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lunes, 11 de febrero de 2013

Nuevos tiempos y nuevas formas de leer

Me llevaba muy mal con mi lector electrónico. Tenía pendiente la lectura de Ángeles de cartón, de Mián Ros, hace exactamente un año ya estaba en ello, pero al final desistí, porque aunque estaba siendo una lectura grata, me llevaba fatal con mi lector electrónico. Si lo apagaba me perdía la página en que iba leyendo, me mostraba una letra enorme o diminuta, me aportaba demasiada o muy poca luz, cuando iba a media lectura cambiaba solo de página, esto era lo que más me irritaba. Fallos que por supuesto atribuía de lleno a mi lector electrónico, pero de los que hoy admito que la culpable era yo. Tiene demasiadas funciones que hoy por hoy no necesito, me sobra con las básicas, encendido y apagado, arriba y abajo, izquierda y derecha. Desde que lo sé, consigo leer y disfrutar la lectura a mi ritmo, que es lento.

Estoy disfrutando Ángeles de cartón porque en este momento es lo que me preocupa, la gente que por circunstancias diferentes duerme sobre un cartón, bajo el frío de la calle, y la mirada impasible de los transeúntes enfrascados de lleno en sus propias vidas. Ya dije alguna vez que son los libros quienes escogen al lector, de modo que estoy leyendo en este momento esa lectura que me atrapó sin concesión. Acabo de conocer a Menta, una chica joven que tiene problemas, otro personaje de tantos que tiene propia voz. Me gusta esa escritura, porque camina entre la magia y la hondura, porque reverbera al fondo de la conciencia y dibuja los lugares con precisión de pintor. 

Pues bien, se abren nuevos caminos para escritores con algo que decir. Y eso me congratula porque significa que hay un sitio para que quien se atreva y solo si se atreve. Es curioso, antes tenía novelas sin sitio al que enviarlas, hoy tengo el sitio, pero me falta la decisión de luchar por ellas. Quizá cuando sea el momento arranque sin más, del modo en que una bola de nieve comienza a rodar por una ladera, hacia la nada o el todo; sin saber dónde va.

Os dejo una entrada


sábado, 9 de febrero de 2013

Crear espacio, donar

Hay una tienda en la entro muy de cuando en cuando porque salgo con dos o tres libros a un euro, o cincuenta céntimos, que después se acumulan entre todo lo que espera a ser leído -siempre demasiado en todo caso- a la que puedes donar todo lo que quieras. En la que entran a comprar a diario gentes de la ciudad, que cuando paseas nunca ves, y te resulta raro. Es al verles cuando eres consciente de que te quejas por un mínimo pedazo de una uña, esa que ha crecido demasiado y debes cortar, que no precisas al fin y al cabo.

A ella puedes llevar el calzado que está nuevo y sabes que nunca pondrás, la ropa que lo mismo, los libros que no conseguirás leer al fin y al cabo, porque llevas diez años sin conseguirlo y sabes que nunca lo conseguirás; y resumiendo todo lo que quieras. Restos de vajillas huérfanas de lo demás, ollas que nunca usas, enseres de todo tipo, que una vez has donado, se venderán a un precio mínimo. Todo lo que no valoras en cierta forma, porque nunca sale del armario de la última habitación, y que cuando ordenas ya ni recuerdas que había.

Estos días me saqué de la biblioteca un libro de Feng Shui por curiosidad y supe ciertas cosas que ni imaginaba. Vivo en un lugar con pésimo Feng Shui, por lo que parece e hice algunos cambios solo por probar; por ver si resultan. Leí también algunos consejos que creí sensatos, os diré a groso modo aquellos que recuerdo: 

Debes desprenderte de aquello que no utilizas, porque aferrarte en demasía a lo viejo, no deja entrar lo nuevo. Es decir, solo si te vas desprendiendo de ropa que no utilizas dejas entrar ropa nueva en tu armario. Es como una ley de atracción en la que solo cuando hay espacio para ello, llega lo nuevo. Tiene sentido. Almacenar montañas de cosas hace que se estanque la energía en todos los aspectos. Incluso la energía vital cuando no consigues deshacerte de recuerdos. Creo que el Feng Shui nació para cumplir una misión que fue necesaria en su tiempo y que obedece en cierta forma a un precepto ( que así entiendo): Todo lo que tú ya no necesitas alguien lo necesitará, dónalo sin miramientos.

A veces curioseo entre la gente que entra a comprar en esa tienda y me alegro de que exista un lugar así, quizá solo porque las estanterías de libros la rodean por todas partes y encuentro joyas anheladas, lo reconozco, pero también porque veo a otras gentes felices con el calzado que acaban de adquirir, o sus elegantes vajillas hechas de muchos retazos, o su sofá, pasado por muchas manos. A veces no nos damos cuenta del afán posesivo que nos posee -porque a fin de cuentas nos termina poseyendo- hasta llegar a enfermarnos. Ni nos damos cuenta de todo lo que de veras se necesita a nuestro alrededor. No sabemos hasta que punto debemos dejar fluir todo lo estancado en esos rincones que ya no usamos, ni la falta que hace que estemos dispuestos a donar lo viejo, no para que entre lo nuevo, que a fin de cuentas no es necesario, sino para darle un uso sensato en otros hogares, vacíos de todo; para que puedan cumplir con su función.

Este 2013 que a penas ha empezado me dedicaré a ello en serio, donaré aquello que no preciso porque acaparar es otra cara del egoísmo. Y dejar espacio otra forma de ser justos con el entorno. Y un modo de colaboración al alcance de quienes no pudieran colaborar demasiado, por aquello de que cuando tú te quejas, hay otros que guardan silencio porque han perdido hasta la voz, de acumular sufrimiento.



viernes, 8 de febrero de 2013

Desapegarse es ganar libertad

La casa está llena de objetos. Los armarios llenos a rebosar. Los cajones no son lo bastante profundos para guardar con mesura cuanto contienen dentro. Hay una falta de espacio casi opresiva y se hace necesario seleccionar. Casi diseccionar qué parte puede seguir ocupando su lugar y qué otra parte tiene que pasar a mejor vida.

Lo mismo pasa con los correos electrónicos, unos deben irse y otros quedar. Lo mismo con las personas que en el presente rodean tu vida. Se hace necesario poner orden aunque no sepas cómo empezar.

Ahí van las claves

jueves, 7 de febrero de 2013

Algo está claro

Cuando la oscuridad es total, tienes conciencia de algo importante, que cualquier luz, por débil que sea, es capaz de arrojar algo de claridad.

Las cifras hablan

El otro día Rajoy recibía una palmadita en la espalda de Angela Merkel por lo bien que estaba aplicando los recortes, y le animaba a ser incluso más duro para conseguir los objetivos. A mí no hubo cámara que me grabara, por lo tanto no pude emitir mi opinión, y es que a veces, desde los altos estrados deben andarse con cuidado, porque los recortes aplicados no son papeles huecos y tienen su reflejo en la población.

Ayer Cruz roja española aportaba datos: se ha pasado de 909.800 personas que necesitaban ayuda en el año 2008 a 2.390.819 en la actualidad. De ellas el 33 por ciento (más de 600.000) No reciben ningún tipo de ayuda.

Las cifras hablan cuando no son silenciadas. Y en esas reuniones exteriores deberían ponerse sobre el estrado, quizá de ese modo las palmaditas en la espalda se trocasen por una palmada más contundente en los morros. Dije quizá. Es un decir. Qué se yo.

Por suerte Hollande, presidente de Francia, dijo algo que tiene sentido: Hay que recortar, pero no debilitar las economías. Dejen al menos que exponga que en mi opinión Rajoy está debilitando la economía; al menos puedo decirlo de la mía, lo cual no sé si me otorga objetividad, dicho sea con humildad.

La Cruz roja ofrece datos, no se dedica a hablar como le viene en gana. Y esos datos son un reflejo que por supuesto, aunque no se diga, solo reflejan la situación de una parte de la población: la que está siendo recortada en derechos primarios, el derecho a comer por ejemplo, un día tras otro; mientras a Rajoy se le ofrecen amistosas palmadas en la espalda. Me pregunto si lleva datos como este por delante a sus reuniones y si me permiten, diría que no. 

Iba a dejaros un enlace al periódico donde leí los datos arrojados por Cruz roja, pero no sé si puede hacerse. De todos modos os invito a leer esas cifras porque son deprimentes. O bueno, me deprimen, dicho con honestidad.




miércoles, 6 de febrero de 2013

Copio y pego mi opinión sobre cómo está el país

 ...Aquí parte del problema se deriva de la mala gestión por parte de unos cuantos. Y la cantidad de miles de millones de euros que a día de hoy no sirven a nadie: aeropuertos sin pasajeros, estadios de fútbol abandonados al olvido, edificios carísimos que no sirven para nada, cabezas de tren sin vías por las que circular, obras a medio acabar en las que se invirtieron miles de millones de euros para las que no hay presupuesto de finalización. En definitiva grandiosidades varias que en vez de procurar beneficio solo produjeron gastos astronómicos y trabajo momentáneo. 

La ganadería malvive, la minería amenaza con morir, el pequeño empresario se ve abocado a cerrar, la juventud busca su futuro emigrando, quien antes iba tirando con su sueldo se ve hasta arriba de problemas para llegar a fin de mes. Y la situación se mantiene en el tiempo mientras se anuncian nuevas subidas de impuestos que encarecen más la vida y conllevan nueva pérdida de empleo.

No soy nada optimista, porque los desastres aumentan a mi alrededor y en mi opinión hay una parte del rebaño que muere de inanición mientras el otro está siendo engordado.

...Aunque el pueblo llano de una u otra forma buscará la solución a una forma de vida inaguantable en el tiempo.


Os dejo una entrada.

martes, 5 de febrero de 2013

Para descansar, un cuento

Lleva varios meses inmerso en la escritura de su segunda novela. Con la primera ganó el segundo premio de un concurso literario. Está agotado y algo atascado, por eso decidió tomarse unos días de tranquilidad y durante esos días escribió un cuento que quiso mostrarnos.

Acabo de leerlo y diré lo que me contó un escritor: un autor nunca tiene perspectiva sobre su obra. Recordaré la corrección de dos cuentos que me envió mi correctora particular, un amor de mujer; donde me di cuenta de varias palabras que me comí: de, entonces, cuando y un largo etcétera. Las que se repetían desde la línea anterior, quizá otra vez, cuando, entonces, de, que había que corregir. Y las que formaban parte de otra frase que se habían quedado allí después de corregidas y en las que no reparé. La respuesta la hallé en algún escrito que encontré en alguna parte, quizá en la red: un escritor nunca lee con la suficiente atención su historia, porque la renueva una y otra vez hasta hacerla tal como la quiere, esa es su explicación, y a veces de tanto corregir mejora las frases o los conceptos, pero le falta la mirada fresca de la primera vez. Solo alguien desde afuera de esa historia puede cazarlo a la primera, por eso lo ve. Se dice que antes de enviar un escrito a algún lugar deberían leerlo al menos cuatro personas, por eso de que cuatro ojos ven más que dos. Pero qué me dicen del placer de hacer un pan en el horno y llevarlo a la mesa calentito y darte cuenta de que quizá le falta sal, o menos cocción, y tomar notas para corregirlo en la próxima amasada e intentarlo otra vez hasta alcanzar la perfección. De momento un principiante disfruta de eso. Y en mi opinión está muy bien.

Ahora vamos al cuento. Me gustó. No se pierde en descripciones abstractas. Es interesante y captó todo el tiempo mi atención. Disfruté leyendo y al final me sorprendió. Creo que podría leer muchos escritos de estos sin cansarme e ir aprendiendo de paso.

Os dejo el cuento