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lunes, 25 de marzo de 2013

Sobre enmarañes mentales y otros desastres

Quienes me sigan leyendo, se habrán dado cuenta de que estoy como el protagonista de El túnel, de Ernesto Sabato, pero que mis patinazos mentales se encuentran de un tiempo a esta parte centradas en la rentabilidad de escribir. Todos sabemos que es justo que yo me pregunte a mí misma a todas horas si debo ponerme a escribir, para quien no lo imagine, mi vida es un caos porque mis obras no salen como yo quiero, es por eso que me lleva tanto tiempo escribir aquello que no presento. Sé que es injusto porque lo que estoy presentando hasta ahora es esto, precisamente lo que no me cuesta escribir, aunque supongo que a la larga tendrá un precio; el precio que pagaré por haber publicado aquello que en el fondo nunca me propuse escribir. Ya dije que estoy como el protagonista de El túnel, que es como decir que tengo un enmarañe mental.

Pues bien, nunca me gustó estudiar y me faltan estudios, pero de cuando en cuando encuentro a gente que sí los tiene y que además tiene blog y crea entradas con temas que me interesan y me dan respuestas, o en su defecto, me enmarañan más la madeja.

Os dejo una muestra, porque a lo largo y ancho de sus entradas me ha dado respuestas muy buenas.

sábado, 23 de marzo de 2013

El mar, hoy y siempre





A veces para crear una historia lo único que se necesita es silencio y el lugar adecuado. Retener en la memoria todo lo que un lugar evoca y así, un día en que se precise poder rescatarlo. 

A veces paseas por un lugar tan impresionante que aunque quieras, lo menos que necesitas es escribir, solo retener en tus sentidos que esta vida, por más que algunos se empeñen en organizarla de una forma equivocada, es algo que vale la pena vivir, todo en mayúsculas, como deberíamos escribir los verbos importantes.

Desde la cámara de mi teléfono móvil hasta aquí, nuevas tecnologías que hacen posible atrapar el instante en un infinito que es presente para siempre.

viernes, 22 de marzo de 2013

No saber, pero intentarlo de nuevo otra vez

Creo que algo distinto es querer hacer algo y saber hacerlo. Que existen muchas limitaciones entre lo que pretendes escribir y el resultado obtenido una vez que pasados meses vuelves a revisarlo. Pero que en cualquier caso se debe tener la paciencia de intentarlo. Que cuando no le estás dedicando el tiempo que sabes que necesita una vocecita interior no para de recriminarlo, que quizá, y solo quizá, por eso vuelves a la carga una vez más, que en definitiva es lo que hace que no dejes de intentarlo.

No es un oficio sencillo ese de escribir lo que aún no sabes que quieres escribir. Ese de hacer encajar con paciencia todas las piezas sin que sobren ni falten. Pero quizá lo más complicado es volver a revisar lo que ya sabes que sucede y admitir que ya no te puede sorprender como cuando lo dilucidaste por primera vez y se te antojó algo tan hermoso. Sabes que quizá tu problema es insistir de nuevo en lo mismo una vez más, pero cómo saber parar, cuando hay algo que crees saber mejorar si no tienes con quien discutirlo. O cuando sabes que no quieres compartirlo, esto es lo peor, la soledad absoluta del creador encerrado en su claustro, en lucha consigo mismo meses y años sin solución. Y quizá una parte del aprendizaje necesario, quién sabe.

Esta mañana leí esta entrada con atención y me dije nuevamente que esta vez sabré hacerlo. Sabré hacer aquello que aún ni sé. Entre sus palabras se desvela ese porqué.

jueves, 21 de marzo de 2013

Recordar qué es una buena historia

En estos días me dediqué a leer El túnel, de Ernesto Sabato y me sorprendió porque me esperaba una lectura más elaborada. Hacía tiempo que no leía un libro tan directo y tan poco complejo a la hora de leer, quizá porque solo trata un tema a un mismo tiempo. El libro comienza en las primeras líneas diciendo que es Pablo Castel y avisando de que mató a una mujer, María Iribarne, de ahí en adelante se dedica a exponer las razones que lo llevaron a ese asesinato, cuyas razones se parecen tanto a las que se dan en los crímenes pasionales, hay una sinrazón constante y una obsesión por el objeto perseguido que lleva a conjeturar más que a saber a ciencia cierta.

Es curioso que este libro, tan ameno de leer, que incluso yo leí en tiempo record, nos recuerde de golpe qué es escribir una historia. Es poner un principio, un medio y un final, tal que así, eso y nada más, pero entre medias elegir las palabras adecuadas y lograr el efecto perseguido. 

Mientras leía estas páginas leía una advertencia hecha en algunas páginas no sé si de Walter Riso: ese amor que parece más perfecto, es de todos los posibles el peor. Ese amor obsesivo que se afana en saber qué está haciendo en cada segundo la persona amada.

Pues bien, El túnel, ese amor obsesivo de Pablo Castel hacia María Iribarne trata. Y es ella quien lleva las de perder. Un libro recomendable sin duda.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Verbo cobrar

Leo un titular en la prensa: Recoger setas en los montes públicos estará regulado con cotos y tasas.

Parece ser que los micólogos critican que "se cobre por recoger algo que silvestre que no sembró nadie".

Si nuestras generaciones pasadas levantasen la cabeza no se lo creerían.

Sobre escritores y escritos

Entro en la biblioteca para agotar el intervalo de una hora, elijo la biblioteca porque es el único lugar de la villa marinera en que una hora vuela. No puedo llevarme ningún libro, ni me apetece ampliar la documentación de mi novela, de modo que miro en la estantería de escritores españoles y me dedico a hojear libros. Visto así se diría que hay muchas editoriales dispuestas a publicarles, sin embargo sabes que no es así, que están ahí por distintas circunstancias y que en ocasiones, incluso alguno de aquellos libros en tu opinión no se merecen estar ahí; sabes que haberlos hailos.

Sin embargo escuchas la conversación de dos chiquillas, una tiene un mp5 y le cuenta a la otra que aunque jamás había tenido interés en leer libros, ahora lee mucho, pero ninguno de los 400 que el cacharro ese tenía metidos en sus tripas, sino que se los baja de Internet. La chica le hace preguntas sobre aquello y ella cita a muchos escritores clásicos que no le apetece leer, Edgar Allan Poe entre ellos. Mientras elijo un próximo libro de aquellos que quiero leer, la chica le dice el libro que la tiene enganchada de veras, uno que se bajó de la red. Cita título y autor, es una autora española, por cierto, la novela que la tiene tan enganchada va de piratas, doy vuelta a la estantería y pruebo suerte, a ver si esa autora está por allí, pues está y tiene varios libros, pero falta ese, de modo que no puedo investigar. Pero sí concluir que quizá hoy se lee más que antes, pero que quizá no son buenos tiempos para un autor. Escribir un libro aceptable lleva tiempo, ya no digamos publicable. Me duele infinitamente que se haga trampas en ello y me digo que las cosas no debieran ser así. No creo que sea tan complicado terminar con la piratería, así de primeras me parece muy sencillo. Mucho más sencillo que escribir un libro que resulte inolvidable para quien lee.

A un autor novel no le publica una editorial, ninguna. Algunos premios de literatura ya tienen ganador antes de publicar las bases de concurso. Y en Amazon, si bien lo he entendido, te pagan cada cien libros vendidos, y cada país cuenta a parte. Debes juntar cien ventas en Francia para cobrar lo de ahí, otras cien en Alemania, otras cien en España, otras cien en Rumanía...o cualquiera que sea el país, pero copiarte y leerte gratis, no cuenta con tantas trabas. Triste que esto sea así.





lunes, 18 de marzo de 2013

Habitaciones cerradas

Este libro de Care Santos es un libro que ha conseguido lo que pocos logran: tener 493 páginas y mantenerme todo el tiempo en vilo. La historia es apasionante porque va desde la Barcelona de 1900 a la de 2010 como si cualquier cosa, el hilo conductor del ayer es un pintor famoso, Amadeo Lax y el del ahora, su nieta Violeta, que a través de los cuadros de su abuelo intenta reconstruir su pasado familiar. La parte central de la historia pertenece a un hecho real, el incendio que destruye los Grandes Almacenes El Siglo. Dentro del libro y según confiesa la autora está la crónica tal cual, que un periodista narraba en un periódico local, con la única salvedad de dos golpes de efecto que ella aclara en las notas que escribe al final. Esta crónica encaja a la perfección con la forma en la que es narrado todo el libro y se intercala en ese momento para aclarar el alcance de ese hecho, que lleva a los grandes almacenes a su completa demolición. 

No me gusta contar la historia de los libros que leo, porque a veces desvelarlos es destriparlos, pero lo que sí puedo contar es que Habitaciones cerradas me ha sorprendido por su perfección. Creo que dentro de este libro se retrata a una sociedad entera, la de ayer y la de hoy, que cada personaje, tan distinto del otro, logra que uno a uno todos encontremos referentes en nuestra realidad diaria. Están los ingenuos, los soñadores, los ambiciosos, los crueles, los aprovechados, los almas de cántaro, los chismosos...y un largo compendio que junto a la exquisitez de las palabras elegidas y conjuntadas y junto a la historia bien diseccionada y aderezada, consiguen nuestra benevolencia final.

Es un libro que no leí, disfruté; que no vi desde afuera, sino pisé desde adentro; que no imaginé pues sentí; y creo que ahí se esconde el talento inequívoco de un autor. Es un libro que voy a releer y que recomiendo a todo aquel que quiera divertirse leyendo. También un libro que como aspirante a terminar mis propias historias me deja en pañales, al tiempo en que me señala la dirección, por lo tanto y para concluir, un libro gratificante. Uno de los mejores que haya leído, porque para mí lectura grande equivale a diversión. Queda dicho.