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jueves, 21 de marzo de 2013

Recordar qué es una buena historia

En estos días me dediqué a leer El túnel, de Ernesto Sabato y me sorprendió porque me esperaba una lectura más elaborada. Hacía tiempo que no leía un libro tan directo y tan poco complejo a la hora de leer, quizá porque solo trata un tema a un mismo tiempo. El libro comienza en las primeras líneas diciendo que es Pablo Castel y avisando de que mató a una mujer, María Iribarne, de ahí en adelante se dedica a exponer las razones que lo llevaron a ese asesinato, cuyas razones se parecen tanto a las que se dan en los crímenes pasionales, hay una sinrazón constante y una obsesión por el objeto perseguido que lleva a conjeturar más que a saber a ciencia cierta.

Es curioso que este libro, tan ameno de leer, que incluso yo leí en tiempo record, nos recuerde de golpe qué es escribir una historia. Es poner un principio, un medio y un final, tal que así, eso y nada más, pero entre medias elegir las palabras adecuadas y lograr el efecto perseguido. 

Mientras leía estas páginas leía una advertencia hecha en algunas páginas no sé si de Walter Riso: ese amor que parece más perfecto, es de todos los posibles el peor. Ese amor obsesivo que se afana en saber qué está haciendo en cada segundo la persona amada.

Pues bien, El túnel, ese amor obsesivo de Pablo Castel hacia María Iribarne trata. Y es ella quien lleva las de perder. Un libro recomendable sin duda.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Verbo cobrar

Leo un titular en la prensa: Recoger setas en los montes públicos estará regulado con cotos y tasas.

Parece ser que los micólogos critican que "se cobre por recoger algo que silvestre que no sembró nadie".

Si nuestras generaciones pasadas levantasen la cabeza no se lo creerían.

Sobre escritores y escritos

Entro en la biblioteca para agotar el intervalo de una hora, elijo la biblioteca porque es el único lugar de la villa marinera en que una hora vuela. No puedo llevarme ningún libro, ni me apetece ampliar la documentación de mi novela, de modo que miro en la estantería de escritores españoles y me dedico a hojear libros. Visto así se diría que hay muchas editoriales dispuestas a publicarles, sin embargo sabes que no es así, que están ahí por distintas circunstancias y que en ocasiones, incluso alguno de aquellos libros en tu opinión no se merecen estar ahí; sabes que haberlos hailos.

Sin embargo escuchas la conversación de dos chiquillas, una tiene un mp5 y le cuenta a la otra que aunque jamás había tenido interés en leer libros, ahora lee mucho, pero ninguno de los 400 que el cacharro ese tenía metidos en sus tripas, sino que se los baja de Internet. La chica le hace preguntas sobre aquello y ella cita a muchos escritores clásicos que no le apetece leer, Edgar Allan Poe entre ellos. Mientras elijo un próximo libro de aquellos que quiero leer, la chica le dice el libro que la tiene enganchada de veras, uno que se bajó de la red. Cita título y autor, es una autora española, por cierto, la novela que la tiene tan enganchada va de piratas, doy vuelta a la estantería y pruebo suerte, a ver si esa autora está por allí, pues está y tiene varios libros, pero falta ese, de modo que no puedo investigar. Pero sí concluir que quizá hoy se lee más que antes, pero que quizá no son buenos tiempos para un autor. Escribir un libro aceptable lleva tiempo, ya no digamos publicable. Me duele infinitamente que se haga trampas en ello y me digo que las cosas no debieran ser así. No creo que sea tan complicado terminar con la piratería, así de primeras me parece muy sencillo. Mucho más sencillo que escribir un libro que resulte inolvidable para quien lee.

A un autor novel no le publica una editorial, ninguna. Algunos premios de literatura ya tienen ganador antes de publicar las bases de concurso. Y en Amazon, si bien lo he entendido, te pagan cada cien libros vendidos, y cada país cuenta a parte. Debes juntar cien ventas en Francia para cobrar lo de ahí, otras cien en Alemania, otras cien en España, otras cien en Rumanía...o cualquiera que sea el país, pero copiarte y leerte gratis, no cuenta con tantas trabas. Triste que esto sea así.





lunes, 18 de marzo de 2013

Habitaciones cerradas

Este libro de Care Santos es un libro que ha conseguido lo que pocos logran: tener 493 páginas y mantenerme todo el tiempo en vilo. La historia es apasionante porque va desde la Barcelona de 1900 a la de 2010 como si cualquier cosa, el hilo conductor del ayer es un pintor famoso, Amadeo Lax y el del ahora, su nieta Violeta, que a través de los cuadros de su abuelo intenta reconstruir su pasado familiar. La parte central de la historia pertenece a un hecho real, el incendio que destruye los Grandes Almacenes El Siglo. Dentro del libro y según confiesa la autora está la crónica tal cual, que un periodista narraba en un periódico local, con la única salvedad de dos golpes de efecto que ella aclara en las notas que escribe al final. Esta crónica encaja a la perfección con la forma en la que es narrado todo el libro y se intercala en ese momento para aclarar el alcance de ese hecho, que lleva a los grandes almacenes a su completa demolición. 

No me gusta contar la historia de los libros que leo, porque a veces desvelarlos es destriparlos, pero lo que sí puedo contar es que Habitaciones cerradas me ha sorprendido por su perfección. Creo que dentro de este libro se retrata a una sociedad entera, la de ayer y la de hoy, que cada personaje, tan distinto del otro, logra que uno a uno todos encontremos referentes en nuestra realidad diaria. Están los ingenuos, los soñadores, los ambiciosos, los crueles, los aprovechados, los almas de cántaro, los chismosos...y un largo compendio que junto a la exquisitez de las palabras elegidas y conjuntadas y junto a la historia bien diseccionada y aderezada, consiguen nuestra benevolencia final.

Es un libro que no leí, disfruté; que no vi desde afuera, sino pisé desde adentro; que no imaginé pues sentí; y creo que ahí se esconde el talento inequívoco de un autor. Es un libro que voy a releer y que recomiendo a todo aquel que quiera divertirse leyendo. También un libro que como aspirante a terminar mis propias historias me deja en pañales, al tiempo en que me señala la dirección, por lo tanto y para concluir, un libro gratificante. Uno de los mejores que haya leído, porque para mí lectura grande equivale a diversión. Queda dicho.

sábado, 16 de marzo de 2013

La fábrica de armas de Trubia

Recuerdo lo mucho que de pequeña me impresionaba ese lugar, semejante a una cárcel. Y lo extraño que se me hacía que allí se fabricasen armas con las que ir a una guerra y matar gente. Lo mucho que me oponía a esa idea de ir por ahí sembrando muertos.Y todas las preguntas que de cuando en cuando volvía a hacerle al abuelo sobre esa guerra en la que una vez participó, donde se usaron armas de aquellas. También sus silencios tristes y sus deseos de que algo así no volviese otra vez.

Sigo pasando de cuando por esa fábrica de armas y sigo sintiendo más o menos lo mismo después de treinta y siete años, la diferencia es que ahora sé, que sea en el lugar que sea, se seguirán fabricando armas y que aquí, en este momento 600 puestos de trabajo peligran. Otros 600 más de toda una larga suma. Mala época para mantener un trabajo y vivir de un sueldo.

La noticia aquí aquí el impresionante lugar.

viernes, 15 de marzo de 2013

Ingredientes necesarios para la vida

Todo  va bien, con sus más y sus menos todo va bien, dirías que tu vida es perfecta hasta que sucede algo que la pone patas arriba y te das cuenta de que por ti solo nunca lo vas a poder solucionar.

Por favor, leer esta entrada

miércoles, 13 de marzo de 2013

Los héroes invisibles de cada día


Nueve de la mañana, hace un frío espantoso y además graniza de cuando en cuando. Una mujer que no es del país, se le ve en sus rasgos y la forma de vestir, está sentada en una caja de plástico, que seguramente le prestó una cajera del supermercado. Y que sin embargo no le dejó pasar, es por eso que pide en el exterior del supermercado. Lleva un pañuelo anudado en la cabeza, viste una falda verde y un jersey amarillo, sobre la ropa lleva un delantal negro. Y calza unos zapatos muy gastados de los que asoman unos calcetines cortos de color rojo.

Hace un frío tan insoportable que se mete bajo la piel, ella está sentada con gesto desesperado mientras la gente sin mirarla atraviesa la puerta del comercio, sabe que a la gente que pasa hacia adentro, casi todo el tiempo le resulta invisible. Cada quien pasa con sus propios problemas, acuciados por una crisis que solo pesa a un lado de la balanza, el otro mientras tanto rebosa, pero quienes le pueden ayudar se encuentran situados en el lado más bajo, de ahí su desesperación. Sabe que la mayoría aunque quisiera no le puede ayudar, que lo cierto es que están para que les ayuden. Pero la suya es una situación tan precaria que hace, que incluso un día como hoy, esté allí. Sin un chaquetón que le proteja del frío, o unos guantes que descongelen las yemas de sus dedos aunque sea por una vez.

Ella sale de hacer su compra con lo justo. La ve mirar hacia la nada, creyendo estar encerrada en su eterno halo de invisibilidad, y deja caer unas monedas en el pequeño cesto de mimbre que conserva entre las manos. La mujer le da las gracias y le desea un buen día. Ella creía hasta ese momento que las cosas no le podrían ir peor, también sabe que si se encontrase en la situación de esa mujer esperaría una ayuda mínima, lo que fuese. Sabe que si hubiese una historia de heroínas para contar, esa mujer la tendría, pero es una historia que ella nunca escribirá, no tiene necesidad, la vive porque es su vida. Se trata de la historia que nadie quisiera protagonizar. 

Ella tiene un pensamiento fijo en su mente: una chaqueta mullida por dentro e impermeable por fuera, es todo lo que puede pensar durante su regreso a casa. Una chaqueta que tiene localizada en su armario para ella, sólo piensa en llegar rápido a casa para regresar con ella antes de que se enferme. ¿Acaso tendría para medicamentos viviendo en la calle y de la caridad? ¿Quién la cuidará si se enferma? Es en todo lo que puede pensar.

Hay historias que piden ser escritas, pero que quizá nunca lo serán, podrían ser oídas sólo con que alguien se detuviese a escuchar. Porque hay historias que gritan. Golpean fuerte, crujen ante los ojos sólo segundos. Pero se llevan por dentro la eternidad.