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martes, 3 de mayo de 2011

Últimas noticias

Las últimas noticias del noticiero
no las entiendo
la alegría de la gente
no la comprendo.

Me muevo en un mundo distinto,
entre otro tiempo
y por más que me lo expliquen
siempre disiento.

No me gusta esta parte
del firmamento,
preferiría otra galaxia
de paz y ensueño.

No voy a quejarme, ni voy a hablar,
ni tan siquiera tratar de comprenderlo,
pero no me gusta, no me gusta,
y en lo dicho me reitero.

Para qué tengo blog

Para compartir aquello que me gusta hacer: escribir.


Esta es la única razón por la que tengo blog. Creo que si llegas hasta él es por algo y si te quedas es porque has decidido quedarte. Que vayas a encontrar una panacea entre mis letras, no lo creo. Que leerme te vaya a convertir en mejor persona, tampoco lo creo. Que el mundo necesite este espacio lo creo menos aún. Pero me gusta escribir y de momento este espacio me atrae, y mucho, por eso sigo en él.

Que mi vida vaya a cambiar por tener blog, sí, tengo un espacio abierto desde donde escribo aquello que me gusta escribir y la gente puede leerlo. Es algo que hasta hace relativamente poco no tenía. Si es bueno o malo, depende. Todo depende del uso que se le de. Depende de lo que yo escriba, y de lo que tú interpretes, pero algo está claro, yo escribo para mejorar mi vida, y estoy segura únicamente de una cosa, que escribir mejora mi vida. Por eso escribo y por eso tengo blog.

Escribí esta entrada para explicar aquello que no quiero en mi blog, por ejemplo pop ups, que curiosamente me aparecen desde ayer como bloqueados en una ventanita cuadrada. Porfa si ves algo raro en mi blog desde tu pantalla me avisas. Yo lo sigo viendo todo tal cual estaba y espero que tú también. No me gustan los cambios que yo no hago.

domingo, 1 de mayo de 2011

Día de la madre

Saben que día es hoy, por eso hace unos días le preguntaron a su madre que quería como regalo para el 1º de Mayo. Ella les miró muy seria, no creía que lo hubiesen olvidado. Y para cerciorarse les miró detenidamente, posando su mirada más analítica primero en uno y después en otra.

-Ya sabéis que un regalo envuelto en papel llamativo y un lazo muy grande no me impresiona, ¿verdad? _Ellos se encogieron de hombros y volvieron a preguntar_. No me importa la fecha que señale el calendario, soy vuestra madre y lo supe desde el instante en que supe de vosotros. Y no pienso volver a repetiros el regalo que quiero para mi cumpleaños, para reyes, para el día de la madre o para cualquier día, porque cada día es especial.

- En serio ...¿que quieres que te regalemos?
-Ya os lo dije muchas veces y no lo pienso repetir porque os lo sabéis de memoria. No me sirven los regalos facilones.
- Está bien. Pero no creo que te puedas quejar_ dijeron casi a la vez con diferentes palabras.
-No me quejo.

Ella siguió fregando el suelo de la cocina y ellos volvieron a la terraza a su partida de ping pong cuando el reloj marcó las tres.Quizá creyeron que esa vez funcionaría y podrían librarse del regalo que su madre se pidió para cada fecha especial: Que ellos fuesen las mejores personas que pudiesen ser. Barato no podía serlo más, pero cumplirlo quizá fuese muy costoso y desearan quitárselo de encima de una vez. Pero lo pedido pedido está y Ella no pensaba cambiar de idea mientras viviera, porque bien pensado no era un regalo del que ella sola pudiese disfrutar, era un regalo del que todos disfrutarían.

jueves, 28 de abril de 2011

Paso a paso

A veces uno siente que todo se ha estancado, o pasa un tiempo tan fructífero que piensa que ya no habrá un tiempo mejor; afortunadamente la vida nos demuestra que todo es evolución y aprendizaje. El mañana solo puede ser mejor, porque tendremos la experiencia sumada de ayer y hoy.

miércoles, 27 de abril de 2011

Stephen King

Este escritor me ha regalado después de mucho tiempo de sequía lectora, el placer de la lectura. Estoy en una etapa en la que los libros dejan de interesarme a la mitad, justo cuando comienzan a repetirse y reiterarse, o llevarme a lugares comunes y predecibles, en ese momento sé que no puedo más y los dejo por cansinos. A estas horas, y siguiendo esa misma regla de tres debería dejar de escribir en este blog, que también se me repite como el ajo, sólo que escribiendo ilumino zonas oscuras que me permiten aprender y avanzar; se me descarga la energía negativa, por eso no dejo de escribir aunque lo quisiera, es un modo silencioso de sanación.

Mientras escribo es el único libro de Stephen King que he leído porque no puedo con los libros de sangre e intriga a partes iguales, o eso creo, aunque es algo que constataré porque el modo en que escribe este hombre me atrapa. Este libro viene a ser un breve resumen de su vida, y otro de esos libros que quiero comprar, un libro valiente que afronta sin miramientos sus errores y aciertos y sobre el que subyace su amor a la escritura, que viene de la lectura. Stephen king hace una afirmación, para ser buen escritor solo es necesario leer cuatro horas y escribir cuatro horas... Y tener aptitud, si eres bueno puedes ser mejor; pero si eres malo nada hará que seas bueno, y si se dice nada es nada. Es lo que viene a decir. Y que escribir una historia es semejante a desenterrar un fósil, todas las piezas están ahí, pero tienes que tener mucha paciencia y mucho cuidado para extraerlas y encajar cada una en su lugar, al menos así lo entendí, y le creo. Es un libro de 219 páginas, de modo que resumirlo brevemente es dejar fuera muchas partes que se deberían leer, porque dentro de un cuadro no todos destacamos lo mismo, o no a todos nos sirven las mismas cosas. La parte en la que cuenta el modo en que le brotó la escritura y el modo en que llegó a publicar es apasionante sin duda, también lo son los líos en los que llegó a meterse y la impresión que le causaron algunos de los profesores que tuvo en la escuela :)

Su modo de crear y el mío son muy parecidos, su modo de entender la escritura y el mío también; pero hasta ahora nadie había asegurado que este método sirve para crear y publicar, para escribir y mejorar, de modo que me ha regalado un atajo: puedo relajarme y dejarlo estar. Volver a crear sin preocuparme, es decir: volver a escribir como lo hacía antes, comenzando y sin saber a donde voy, del mismo modo en que escribí Multiplicado por mil, sin saber donde llegaba de una página a otra, o donde estaba el final, que solo supe justo en el instante en que llegué. Sin esquemas, sin estudios, sin objetivos...solo el placer de escribir y descubrir lo que la historia misma pretendía contarme. Es así como disfruto, y según él la manera de sorprender al lector, porque se lleva la misma sorpresa que el escritor, que no sabía como era la historia hasta que la escribió. La extrajo como un fósil de la tierra. Hay escritores que afirman que si sabes como es el final no lo escribes, y creo que es verdad, hay varios finales que ya se como son y han quedado inconclusos, me da pereza escribirlos aunque sé que deben ser justo así, y aunque con treinta páginas puedan completarse, esas treinta páginas se me hacen tan cuesta arriba que ni me pongo a ello. ¿Raro verdad?, raro pero sucede.

Dentro del libro viene un fragmento escrito, y después ese mismo fragmento ya corregido, para mostrarnos la forma en que corrige sus textos. Es algo muy aclaratorio y al fin alguien me ha dado una idea de corregir, algo en lo que me terminaba cargando novelas muy largas. Después que ya te sabes la historia es muy sencillo que al releer te aburras y hagas podas que la dejen temblando, y que lo sepas y lo dejes estar: a un lado una historia de 300 páginas y al otro una de 80, y ni una ni otra te convenzan, que las tires a un cajón y te niegues a mirarlas, y comiences otras esperando una suerte mayor, o saber más, o que todo surja como tú quieras. Ahora sé que un día las rescataré una por una y las corregiré, porque ya entiendo de que va eso de corregir... lo del talento ya es otra cosa. Stephen King viene a decir con otras palabras lo mismo que me dijo Carlota: El arte no se aprende, o lo tienes o no lo tienes. Si hablamos de gramática y demás, eso si puedes aprenderlo, pero si no tienes arte no tienes nada.

Termino con una frase de Stephen King que viene en este libro y he subrayado a lápiz:

"Yo, si quiero, puedo escribir a sangre fría, pero me gusta más cuando es algo fresco y quema tanto que casi no se puede tocar".

No puedo estar más de acuerdo, es más, si no quema no merece ser escrito, debería tirarse a la papelera, es a eso a lo que yo llamo urgencia. A eso me refiero cuando digo que mis textos brotan porque son urgentes, no pueden ser no escritos porque su misma urgencia les exige salir de la zona oscura y transformarse en letra. Poco les importa llevar la razón o no, ir bien conjuntados o no, quieren ser y en ello les va la vida.

Mientras escribo es un libro que yo busqué en una biblioteca haciendo caso de una recomendación, una muy buena por cierto, la dejo aquí:




martes, 26 de abril de 2011

...Viene del anterior

Seguimos en el mismo escenario, la niña de rizos dorados mira a su padre y le suplica encender una vela, él solo dice un no rotundo que ella no acepta. Quiere encender una de las velas que brillan en la penumbra bajo la imagen de la virgen del Carmen. La iglesia está tan oscura que todas las velas relucen como las velas de su segundo cumpleaños en el que pidió un deseo y se le cumplió, solo quiere comprobar si en el interior de la iglesia también sucede. Y ante la negativa solo le resta hacer una pregunta:
_ ¿Y si te pongo ojitos papá, me dejas encenderla?

Esta frase pronunciada por una niña de tan solo tres años de edad, debería preocuparle a cualquiera. Por la forma en que la pronuncia "poner ojitos" ya le ha dado resultado más veces, de modo que algo se le está enseñando mal, y en los casos de hipersensibilidad aguda se sentiría un leve escalofrío al escucharla por casualidad. (Pongamos la versión que no era y sigamos).

_ Vale, anda, pero solo una_ le da una moneda a la niña y espera a que la encienda.

La niña echa la moneda por la ranura y al instante la vela que ha encendido parpadea. Pide un deseo en espera de que se cumpla, es algo que para ella tiene verdadero valor, y quiere creer que se cumplirá. Se queda un rato contemplando como el pábilo se mece hacia los lados y mira de reojo todas las imágenes de la iglesia, intenta familiarizarse con ellas por si su deseo se cumple, y quiere volver otro día a pedir otro. Levanta la cabeza hacia su padre y le anuncia que ya se pueden ir. Han sido tres minutos de reloj y una inversión de diez céntimos de euro. El deseo que Alma ha pedido es tan fácil de cumplir que se cumplirá, a su madre se le pasará el enfado de que no haya querido recoger los juguetes que había esparcidos por la casa antes de irse. Y para cuando vuelva a casa ya ni se acordará, porque estará ultimando todos los detalles de la cena. Le preguntará que tal le ha ido el paseo y escuchará con interés todo cuanto tenga a bien contar, y se reirá una por una de todas sus ocurrencias.

Alma añadirá la frondosa iglesia a todos los lugares que quiera visitar. En penumbra o iluminada será un lugar donde el silencio la invite a pensar. Donde el arte de belleza antiquísima detendrá el tiempo con solo entrar, y donde pedir un deseo capaz de cumplirse la pueda esperar. En ese día y con solo saber escucharla se le habría concedido a Alma el valor supremo de la esperanza. La esperanza que en años venideros la puede salvar mientras espera un milagro verdadero, uno de esos milagros donde todo cuanto cabe es esperar.

domingo, 24 de abril de 2011

Silencio sagrado

Faltaba una hora para la procesión. Ella entró en la iglesia, que como siempre estaba en penumbra y se sentó para admirar de nuevo esas obras maestras contenidas en cada centímetro cuadrado de su interior. La última incorporación mundana le dio la risa, un cajetín cuyo letrero rezaba: 1 moneda de euro ilumina durante 5 minutos la iglesia. Un reclamo al que los turistas, ávidos de contemplar tanta belleza nunca se podían negar, Ella no, porque se sabía de memoria cada detalle y solo entraba para pensar. Intentaba saber si había un mundo después del mundo, y cosas no distintas a esa; entraba porque la paz litúrgica se le colaba muy dentro y porque las imágenes santas eran de tal belleza y tal sufrimiento que al tiempo en que la escalofriaban por dentro por su realismo, la envolvían con su halo divino de santidad y siempre le quedaba algo de eso durante muchos días cuando se iba.

En los alrededores de la antiquísima iglesia estaba la playa, con sus gritos y juegos, con la arena ahuecada de huellas y las olas de espuma que vienen y van dejando su marca en los bordes. O el paseo de la playa lleno a reventar de turistas laboriosos como hormigas obreras, sus ropas desenfadas, sus cámaras digitales, móviles sonando, o mp4 ruidosos...de esa algarabía con solo empujar una puerta de pesada madera se pasaba a un mundo insonoro. De tanta luz que dolía a los ojos, a tanta penumbra, de tanto jolgorio a tanta paz; en ese contraste Ella se quedaba muy quieta, observaba y pensaba en el todo y la nada, agradeciendo cada centímetro cuadrado de antiquísimo arte, disfrutando incluso de esos cinco minutos de iluminación que de vez en cuando alguien añadía para susurrarle al otro todas las impresiones que el lugar le causaba, y que siempre eran las mismas, explicado en lenguajes distintos.

En medio de esa paz infinita, se escucha la voz de una niña de apenas tres años:
_ Papá, ¿puedo encender una vela?
_ No.
_ Anda, déjame que encienda una vela. Solo una.
_ Alma, ya te dije que no.
La voz de la niña, entre esperanzada y rota se afina hasta el tono más dulce de todos los posibles y hace una pregunta:
_ ...¿Y si te pongo ojitos?

Ella no ha visto a la niña, tendría que girarse y ser lo más descarada del mundo para verla, pero se pregunta a sí misma que clase de padre le negaría a una niña tan amorosa el placer de encender una vela falsa por solo diez céntimos. (Falsa porque es una luz parpadeante que imita una llama y que después de un tiempo estipulado se apaga).

_ Ya te dije que no. Vamos, anda_ los pasos apurados se escuchan mientras cede una puerta.


Ella se aguanta las ganas de levantarse y depositar en la manita de aquella niña una moneda, para que encienda muchas velas a la vez. Pero no lo hace quizá por cobardía, no porque esa moneda no pudiese comprar una de las ilusiones más hermosas de ver.