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viernes, 23 de julio de 2010

De botellón en la playa



Me he quedado muy antigua, eso hace mucho tiempo que lo sé, no soy una madre enrollada, ni una esposa enrollada, ni una ciudadana del mundo muy enrollada tampoco; a veces parece que me cueste ver la diversión de las cosas, porque todo tiene un límite y el conseguirlo es mucho más difícil de lo que parece. Esa es la parte que me preocupa.

Con motivo de una de las fiestas del concejo se celebró un botellón en la playa, y ya desde muy temprano la estación de autobuses comenzó a arrojar riadas de adolescentes de todas las edades con su bolsa de supermercado cargada de botellas. Hay algo que comenté con otra madre, y es la hermosura de las chicas de hoy en comparación con los chicos. Ellas son esculturales, tienen un gusto exquisito en escoger la ropa que mejor les sienta, llevan melena de sirenas, saben maquillarse como auténticas profesionales y en general caminan por la calle como podrían hacerlo sobre una pasarela de moda.

_ Se preparan muchísimo_ me respondió muy segura.

_ Da lo mismo, yo podría prepararme lo que me diese la gana, que nada que ver.

_ Son muy jóvenes, si no son guapas ahora cuándo lo van a ser.

_ Yo fui joven y aunque me hubiese preparado así, nada que ver con el resultado.

Y es tal que así, abunda un tipo de belleza casi nórdica entre el general femenino adolescente, son elegantes, educadas y tiernas. En cambio ellos son desgarbados, se molestan en peinarse de la forma que peor podría quedarles, llevan la ropa tan holgada y tan caída que parecen espantajos, y han perdido la edad, tienen que pasar de los veintidós años para que transmitan algo de madurez, y eso si la alcanzan.

Lo comentaba una vez con una chica de veintidós precisamente y ella se reía, porque además ella es tan madura como una mujer de cincuenta. Su respuesta me impactó:

_ Es verdad, los chavales de ahora están tan mimados por sus madres que hablas con ellos y te das cuenta de que no hay con quien tratar. No sé, parece que están todos sin cocer, yo nunca tal lo vi, hacen tantas tonterías como los niños de cinco años, y entonces les dices: anda y que te aguante tu madre, si no te supo educar como era debido que no llore.

_ Uy, me preocupas_ le contesté muerta de risa por el modo en que lo dijo_ yo también soy una madre, ya ves. Mira que si al final éste se queda conmigo toda la vida, menuda lata.

_ No, hombre, nada que ver, se le ve que está espabilado y al menos tiene pinta de hombre, con ese cuerpo que tiene aparenta mucha más edad y además va vestido como tiene que ir, y se peina como una persona normal, nada que ver con el promedio que hay en las discotecas. Uy, tú no te lo pierdas, si además los hay que hacen batallitas y todo, como niños de ocho años; y te lo estoy diciendo en serio, que conste.

El día del botellón iban por la calle en eso, ellos implicados en batallitas, dando gritos y armando bulla, y ellas regañándolos todo el tiempo como madres primerizas. A simple vista la diferencia era abismal entre unos y otras, aunque soy tan antigua que sigo opinando que ellas siempre se llevan la peor parte. Por eso me pregunté el tiempo que tardaré en tener que ver cómo mi hija se une a esos grupos de adolescentes, porque la vida sigue, y porque no siempre vas a llevarla agarrada a tu falda. ¿Dónde se quedan los consejos maternos frente a la presión de grupo?

Buena pregunta teniendo en cuenta que a las pocas horas se ven cuadros de todo tipo. En algunos casos las amigas cuidan de una chica a la que aseguran han emborrachado a conciencia algunos cerdos. Se desatan las primeras discusiones en medio de una noche hermosa para ser disfrutada, no bebida, y en medio del maremagnun una mano te rescata,- lo que te hace atrapar el antebrazo de tu marido como si fuese el tronco a flote en medio del mar embravecido- al girarte te encuentras con la sonrisa triunfante de un rostro de mujer más que conocido, que sonríe porque sabía de antemano lo mucho que ibas a asustarte.

_ Vaya como está la peña ¿no?_ aciertas a decir.
_ Ah, eso es lo de siempre. Son etapas mujer, al final todo son etapas.

Es verdad, todo son etapas, pero sabes que al final son etapas que una parte de ese gentío no superará, algunos quedan pillados de por vida, y esa es la parte del todo que no quisieras. No hay esclavitud mayor que tener una adicción que en vez de sumar te resta. Llámala alcoholismo, o llámala drogadicción; llámala como quieras, pero estás ya tan mayor y eres tan antigua que lo has visto todo de cerca y sabes que hay etapas que en vez de vivir entierran.

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jueves, 22 de julio de 2010

La teoría de Punset



Acabo de leer un trocito y lamento el mucho trabajo que tengo por delante, pero sin duda me lo leeré después; este hombre me resulta siempre la mar de interesante.


He intentado enlazar como todo el mundo, pero prefiero ir a lo seguro que a lo bonito. Y me encanta compartir.

Me gusta el arte de la gente para decorar sus blog. Y lo simpáticos que son capaces de hacerlos. Cosa que yo, ni lo uno ni lo otro, por eso lo dejo aquí.





No quiero intermediarios




Vivo en un concejo enfocado al turismo, donde todo se hace por agradar al turista que viene una vez, y se espera que repita. Eso no explica el porqué de levantar el mismo trozo de calle dos veces durante el mismo invierno, una para renovar el cableado que va por su margen izquierdo, y otra para renovar el alcantarillado que va en su margen derecho. No tiene sentido levantar el asfalto, excavar durante meses, y poner asfaltado nuevo y bordillos para volver a levantarlo todo tres meses después. Si tiene sentido tanto despilfarro innecesario en obras, yo al menos nunca se lo vi, y mucho menos suprimir el aparcamiento de treinta coches para dejar las aceras más anchas en un pueblo que durante el invierno está muerto. Está tan muerto que me encanta ir todas las tardes a pasearlo, porque puedo bromear con que es todo mío bajo el embrujo de una luna redonda, las estrellas más bonitas que he visto, y el mar más enigmático. La de relatos no escritos que se me ocurren mientras paseo y que se quedan allí, entre la sal y la arena, y los adoquines de piedra que llevan hasta la iglesia y de allí hasta el espigón donde las olas estrellan su imperiosa soberbia y renuevan su calma, ahora sí, ahora no.
Pues eso, que vivo en un concejo enfocado cien por cien al turismo y si ayer fuese una turista de paso, me costaría volver porque una imagen vale más que mil palabras. Un hombre de unos cincuenta años se aventura en su silla de ruedas hacia la nueva acera de tres kilómetros carretera adelante, y cuando va hacia la mitad, se encuentra con que faltan la mitad de las baldosas. Por lo tanto, unos recuadros profundos detienen su paso. En ese instante se le dibuja una honda cara de amargura y se niega a virar, de modo que espera paciente al matrimonio que viene caminando cincuenta metros detrás. En ese momento yo viajo de copiloto y en una sola mirada me transmite su afrenta, por el ánimo que llevo en ese momento debo de transmitirle que esto es así, y que cada uno batalla en su propia guerra, hay quienes subsistimos en medio de una batalla perdida y nos resistimos a voltearnos. Antes muertos que sencillos que rezaba la canción. Hay quienes nos hemos propuesto ganar la batalla y llegados a un punto ya no sabemos perder, avanzamos en medio de la nada, pero avanzamos de igual modo, hace tiempo que estamos en la batalla por superarnos y en esa batalla no cabe una vuelta atrás.
Me fijé a conciencia mientras el coche avanzaba, y la acera dos metros más adelante era un completo desastre, imposible avanzar por allí a mucho ánimo que tuviera. De pronto me vino solita la imagen de mi alcalde, muy campechano y amigable por los bares del puerto, por todas las fiestas del concejo, por todas partes; allá donde no lo esperas lo encuentras. Jamás hablé una palabra con él, pero espero verlo uno de estos días para contarle lo de aquel hombre de la silla de ruedas, porque ya está bien. Llevo más de un año viendo desaparecer cada baldosa, viendo crecer las zarzas casi hasta la mitad de la acera, viendo las lagunas de agua que se forman en la carretera en todo ese tramo en cuanto llueve dos gotas. Y la cruda verdad es que esa acera fue un despilfarro totalmente innecesario del que después aprendieron, en otra zona añadieron un arcén delimitado para los turismos con una raya continua, y la senda para peatones la pintaron bien roja. Se conserva siempre como el primer día, y las sillas de ruedas circulan sin problema. En tanto que la acera de baldosas se agrieta, se hunde y se desconcha porque nadie se ocupa de reparar, reponer o mantener.
No se tiene en cuenta a la gente de aldea que a todas horas va de caminata desde el pueblo soberano a la pequeña villa, o a la gente que desde el asfalto sale a caminar entre prados verdes, cielos transparentes, o restos de monte; la gente que cada día sale a oxigenarse para retar a la vida. En ellos no piensa el señor alcalde porque sabe que esos aguantan todo el año en las circunstancias que sean, y que no se irían del pueblo ni aunque les tocase el premio gordo de la lotería. Muy mal, señor alcalde, muy mal, y tenga en cuenta que si le veo se lo diré cara a cara, con usted como con Dios. No quiero intermediarios.

miércoles, 21 de julio de 2010

Frase



Rescatar fotografías del olvido
es vivir de nuevo un tiempo
que creías perdido

Begoña

martes, 20 de julio de 2010

Una vida de gato




No pensaba poner esta foto, aún duele demasiado, pero por lo que sea se coló justo al principio y creo que debo ponerla y hablar de él. Le llamé Sísiu, y aunque tenía otro nombre venía veloz hacia mí en cuanto me escuchaba nombrarle, fue mi mayor alegría en los últimos tiempos porque lo nuestro era una adoración mutua, yo le adoraba y él me adoraba también. En cuanto escuchaba mis pasos o mi voz venía trotando hacia mí, y apenas a medio metro zigzagueaba y corría a esconderse, me observaba con sus ojitos redondos en azul oscurísimo y se quedaba muy quieto hasta que buscaba su pelota de trapo y se la tiraba, entonces saltaba tras ella y me retaba a regatearle, o se quedaba muy quieto escuchando la retahíla de advertencias que siempre le hacía, en cuanto comenzaba a decirle lo guapo que era se hartaba enseguida y buscaba la pelota por el suelo, se tiraba tras ella y comenzábamos un partido sin portería. Era el gato más inteligente que vi en mi vida.


Le asustaban todos los ruidos, pero su curiosidad sobrepasaba todos los límites imaginados, la última foto que le saqué fue en el sofá, cuando entró en casa de incógnito, seguramente buscando compañía mientras el resto de gatos andaba de caza. Detectó mis pasos y abrió los ojos para decirme que se iba a portar bien, y para lograr convencerme volvió a dormirse, retraté ese instante ignorando los pocos días que nos quedarían; tenía la ilusión de verlo crecer y sin embargo me tocó verlo morir en riguroso directo. El coche que le atropelló pudo parar perfectamente, pero ni pensó en ello, en cambio me dejó una de las peores imágenes que puedan recordarse. Sísiu no pasó de los tres meses de edad, vivo demasiado cerca de la carretera para que mis gatos se hagan adultos y de vez en cuando vuelvo a plantearme si quiero tener más animales para que todos terminen así.

Pero ocurre que para entonces ya tenemos gatitos nuevos de otra camada, y no los quiero ni ver, me digo que a esos no voy a quererlos, que no voy a jugar con ellos, que esta vez no será igual. Eso hasta que salen de su cajita sobre sus patitas vacilantes, y alzan sus ojos hacia mí, que estiro la mano para acariciarles, para decirles que han crecido mucho, para cogerles y verles más de cerca, para estudiar sus ojos redondos, para enseñarles a beber leche por si su madre ya no tiene suficiente, para quedarme junto a ellos un rato más.

lunes, 19 de julio de 2010

Foto de mi cosecha de Julio




Pasión fotográfica

Cuando las cámaras llevaban rollo, yo me enrollaba fotografiando aquello que me gustaba, un simple árbol solitario en medio de la nada que de pronto me lo decía todo. Era algo apasionante que después de revelado mi marido no comprendía, e insistía hasta el aburrimiento en porqué tenía que gastar una foto en un simple árbol cuando podía retratar a una persona. Mi marido cree fundamental retratar personas, pero es un mal retratista, las pocas veces que se hizo con la cámara para fotografiar algo muy interesante resulté ser yo caminando tranquilamente por el puerto, completamente abstraída, y hablando sola o con algún desconocido, cuando en realidad iba hablando con él que me devolvía la cámara muerto de risa.

Con la llegada de la cámara digital ya no tengo rollo pero me enrollo más aún que nunca, saco fotografías de árboles solos o acompañados, farolas, flores, casas, rocas, barcos, coches, adornos de todo tipo, nubes, soles, lunas, estrellas, dunas, paseos, sombras y todo cuanto pueda habitar el mundo, y soy insufrible porque la medida del tiempo cuando algo me llena brilla por su ausencia y a todas horas me andan espabilando, venga, vamos, ya está bien, déjalo ya, te quedas sola ¿eh?. A eso sólo tengo una respuesta, ya voy, voy ahora, espera que saco la última, en realidad la penúltima; bueno ahora la última de verdad.

Al ver mis fotos, yo misma entendía que no hubiese necesidad de fotografiar todo eso, porque no vas a poner marcos de fotos en tu casa con un árbol solo, o regalar a la gente fotos de árboles solos, o de nubes solitarias, o de rocas solitarias, o de flores amarillas. A veces es complicado darse explicaciones, pero siempre concluía que algún día lo entendería. Podría decirse que hace cuatro años o más que presentía este blog, o podría decirse que tener este blog les ha dado utilidad. De modo que ahora al menos puedo compartirlas, o personalizar este lugar con algo propio, algo que me ha gustado, sorprendido, encandilado, ensimismado, ilusionado, y todos los hados posibles.