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martes, 19 de octubre de 2010

El mundo al revés

No me gusta quejarme, vaya por delante, prefiero actuar, pero no siempre nos dejan decidir nuestros caminos, a veces nos vienen impuestos desde afuera. Pero no soporto dos cosas: que se bajen las pensiones (o los sueldos menos favorecidos, me da lo mismo) y que se hable de jubilación a los 67. Me parece incoherente, injusto y terriblemente deprimente si me da por pensar, porque mi imaginación de tan espoleada se ha quedado sin límites.

Mientras parte de la juventud que no sirve para estudiar o no se molesta en ello lo termina dejando en cuanto puede y se dedica a hacer cursos especializados, normalmente aconsejados por un profesor que le asegura el trabajo seguro en cuanto lo termine. Algo que no siempre sucede tal como lo cuentan, y los aboca de nuevo a comenzar más cursillos que les puedan lanzar. Hacen cursos de calderería, fontanería, electricidad, mecánica, electrónica, informática y un largo etc. hasta encontrar un trabajo de lo que sea, les da lo mismo, ellos lo que quieren es trabajar. Y comienzan trabajando gratis para las empresas y sirviendo de blanco a todos los marrones, algo que les termina de desmoralizar. Entre lo uno y lo otro llegan a los veintitantos y no tienen ningún tipo de experiencia laboral. Los años que han ido pasando han sido perdidos, si les preguntas a ellos, eso te dirán.

Antiguamente no había tantos requisitos, terminabas los estudios y en cualquier taller de cualquier cosa se podía trabajar, lo mismo de carpintero, que de mecánico, de electricista, de soldador… se estipulaba un sueldo y en el momento en que se llegaba a un acuerdo ya había trabajo. Lo mismo podías hacerte modista, que peluquera, que dependienta, que ayudante de cocina. Y sin mayores esfuerzos si la cosa no convencía, ibas cambiando de profesión. La no limitación, y supongo que la mucha oferta de entonces mantenía el ánimo siempre ocupado y daba una especie de ánimo deportivo que lo que es ahora cuesta mucho encontrar. Y si resulta que apenas hay trabajo yo no lo entiendo, ¿qué necesidad existe de seguir trabajando a los sesenta y siete años cuando la juventud no es capaz de encontrar un empleo que dure más tiempo que una vendimia?

No me gusta quejarme, pero cada vez que escucho lo de jubilación a los 67 me viene a la mente la imagen del padre que madruga para partirse las costillas, y la de su hijo de veinte que duerme plácidamente su sueño trasnochado hasta bien cansarse. La del padre que llega rendido de su trabajo justo cuando su hijo – a veces para no escucharle- sale de marcha porque como no madruga… esta imagen unida a la del padre que sale para el tajo antes que su hijo se haya dignado a llegar… y la del hijo que llega hecho una pena y duerme hasta la tarde para en todo caso tumbarse en el sofá con el mando de la tele…

Así un día tras otro, mientras quienes merecen descanso después de toda una vida laboral no lo tienen, y quienes deberían labrarse un oficio con que mantenerse y crear una familia haraganean y gorronean, y asientan sus bases de vida sobre estos cimientos prestos a caer.

lunes, 18 de octubre de 2010

Nada tan humano como desear

En su libro El alma está en el cerebro, Eduard Punset afirma:

El deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la autorrealización, la libertad.

Unos planifican su vida, mientras que otros la viven al ritmo que les marca el deseo. El deseo de vivir y de hacerlo a su manera. Por eso sus autobiografías son más descriptivas que explicativas, pues sus vidas no tanto se deben a los resultados u objetivos cumplidos, sino al sentido inherente al mismo proceso de vivir. Y este proceso, de uno u otro modo, lo establece siempre el deseo.

Si bien el deseo rebosa incertidumbre acerca del itinerario, a muchas personas les garantiza la seguridad en cuanto a los pasos dados. Bien entendido el deseo no es una voz oscura, confusa y estúpida, sino que - en una persona madura - es luminosa, clara e inteligente. Las emociones están en la base de los deseos y de la inteligencia se dice que es emocional. Visto de este modo, el deseo se convierte en el portavoz de uno mismo.

Nota: lo he copiado y pegado tal y como lo he encontrado en la red. Me gusta improvisar.

domingo, 17 de octubre de 2010

Intuición maternal

Cuando a un hijo le dices no siempre tienes tus razones, la mía suele ser: "No es el momento, más adelante quizá, porque si algo te sobra es mucha vida por delante para lograr todo aquello que te propongas de verdad". Soy convincente porque creo en lo que digo cien por cien. Si algo le sobra a una persona muy joven es tiempo donde ver desde todos los ángulos los pros y los contras. Donde poder decidir qué le conviene teniendo todas las cartas sobre la mesa.

El resto del tiempo transcurre tal y como ella lo cuenta. Ella que no tiene hijos pero que sabe mimarlos como si los tuviera. Es sorprendente, pero es real, y sobradamente hermoso. Lo dejo aquí a modo de pequeño homenaje a quien ha sabido traducir tanta belleza. Espero que no le importe.

sábado, 16 de octubre de 2010

Morir para nacer

Hay relatos que independientemente de quien los escriba te calan por dentro, tocan fibras de aquellas creencias que tú también tienes, o llevan adheridas reminiscencias de momentos que alguna vez has vivido y creíste olvidar. Hay lecturas que salgan de donde salgan llevan impreso un mensaje para ti, que por sencillas que sean están llenas de profundidad y te dejan el sabor de lo bien hecho. Lecturas que te ha gustado leer y te gustaría poder compartir. Querer es poder.

Este relato se titula Morir para nacer y lo dejo al alcance de quien quiera leerlo está editado en el blog Escribir es vivir, de un joven que ha editado los relatos de su blog en un libro.

viernes, 15 de octubre de 2010

Volver a la luz

La historia de los treinta y tres mineros atrapados en una mina de Chile ya desde un principio me resultó angustiosa, por más que algunos psicólogos se apresuraran a explicar que los mineros están hechos de otra materia diferente a la gente normal. Y que en su trabajo diario son muy conscientes de que tal vez un día se queden atrapados en un agujero negro del que no puedan salir. Imagino que esto último es normal, dado que todos los días se adentraban en las tripas de la tierra y les sería imposible no pensarlo aunque fuese en un segundo escapado a su control, de todas formas, no hay duda que fue una sensación angustiosa tanto para ellos como para sus familias acampadas en el exterior, y unidas para darse fuerzas.

Después del rescate que fue un verdadero logro, y que admito que seguí a medias porque apenas enciendo la televisión, queda volver de nuevo a la realidad, e imagino que alguno de ellos tendrá que volver cuando pueda a ejercer su labor. Será entonces cuando espoleados por el mantenimiento económico de sus hogares se enfrentarán a la verdad, uno pese a todas las circunstancias siempre está solo, y en absoluta soledad debe afrontar aquello que la vida le quiera destinar, aunque aparentemente lo elija. Las elecciones al fin y al cabo son pocas.

Imagino que alguno de ellos optará por vivir más modestamente y ganar en tranquilidad -esto solo puedo imaginarlo- reajustando en lo posible salario y seguridad. Otros volverán a confiar en su suerte y volverán a bajar para seguir llevando a sus casas el sustento - del modo en otras veces pese a los desastres hicieron- y tanto unos como otros estarán solos; repletos de pensamientos y sentimientos surgidos en la boca de lobo que tal vez ni lleguen a confesar, pero que seguirán girando en el círculo interminable de los días modificando viejas creencias que partir de esa grieta en el tiempo ya nunca será igual. En toda situación límite hay un antes y un después donde todo evoluciona y crece en alguna forma.

Creo que a partir de ahora lo que verán muy distinto será cuanto tienen alrededor, y que será precisamente lo que les ayudará a quitarse del cuerpo todas las espinas. Creo que mirarán con distintos ojos las margaritas surgidas en primavera, los peces que vadean el río, los pájaros que surcan el cielo de extremo a extremo, la naturaleza en su conjunto, las personas que tienen alrededor y que surgirá un sentimiento de unidad irrompible con todo cuanto late. Justamente lo que en el fondo les podrá curar.


jueves, 14 de octubre de 2010

Haberlos hailos

Ayer se daba la noticia: un maltratador se ha muerto a costa de maltratarse a sí mismo con las drogas. No es necesario nombrar a nadie, es uno de tantos casos en que un adicto a sustancias se muere. Pero me surge la pregunta de qué existió primero, esto es si el maltratador ya lo era, o las sustancias que ingería fueron minando su cerebro hasta el punto de volverle otra cosa que no hubiera sido sin la ayuda de ese abuso. Supongo que en esto incluso los profesionales de psicología tendrían diferentes opiniones, no lo sé, en todo caso está claro que hay una decrepitud que se va agravando a medida que se incrementan los consumos de alcohol o de drogas, y que llevados al límite termina cuando menos con la propia muerte. En casos peores con la muerte de otros y el suicidio final en una algarabía de locura sinsentido.

Cada uno tiene sus propias conclusiones al respecto y la mía es que no hay peor bajeza que ser lo que una sustancia - cualquiera que sea- quiera que seamos. He visto casos lamentables de padres que han tenido la mala suerte de tener tres hijos y los tres drogadictos, y verlos morir uno a uno de diferentes maneras, después de robarles todo cuanto poseían a cambio de una dosis y enterrarles en vida sumergidos en miles de problemas de los que no veían el modo de salir. En todos los juzgados les conocían y les reclamaban por todas las fechorías que sus hijos hacían.

Conocí también a un hombre alcoholizado hasta la médula que formaba jaleos imposibles en su casa, era el hombre más absurdo del planeta, y se terminó quedando solo cuando sus hijos crecieron. Tuvo la "suerte" de heredar la casa de sus padres, lo que a su mujer le dio el valor de separarse finalmente porque consideraba que al menos tendría un techo sobre su cabeza. Su declive fue brutal, hasta que una noche terminó quemado en su cama, quemando a su vez la casa. Usaba velas porque le habían cortado la luz ya hacía tiempo.

En cualquier caso tengo claro que en la violencia machista intervienen dos factores, alguien que machaca y alguien que "se deja" machacar. Y que para que deje de existir uno de ambos tiene que poner fin a lo suyo. Cuanto antes mejor.




miércoles, 13 de octubre de 2010

Un niño que llega al mundo necesita

Llueve a mares, pese a ello recorres quince kilómetros en coche con tu música preferida llenando el aire, vas a comprar un regalo para alguien a quien quieres por su cumple, el folleto del hipermercado te dejó a un precio de ganga lo que te pidió y no te lo pensaste dos veces, vas a recogerlo con la misma satisfacción que embarga a un rey mago en la noche de reyes.

Sigue lloviendo a un ritmo imparable, los limpiaparabrisas se vuelven locos y no son capaces de quitar de tu vista un velo de agua, disminuyes la velocidad, la carretera está en muy buenas condiciones y haciendo acopio de los cinco sentidos incluso puedes disfrutar de estar a salvo del aguacero que te echan a calderos sobre el parabrisas desde un cielo grisáceo.

Te detienes en el último semáforo que hay a la ida, y te encuentras con una escena a cámara descubierta desprovista de todo el glamour holibudiense. Donde uno de esos personajes que te crujen por dentro se desenvuelven tal como pueden, y te crujen por dentro porque son tan reales como tu propia piel. Tú misma hubieras podido estar en su piel en ese ahora que sucede ante tus ojos, y solo en ello puedes pensar, en ello y mil cosas más que ya abordan tal y como pueden algunos relatos que dormitan su sueño empapelado al fondo de un cajón.

En la escena que nadie quisiera interpretar hay una joven castaña de unos veintitantos, destacan sobre el conjunto unos ojos claros que a buen seguro se abrieron a la luz en un país Báltico. Se la ve del talante mohíno que imprime el día y embarazadísima, se la intuye ignorada hasta no poder más, bueno, esto se ve en la actitud de todos los conductores que interponen barreras de invisibles alambradas entre sus circunstancias y las de ella, que muestra sus clínex sin esperanzas de llegar a intercambiarlos por una moneda.

Avanza lentamente con su falda de vuelo por debajo de la rodilla, lleva una una chaqueta de chándal que atrapa en su tejido el chorrear de su pelo, consecuencia de todos los vientos que azotaron su paraguas en el devenir de los días. Sus pies visten chanclas con calcetines asemejando navíos oxidados en busca de mar.

Después de tantas negativas como has visto con tus ojos bajas la ventanilla, rebuscas en el bolso, quitas volumen a la música, das los buenos días de un modo que parezca humano y sin lamentación y ofreces los euros que previamente has calibrado, sumando a ese regalo de cumpleaños otro que darás para ese otro cumpleaños del que desconoces la fecha. Te ofrece los clínex que considera vale tu aportación y niegas con la cabeza diciéndole que es un regalo para ese niño que asoma en su vientre. Te da las gracias en un idioma que suena gracioso y amable, a música celestial.

Sabes que un niño que llega al mundo necesita una madre abnegada, sufrida y valerosa, porque de esa materia se compone una madre. Si quieres algo positivo a lo que acogerte aférrate a eso, ese niño la tiene, otros que viven en palacios de cristal ya quisieran a una madre así, una madre capaz de enfrentarse al mundo con tan pocas armas y lucir de esa forma.