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jueves, 11 de diciembre de 2014

Nacidos trabajadores

Con la carta de despido en una mano y la ilusión en la otra, no dejaremos de manifestarnos para tener un derecho tan primordial como el derecho al trabajo. Entre otras cosas porque a nosotros nadie nos proporcionará una tarjeta black, o como quiera que se llame a esas tarjetas con las que uno puede gastarse el dinero de otros en lo que le de la gana.


Nosotros, quienes solo sabemos utilizar el dinero ganado con nuestro trabajo, solo reclamamos ese derecho: el derecho a seguir trabajando.


Y de paso podremos reclamar el derecho a que aquellos que gobiernan lo hagan pensando en quienes día a día terminan su jornada laboral con la carta de despido en la mano.


Porque señores, aunque aún no se hayan enterado, sin empleo no se puede sustentar a una familia honrada. No nos vengan con milongas de otro tipo como que todo va bien y bla, bla, bla. Porque la realidad de algunos cuantos no se deja mejorar. Si no es manteniendo en pie su puesto de trabajo.


Por eso no nos dejaremos de manifestar, ya sea reunidos frente a la empresa, caminando 28 kilómetros hasta la capital, donando sangre; o tomando un autobús hasta Coruña para unirnos a los demás trabajadores y hacer fuerza.


No vamos a quedarnos parados. Seguiremos reclamando nuestro derecho a trabajar, tal y como lo venimos haciendo. Se nos ha inculcado de pequeños: aquí quien no trabaja no come, esa es desde que nacimos nuestra realidad.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Historias tristes que acaban bien

El mar, que aparentaba calma, se enfureció. Se agitó como si un viento huracanado se hubiese alzado contra él, que ya dijo que nunca volvería a ir de pesca solo. Eso fue lo que recordó cuando perdió el equilibrio, aunque ya no pudo arreglarlo. El golpe seco lo pilló sin saber bien donde estaba y de pronto un dolor agudo se hizo eco de las olas envalentonadas; pero esta vez el centro del oleaje lo sintió por dentro.


Al volver en sí, fue la pierna la que reclamó todo el malestar. Y pudo volver a tierra tiempo después para caminar lentamente hasta el ambulatorio. Allí se armó de paciencia y de buen humor. Y le contó a un amigo que creyó morir. 


Horas más tarde, de vuelta a casa, volvió a prometer que no volvería a embarcarse solo nunca jamás. Los que lo oyeron en vivo y en directo movieron la cabeza de un lado a otro, porque hay promesas que aunque él quiera cumplir a rajatabla, por mil motivos, nunca podrá.


Hay historias que tienden a repetirse de cuando en cuando sin tanta suerte. Tantas historias como gotas de agua contiene el mar.



domingo, 7 de diciembre de 2014

Frases para recordar

Estábamos asustados, pero nuestro miedo no era tan fuerte como nuestro coraje.


                                                                            Malala Yousafzai







martes, 2 de diciembre de 2014

Suma y sigue, Alcoa Avilés

El futuro de nuevos trabajadores en el aire. Intentos de acuerdo. Reuniones y manifestaciones. Si me preguntasen yo diría que este fue un año aciago para los trabajadores.


Los de Alcoa Avilés hasta ahora habían logrado ir sobreviviendo con sus más y sus menos. A partir de este momento no se sabe cómo será. Ya se sabe aquello de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Si bien uno sigue pensando que quizá a él no le tocará...y va y le toca.


Lo dicho, este ha sido un año desastroso para el mantenimiento de un empleo. Para el repunte de las economías familiares. Para asegurarle a los hijos un plato de comida en la mesa. Para pagar con tranquilidad las facturas. Para respirar a fondo cada día. Para conservar la calma ante el futuro.


Los trabajadores de cualquier empresa son igual de importantes, porque cada cual arrastra sus propias cargas personales. Porque cada uno de ellos es capaz de enriquecer la sociedad. Por eso en este momento no me rasgo las vestiduras.


Alcoa Avilés está en este momento al borde del cierre. Veremos a ver qué pasa. La cosa pinta muy mal. Nuevamente quienes podrían intentar solucionarlo comunican. Siguen comunicando y mirando para otro lado. Mal nos va.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Esa sensación de rapidez

Veloces los días que aproximan la navidad

que nos hacen más viejos

que nos suman canas,

veloces los días que nunca volverán.


jueves, 27 de noviembre de 2014

Curisosa nuestra forma de leer

A veces leemos un poema triste que nos toca por dentro y llegamos a esa parte que nos trae algo al recuerdo; y sin querer, volvemos a leerlo y lo reconstruimos. No voy a hacerlo aquí porque el poema no es mío y se me haría una falta de respeto, pero resultaría muy sencillo.


Sería algo así: tuve que dejarte marchar porque la muerte no me preguntó, pero sigues viviendo en el recuerdo de los días que compartimos. Esos días que unas veces lloran de dolor y otras veces resuenan de alegría porque todo lo compartido se quedó. Así como vive lo importante que una vez ocurrió.


Os dejo el poema de Sneyder porque es precioso y porque en esta mañana rara eché en falta a una persona. De esas veces en que te gustaría rescatar a alguien de su eternidad tan larga para darle un achuchón. Cumplí el encargo de abrir el buzón para recoger las cartas de la casa esta temporada a veces vacía. Y al abrirlo, algún ayer se me coló.


El día no puede ser más soleado y perfecto, pero a buen seguro trae retazos de algún día compartido, que en alguna parte del ahora pediría continuación. A fin de cuentas quienes nos otorgan la vida siguen revoloteando en nuestra sangre. Me quedo con eso. Porque me gusta quedarme con lo mejor.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Historias de nuestro día a día

Hace días tenía pensado escribir una historia sobre esto, pero mis historias salen tristes, así como desangeladas ya partiendo de una alegre realidad, de modo que sobre algo como esto ya ni quiero imaginar. Lo haré porque nos ofrece un viso de lo que sucede en nuestra vida diaria, porque refleja con cuan poco podemos lograr que alguien, ya no solo nos sonría con su sonrisa más sincera, si no que además nos regale una de esas frases que a partir de ese momento ya nunca podremos olvidar.


Llegada a primera hora de la mañana  al supermercado, acaban de abrir, hace un día congelado que amenaza lluvia. Encogido en su cazadora un chico negro, altísimo y muy delgado sacude los pies para entrar en calor. Así de prisa rebusco entre las monedas que van quedando junto a la palanca del cambio y adjunto una moneda de veinte céntimos y una de diez céntimos, voy con tanta prisa que ni me molesto en sacar del bolso mi monedero. Al ver que extiendo mi mano para darle algo abre su palma y al ver las monedas me dedica una sonrisa enorme que deja al descubierto sus dientes blancos. Yo le regalo también la mía que brota por sí sola y me quedo pensando en cuanto hace que nadie me sonríe así. Ya no estamos acostumbrados a que en nuestro trajín diario alguien advierta nuestra presencia, y puede que tampoco lo estemos a advertir la presencia de los demás. Es tanta nuestra prisa que vamos y venimos sin participar del mundo, dejando a veces lo más valioso detrás.


Entro en el supermercado a toda prisa, sé donde está lo que he venido a buscar y lo llevo. A la hora de pagar charlo con la cajera, que me hace un resumen breve de algo que en ese momento le ocupa. Salgo con una bolsa en cada mano y tengo que esquivar a la gente que está entrando, eso hace que ya ni recuerde en qué lugar exacto he aparcado. Rebusco en los bolsillos a ver donde tengo las llaves y abro el coche, guardo las bolsas y cuando voy a sentarme escucho sus gritos, no sé lo que me está diciendo, de modo que le busco con la mirada y vuelvo a ver su gran, pero gran sonrisa.


                                        -¡Hola¡ Mucha grasia por tu ayudarmi a comé.


En ese momento caigo en la cuenta de que solo le he dado 30 céntimos de euro a un hombre que no rebasa los treinta años. Y que pese a la miseria que le he ofrecido se ha parado dos veces para ofrecerme lo único que posee, su enorme sonrisa sincera y las pocas palabras que sabe intercambiar en mi idioma. A cambio vuelvo a sonreír de forma involuntaria, porque la vida me ha enseñado a distinguir lo que es importante de lo que no. Arranco con mi música preferida de fondo, la que ya traía en cd y vengo todo el camino llorando a lágrima viva a mi casa.


La visita a primera hora al mismo supermercado se repite de vez en cuando, el joven ha ido añadiendo gorro y bufanda a su vestuario. También yo he ido dejando caer alguna moneda más de mi mano.


                                   -Grasia mucha grasia por tu ayudarme siempre.


Hola, mucho hola que sigue sirviendo como bienvenida y adiós. Puede que este mismo joven haya saltado sobre esa alambrada que corta con sus cuchillas, a mí no me importa. Sé que si hubiese estado en su situación también lo hubiese intentado con todas mis fuerzas. Nadie evitará de ninguna forma que cada uno de nosotros se pase toda la vida buscando un modo de vida mejor. Eso deberían saberlo en todas las altas esferas que nos miran sin vernos, así como algunas veces tampoco veo yo.