Hace unos días un chico de 17 años se empeñó en ir hasta la ciudad en moto. Su madre le dijo que no. Que tomase el autobús para ir, como hacía todos los días. Él le insistió en que tendría mucho cuidado, en que se fiara de él, en que por una vez le dejase libertad para ir donde quería en la forma que eligiese. Le rogó, le suplicó, y llevó a cabo todas las artimañas capaces de desarmar a una madre. Lo hizo porque quería ser mayor, comportarse como alguien mayor, y ganarse un espacio de libertad que quizá hasta ese momento sintió vedado.
Su madre le dijo desde el primer momento que no le preocupaba él, que era responsable y digno de confianza; que le preocupaban los demás conductores y sus posibles despistes porque una moto es un vehículo frágil en carretera. El chico se marchó de casa orgulloso porque su madre confiase en él, y prometiendo tener todo el cuidado del mundo. Poco podía pensar que tan solo unos kilómetros más tarde un conductor despistado se le cruzaría por delante, y que en su maniobra por intentar esquivarlo perdería la vida.
El hombre no vio la moto, ni supo lo que causó, hasta que kilómetros más adelante fue detenido.
Unos días más tarde comentando esta desgracia con una amiga, ella me recordaba lo que tanta gente me recuerda a diario Que nadie escapa a su destino. ¿El destino? -le respondí-. Yo no creo en el destino. Aquí tuvimos un debate en el que ella, que cree ciegamente en el destino obtuvo un consuelo. Y en el que yo, que creo en todo caso, en la fatalidad evitable, no obtuve consuelo alguno. Y pensé en esa madre, y en la de veces que a lo largo de su vida se arrepentiría de haber dado el sí. En todo ese infierno en el que no hallaría consuelo; independientemente de que fuese por destino, o por fatalidad que nadie pudo evitar.
Entre la actitud de mi amiga y la mía, existe un abismo irreconciliable, en el que ella al menos sale reconfortada. Para quienes somos reacios a creer en destinos existe siempre un tira y afloja que ni descansa, ni deja descansar a los demás. Tendemos a prevenir a quienes queremos hasta límites desorbitados, lo reconozco, como una enfermedad que no conseguimos curar. Y destino o fatalidad no descansan nunca. NI dejan descansar.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
miércoles, 30 de mayo de 2012
martes, 29 de mayo de 2012
Lo que saben de ti que nunca fue cierto...
Conozco a una madre que es capaz de cualquier cosa por hacerse con todos los libros que quiere leer de la biblioteca. No es una madre común, es un monstruo devora libros que picotea aquí y allá, y entre tanto picoteo, algunas veces consigue leer un libro de verdad.
A esta madre un día su hijo adolescente le recriminó que valiéndose de su carnet de la biblioteca, sacase libros tan cutres a su nombre. Le expuso que cualquiera que mirase los títulos que él -aparentemente- había sacado en los últimos años, de la red de bibliotecas, se pensaría que estaba mal de la cabeza, y que no era así. Que los libros que él leía no tenían nada que ver con el riego de las orquídeas, la decoración de interiores, romanticismo cutre, rutas por la Asturias frondosa, psicología adolescente, clásicos de todos los tiempos elegidos a dedo, ni demás conglomerado solo apto para cerebros atropellados. Le hizo saber además que no era normal hacerse con todos los carnets de la familia y usarlos casi todos a la vez. Ni apilar tal cantidad de libros disonantes entre sí sobre la mesa del salón, porque cualquiera que dedicase tiempo a ojearlos de verdad, en tal desorden, terminaría luchando contra molinos de viento imaginarios.
La madre se mofó de su sensibilidad agudizada. Y le dijo que quienes están trabajando en las bibliotecas no se dedican a juzgar a los demás, ni a espiarles la vida. Por respuesta su hijo adolescente alzó las cejas y la miró con sorna, antes de decirle un simple: Ya, eso te crees tú.
Mientras leía esta entrada de blog hace unos días me pregunté algo que me pregunto con frecuencia antes de pasar página y dejar la mente en blanco al menos por una vez ¿Qué podría la gente aseverar sobre mí, que yo no sé, leyendo este blog?
Cualquiera sabe...
A esta madre un día su hijo adolescente le recriminó que valiéndose de su carnet de la biblioteca, sacase libros tan cutres a su nombre. Le expuso que cualquiera que mirase los títulos que él -aparentemente- había sacado en los últimos años, de la red de bibliotecas, se pensaría que estaba mal de la cabeza, y que no era así. Que los libros que él leía no tenían nada que ver con el riego de las orquídeas, la decoración de interiores, romanticismo cutre, rutas por la Asturias frondosa, psicología adolescente, clásicos de todos los tiempos elegidos a dedo, ni demás conglomerado solo apto para cerebros atropellados. Le hizo saber además que no era normal hacerse con todos los carnets de la familia y usarlos casi todos a la vez. Ni apilar tal cantidad de libros disonantes entre sí sobre la mesa del salón, porque cualquiera que dedicase tiempo a ojearlos de verdad, en tal desorden, terminaría luchando contra molinos de viento imaginarios.
La madre se mofó de su sensibilidad agudizada. Y le dijo que quienes están trabajando en las bibliotecas no se dedican a juzgar a los demás, ni a espiarles la vida. Por respuesta su hijo adolescente alzó las cejas y la miró con sorna, antes de decirle un simple: Ya, eso te crees tú.
Mientras leía esta entrada de blog hace unos días me pregunté algo que me pregunto con frecuencia antes de pasar página y dejar la mente en blanco al menos por una vez ¿Qué podría la gente aseverar sobre mí, que yo no sé, leyendo este blog?
Cualquiera sabe...
lunes, 28 de mayo de 2012
Seguimos con el debate
Sigo recopilando información sobre el tema. Y después de leída esta entrada no me queda más que sonreír. Si hay algo que de verdad tengo claro es que un escritor escribe para ser leído. Al menos en caso de que decida publicar su obra en el soporte que sea.
Ella asegura que muchos de los que creen escribir escribir no escriben. Tuve que reírme al leerlo, aunque no lo expuso exactamente así. Y en eso estamos de acuerdo. Me suena a ese dicho tan antiguo de A río revuelto ganancia de pescadores. De nuevo es el lector quien deberá decidir.
Muchos libros que a mí me han gustado han sido criticados por otros. Y a mí me han gustado. Me han aportado algo. Me han dado soluciones incluso. Y de alguna manera los he hecho míos. El hecho de que a ese otro no le hayan surtido el mismo efecto no hace ese libro mejor o peor. Un libro es un libro. Y quizá como lectores no todos encontramos lo mismo.
Quizá un escritor cuente una historia que necesita contar, y un lector lea una historia que necesite leer. Y ambos, aún partiendo de lugares remotos, lleguen a un mismo lugar en que ambos puedan aprender.
¿Quien podría asegurar que lo aprendido no ha sido valioso?
Seguimos con el debate
Ella asegura que muchos de los que creen escribir escribir no escriben. Tuve que reírme al leerlo, aunque no lo expuso exactamente así. Y en eso estamos de acuerdo. Me suena a ese dicho tan antiguo de A río revuelto ganancia de pescadores. De nuevo es el lector quien deberá decidir.
Muchos libros que a mí me han gustado han sido criticados por otros. Y a mí me han gustado. Me han aportado algo. Me han dado soluciones incluso. Y de alguna manera los he hecho míos. El hecho de que a ese otro no le hayan surtido el mismo efecto no hace ese libro mejor o peor. Un libro es un libro. Y quizá como lectores no todos encontramos lo mismo.
Quizá un escritor cuente una historia que necesita contar, y un lector lea una historia que necesite leer. Y ambos, aún partiendo de lugares remotos, lleguen a un mismo lugar en que ambos puedan aprender.
¿Quien podría asegurar que lo aprendido no ha sido valioso?
Seguimos con el debate
sábado, 26 de mayo de 2012
Autores independientes
Son aquellos que buscan su camino entre todos los que ofrece la vida. Aquellos que tienen claro lo que quieren, cómo lo quieren y que además saben explicarlo a los demás.
Es un tema que suscita debates y opiniones diferentes. Yo evalúo y sopeso, y me quedo con lo positivo, que al final el lector será quien elegirá. Será como mirar el cielo y escoger la nube más atrayente de todas, o como mirar el mar y elegir la ola perfecta, como mirar el campo y escoger la flor de entre todas más hermosa. Será como sumar.
viernes, 25 de mayo de 2012
Asturias sin carbón
En estas semanas los mineros están cortando carreteras para que la gente sea consciente de su situación. Y ahí, detenida durante retenciones kilométricas puedo sentir su temor a ese futuro incierto que alguien designa. Puedo hacer recapitulación de todo lo que la minería ha significado en mi vida.
He crecido escuchando canciones dedicadas a ese trabajo tan duro. He sido testigo de incontables desgracias filmadas por televisión desde que tengo uso de razón. Conozco gente minera que ha seguido los pasos de sus abuelos o bisabuelos, familias enteras, que se han pasado el trabajo como tradición. Y siento que si se mueren las minas asturianas se muere una parte de lo que somos los asturianos, que ya sabemos de defunciones marcadas por los de afuera. Así se nos murió la ganadería, y toda nuestra vida cambió.
Son otros tiempos, nos dicen. Sí, son otros tiempos. Y hay que evolucionar y cambiar, y adaptarse y avanzar, sí, ¿pero a que precio? De un tiempo a esta parte miro a esta Asturias y no la reconozco. Los veranos se nos llenan de turistas y los inviernos quedamos cuatro gatos. Todo es asfalto a nuestro alrededor. Todo es prisa y consumo, todo está cambiado, puesto que pertenezco al lugar que crece y crece sin ton ni son. Solo cuando vuelvo a los pueblos semidesiertos porque solo quedan ancianos, siento que vuelvo al lugar de donde soy. Un lugar donde todo era verde y todo silencio, y había cientos de vacas a mi alrededor. Ahora en esos pueblos ni hay vacas. Evolucionamos sí, pero en cierta forma a peor.
Cuando una parte de nuestra historia se muere se muere una parte de nosotros. De lo que fuimos, de lo que somos. El hecho de que sea por mandato y bajo un decreto no lo convierte en mejor.
Asturias sin carbón
He crecido escuchando canciones dedicadas a ese trabajo tan duro. He sido testigo de incontables desgracias filmadas por televisión desde que tengo uso de razón. Conozco gente minera que ha seguido los pasos de sus abuelos o bisabuelos, familias enteras, que se han pasado el trabajo como tradición. Y siento que si se mueren las minas asturianas se muere una parte de lo que somos los asturianos, que ya sabemos de defunciones marcadas por los de afuera. Así se nos murió la ganadería, y toda nuestra vida cambió.
Son otros tiempos, nos dicen. Sí, son otros tiempos. Y hay que evolucionar y cambiar, y adaptarse y avanzar, sí, ¿pero a que precio? De un tiempo a esta parte miro a esta Asturias y no la reconozco. Los veranos se nos llenan de turistas y los inviernos quedamos cuatro gatos. Todo es asfalto a nuestro alrededor. Todo es prisa y consumo, todo está cambiado, puesto que pertenezco al lugar que crece y crece sin ton ni son. Solo cuando vuelvo a los pueblos semidesiertos porque solo quedan ancianos, siento que vuelvo al lugar de donde soy. Un lugar donde todo era verde y todo silencio, y había cientos de vacas a mi alrededor. Ahora en esos pueblos ni hay vacas. Evolucionamos sí, pero en cierta forma a peor.
Cuando una parte de nuestra historia se muere se muere una parte de nosotros. De lo que fuimos, de lo que somos. El hecho de que sea por mandato y bajo un decreto no lo convierte en mejor.
Asturias sin carbón
jueves, 24 de mayo de 2012
Sabed que para vosotros no escribo...
Os cuento algo que me sucede, en la vida diaria me encuentro con personas que no valen la pena, son escasas, la verdad, pero son gente que yo no quisiera que supieran nada de mí. Y cuando digo nada es más que eso; nada de nada. A veces me ven pasar de soslayo más rápida que el viento y me llaman, puedo hacerme la sorda, es sencillo, puedo apurar el paso, pero al final, lo que tienen de común estas personas es que pagarían todo lo que tienen y lo que no por saber algo de mí, y sea como sea me atrapan. Quizá con una carrera de fondo y una mano en mi hombro, un saludo aparentemente cordial y una frase promedio: ¿Cómo te va? Mi respuesta es Como siempre, y aunque parezca raro en mí es todo cuanto estoy dispuesta a contar. Entonces, como siempre ellas no cuentan nada de su vida, es lo que tienen este tipo de personas. Y tardan cuatro segundos en volver a indagar, no sobre mí, saben que de mí no les contaré nada, sino sobre gente común, vecinos, primos de vecinos, hijos de vecinos, compañeras de escuela, y el círculo más amplio que quepa imaginar. De lo cual me sacan lo mismo, ni una palabra. Pero me llevo información que no me importa nada de nada, que si se separó menganito por esto y aquello. Que si me enteré que esto y lo otro. Que si no se quien le dijo que no se cuantos lo otro y lo demás. Creo que es imposible que no se me note la cara de vinagre, de modo que insisto en la prisa y a veces de forma muy grosera me marcho sin más. Da lo mismo, este tipo de personas nunca se enfada, parecen harto programadas para rajar y rajar. A diestro y siniestro. A toda hora y lugar.
Mientras estoy hablando con ellas o ellos, que haberlos hailos, me llega un pensamiento recurrente: por una desgracia enorme que no puedo descrifrar, esa persona se entera de que tengo blog. Y ha tenido acceso a leer todo lo que tengo escrito aquí. Aunque no lo parezca un día tras otro me afano en intentar dejar aquí algo que valga la pena. Algo que me resulte hermoso. Puede que no lo parezca, pero intento un día tras otro traer hermosura a este lugar. Vestirlo de colores que valgan la pena. Compartir algo valioso con los demás. Con gente que sea como esa gente que es valiosa para mí. Dejo descartada como si pudiera, a la gente que solo sabe hacer añicos a los demás. Esa gente que critica a todo y a todos. Que en vez de buscar lo que nos une, a todos los seres del planeta, escarba lo que nos confronta. Acentúa lo que nos divide, multiplica lo que nos traiciona. Sé que son ellos el motivo por el que temo tener blog: porque escribo para todo el mundo; menos para ellos. Esos que utilizan las palabras como balas. Que están siempre dispuestos a sangrar a los demás. Esos que mantengo lejos en mi vida diaria. Y lejos de los demás.
Mientras estoy hablando con ellas o ellos, que haberlos hailos, me llega un pensamiento recurrente: por una desgracia enorme que no puedo descrifrar, esa persona se entera de que tengo blog. Y ha tenido acceso a leer todo lo que tengo escrito aquí. Aunque no lo parezca un día tras otro me afano en intentar dejar aquí algo que valga la pena. Algo que me resulte hermoso. Puede que no lo parezca, pero intento un día tras otro traer hermosura a este lugar. Vestirlo de colores que valgan la pena. Compartir algo valioso con los demás. Con gente que sea como esa gente que es valiosa para mí. Dejo descartada como si pudiera, a la gente que solo sabe hacer añicos a los demás. Esa gente que critica a todo y a todos. Que en vez de buscar lo que nos une, a todos los seres del planeta, escarba lo que nos confronta. Acentúa lo que nos divide, multiplica lo que nos traiciona. Sé que son ellos el motivo por el que temo tener blog: porque escribo para todo el mundo; menos para ellos. Esos que utilizan las palabras como balas. Que están siempre dispuestos a sangrar a los demás. Esos que mantengo lejos en mi vida diaria. Y lejos de los demás.
miércoles, 23 de mayo de 2012
Noticias preocupantes
De un tiempo a esta parte se suceden los comentarios sobre la crisis en mi entorno. Yo siempre digo lo mismo, que pertenezco al tipo de familias en que toda la vida se ha estado en crisis, y no obstante podemos considerarnos más ricos que la media, porque damos importancia a otras cosas que para los ricos de verdad no tienen valor; por eso porque no lo tienen.Y son las bases que sustentan una vida feliz.
Ante mi falta de alarmismo, no es raro que vuelvan a insistir en que la crisis de ahora es peor. Quizá sí, quizá lo sea, porque esta crisis de ahora deja a los jóvenes sin poder hacer planes de futuro. Les cierra puertas hacia el mundo laboral que a estas horas ya deberían tener abiertas . Les pone los alquileres por las nubes. Y se quedan a vivir en las casas de sus padres, frustrados porque no pueden comenzar la vida que de poder elegir, elegirían sin pensar. Y con ello alguno se hace más viva la vida, menos consecuente o responsable, más dado a cumplirse caprichos, más egoísta si se quiere, y tarda más en madurar. En comparación a veinticinco años atrás en que más o menos todo aquel que quería encontraba sitio donde trabajar. A día de hoy no es tan fácil, y además se cuenta con lo mucho que se ha ido encareciendo la vida. Amén de todo cuanto ellos valoran la comodidad, por eso, porque no tienen desarrollado el músculo laboral. No porque no quieran, sino por falta de oportunidad. Esta crisis se ceba sobre todo con ellos, con quienes deben recoger el testigo en busca de su primer empleo, aquel que nadie les da.
En estos días se hacía público un informe de Unicef que dice que en España 2.200.000 niños viven por debajo del umbral de la pobreza. Antes el lugar más desfavorecido lo ocupaban los ancianos, y ahora lo ocupan los niños, (qué pena de sociedad). Noticias preocupantes, como digo, y quizá sea cierto, quizá esta crisis sea la peor de todas las crisis que hemos tenido. Algo debería cambiar de forma drástica desde ya.
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Ante mi falta de alarmismo, no es raro que vuelvan a insistir en que la crisis de ahora es peor. Quizá sí, quizá lo sea, porque esta crisis de ahora deja a los jóvenes sin poder hacer planes de futuro. Les cierra puertas hacia el mundo laboral que a estas horas ya deberían tener abiertas . Les pone los alquileres por las nubes. Y se quedan a vivir en las casas de sus padres, frustrados porque no pueden comenzar la vida que de poder elegir, elegirían sin pensar. Y con ello alguno se hace más viva la vida, menos consecuente o responsable, más dado a cumplirse caprichos, más egoísta si se quiere, y tarda más en madurar. En comparación a veinticinco años atrás en que más o menos todo aquel que quería encontraba sitio donde trabajar. A día de hoy no es tan fácil, y además se cuenta con lo mucho que se ha ido encareciendo la vida. Amén de todo cuanto ellos valoran la comodidad, por eso, porque no tienen desarrollado el músculo laboral. No porque no quieran, sino por falta de oportunidad. Esta crisis se ceba sobre todo con ellos, con quienes deben recoger el testigo en busca de su primer empleo, aquel que nadie les da.
En estos días se hacía público un informe de Unicef que dice que en España 2.200.000 niños viven por debajo del umbral de la pobreza. Antes el lugar más desfavorecido lo ocupaban los ancianos, y ahora lo ocupan los niños, (qué pena de sociedad). Noticias preocupantes, como digo, y quizá sea cierto, quizá esta crisis sea la peor de todas las crisis que hemos tenido. Algo debería cambiar de forma drástica desde ya.
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