Desconozco si la situación actual es tan desesperante como cuentan Benigno y Estrella, que están en el epicentro en que se junta la juventud, pero si lo fuese todos esos datos que nos da cada vez que entramos darían para un relato -que muero por no escribir- que no deja de darme vueltas en el centro de la cabeza en la que en verdad ya está escrito. Sólo tendría que sacarlo a la luz y dejarlo reposar entre los montones de papeles que guardo en algún lugar, a salvo de todos los ojos que los quieran explorar. La mía supongo que es otra forma de cobardía distinta a la de Benigno, es por eso que hay relatos que no quiero escribir, y que después de escritos me liberan de dar vueltas infinitas al fondo de mi pensamiento distrayendo el ahora en que quiero vivir.
Pues bien, hay muchas informaciones que parten de la Cafetería Estrella, pero una que me deja pensando cada fin de semana es esa en que la autoridad competente está obligada a rastrear ese perímetro de reunión juvenil cada periodo concreto, y en vez de personarse el sábado a las ocho de la tarde en que la cosa está que arde, lo hace los viernes a las cinco, en que se ha corrido la voz y todo está tan inmaculado que cuando llega todo está en orden para efectuar el informe. Ese que arroja unos datos impolutos porque convienen a todos; a todos los que están en el ajo quiero decir. Este dichoso Benigno sólo sabe darme disgustos, a mí que en esta etapa de mi vida me niego a escribir.