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jueves, 17 de noviembre de 2011

Los libros, siempre los libros

El otro día Josefina, una profesora de clase particular, me aseguró que los jóvenes de hoy en día son todos maravillosos. Que son una generación de niños expresivos y cariñosos como no ha habido otra. Que están más preparados que generación alguna antes que ellos, y que no soporta que alguien haga predicciones catastrofistas delante de ella sobre la juventud de hoy en día, porque la juventud de ahora es la mejor. Sobra decir que ella es tan buena gente que su forma de mirar influye en todo lo que ve.

Estas afirmaciones no se corresponden a veces con las que se oyen por parte del profesorado del instituto, situado a cien metros de la clase de Josefina, aunque sin embargo, referente a algún alumno en concreto se corrobora. Pero hay algo en lo que todos coinciden: esta juventud de ahora tiene un peligro tremendo, que es la expansión de las drogas, que ya están en todas partes. Resultaría irónico escuchar que sólo la educación les salvará de ellas: cuando justo frente al instituto, y frente a la clase de Josefina hay un punto de venta por todos conocido. Eso es bueno, señalan algunos, es bueno que lo vean, tienen que aprender a saber qué les conviene y qué no.

Pues bien, por las mismas razones que apuntan buscaré este libro para leerlo, pues ya lo dijo un personaje conocido: "Las drogas son algo que siempre te ofrece un amigo, te dice que es lo mejor que ha probado nunca y te insiste para que las pruebes. Si hubiese sido un camello desconfiaría, pero era mi mejor amigo; y de tu mejor amigo no desconfías: fue mi mejor amigo sin haberlo sospechado quien me arruinó la vida, porque entonces no sabía que por una dosis, años más tarde sería capaz de matar".

A veces la mejor forma de evitar un desastre es conocerlo desde adentro. Y a veces un libro te da la oportunidad de pasar por todas sus fases sin poner tu cuerpo, sólo tu mente, que sale escarmentada ya para siempre de ese laberinto que no pisarás.


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Escribe la urgencia

No quiero escribir
no voy a escribir
no volveré a escribir.
Es lo que se repite
al fondo de mi cabeza
como una composición
que yo misma creo.
Después se desdice todo
y corro al teclado
a escribir lo que urge,
lo que quiere escribirse
y se escribe por sí solo.
Es una liberación
del alma misma
si la tuviera
y una derrota del sentido
sin sentido que soy
desde el fondo de mí misma
ayer, hoy y siempre.

Retazos...

Que tus paisajes inventados planten semillas en el corazón de quienes detestan la poesía, y la lluvia haga nacer nuevos poetas.



martes, 15 de noviembre de 2011

Cuestión de tiempo

Es curioso que justo al final de una relación es cuando se comprende el principio.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Heredarás mis días

En eso pensaba Ella mientras fraguaba su propósito salido de la nada. El amanecer trae consigo ideas que las más de las veces no se llevan a cabo. Surgen como un relámpago cegador, que si no se recogen no van a parte alguna lejos de donde han venido. Pero Ella acumula relámpagos cegadores que a veces, todo hay que decirlo, no recoge, y se quedan perdidos para siempre, o con una insistencia inexpugnable vuelven a salir de cuando en cuando, hasta que se hacen cumplir.

Ella evalúa los pros y los contras de todo, es casi una obsesión enfermiza junto a su manía de la observación. El tiempo y el espacio se comprimen mientras los pros y los contras están siendo evaluados y cambian, giran y vuelven a girar, mostrando por un instante lo más destacado de sus dos caras. Porque todo en la vida tiene su lado bueno y su lado malo, y todo es susceptible de ser valorado por bueno o malo dependiendo de quien lo mire. Incluso de su ánimo al momento de mirarlo, las más de las veces. Pero siempre prevalece esa obsesión, como sacada de una película antiquísima:

Una casa sobre un acantilado. Las ventanas abiertas de par en par. Los visillos movidos por el viento. El mar encabritado y espumoso. Un día gris y lluvioso. Unos muebles rústicos aquí y allá. Estampados florales en las paredes casi a juego con edredones y cortinajes. Pobreza. Una sobria pobreza a juego con la esmerada limpieza, y una estantería con algún libro. En esa estantería unas libretas ajadas por el tiempo, y una promesa que perdura por tradición a lo largo de muchas generaciones. Las mujeres de la familia se han ido transmitiendo desde tiempos inmemoriales la historia cotidiana de sus vidas. Nada en particular. Nada destacable. Nada que subrayar. Y sin embargo tanto. En esas libretas ajadas por el tiempo permanece impertérrito cada sentimiento tal y cual brotó. Y palpitará muchas generaciones aún más. Serán copiadas a limpio una y otra vez para sobrevivir a lo largo de los siglos si es necesario. Pero nada de lo que permanezca escrito se perderá. No se heredan monedas o cosas sin valor: se heredarán las vidas.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Decir o no decir

Decir algo es arriesgado
pero las más de las veces
no decirlo es más arriesgado aún.
Es dar la oportunidad
al malentendido,
que aún después de aclarado
puede ser malentendido aún,
pues no hay cosa más tozuda
que quien quiere sospechar
y hace de la sospecha su vida.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Beneficios de andar en bicicleta

La claridad del día la interrogó desde la ventana, los claroscuros parecieron llamarla a despejarse la modorra y ponerse en marcha. Hacía tanto tiempo que estaba inactiva que se resistió, además quería hacer tantas cosas en la casa que si salía a dar una vuelta en bici se le terminarían quedando cosas sin hacer, la misma cantinela de todos los días. Entonces Estrella, que a esas horas tecleaba su nuevo proyecto de trabajo en el ordenador, entró en internet y escribió unas palabras mágicas: Beneficios de andar en bicicleta. Al instante San Google respondió -tal como siempre lo hacía- escogió una de tantas opciones y leyó.

Quizá Estrella sólo necesitase una excusa para salir de esa casa llena de desastres y respirar aire fresco. Quizá necesitase apearse un momento de todas sus preocupaciones ya sin arreglo a la vista. Quizá necesitase saludar a todos los perros del vecindario no exenta de miedo, porque todos salían a su paso en cuanto olfateaban su rastro. O quizá era trepar por las cuestas, zambullirse en las bajadas y deslizarse en los llanos. O contemplar el verde de los prados y los amarillos de las hojas, en contraste con el azul en lo alto. O era una charla de tú a tú con el mismo Dios lo que necesitaba de veras.

Mientras se calzaba los playeros y se ponía el chubasquero intentó descifrarlo, guardó el móvil en el bolsillo y se subió la cremallera. Abrió el garaje y rescató la bicicleta. Al escuchar el ruido del portón su caballo emprendió un raudo galope y se asomó a la vera del camino agitando sus crines. Estrella nunca pensó que pudiera llegar a querer tanto a ese animal, y corrió a buscar un trozo de pan duro para compensar el brillo de sus ojos, y su innegable nobleza. Hidalgo se le antojaba una mezcla imposible de bebé humano y bestia musculada. Le acarició el morro y sonrió porque ya no protestaba por ello, pese a lo mucho que le molestaba, luego observó sus manchas perfectas en blanco y marrón, lo mismo que sus crines. Tal como si pudiese entenderla le pidió que cuidase la casa mientras ella se iba a dar un paseo. Hidalgo echó las orejas adelante, formulando un sí con la cabeza, Estrella se rió en voz alta por la casualidad del gesto; y se fue pedaleando rumbo a una hora desierta.