pasaran la crudeza del invierno en aquellas casitas destartaladas, a cobijo de eucaliptos altos y espesos pinos, pero en derredor estaba tan cuidada la vegetación que también tendría su encanto vivir allí, ajenos al consumismo demoledor, que en la actualidad hace tanto daño. 

lunes, 6 de mayo de 2013

Sobre editoriales diversas

Con su permiso voy a fantasear un ratito. Imaginemos que yo escribo porque me gusta escribir, hilar historias aunque no sepa hacerlo, componer novelas aunque nadie me haya enseñado y lo tenga todo en contra, a veces incluso hasta mí.

Supongamos que no quiero pasar por los pormenores de una editorial de toda la vida, porque me gusta más la opción de ir por libre, porque busco otro perfil de lectores distintos a los que gustan de leer libros serios de escritores de alta talla intelectual. Pongamos que yo no soy nada de eso y sólo busco lectores tan comunes y corrientes como yo; ni yo sería una escritora promedio ni lo sería mi lector, que ya en la primera página podría imaginar quién soy. Si la compra es en Amazon, puede devolver ya mismo ese libro. Quizá sea esa la diferencia, que si sigue leyendo y le engaño es menos engañado que si compra un libro en librería tradicional, que si al final no le gusta sólo podrá regalárselo a un mal amigo, si tiene, mejor que no.

Bien, sigamos suponiendo. Al final, yo, que voy por libre, publico mi libro en Amazon porque es la opción que yo elijo. Cada mes recibiré en mi buzón una carta con lo que he vendido. Ya no se trata de presentarse ante gente a la que no le importas nada y opinan que el libro que te compraron es una plasta, se trata de que tu familia, osease, la gente que más te importa en el mundo abrirá esa carta, solo por mortificarte y después se mofará de ti, de tu libro y de tu sueño de ser escritor. Aunque sea escritor de gente tan normal y corriente, tan poco exigente si se quiere, como tú. Para mí y ya no sería fantasía, supondría el momento peor. Ese que hace que escriba y reescriba, ordene y desordene, deshaga y comience, hasta el punto de no terminarme de decidir. Sobre todo algo que ya he dejado dicho: compongo novelas sin que nadie me haya enseñado y lo tengo todo en contra, a veces incluso hasta mí.

Pero estoy segura de algún día hacerlo por ver cómo sale la cosa, cuando ya no me importe tanto estrellarme en mis propios sueños y quedarme para siempre ahí.

Todo esto viene a cuento porque me leí esta entrada que dejo AQUÍ, llena de reflexiones interesantes que me harían desistir. Algo que de momento no quiero.

¿Alguien quiere un trozo de luna?

Acabo de leer esta entrada y creo que estamos perdiendo el norte en muchos campos de la vida. Para quien aún no lo sepa, la luna es mía - es broma-, lo sería si tuviésemos en cuenta la cantidad de veces que me quedo a mirarla desde alguna ventana, o todo lo que sólo a ella le conté alguna vez. La luna guarda conmigo silenciosa muchos sinsabores, muchas muertes que no esperaba, muchas dudas y muchos escritos, que escribo bajo su rutilante luz. A veces a esa hora sólo ella me contempla mientras el resto del mundo duerme, ahora mismo incluso.

De modo que no me vengan con cuentos. La luna no puede comprarse, porque la luna es de todos. En este preciso momento tengo la luna aquí, ¿acaso por eso es mía?

Os dejo la entrada aquí.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Día del trabajador

Son tiempos de despidos, de cierres de negocios, de quiebras de pequeñas empresas, de pérdidas de derechos esenciales, tiempos de cristaleras de tiendas, antes funcionando, y ahora cubiertas con papel de periódico para dar cuenta de su propia guerra, la que han terminado perdiendo en el desequilibrado balance entre ganancia y pérdida.

Son tiempos de recortes en los derechos, en la sanidad, en la ayuda a las ONG, en las ayudas del paro, en las ayudas a dependientes y en definitiva, tiempos de dejar a la intemperie a los más necesitados de toda una sociedad. Quizá sea hora de hacer un alto en el camino y planificar mejor para obtener diferentes resultados. Quizá haya que defender mejor al trabajador, para que el empresario lo tenga más fácil a la hora de contratarlo y conservarlo.

Son tiempos complicados para los jóvenes que comienzan a independizarse y buscan mantenerse con su trabajo. Y en todas las ofertas de trabajo se les exigen al menos tres años de experiencia en un sector para el que nunca han trabajado y que curiosamente ya de entrada les cierra el paso. A cero trabajo cero experiencia.

Vivo en la región más azotada por el paro de todo un país que ya cuenta con seis millones de parados y sólo dejo una pregunta...¿hasta donde tenemos que seguir? Sé que suena triste y desamparado, pero es que hasta los que aún trabajamos vemos reducidos esos derechos por los que durante tantos años generaciones enteras han luchado y lo cierto es que esto no puede seguir así. No podemos aceptar malos trabajos poco remunerados sólo porque alguien crea que esto debe ser así. 

No, no lo aceptamos.

lunes, 29 de abril de 2013

Cuando giran el mundo hacia el lado que no es...

Desde el momento en que leí que había un autobús lleno de libros recorriendo el desierto buscando a los niños sedientos de historias, me emocioné con este proyecto del Bubisher porque no hay nada que le gustase más a la niña que fui, que aquello de que le contaran historias. Aún hoy vivo las veinticuatro horas del día a la caza de historias, tristes y alegres, sin las cuales ya no sé vivir, vivo para leer y para escribir historias; escribirlas a veces en mi cabeza por la excusa cobarde de que no sabré escribirlas adecuadamente, con ello lucho a diario, en eso se ha convertido mi más fiera lucha, tener el valor de escribirlas aunque sea mal, porque mal es mejor que nada.

Pues bien, el autobús del Bubisher atraviesa la arena del desierto lleno de libros y de gente que quiere leer a los niños, porque un niño es un hombre-mujer del mañana y hay que alimentar su mente para que aprendan a pensar por sí mismos, y no les guíen como a corderos que han de ir directos al matadero que ya han elegido para ellos. Hay casos flagrantes en la historia para entender que el mundo es mucho más rico y más amplio que lo que delimitan las fronteras que alguien le haya dibujado a un país, separándole del resto. Decir que la selección de libros dentro del Bubisher se elige bien, puesto que no todos los libros caben ni todos son convenientes para esos niños y lo que se les desea mostrar, supongo que además de muchas otras cualidades una muy importante, la capacidad de soñar, aquella que nadie aprisiona cuando uno la aprendió a cultivar. Yo visualizo siempre ese autobús como un sembrador de sueños y me recreo imaginando a esos niños un día convertidos en abuelos contando a sus nietos como una vez subieron al bibliobús y su vida cambió a mejor, porque a partir de entonces pudieron comenzar a modelar su sueño, ese que les gustó más de entre todas aquellas historias que les leyeron. 

Recuerdo lo pesada que yo era cuando no sabía leer y perseguía por toda la casa a un lector, uno que quisiera leerme la historia enlatada que se intercalaba entre los muchos dibujos de esos cuentos que en principio solo tienen una línea o dos. Y recuerdo un día en que mi abuelo me leyó uno como leen los abuelos, que comienzan leyendo la historia enlatada y te acaban relatando algún momento de su vida; supongo que por eso querría que me leyesen el cuento de Pinocho una y otra vez, porque entre la historia de sus páginas había muchas más, infinitas historias diferentes que nunca me cansaba de escuchar. Quizá por eso me haga tanta ilusión ese autobús que recorre los desiertos de los niños y llenan su cabeza de historias que un día estarán felices de saber, aunque sólo recuerden hilos sueltos; sin saber que esos hilos les ataron fuertísimo a la vida.

Pues bien, ayer en la mañana leía esta entrada de Gonzalo Moure y pude sentir la misma tristeza que él, su misma indignación, su misma rabia de que el mundo se empeñe en girar al revés una y otra vez, cuando sería tan sencillo hacerlo avanzar siempre a favor.

Os dejo su entrada

Y enlace al blog del Bubisher