Llevaba tiempo haciéndome esta pregunta y hace apenas unos minutos busqué la respuesta en Youtube. Creo que me queda por delante un gran trabajo en todos los aspectos, pero que algún día en algún plazo de tiempo, el que sea, iré subiendo alguna de mis novelas a esa plataforma. La pregunta es si lo haré al margen de este blog, y es otra pregunta para la que aún no tengo respuesta. Lo que sé es que debo cambiar de costumbres, dirigirme a primera hora de la mañana al ordenador desconectado de Internet y retomar las cuatro horas mínimas de trabajo, cinco días de la semana.
Cuando un trabajo que sabes que tienes que hacer te espera, hay una espinita que de cuando en cuando se te clava en la piel, y una cierta ansiedad que solo remite cuando te pones a él. Ese es el motivo por el que escribo, el mismo motivo por el que nunca lo dejaré. Hay cierta tensión que solamente se va cuando escribo, un trabajo que queda hecho cuando me pongo a él. Con más o menos sentido pero está, y desde que esto sucede mi vida entera cobró sentido. Escribir es como encajar las piezas de un puzle. Cada una tiene su sitio, y cuando logras terminar varios trozos de puzles, queda una especie de orden que te amplia la comprensión de todo y del mundo. Es algo tan gratificante que lo recomendaría a todo el mundo.
Como subir una novela a Amazon
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
martes, 22 de mayo de 2012
lunes, 21 de mayo de 2012
Mamá Tunza
La historia de Mamá Tunza es una de esas historias que te reconcilian con la vida, a veces tan injusta. Es una historia de nace de mucho dolor, pues todo niño que vague abandonado por las calles, contiene dentro de sí todo el dolor que pueda el mundo albergar. Sin embargo, el hecho de que una mujer, analfabeta, que ha trabajado 19 años como criada, y que traído al mundo 4 hijos propios, termine convertida en la madre que cuida a 350 niños abandonados en las calles; es la demostración de que hace más quien quiere que quien puede.
La vida de Mamá Tunza cambió el día que encontró en la basura a una niña casi recién nacida abandonada, y sin pensárselo dos veces se la llevó a casa, y la amamantó. Desde ese mismo día de hace 14 años ha ido encontrando niños abandonados y se los ha ido llevando a casa. Ya tiene 350. En su lengua, Mamá Tunza, significa La madre que te cuida. Eso es para esos 350 niños esta mujer, la madre que ha cuidado que no les falte de nada.
Desde toda la tristeza que encierra esta historia, está la gratificación de conocer a gente capaz de llevar a cabo una labor como la suya. A veces me pregunto para qué tengo blog, y no hallo la respuesta. Quizá tenga blog para encontrar a personas como ella y darles personalmente mi gratitud desde aquí. Porque el mayor lujo del mundo es que exista personas como ella. Aparentemente normales, pero fuera de toda normalidad; gente extraordinaria de extraordinaria grandeza. Gentes que no tienen nada y son capaces de brindar hasta lo que no tienen a los demás.
A muchos dirigentes de la tierra, que hacen todo lo contrario: tienen todo lo que les damos y se lo quedan. Debería caérseles la cara de vergüenza. Yo me quedo con la pena de que todo nuestro dinero no llegue directamente a las manos de personas como ella: Mamá Tunza. Quién sabe todos los milagros que haría ella.
Os invito a ver los 11 minutos que dura este vídeo. Os aseguro que pocas cosas en esta vida valen tanto la pena.
La historia de Mamá Tunza
Junto al vídeo de Mamá Tunza, dejo el de otra madre coraje, que han titulado:
La mujer más bella del mundo
La vida de Mamá Tunza cambió el día que encontró en la basura a una niña casi recién nacida abandonada, y sin pensárselo dos veces se la llevó a casa, y la amamantó. Desde ese mismo día de hace 14 años ha ido encontrando niños abandonados y se los ha ido llevando a casa. Ya tiene 350. En su lengua, Mamá Tunza, significa La madre que te cuida. Eso es para esos 350 niños esta mujer, la madre que ha cuidado que no les falte de nada.
Desde toda la tristeza que encierra esta historia, está la gratificación de conocer a gente capaz de llevar a cabo una labor como la suya. A veces me pregunto para qué tengo blog, y no hallo la respuesta. Quizá tenga blog para encontrar a personas como ella y darles personalmente mi gratitud desde aquí. Porque el mayor lujo del mundo es que exista personas como ella. Aparentemente normales, pero fuera de toda normalidad; gente extraordinaria de extraordinaria grandeza. Gentes que no tienen nada y son capaces de brindar hasta lo que no tienen a los demás.
A muchos dirigentes de la tierra, que hacen todo lo contrario: tienen todo lo que les damos y se lo quedan. Debería caérseles la cara de vergüenza. Yo me quedo con la pena de que todo nuestro dinero no llegue directamente a las manos de personas como ella: Mamá Tunza. Quién sabe todos los milagros que haría ella.
Os invito a ver los 11 minutos que dura este vídeo. Os aseguro que pocas cosas en esta vida valen tanto la pena.
La historia de Mamá Tunza
Junto al vídeo de Mamá Tunza, dejo el de otra madre coraje, que han titulado:
La mujer más bella del mundo
sábado, 19 de mayo de 2012
Democracia sin libertad
A veces uno se levanta tan gris como el día, y mientras desayuna, ojea un periódico que hasta entonces no ha tenido tiempo de mirar. Uno del que destacaría muy pocas cosas quizá. Pero en el que de pronto encuentra algo que vale la pena recortar, para leer de cuando en cuando, y no olvidar.
Aquello que se ha pensado tantas veces y no se supo contar, está ahí, tan impecablemente contado, que solo queda disfrutarlo para después compartirlo.
viernes, 18 de mayo de 2012
Trabajo y placer
Hace unos días leía una entrada de blog que resolvió por si sola un conflicto interno que yo albergaba, desde hace años. Desde entonces he ido haciendo una serie de ajustes, que hasta el momento no han dado resultado. Uno no se pone a escribir cuando lo programa, sino cuando surge, al menos en mi caso. Además no me gusta releerme, es por eso que cuando intento corregir viejas obras, me sucede lo mismo que cuando intento releer un libro: ya me sé la historia y como no puedo sorprenderme párrafo a párrafo me aburro, y como me aburro, lo dejo. De modo que así es imposible aprender.
Suelo ser muy lenta leyendo, porque ahora no solo leo, sino que además cuestiono, memorizo estructuras, tiro de hilos, descubro costuras, deshago entuertos. Ya no puedo envolverme en la magia aparente de todo libro, sino que anticipo hechos; cuando encuentro un pequeño guijarro sé que no es por casualidad, sino un efecto, que me anticipa lo que dará la vuelta, de modo que aunque aparentemente vamos hacia adelante, ya sé que volveremos hacia atrás. Leer sigue siendo placentero, pero ya no tan sorprendente, ya no tan perfecto. Eso hace que abandone varias lecturas durante todo el año, pues cualquier libro predecible me aburre de forma mortal, a no ser que esté escrito con una prosa que distraiga mi atención, que me atrape como no supo hacerlo el libro. Ahora estoy leyendo Busca mi rostro, sorprendida porque me parece un libro redondo. Lleno de prosa poética, imprevistos, idas y venidas que no te esperas, sucesos que escapan a toda premeditación; frases de nota. Y si soy lenta leyendo un libro que me gusta un poco, aún soy más lenta leyendo uno que me atrapa de lleno. Lo leo como una clase de literatura en vivo y en directo, porque cada autor se conforma de todos los autores que ha leído, y cada voz suena según sus libros preferidos. Si algo de uno u otro es afín, la lectura se hace música en los oídos.
Pues bien, en esta entrada de blog, se cuenta algo en lo que quizá nunca, de una forma consciente había reparado. Que quizá me explique el porqué de un tiempo a esta parte apenas avanzo con mis relatos. El otro motivo supongo que es porque mis relatos siempre terminan saliendo de algo que me ha llamado la atención de los sucesos diarios. Y esos puedo abordarlos directamente desde aquí, dedicarles una entrada de blog, acertada o no, y quitarme los reconcomios para que dejen de herir, al menos en la superficie, y que adormilados se dejen almacenar en mí, para quizá regresar envueltos en otros personajes e historias. Porque un escritor se forja en ese día a día que le va viendo crecer.
Suelo ser muy lenta leyendo, porque ahora no solo leo, sino que además cuestiono, memorizo estructuras, tiro de hilos, descubro costuras, deshago entuertos. Ya no puedo envolverme en la magia aparente de todo libro, sino que anticipo hechos; cuando encuentro un pequeño guijarro sé que no es por casualidad, sino un efecto, que me anticipa lo que dará la vuelta, de modo que aunque aparentemente vamos hacia adelante, ya sé que volveremos hacia atrás. Leer sigue siendo placentero, pero ya no tan sorprendente, ya no tan perfecto. Eso hace que abandone varias lecturas durante todo el año, pues cualquier libro predecible me aburre de forma mortal, a no ser que esté escrito con una prosa que distraiga mi atención, que me atrape como no supo hacerlo el libro. Ahora estoy leyendo Busca mi rostro, sorprendida porque me parece un libro redondo. Lleno de prosa poética, imprevistos, idas y venidas que no te esperas, sucesos que escapan a toda premeditación; frases de nota. Y si soy lenta leyendo un libro que me gusta un poco, aún soy más lenta leyendo uno que me atrapa de lleno. Lo leo como una clase de literatura en vivo y en directo, porque cada autor se conforma de todos los autores que ha leído, y cada voz suena según sus libros preferidos. Si algo de uno u otro es afín, la lectura se hace música en los oídos.
Pues bien, en esta entrada de blog, se cuenta algo en lo que quizá nunca, de una forma consciente había reparado. Que quizá me explique el porqué de un tiempo a esta parte apenas avanzo con mis relatos. El otro motivo supongo que es porque mis relatos siempre terminan saliendo de algo que me ha llamado la atención de los sucesos diarios. Y esos puedo abordarlos directamente desde aquí, dedicarles una entrada de blog, acertada o no, y quitarme los reconcomios para que dejen de herir, al menos en la superficie, y que adormilados se dejen almacenar en mí, para quizá regresar envueltos en otros personajes e historias. Porque un escritor se forja en ese día a día que le va viendo crecer.
jueves, 17 de mayo de 2012
Retazos...
Hay momentos que estando o no en fotografías serán siempre nuestros. Y nadie nos los podrá robar. Ni tan siquiera la muerte.
He aprendido que no importa tanto lo que se mira, sino la forma de mirar. Si se mira la vida con ojos dulces, la vida es dulce; aún con toda la amargura que nos venga a dejar.
He aprendido que no importa tanto lo que se mira, sino la forma de mirar. Si se mira la vida con ojos dulces, la vida es dulce; aún con toda la amargura que nos venga a dejar.
El peso de la ley
Ayer, siguiendo la noticia de la niña dejada a las puertas de una guardería, me inquietó escuchar que se está buscando a la madre para imputarle un delito de abandono. Que ya hay alguna pista y que se hará caer sobre ella todo el peso de la ley, bueno, al menos yo lo traduje así a mi escaso cerebro apolillado. Y me inquieté. Me pregunté porqué debía ser esa la fórmula y no otra. Porqué en el comienzo del año 2012, las instituciones siguen midiendo con diferente rasero a quienes tienen un sueldo de 4.000 euros ( bueno, en realidad no sé lo que cobra un ministro al mes; pongamos ahí la cantidad correspondiente) y a quienes tienen un sueldo 0 para pasar de a mes todo el año.
Por la nota que la mujer dejó escrita a mano, no tiene trabajo, ni casa. Empecemos por ahí, criar a un recién nacido en la calle es exponerlo a una muerte segura, por frío, por la imposibilidad de aseo que un bebé y una madre lactante, en caso de poder serlo, necesita. Ya no pensemos en si hay que alimentarlo con biberones. Es imposible cuidar de un bebé sin dormir, tan imposible como poder dormir en plena calle con un bebé; porque mientras la madre duerme, alguien puede robárselo con idéntica facilidad con que le robaría el monedero en caso de que tuviese. Eso en un principio, después tener un niño de meses es peor, y tener un niño de años ya no digamos. Un niño que tome conciencia del lugar que ocupa en la sociedad, un lugar tan diferente al que ocupan el resto de los niños que ve a diario. Echarle encima todo el peso de la ley a una mujer u hombre que no tiene nada es muy sencillo, porque no tiene donde esconderse. Echarlo encima de quienes desfalcan cantidades industriales de dinero, lo vemos a diario; eso ya es otra cosa, y a veces hasta ilusorio. Porque nos guste o no, el amparo de la ley también se compra, en esta sociedad de 2012 que a veces se me antoja tan arcaica.
Yo me pregunto, porqué siempre hay que seguir las fórmulas rígidas, porque a una mujer a la que se reprocha no haber buscado ayuda, porque quizá no creyó en la ayuda; no se le puede tender una mano al tiempo en que se presenta a su bebé desde todos los televisores del país, diciendo algo tan sencillo como: se ruega a la madre de este bebé, que se persone en la comisaría más cercana para estudiar su caso. Que no tenga miedo, que si quiere quedarse al niño la ayudaremos. Nos sobran recursos para hacerlo. Apuesto, del verbo apostar que en cuanto escuchase el mensaje llegaría hasta ellos y entre otras cosas se ahorrarían buscar.
Se reprocha que no haya buscado ayuda, al tiempo en que se demuestra que aún vivimos en una sociedad que está más preparada para cargar todo el peso de la ley, que para tender una mano a según quien. Desde las altas esferas todos deberían saber que cuando un hombre o mujer pierde su trabajo, no ingresa un euro; y en esta sociedad sin un euro todo cuanto te queda es vivir en la calle. Y en la calle nos guste o no nos guste saberlo, no se puede vivir. Malvivir todo cuanto se quiera; pero no vivir. Y ya sabemos en que consiste la diferencia.
Por la nota que la mujer dejó escrita a mano, no tiene trabajo, ni casa. Empecemos por ahí, criar a un recién nacido en la calle es exponerlo a una muerte segura, por frío, por la imposibilidad de aseo que un bebé y una madre lactante, en caso de poder serlo, necesita. Ya no pensemos en si hay que alimentarlo con biberones. Es imposible cuidar de un bebé sin dormir, tan imposible como poder dormir en plena calle con un bebé; porque mientras la madre duerme, alguien puede robárselo con idéntica facilidad con que le robaría el monedero en caso de que tuviese. Eso en un principio, después tener un niño de meses es peor, y tener un niño de años ya no digamos. Un niño que tome conciencia del lugar que ocupa en la sociedad, un lugar tan diferente al que ocupan el resto de los niños que ve a diario. Echarle encima todo el peso de la ley a una mujer u hombre que no tiene nada es muy sencillo, porque no tiene donde esconderse. Echarlo encima de quienes desfalcan cantidades industriales de dinero, lo vemos a diario; eso ya es otra cosa, y a veces hasta ilusorio. Porque nos guste o no, el amparo de la ley también se compra, en esta sociedad de 2012 que a veces se me antoja tan arcaica.
Yo me pregunto, porqué siempre hay que seguir las fórmulas rígidas, porque a una mujer a la que se reprocha no haber buscado ayuda, porque quizá no creyó en la ayuda; no se le puede tender una mano al tiempo en que se presenta a su bebé desde todos los televisores del país, diciendo algo tan sencillo como: se ruega a la madre de este bebé, que se persone en la comisaría más cercana para estudiar su caso. Que no tenga miedo, que si quiere quedarse al niño la ayudaremos. Nos sobran recursos para hacerlo. Apuesto, del verbo apostar que en cuanto escuchase el mensaje llegaría hasta ellos y entre otras cosas se ahorrarían buscar.
Se reprocha que no haya buscado ayuda, al tiempo en que se demuestra que aún vivimos en una sociedad que está más preparada para cargar todo el peso de la ley, que para tender una mano a según quien. Desde las altas esferas todos deberían saber que cuando un hombre o mujer pierde su trabajo, no ingresa un euro; y en esta sociedad sin un euro todo cuanto te queda es vivir en la calle. Y en la calle nos guste o no nos guste saberlo, no se puede vivir. Malvivir todo cuanto se quiera; pero no vivir. Y ya sabemos en que consiste la diferencia.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Defender una vida
Una niña de seis horas de vida fue hallada dentro de una bolsa de deporte, acondicionada con una manta, que fue dejada a las puertas de una guardería. En una nota escrita por su madre se rogaba que la niña fuese llevada al hospital porque solo tenía seis horas de horas de vida. Y explicaba que no tenía trabajo, ni vivienda, y que fue abandonada por el padre de la niña en cuanto supo de su embarazo. Por último rogaba: No me juzguen, esto es lo más duro que he hecho en mi vida.
Al escuchar la noticia me puse a llorar. Porque las imágenes del telediario matinal mostraban a una niña rolliza y risueña, vestida de blanco y azul, que estaba feliz junto a una serie de personas que no sé bien quienes eran, por esa manía de los diarios de dar las noticias a saltos para que te quedes a verlo hasta después; y después no pude verlo ni ampliarlo, porque para ellos hay otras noticias machaconas que tienen más interés. Para mí no, para mí esta es la noticia del día.
No solo no te juzgo, puesto que yo no sé cuales son tus circunstancias. Sé algunos datos, como que en cuanto quedaste embarazada te abandonaron, en una sociedad que no suele afear esta conducta en un hombre, y sí destroza en cambio a la mujer que es madre sin tener pareja, ya menos por fortuna, pero aún. Al tiempo en que te recuerdo algo que quizá olvidaste: a tu hija le eras imprescindible para vivir mientras se formaba en tu vientre, y necesitaba de tu sangre y tu alimento para formarse y tener la oportunidad de ser. En esos meses quizá te tocó alimentarla como describía Miguel Hernández en la Nana de la cebolla, quién sabe, pero estuviste ahí al pie del cañón librando la batalla más dura de tu vida. Sacando adelante lo mejor de ti para traerlo al mundo y darle oportunidad de nacer. Por lo que parece pariste sola, y te aseguraste de que la niña estuviese bien en sus primeras horas de vida. Te imagino con la oreja pegada a su corazón escuchando cada latido, con toda la angustia de que se te fuese de las manos, pensando en cómo harías para cuidarla debidamente las próximas horas, los próximos días, los próximos meses... los próximos años. Y quizá ante una realidad más delicada aún de todo cuanto esperaste, la dejaste en manos de quien pudiese ofrecerle no solo un ahora, sino un futuro digno de ser vivido en las mejores condiciones. Pediste un médico urgente para tu niña, pero no para ti, que te mereces una vida tan buena como la que quieres para ella: la que saliste a buscar a las mismas puertas de la guardería en que seguramente encontraste, cada día , niños bien nutridos y juguetones, compartiendo todas las horas felices de su infancia. Niños con padres y madres que a diario los iban a dejar y a recoger con un cálido abrazo, y unos besos más dulces que la miel. Fue ese futuro de risas y alegrías lo que seguramente te llevó a dejarla allí, y seguramente esperar a que alguien la encontrase y se la llevase de ti.
No solo no te juzgo sino que me parece el gesto de amor más grande que una madre pueda dar. Saber diferenciar entre lo que conviene o no conviene a sus hijos. Apostar por su bien antes que por el propio. Defender su vida pese a la más terrible adversidad. A estas horas ya sabrás que hay muchos padres esperando poder adoptarla. Padres que podrán cuidarla con todo ese amor que tú quisiste para ella.
A estas horas sabes que quizá te hayas quedado sin ella para siempre, pero que siempre estará en ti, en el hueco de tu vientre, en los restos de tu sangre, en el latir de tu oído, en espacio de tu abrazo. Sabes que al fondo de tu conciencia siempre quedará ese amargo remordimiento, ese crujir, por no tenerla cada segundo de su vida junto a ti. Sabes que tendrás que convivir con ello y que no será fácil, esas razones girando al fondo de tu conciencia una y otra vez. Que irán y volverán al compás de los vientos sin previo aviso.
Pero cada día de tu vida deberías sentirte satisfecha por haber ganado esa guerra que otros pierden, dejando una bolsa cerrada con un niño recién nacido muerto, en el fondo más oculto de un sucio contenedor.
Te recuerdo algo que no quiero que olvides nunca. Esta mañana una niña rolliza y risueña ha saludado al mundo desde su bolsa de deporte. Ha podido hacerlo porque mientras te necesitó, SOLO A TI, para estar viva, estuviste ahí. A cada latido de vida, como un reloj.
La noticia se detalla aquí
Al escuchar la noticia me puse a llorar. Porque las imágenes del telediario matinal mostraban a una niña rolliza y risueña, vestida de blanco y azul, que estaba feliz junto a una serie de personas que no sé bien quienes eran, por esa manía de los diarios de dar las noticias a saltos para que te quedes a verlo hasta después; y después no pude verlo ni ampliarlo, porque para ellos hay otras noticias machaconas que tienen más interés. Para mí no, para mí esta es la noticia del día.
No solo no te juzgo, puesto que yo no sé cuales son tus circunstancias. Sé algunos datos, como que en cuanto quedaste embarazada te abandonaron, en una sociedad que no suele afear esta conducta en un hombre, y sí destroza en cambio a la mujer que es madre sin tener pareja, ya menos por fortuna, pero aún. Al tiempo en que te recuerdo algo que quizá olvidaste: a tu hija le eras imprescindible para vivir mientras se formaba en tu vientre, y necesitaba de tu sangre y tu alimento para formarse y tener la oportunidad de ser. En esos meses quizá te tocó alimentarla como describía Miguel Hernández en la Nana de la cebolla, quién sabe, pero estuviste ahí al pie del cañón librando la batalla más dura de tu vida. Sacando adelante lo mejor de ti para traerlo al mundo y darle oportunidad de nacer. Por lo que parece pariste sola, y te aseguraste de que la niña estuviese bien en sus primeras horas de vida. Te imagino con la oreja pegada a su corazón escuchando cada latido, con toda la angustia de que se te fuese de las manos, pensando en cómo harías para cuidarla debidamente las próximas horas, los próximos días, los próximos meses... los próximos años. Y quizá ante una realidad más delicada aún de todo cuanto esperaste, la dejaste en manos de quien pudiese ofrecerle no solo un ahora, sino un futuro digno de ser vivido en las mejores condiciones. Pediste un médico urgente para tu niña, pero no para ti, que te mereces una vida tan buena como la que quieres para ella: la que saliste a buscar a las mismas puertas de la guardería en que seguramente encontraste, cada día , niños bien nutridos y juguetones, compartiendo todas las horas felices de su infancia. Niños con padres y madres que a diario los iban a dejar y a recoger con un cálido abrazo, y unos besos más dulces que la miel. Fue ese futuro de risas y alegrías lo que seguramente te llevó a dejarla allí, y seguramente esperar a que alguien la encontrase y se la llevase de ti.
No solo no te juzgo sino que me parece el gesto de amor más grande que una madre pueda dar. Saber diferenciar entre lo que conviene o no conviene a sus hijos. Apostar por su bien antes que por el propio. Defender su vida pese a la más terrible adversidad. A estas horas ya sabrás que hay muchos padres esperando poder adoptarla. Padres que podrán cuidarla con todo ese amor que tú quisiste para ella.
A estas horas sabes que quizá te hayas quedado sin ella para siempre, pero que siempre estará en ti, en el hueco de tu vientre, en los restos de tu sangre, en el latir de tu oído, en espacio de tu abrazo. Sabes que al fondo de tu conciencia siempre quedará ese amargo remordimiento, ese crujir, por no tenerla cada segundo de su vida junto a ti. Sabes que tendrás que convivir con ello y que no será fácil, esas razones girando al fondo de tu conciencia una y otra vez. Que irán y volverán al compás de los vientos sin previo aviso.
Pero cada día de tu vida deberías sentirte satisfecha por haber ganado esa guerra que otros pierden, dejando una bolsa cerrada con un niño recién nacido muerto, en el fondo más oculto de un sucio contenedor.
Te recuerdo algo que no quiero que olvides nunca. Esta mañana una niña rolliza y risueña ha saludado al mundo desde su bolsa de deporte. Ha podido hacerlo porque mientras te necesitó, SOLO A TI, para estar viva, estuviste ahí. A cada latido de vida, como un reloj.
La noticia se detalla aquí
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