Pero ten muy claro que si lo fuera y tuviese que decidir si ponerte en libertad o no; no la tuvieras. Jamás te perdonaría que hubieses tenido la desfachatez de esperar por una niña de nueve años en un soportal a que volviese de la escuela. Que hubieses forcejeado con ella, a sabiendas de que no tenía la más remota posibilidad de pelear contra tu fuerza. Y que sin escuchar sus ruegos la hubieras sometido a la más terrible vejación a la que pueda ser sometida mujer alguna sobre la tierra.
No solo no podría comprenderte, tampoco podría perdonarte, que después de haber logrado tu ignominioso cometido la hubieras matado a golpes. Y ya lo he dicho, no soy juez, pero si lo fuera, miraría la foto de la niña y sobre ella juraría que cumplirías todos tus años de condena. Ese sería mi compromiso con ella, que si una vez te pusieron 44 años de condena, los cumplirías íntegros. Y no me temblaría la mano del modo en que a ti no te tembló, cuando traspasaste de lado a lado su hermosa inocencia. Cuando le hiciste pagar con su propia vida, tu atrocidad. Cuando su cuerpo menudo y grácil, pasó a alojarse en un camposanto.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
martes, 3 de abril de 2012
lunes, 2 de abril de 2012
Ahora de repente
Parece que no importa tanto que te hayas llevado parte de nuestro dinero de forma mezquina. Que lo hayas escondido en un paraíso fiscal. Parece que si lo traes de nuevo a mi país me beneficiarás; nos beneficiarás a todos. Eso de repente.
De repente parece que tú que has robado y has mentido eres igual a mí, que ni he robado ni he mentido.
Eso parece. Y sin embargo yo sé que ni yo soy tú, ni tú eres yo. Que como ya dijo alguien la crisis no es monetaria sino moral.
De repente parece que tú que has robado y has mentido eres igual a mí, que ni he robado ni he mentido.
Eso parece. Y sin embargo yo sé que ni yo soy tú, ni tú eres yo. Que como ya dijo alguien la crisis no es monetaria sino moral.
viernes, 30 de marzo de 2012
Esperar a que vengan por vacaciones
A veces, según el telediario matinal que elijas, la realidad es una o es otra. Esta mañana en el que estuve más escuchando que viendo se coló esta frase: "Se espera que la llegada de extranjeros contribuya a mejorar las expectativas de una semana santa azotada por la crisis". Osease, que ya que los españoles estamos más bien arruinados y no nos queda mucho dinero para festejar, o para llenar de combustible nuestro utilitario - habida cuenta de la nueva subida de los carburantes-, se espera que la llegada de extranjeros anime al sector hostelero que anda de capa caída.
Vamos, que quizá nos debamos ir acostumbrando a ser un país alquilado por vacaciones.
Vamos, que quizá nos debamos ir acostumbrando a ser un país alquilado por vacaciones.
jueves, 29 de marzo de 2012
Huelga general
Huelga decir que todo seguirá igual
que las cosas seguirán como están
antes de ponerse peor
y precipitarnos por un agujero negro
del inmenso espacio.
Que las constelaciones girarán
en la misma órbita en que circulaban
los de arriba seguirán arriba
los de abajo abajo
y cada uno en su puesto
Inamovible y circunspecto
ávido de un orden distinto
que jamás se alcanzará
porque a los de arriba están arriba
y los de abajo abajo
Y nunca coincidirán
si no cambia el orden.
miércoles, 28 de marzo de 2012
Se anuncia una subida de luz
Eso dijeron en el telediario de la mañana, justo antes de que la abuelita anotase en un papel los cambios a efectuar. Últimamente todo subía demasiado de precio y su pensión poco a poco se achicaba. Ya no podía obsequiar a sus nietos con cajas de pastas, cada vez que venían a su casa, quizá por eso fueron dejando de venir. Ni poner el radiador eléctrico para combatir el húmedo ambiente de su hogar, tan frío como lápida de cementerio, por eso las visitas se fueron espaciando cada vez más hasta desaparecer por completo.
Revisó la libreta de los gastos que había ido recortando hasta ahora y su vida fue pasando por delante de ella como en una moviola. Muy lejos quedaba la mujer que se bañaba todas las noches antes de acostarse en una espuma con esencia de jazmín. La mujer que iba a la peluquería una vez por semana. La abuela que recibía a sus nietos con una caja de pastas abiertas sobre la mesa. La cabeza de familia que invitaba a sus hijos a comer en casa los domingos. La amante esposa viuda que llevaba un ramo de rosas los domingos en la mañana a la tumba de su marido, para que él supiera que aguardaba reencontrarse con él al otro lado de la vida. La mujer que encendía todas las luces de la casa en cuanto oscurecía para no sentir la soledad. La mujer que aún viviendo sola ponía la lavadora tres veces por semana. La que día sí y día también salía en las tardes a pasear con sus amigas y después se tomaba un café, aunque para ello tuviese que recortar los gastos en comida. Todo aquello se quedaba tan atrás en el tiempo, que apenas si quería recordar...
Ahora estaba tan cambiada que sin saberlo la miraban mal. Buscaban indicios de ese cambio radical. De cuando en cuando le dejaban caer alguna sospecha de que su cabeza tal vez andaba mal. Que si esto o que si aquello. Intentaban averiguar la verdad, cuando la única verdad era que no quería preocuparles, ni quería vivir de caridad. Iba recortando gastos a medida que su ridícula pensión empequeñecía; pero era algo que no estaba dispuesta a contar. Aunque tuviese que pagar el alto precio de una enorme soledad que poco a poco la engullía.
Revisó la libreta de los gastos que había ido recortando hasta ahora y su vida fue pasando por delante de ella como en una moviola. Muy lejos quedaba la mujer que se bañaba todas las noches antes de acostarse en una espuma con esencia de jazmín. La mujer que iba a la peluquería una vez por semana. La abuela que recibía a sus nietos con una caja de pastas abiertas sobre la mesa. La cabeza de familia que invitaba a sus hijos a comer en casa los domingos. La amante esposa viuda que llevaba un ramo de rosas los domingos en la mañana a la tumba de su marido, para que él supiera que aguardaba reencontrarse con él al otro lado de la vida. La mujer que encendía todas las luces de la casa en cuanto oscurecía para no sentir la soledad. La mujer que aún viviendo sola ponía la lavadora tres veces por semana. La que día sí y día también salía en las tardes a pasear con sus amigas y después se tomaba un café, aunque para ello tuviese que recortar los gastos en comida. Todo aquello se quedaba tan atrás en el tiempo, que apenas si quería recordar...
Ahora estaba tan cambiada que sin saberlo la miraban mal. Buscaban indicios de ese cambio radical. De cuando en cuando le dejaban caer alguna sospecha de que su cabeza tal vez andaba mal. Que si esto o que si aquello. Intentaban averiguar la verdad, cuando la única verdad era que no quería preocuparles, ni quería vivir de caridad. Iba recortando gastos a medida que su ridícula pensión empequeñecía; pero era algo que no estaba dispuesta a contar. Aunque tuviese que pagar el alto precio de una enorme soledad que poco a poco la engullía.
lunes, 26 de marzo de 2012
sábado, 24 de marzo de 2012
Ellos nos dijeron
Hay que reducir gastos
hay que apretarse el cinturón
hay que eliminar gastos superfluos
hay que gastar con mesura
hay que acostumbrarse a ahorrar.
Pero luego nos llenaron
todas las calles con posters gigantes
repetidos una y mil veces
de su partido y de su cara
en una competición de locos.
Nos llenaron los buzones
de propaganda de sus partidos
que después habrá que reciclar.
Llenaron las televisiones con sus palabras
con sus caras maquilladas y sus carteles.
Y nos dejan preguntándonos:
¿Pero no dijimos que había que ahorrar?
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