El otro día Gallardón proponía una nueva ley. Y yo, que soy lo más retorcido que admitió la tierra, vi electoralismo en su propuesta. Después volví a sentirme parte de nada, sin saber quien soy, y sentí de nuevo que hay leyes que nos hacen retroceder siglos, de tan solo un paso.
En contra de todo cuanto pudiese parecer, no me gusta contar desde aquí mi vida personal, aunque sé que a mis hijos, si me alcanza la vida, se la escribiré de pe a pa, porque a lo largo de mi recorrido he conocido gente verdaderamente valiosa, que a su modo ha hecho una revolución. Gente desamparada por todos los gobiernos que ha tenido que salir adelante haciendo malabarismos para llegar a fin de mes, para pagarse la casa, los estudios de sus hijos y un futuro digno; que no nos engañemos, es la historia de todos los habitantes que pueblan el mundo. Y es que al final, mande quien mande, y tenga o no el acierto de mandar, menos a cuatro bendecidos por los hados, o a cuatro amigos de lo ajeno, lo que es al resto; su vida le cuesta una vida de duro trabajo, para conseguir todo aquello que al morirse ha de dejar atrás.
Como decía, no me gusta hablar aquí de mi vida personal y de todos esos casos, que conocí, de niños con malformaciones. Para eso necesitaría escribir una novela de quizá mil páginas, para contar en detalle cómo fueron esos casos y esas vidas. Y escribirla sería desangrarme gota a gota y morir y tener que renacer, sin saber cómo volver a hallarme conmigo misma. Pero he visto ante mí a muchas familias que criaron a muchos de esos niños, desde el profundo dolor de los escasos años de vida que les garantizaba la ciencia, y que en algunos casos, superó ese pronóstico con enorme agravamiento de salud.
No suelen gustarme los libros de guerras, porque guerra cada quien tiene la suya, y todas, y cada una de ellas, personal o no, deja el mismo dolor. Pero si tuviese que escribir libros y hablar de héroes, no conozco mayor heroicidad que traer al mundo a un hijo con fecha de partida. Muchos de estos niños lo fueron, y desde la total consciencia de su limitación, vieron reír y jugar a otros niños, planificar su futuro, participar en actividades que los dejaron al margen, y mientras a unos solo les ofrecía felicidad, a ellos les ofrecía opresión, limitación, dolor, y fecha de estancia en la vida.
Cuidado con permitir que nazcan niños, cuya calidad de vida no superaría el mínimo razonable, solo por sacar una ley electoralista. Sin tener en cuenta la profesionalidad de unos médicos, que en casos concretos aconsejan abortar como medida de protección para ese futuro niño, que llegará a la vida, solo para partir de forma anticipada, y tras pasar un calvario tras otro cada segundo de su vida. Conozco casos de padres que quisieron seguir adelante con ese embarazo, que eligieron dar una oportunidad a ese niño, pero fueron ellos quienes lo eligieron por encima del consejo médico. Y eso es algo que me parece respetable y razonable: el deseo de luchar por una vida que era la suya misma; y que al irse les dejó partidos por la mitad, de una vez y para siempre.
Desde la política siempre se podrán hacer leyes, pero la total falta de ayuda por su parte, seguirá de actualidad. Que nadie se lleve a engaño.