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jueves, 5 de junio de 2014

Vestirme solo para mí

Cuando camino por la calle en fin de semana, suelo fijarme en la gente joven, ellos cómodos en sus tejanos y playeros anchos; ellas alzadas sobre sus tacones, asfixiadas en sus maquillajes a lo chica Disney, con sus blusas y vestidos incómodos revestidos de tules. Hay algo que me chirría en la imagen de ellas, una especie de plasticidad que busca vestirse para gustar, casi una huida de ellas mismas para semejarse a lo que a ellos les gusta -les parece gustar-, con la única brújula de la televisión y de algunas revistas diseñadas para las jóvenes de su edad. Revistas llenas de publicidad directa e indirecta, que después camina sobre sus tacones transformada en eso que vemos ante nuestros ojos. Eso que no termina de encajarnos para su edad.

Si bien, cada vez más, uno se encuentra a esos chicos que ven lo mismo y leen lo mismo; cejas depiladas y pelo engominado, ropa incómoda de solo mirarla; hay tanto metrosexual por metro cuadrado que tal parece que vaya a extinguirse el hombre de verdad. Aquel que nunca tuvo en mente depilarse, ni vestirse para gustar, que solo buscaba ser aceptado tal como era por naturaleza.

A veces incluso me pregunto en qué momento eso de mostrarse tal como somos comenzó a ser mal visto entre la gente joven, por eso celebro que alguien decida volver a la normalidad.

Así lo cuenta


1 comentario:

  1. Muy cierto esto que escribes, muchas personas han dejado de serlo para convertirse en esos maniquíes que vemos en los escaparates de las tiendas.

    Un saludo.

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