Hace días terminé de leer El diario de Ma Yan, y lo siento por quienes me leen, pero es uno de esos libros que no se puede resumir, porque es un libro que se debería leer. Solo diré que pese a que fue publicado en el año 2002, escrito sobre una historia reciente en el que la niña cuenta sus impresiones sobre el día a día, asemejan hechos relatados hace un siglo aquí, con sus diferencias, claro. Esto es algo que me sigue chocando de una forma que ni acierto a describir. Ma Yan acude a clase tras una caminata de tres o seis horas, según el estado del camino de barro que debe transitar por un lugar desértico y peligroso, en el que pueden salirle al paso ladrones que intentan llevarse el dinero que pueda llevar. Solo durante el fin de semana puede ir a su casa, el resto del tiempo queda interna allí, pasando mucha hambre y calamidades para subsistir. Va calzada con unos zapatos de tela confeccionados por su madre, con ellos debe sortear todas las inclemencias surgidas durante el año entero. A clase debe llevar el arroz que le servirán para comer, el pan lo cuece su madre, y lo lleva fresco cada semana, si quiere verduras debe pagarlas con su dinero, que no tiene, con lo cual solo las come cuando alguna amiga comparte las suyas con ella. Si quiere viajar en tractor debe pagar un yuan, ella prefiere caminar y guardarse las monedas que pueda llevar alguna vez, para comprarse libretas y material escolar. Todo lo que tiene le ha costado un esfuerzo enorme conseguirlo, a ella o a sus padres, sin embargo a su clase acuden niños que pueden gastarse dinero en chucherías, algo que ella nunca podría hacer. El primer bolígrafo que compró le costó el precio desorbitado de pasar hambre y penalidades durante tres meses, si recuerdo bien, ese pasaje en este momento no lo pude encontrar. Ella lo cuenta con la total normalidad de su día a día, en el que vive en constante preocupación por la salud de su madre, que sufre terribles dolores de estómago y se ve obligada a de cuando en cuando hacer cuatrocientos quilometros para recoger fa cai. El deterioro que le causa este trabajo es notable cuando vuelve a la casa después de la crudeza de dormir a la intemperie y subsistir casi sin comer, algo que acrecienta los contínuos remordimientos de Ma Yan, cuyas notas no reflejan los resultados esperados. A clase con ella también acude su hermano, con lo cual los gastos de la escuela se duplican.
Al diario escrito por Ma Yan se van sumando las aclaraciones de Pierre Haski, que da cuenta de las diferencias entre la China rica y la pobre, que es a la que pertenece la niña. Por eso terminas sabiendo que los mandatarios del país han descuidado a los campesinos de su región hasta tal punto que a penas consiguen subsistir entre mil calamidades; y cuando llega la solución, es trasladarlos a otro lugar, algo que no a todos les sirve. Algunos quieren permanecer en el lugar que eligieron sus antepasados para vivir, por muchas que sean las dificultades a sortear. El libro incluye fotografías de la familia de Ma Yan, y debo confesar que mi imaginación, quizá escasa, no les configuró así, ni a ellos ni a su casa, aunque es posible que esas fotografías fuesen hechas tiempo después a la publicación de este libro, casi diría que sí. Porque todo comenzó cuando el periódico Libération llegó a la región de Ningxia para cubrir un reportaje sobre aquellas tierras, y cuando ya se iban de allí, en algo que Pierre Haski califica de un esfuerzo de extraordinaria intuición, la madre de Ma Yan, le entrega tres libretas marrones, en las que la niña relataba los sucesos diarios. La madre que nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer o escribir, desconoce lo que se esconde en el interior de esos cuadernos, pero entiende que si algo puede cambiar en la vida de su hija será solo a través de lo que ella misma fue relatando en ellos. Pierre Haski atiende a su ruego y se los lleva, ya en casa los lee con detenimiento y con gente de su equipo regresa al pueblo de nuevo para ampliar su información. Así se entera de que el padre de Ma Yan liaba sus cigarrillos con las hojas de las libretas que sus hijos dejan atrás, y se ha fumado uno de los diarios que completaban esta historia desconociendo el hecho por completo. A partir de entonces Ma Yan seguirá escribiendo a diario, pero sabiendo que sus escritos serán publicados pierde frescura, es por eso que Pierre Haski solo incluirá en el libro los entregados por la madre de la niña.
A partir del artículo publicado en el periódico Libération el 11 de enero de 2002, muchos lectores quieren colaborar en que Ma Yan pueda terminar sus estudios. También se alzan muchas voces en contra de lo que se pretende hacer, considerando que otras niñas no podrán conseguirlo y opinando que es inútil intentar cambiar algo que nunca cambiará. Por medio de los muchos donativos inesperados se forma una fundación que puede hacerse cargo de los estudios de otros muchos niños de la región. Pero que de cualquier forma siempre resultarán escasos para todos los niños que hay que ayudar a salir de la situación en que se encuentran. Al final del libro Pierre Haski cuenta que se ve en la necesidad de llevar a la madre de Ma Yan, por su propia cuenta, a un hospital lejano para diagnosticar el sufrimiento que padece, que es una úlcera. Allí madre e hija verán por primera vez ciertos lujos imprensables, como el prodigio que supone ver manar agua caliente de un grifo, algo que les parece una bendición.
Es un libro que aunque resulte a veces duro se debería leer, porque son lecturas como estas las que nos llevan a concienciarnos de todo lo que, si queremos, podemos hacer por niños como Ma Yan. Ellos que luchan a diario contra todas las adversidades con una sonrisa, porque tienen la posibilidad de estudiar, bien se merecen que quienes hemos estudiado (a veces a disgusto porque ni queríamos ni le veíamos la necesidad y además con todas las comodidades) luchemos por sus derechos, por la dignidad de sus vidas, y les ayudemos cuanto nos sea posible. Porque para eso pertenecemos a este lado del mundo que lo tiene todo, aunque a veces, de tan acostumbrados, se nos olvide. Alguien me dijo hace unos días una frase que cabe aquí:
Hacen más muchos pocos que pocos muchos.