No me gusta quejarme, vaya por delante, prefiero actuar, pero no siempre nos dejan decidir nuestros caminos, a veces nos vienen impuestos desde afuera. Pero no soporto dos cosas: que se bajen las pensiones (o los sueldos menos favorecidos, me da lo mismo) y que se hable de jubilación a los 67. Me parece incoherente, injusto y terriblemente deprimente si me da por pensar, porque mi imaginación de tan espoleada se ha quedado sin límites.
Mientras parte de la juventud que no sirve para estudiar o no se molesta en ello lo termina dejando en cuanto puede y se dedica a hacer cursos especializados, normalmente aconsejados por un profesor que le asegura el trabajo seguro en cuanto lo termine. Algo que no siempre sucede tal como lo cuentan, y los aboca de nuevo a comenzar más cursillos que les puedan lanzar. Hacen cursos de calderería, fontanería, electricidad, mecánica, electrónica, informática y un largo etc. hasta encontrar un trabajo de lo que sea, les da lo mismo, ellos lo que quieren es trabajar. Y comienzan trabajando gratis para las empresas y sirviendo de blanco a todos los marrones, algo que les termina de desmoralizar. Entre lo uno y lo otro llegan a los veintitantos y no tienen ningún tipo de experiencia laboral. Los años que han ido pasando han sido perdidos, si les preguntas a ellos, eso te dirán.
Antiguamente no había tantos requisitos, terminabas los estudios y en cualquier taller de cualquier cosa se podía trabajar, lo mismo de carpintero, que de mecánico, de electricista, de soldador… se estipulaba un sueldo y en el momento en que se llegaba a un acuerdo ya había trabajo. Lo mismo podías hacerte modista, que peluquera, que dependienta, que ayudante de cocina. Y sin mayores esfuerzos si la cosa no convencía, ibas cambiando de profesión. La no limitación, y supongo que la mucha oferta de entonces mantenía el ánimo siempre ocupado y daba una especie de ánimo deportivo que lo que es ahora cuesta mucho encontrar. Y si resulta que apenas hay trabajo yo no lo entiendo, ¿qué necesidad existe de seguir trabajando a los sesenta y siete años cuando la juventud no es capaz de encontrar un empleo que dure más tiempo que una vendimia?
No me gusta quejarme, pero cada vez que escucho lo de jubilación a los 67 me viene a la mente la imagen del padre que madruga para partirse las costillas, y la de su hijo de veinte que duerme plácidamente su sueño trasnochado hasta bien cansarse. La del padre que llega rendido de su trabajo justo cuando su hijo – a veces para no escucharle- sale de marcha porque como no madruga… esta imagen unida a la del padre que sale para el tajo antes que su hijo se haya dignado a llegar… y la del hijo que llega hecho una pena y duerme hasta la tarde para en todo caso tumbarse en el sofá con el mando de la tele…
Así un día tras otro, mientras quienes merecen descanso después de toda una vida laboral no lo tienen, y quienes deberían labrarse un oficio con que mantenerse y crear una familia haraganean y gorronean, y asientan sus bases de vida sobre estos cimientos prestos a caer.