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domingo, 20 de junio de 2010

Algo muy emocionante que sucedió ayer

No me considero cotilla y si alguna mujer me cuenta el último cotilleo que sabe de su trabajo, su familia, su círculo de amistades o lo que sea, me quedo escuchando la mitad de las veces por cortesía hacia esa propia persona que me cuenta algo que la dejó perpleja. Juzgamos demasiado, esa es la verdad, y ninguno sabemos cuales eran las circunstancias personales reales de esa persona que ha hecho eso, lo que sea. Separarse, rejuntarse, enamorarse, desenamorarse...porque a fin de cuentas los cotilleos van de eso. A mi yo persona, todo eso le da lo mismo, sin embargo a mi yo aspirante a escritora le encanta porque siempre hay un personaje de los míos en un ay al que puedo colgarle algo de esa conversación y lo veo enseguida, eso me hace una buena escuchadora aunque sea cuando un cirujano detalla su última operación de apendicitis. Todo me interesa porque todo lo puedo utilizar, eso lo hace útil. Aunque no siempre, porque se escuchan sentencias deprimentes por ahí.
Pues bien, no me considero cotilla, pero ayer después de haber sido invitados a una fiesta de pueblo y recorrer taitantos kilómetros de carretera por parajes asturianos divinos de la muerte, nos detuvimos en un bar de carretera a tomar un café y estirar las piernas.
Observo todo con ojos de pintora, de modo que todo lo disfruto, el color del mobiliario, la disposición de las botellas, los pequeños detalles aquí y allá, las grandes cristaleras, la chica casi sin dientes que nos atendió y que de repente pregunta en voz alta ¿Qué disco me dijiste?
_ El de Alejando Fernández.
_¿El disco de quién?

El hombre que lo había pedido al ver que la chica con quien hablaba no tenía ni idea de quien era ese cantante fue hasta ella y se lo señaló con un aire de felicidad contenida, porque estaba a punto de tener a su cantante favorito cantando a viva voz en la cabina de su camión.
Yo ni siquiera lo había visto en el expositor, el disco era 15 años de éxitos, y yo lo tengo, es superior. De modo que me alegré por sus horas de paz envuelto en atascos, agobios varios, soledad, lejanía familiar, y todo lo que uno puede llevar consigo en su rutina diaria cuando conduce un camión gigante.
El hombre recogió su disco con una enorme sonrisa y volvió junto al chico con quien conversaba, mirando las canciones con interés mientras él le hablaba.
Mi yo persona humana de la pradera; mi yo real se sublevó, y si tuviese el poder de la embrujada esa que detiene el mundo, hubiese dado una palmada y detenido el mundo para preguntarle a ese hombre qué canciones le gustan más. Si va a ir a Oviedo a verlo el 15 de Julio tal como Mua o qué cualidades de Alejandro Fernández le gustan más.
Si es el hecho de que escoge las canciones porque sus letras tienen que apretujarle el corazón o arrancarle unas lágrimas para que sepa que es esa y no otra la que quiere grabar, porque es la señal inequívoca de que podrá cantarla treinta años sin dejar de sentir esa emoción misma del primer día.
O si como Cristian Castro admira esas pedazo piernas que ya quisiera para él. O si como yo lo admira absolutamente todo, hasta el trozo de aire que se mete entre pecho y espalda para devolverlo al mundo envuelto en la mejor voz. Vamos, que el hombre del disco era lo menos parecido a un latin lover, que si no mi controlador particular me hubiese montado un pollo por mi manía de radiografiar a la gente que de pronto me emociona.
El hombre se terminó su café y se despidió con un apretón de mano del chico con quien estuvo hablando, un camionero al que seguramente llevaba años sin ver, cogió su disco superilusionado y se fue rumbo a su camión. Y yo pensaba qué suerte viajar por el mundo con tu música preferida. Es una suerte. Yo lo constato cuando voy sola con mi media mitad en coche a donde sea. Es lo más que alguien te cante exactamente lo que tú pudieras pensar, mientras andas ocupada mirando el mundo con tus ojos de pintora traductora a palabras. Un trabajo que necesita mucha concentración y te hace algo alelada en ocasiones, cuando en realidad tienes orejas, pero te has quedado sin oídos, y alguien te recuerda lo sorda que estás y lo irritante que a veces es hablar contigo que siempre respondes: lo siento, no te escuchaba, estaba mirando ese tono de verdes de aquel eucalipto. Es sensacional.
Esos ojitos verdes que suelen mirarme desde el volante con instinto depredador y una eterna sonrisa me pellizcan el corazón, y sé que veintitrés años más serán un ciclón fugaz y ese instante una instantánea feliz en el pozo de los recuerdos que un día serán rescatados con enorme nostalgia.
Sé lo mucho que me gustan esos momentos de felicidad porque está el lado crudo, esos adolescentes que se suben al coche y dicen: Ah,no. No soporto las dichosas trompetitas, así que ya me vas quitando eso, que estoy que me crujen los sesos de escuchar siempre lo mismo. Esa es la versión adolescente femenina.
La versión adolescente masculina es: no sé cómo puedes escuchar a ese tío, es deprimente. Si te fijas todas sus canciones son de hombre abandonado que va por ahí penando por su gran amor. Quítame eso, no lo soporto, y me da igual que conduzcas tú o conduzca yo. No lo soporto y punto.
Como madre de cuarenta años entiendo algo: algún día no estaré. Tal vez un día de pronto les deje solos, y esas canciones que ahora no quieren escuchar les dirán con esa voz y esa cadencia todo lo que yo les quise explicar. Y en todas ellas encontrarán las vitaminas que su alma necesitará para reencontrarse conmigo. Claro, si es que después de haberme perdido definitivamente de vista les apetece :)
Por cierto desde esta entrada dejo una canción: A manos llenas, canta Alejandro Fernández.

sábado, 19 de junio de 2010

Sobre edición

Encontré un post interesante sobre edición, lo dejo aquí


para quien quiera ojearlo detenidamente. El panorama está como está y es bueno saberlo. Porque los imposibles a veces son más que imposibles y es bueno recordarlo.

viernes, 18 de junio de 2010

Marea de pensamientos

Me gusta retar al destino, esa es la verdad, le he retado montones de veces y me ha respondido. Le sigo retando porque es una costumbre demasiado arraigada pero le temo, le temo porque siempre me escucha. Me lo ha demostrado tantas veces que sobra enunciarlas.

La vida es lo que sucede mientras intentas hacer otra cosa, dijo un sabio, pues fue tal que así, yo escribía otra clase de texto cuando me fui llenando de palabras que desembocaron en esas veinte páginas que iba a enviar a concurso. Nunca las envié porque una editora me dijo que a las tres faltas de ortografía se descalifica un texto, y así no hay forma, lo que a mi lo que me gusta es escribir y si algún día soy lo bastante buena tendré mi propio corrector: eso pensaba mientras me sentía tan estirada de solo pensarlo como un palo de escoba, y resulta que tal vez no necesito un corrector, tal vez sólo necesite lectores capaces de se seguirme aunque me coma una tilde, aunque me coma una coma, o patine de una forma lastimosa.

Internet es un medio en el que puedes leer lo que quieras con solo hacer clic, y tiene una ventaja, con sólo un clic puedes llenarte de basura o limpiarte el alma. Tú decides.

La marcha de Multiplicado por mil, va lenta porque me sucede lo de siempre, era un escrito ajustado a veinte páginas y se me queda corto para explicar lo que quería explicar, de modo que al no tener margen de páginas, ni de tiempo de entrega voy a explayarme sin saber bien que rumbo tomar, y con un solo compromiso, zambullirme en la escritura como siempre, respondiendo a ella del modo en que llega y esperando que sea un ejercicio sobre todo de reflexión. Tal vez lo escrito en sí mismo no resulte gran cosa al final, pero el proceso de esas páginas será un aprendizaje apasionante. Y una duda interminable, y una liberación infinita y una responsabilidad y un temblor insoportable; y un modo de estar viva y demostrarlo, y un esperar a que los noticiarios no me asalten con el deseo irrefrenable de abordar una temática que seguramente se me escapa y mucho. Creo que las veinte páginas originales serán mejores que el resultado de esas otras que vayan a salir, pero no puedo saberlo ahora. Sé que cuando quise copiar la historia tal cual estaba escrita se me resistió, y el resultado de momento es este, un volver a empezar y un camino lento. Vamos, lo de siempre. Siempre creo que algo es aceptable hasta vuelvo a remirarlo y vuelvo a corregirlo, y vuelvo a comenzarlo y se me queda grande, y lo dejo reposar, y vuelvo a reescribirlo...

jueves, 17 de junio de 2010

Recordando una conversación de hace muchos, muchos años

Todos conocemos personajes deprimentes, eso está claro. Lo malo es cuando no nos queda más remedio que lidiar con ellos aunque sólo sea de vez en cuando, por las circunstancias que sean. En estos casos la memoria nos traiciona y lo queramos o no, ella nos hace aún más patético el hecho de tener que aparentar normalidad delante del susodicho, al que sin duda recordaríamos algún detalle, si con el hecho de recordarlo le fuesemos a volver alguien de provecho. Algo que en este caso es que no. De modo que nos guardamos la saliva, sin olvidar que aquella vez también tuvimos razón, aunque se empeñasen de tal forma en quitarnosla.

En aquel entonces se había inundado Alicante y ante las imágenes que ofrecía la televisión comenté la gran calamidad que era que pudiese pasarnos algo así en Asturias. Por eso, porque todo lo que le pase a un ser humano hace que pueda ser posible que me pase a mí en su día, es mi ley de probabilidad probable, a veces intransferible cual huella dactilar.
Entonces el listillo de turno, Agapito me miró como quien mira a una estúpida de remate (no es nada personal, se siente tan superior que mira así a todo el mundo, y eso no me consuela, me da fe de que es alguien a quien no vale la pena mirar, y en lo posible lo hago. Me han acusado de borde alguna vez y lo soy y mucho. La gente la divido en buena y mala, y si eres de los malos: no me interesas para nada. Soy así)
Pues eso, Agapito me miró, feliz de tener a quien dar unas puñaladas al fin y me dijo con su suficiencia supina. "Esto aquí jamás pasaría. Aquí hay buenos alcantarillados. Allí sucede eso porque están más bajos los pueblos que la mar".
Soy asturiana, pero estoy segura de que somos idénticos a todas las comunidades del mundo mundial, y lo defendí. Hice hincapié en los litros llovidos aquella noche y apunté que aquí si lloviese tanto estaríamos igual, no en las zonas altas, pero en alguna sin dudar.
Agapito me miró con más aire de insolencia todavía y volvió a decirme que aquí somos otra cosa, que somos lo más y que aquí NUNCA PASARÍA.
Yo le dije eso tan manido de nunca digas nunca jamás. Y desde sus treinta y tantos años de camionero viajado y aprendido zanjó el tema. No sin que yo le dijese que ese tema lo volveríamos a tratar cuando asturias se inundara de verdad. Han pasado quince años de aquello o más, y desgraciadamente ha ocurrido. Tenemos un alcantarillado fatal...
Este finde voy a ver al tal Agapito. Se lo podría recordar. Pero creo que paso. Sobre todo por una razón: no me gusta tener la razón, ni recordar lo que no vale la pena ser recordado. No soy como él, no me gusta la leña de árbol caído.

martes, 15 de junio de 2010

Sigue lloviendo...

Durante esta semana de intensa lluvia se ha visto de todo, casas con el agua hasta el tejado, carreteras rotas, argayos en todas las carreteras de segundo orden, casas derruidas, ríos desbordados, y aunque pueda parecer extraño uno pierde hasta las ganas de escribir. A veces sucede, es raro, pero no lo es tanto. Parece que todo cuanto se pueda decir resulta vano, porque el hilo del pensamiento intenta hilvanar para no olvidar. Siendo yo hay algo que siempre es necesario: No olvidar. Suceda lo que suceda lo importante es que no olvides. No te permitas olvidar. Esta pudiera ser la canción de fondo de todos estos días dentro de mi cabeza. Soy como un reloj que acompasa el tiempo.

Las lluvias nos dejaron en un ay por motivos que no voy a exponer, pero se dice que en cincuenta años no había llovido tanto, y debe ser verdad por todo lo que ha arrasado a su paso. Parece un sueño que estemos en verano, porque esto parece invierno, pero del malo. Algo está claro, vivimos rodeados de riachuelos que de momento tragaron. Era lo que más inquietaba de esta zona, y sin embargo nos mantenemos a salvo.

En las últimas horas se han visto casas inundadas hasta el tejado, carreteras con solo una parte de la calzada, argayos por doquier, una duna arrastrada por la riada que deja una playa desnuda. Un coche que sólo asoma en bajamar, casas derruidas, gente rescatada en los tejados, una fábrica con seiscientos trabajadores en penumbra. Una mujer muerta y un hombre desaparecido. Gente que lo ha perdido todo.
No quiero imaginar lo que pueda ser perderlo todo: escritos, fotos, vídeos familiares, regalos, o libros. Es en estos momentos cuando me digo que debo guardar todo lo de veras importante en una caja para salvarlo en caso de emergencia. Y sonrío, porque siendo yo, la caja sería tan grande que no podría con ella. Tengo esa certeza.

Siguen los días grises cubiertos de bruma y lluvias. A ratos asoma el sol y vuelve a esconderse tras las nubes negras. Uno ni imagina de donde puede caer tanta agua consecutiva, pero el caso es que cae. Pero al menos ayer tarde hizo un sol radiante y mucho viento, y al menos pudimos secar la ropa acumulada en el tendedero. Que hoy llenaremos de nuevo en el cuento de nunca acabar, y a saber cuando quitaremos...Es raro que pierda las ganas de escribir, pero sucede, todo cuanto hoy pueda contar me resulta deprimente.

La única parte buena de estos días de lluvia infinita es un libro de seiscientas páginas que estoy leyendo, cuyo autor me tiene absorbida hasta el infinito. Me quedan quinientas páginas por leer y el tema es el de siempre, me falta tiempo para leer. Si pudiera escoger qué hacer en todo el día, me lo pasaría leyendo. De modo que vuelvo a estar en lo de siempre, si me encuentro un buen libro me quedo muda, al menos este libro es de esos.





lunes, 14 de junio de 2010





Si alguna vez: Alejandro Fernández

Si alguna vez tuviese que pedir perdón a alguien le dedicaría esta canción.

sábado, 12 de junio de 2010

Maravilloso TDT



La primera vez que un electricista nos explicó que la televisión de toda la vida iba a ser cortada fue hace unos diez años. Nos contó que la nueva vendría por ondas y que todas las televisiones que teníamos en casa no servirían para nada, que tendríamos que tirarlas o comprar un aparatito adaptador para poder verlas...
Me pareció que nos estaba tomando el pelo y que veía muchas películas de ciencia ficción. Y quienes le escuchamos después que se fue comentamos nuestras impresiones sobre aquello, pues bien, todos habíamos llegado a la misma conclusión.
Seis años después de aquello escuchamos las primeras campanadas, y seguimos arrugando la nariz, porque no podía ser cierto ¿cómo iba a dejar de funcionar la tele de toda la vida? ¿a santo de qué? Para verse mejor fue la respuesta ¿mejor que qué?
Pues para eso no hay respuesta porque puestos los aparatitos de TDT la tele se vio genial siete u ocho meses, después hicieron unos ajustes y se ve como la tele de poltergeist, bueno no tanto, pero se ve cortada a tiritas, se oye a tramos y de vez en cuanto nos dice No señal.
Por mi parte no me preocupa, pero sí me preocupan esas mujeres que viven solas, que no esperan por nadie, que usan como entretenimiento la televisión. Digo mujeres porque son mayoría, pero también hay hombres, que ponen la tele para tener compañía, para escuchar las noticias o dejar de dar mil vueltas a la soledad que ya no tiene solución. Creo que son ellos los más perjudicados, sobre todo los de la zona rural, esas zonas donde no llega el autobús y no tienen carnet de conducir ni vehículo alguno a disposición. Son ellos quienes más echan de menos la televisión cuando no se ve.
En días despejados se ve perfectamente, pero cuando el cielo está encapotado vuelve otra vez a dibujarse en rayas, a escucharse en tramos y lo mejor de todo es que TODOS los canales están igual, antes si uno se veía mal era uno solo, ahora es un virus más contagioso que la gripe A.
Mi hijo dice que hasta 2012 no estará lista la cobertura total,y que era entonces cuando se pensaba incorporar. Al final es lo de siempre, nos matan las prisas.