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miércoles, 27 de julio de 2011

Seguir cumpliendo años

Aunque ya no estés solo es posible si alguien te sigue teniendo en cuenta cada día, cada hora, cada minuto, y todos los segundos de su vida. Es trágico y precioso que alguien siga echando la cuenta de los años que sigues cumpliendo. De todos los años que aún no estando, te amará.

domingo, 24 de julio de 2011

Una vez más

La vida nos demuestra que lo importante no es el dinero. Que la fama no da la felicidad. Que el dinero no da la felicidad. Que la felicidad es cuidar adecuadamente de uno y saber cuidar de los demás. Es no buscar en nada externo lo que pueda sostenerte en pie; y quizá nada más.




Descanse en paz esa voz que alguna vez con sus canciones nos hizo cantar.

viernes, 22 de julio de 2011

Cuarenta años de anticipo

Azucena era una joven hermosa que apenas asomaba a la vida cuando conoció a Pipo. Hasta entonces había seguido todos los mandatos de sus padres, pero él era de lo menos convencional. Siempre iba con un grupo de gente que andaba de fiesta en fiesta, y tiraba de ella, que comenzaba a tener los primeros problemas en su casa. Pero Azucena tenía los ojos más azules y más profundos del mundo, la sonrisa más tierna y las palabras más adecuadas al fondo de su garganta, por eso siempre los convencía y terminaban cediendo a todo lo que ella pedía; que iba pidiendo cada vez más.

Sus amigas comenzaron a apartarse de ella, y a hacerle advertencias, pero ella sonreía antes de responder que no entendían nada, de llamarlas sosas y aburridas, y de hacerles ver que había más mundos que el que les contaban. Ellas sabían que el problema era él, y que mientras estuviese tan ciega no tendrían nada que hacer, y le advirtieron por activa y por pasiva que ese chico andaba siempre con mala gente y que acabaría mal. Azucena se tomaba sus palabras a la tremenda y se tapaba los oídos para no escuchar, estaba enamorada hasta la médula y no era tan sencillo volver atrás, sus amigas le insistían de nuevo y terminaban discutiendo, así hasta que se terminaron enfadando de veras y ya no la vieron más. Sólo supieron de ella lo que les iba contando la gente conocida, y las noticias se fueron agravando cada vez más.

Hasta que un día entre las chicas que hacían la calle se vio a una rubia descomunal. Una chica tan glamurosa que no encajaba en la plaza vieja ni por asomo, dispuesta a subirse en cualquier coche que la quisiera llevar, a cambio de sacarse un dinero para su dosis. Entre que apareció Pipo en su vida y aquella secuencia pasaron diez años, pero para sus padres Azucena seguía siendo la hija ideal, más delgada, más ojerosa y pálida, más temblorosa, más callada y esquiva, pero una niña de la que nunca tuvieron queja, porque el único daño se lo hacía a ella, que apenas paraba en casa ni a descansar, y menos para escuchar consejos, escuchar consejos ajenos siempre se le dio mal. Ni el día en que Pipo la dejó tirada quiso admitir que ya se lo advirtieron, aumentó la dosis en sus venas y lo fue llevando como pudo, siempre muy mal. Así hasta la sobredosis que sacó a sus padres del limbo, y llevó a sus amigas junto a su cama de hospital. Lloró al saber que aún la querían, no contaba con ello, se sentía tan mal consigo misma que estaba sin fuerzas.

Le dieron aquel alta y después muchas otras. De los cielos bajó a los infiernos y de vuelta a subir y bajar. Se pasó saliendo y entrando otros diez crudos años, en que el mismo demonio rehuyó su presencia, estuvo al borde de la muerte veces incontables hasta desengañarse. Ahora ronda los cuarenta y al fondo de sus ojos azules como el mismo cielo se advierten mil sombras, queda un halo de su belleza despierta y también el cansancio de los ochenta años que jamás cumplió y que en sí representa; los cuarenta años de anticipo que ya se gastó.



jueves, 21 de julio de 2011

Los informes dudosos

Benigno tiene una cafetería moderna frente a una discoteca juvenil, el lugar es de lo más variopinto porque es de los pocos lugares que conozco donde los chicos se toman un refresco y juegan juntos al parchís, esto cualquier día por semana. Los fines de semana son los padres vigilantes quienes se reúnen para echar una partida y ver como está el ambiente. Verdaderamente no soporto a Benigno, y es una pena porque es el camarero más chismoso que pueda encontrarse, una fuente de información exquisita para cualquier escritor. No me gusta la forma en que me mira, ni las bromas que me gasta, son ese tipo de bromas que insultan a cualquier mujer con un mínimo de amor propio, esas bromas que tienen la peculiaridad de acuchillar también a mi marido, que hace como que no se molesta, lo mismo que yo, hace tiempo que aprendimos que los tipos como Benigno no valen la pena, porque son tan cobardes que esconden hábilmente su intención detrás de unos modales refinados y falsos. Pero si algo sucede en el lugar en que nos movemos y en que se mueven nuestros hijos es él quien nos lo hará saber con pelos y señales, él o en todo caso su socia, Estrella, que es otra chismosa de cuidado pero una persona íntegra, cuya integridad permanece a salvo de toda duda, aunque Estrella suele estar por las mañanas, y a esas horas raras veces paseamos por ese lugar.

Desconozco si la situación actual es tan desesperante como cuentan Benigno y Estrella, que están en el epicentro en que se junta la juventud, pero si lo fuese todos esos datos que nos da cada vez que entramos darían para un relato -que muero por no escribir- que no deja de darme vueltas en el centro de la cabeza en la que en verdad ya está escrito. Sólo tendría que sacarlo a la luz y dejarlo reposar entre los montones de papeles que guardo en algún lugar, a salvo de todos los ojos que los quieran explorar. La mía supongo que es otra forma de cobardía distinta a la de Benigno, es por eso que hay relatos que no quiero escribir, y que después de escritos me liberan de dar vueltas infinitas al fondo de mi pensamiento distrayendo el ahora en que quiero vivir.

Pues bien, hay muchas informaciones que parten de la Cafetería Estrella, pero una que me deja pensando cada fin de semana es esa en que la autoridad competente está obligada a rastrear ese perímetro de reunión juvenil cada periodo concreto, y en vez de personarse el sábado a las ocho de la tarde en que la cosa está que arde, lo hace los viernes a las cinco, en que se ha corrido la voz y todo está tan inmaculado que cuando llega todo está en orden para efectuar el informe. Ese que arroja unos datos impolutos porque convienen a todos; a todos los que están en el ajo quiero decir. Este dichoso Benigno sólo sabe darme disgustos, a mí que en esta etapa de mi vida me niego a escribir.

lunes, 18 de julio de 2011

La cosa está pero que muy mal

Elena tiene un bar en una zona turística desde hace treinta años, y digan lo que digan las estadísticas, según ella son quienes tienen negocios quienes mejor se enteran de cómo marcha la economía. Lo saben porque cuando las cosas andan bien la gente llega a los comercios y no tiene reparos en comprar de todo y para todos, comer de todo junto a todos, e invitar a diestro y siniestro; en reír hasta desgañitarse y formar tanto barullo como sus oídos acostumbrados a jarana puedan aguantar; según ella este año se diferencia de todos los anteriores en que hay mucho silencio. Da risa escuchar la forma en que lo deja caer, con una mezcla de resentimiento de calma, y por si acaso no se la cree vuelve a asegurar metódica que este año, aún más que los anteriores, la gente está muy callada. Vienen de vacaciones con aire cansino y no sólo eso, parecen haber dejado en casa todos sus caprichos. Vienen desnudos de exigencias, miran y remiran la carta de menús antes de pedir, comen muy poco, como contando las calorías, pero curiosamente tal pareciese que contasen el dinero que de antemano se quisieran gastar. Formula esta queja casi entre dientes porque el negocio se resiente, la cosa no va, y es durante el verano cuando ella tiene que hacer caja, cuando llega gente de afuera, porque a la de aquí ya no se le puede sacar, este es un pueblo muy pobre, asegura sin que se le mueva una pestaña, quitando a cuatro contados que van a sitios más lujosos no hay con quien contar.

Entonces piensas en todos los titulares de prensa que te has leído, en todos los datos que desde los telediarios quisieron arrojar, en la cara de póker de ese presidente durante la última comparecencia y te dices lo de siempre, que una cosa es lo que se cuenta y otra cosa es la verdad. Y la verdad de Elena, propietaria de un bar a pie de playa es que la gente está sin un duro. La misma gente que años atrás venía y no tenía pensión ninguna por comprar y gastar. Esa gente que hoy abre su cartera y se guarda el dinero, porque aquello que no se tiene -cuenta en confidencia- es lo más fácil de guardar.

Retazos...

Cuando algo no funciona se suelen buscar culpables. Pero hay demasiados factores implicados en que todo marche bien, a veces son muchas las circunstancias que convergen y dan al traste con todo. En cualquier caso la experiencia acumulada siempre servirá. Lo peor de que un amor se acabe es que por lo general también se acaba la amistad, dos pérdidas en una.

viernes, 15 de julio de 2011

¿Qué es publicar un libro?

Creo que publicar un libro es un logro al alcance de muy pocos. Un objetivo largamente perseguido, soñado, anhelado, idealizado por demás. Algo cuyo empeño cuesta la vida, ya que mientras se está en ello, queda en relativo segundo plano todo lo demás. Después, al cabo del tiempo quien ha publicado cae en la cuenta de que el mundo sigue siendo el mismo que era. Es un duro golpe. Para un escritor no hay nada más frustrante que ver que sus obras no han variado el mundo.

Para un aspirante a escritor -aunque cada vez sea menos escritor y menos aspirante- el hecho de publicar siete libros y dos misceláneas en una editorial es toda una hazaña. No obstante el escritor publicado se ha quedado muy lejos del escritor aspirante y no por ello deja de ser un nuevo aspirante hacia otras metas que otros han alcanzado, y que ansía alcanzar. Este nuevo empeño centra su vida, un objetivo sin duda más costoso a realizar.


Mientras trabaja y trabaja sin descanso se va encontrando con cosas que no quiso encontrar. Esto le sucede ya no tanto porque sea un escritor varias veces publicado, sino porque está vivo. Y porque escribiendo no consiguió cambiar el mundo, el sueño subrepticio de todo escritor. Cualquier escritor que se precie de serlo lee mucho, incluso lo que no le conviene, y un pequeño desliz puede llevarle de pronto al ojo del huracán, y arrasarlo de pleno. Incluso incitarle a escribir páginas que debió lanzar al instante a la papelera de reciclaje, porque si se detuviese a pensarlo con frialdad, lejos de saciar el hambre de las fieras este solo gesto aumentará su voracidad.