Hace meses que la televisión empezó a verse de color verde, a Ella no le preocupó en absoluto, si algo le sobra es la televisión actual, tan chismosa toda ella y tan alejada de la verdad de lo que ocurre en el mundo incluso para los temas más serios, esos que atañen a todos los ciudadanos. Por eso cuando Sergio se lo advertió por primera vez se encogió de hombros y no varió para nada su actitud, si hubiese sido en otros tiempos quizá ella hubiese sido la más afectada, pero no ahora en que andaba mediopreocupada por temas mucho más interesantes que intentaba llevar a cabo sin saber el modo ni la forma.
La televisión de la cocina, más que nada servía para agriarle las comidas con las últimas noticias políticas, totalmente deprimentes y ajenas a su vida, en que todo se iba encareciendo de forma alarmada, lo que dejaba su sueldo mensual cada vez más comprimido para los gastos necesarios, los de ella y los de toda la gente a su alrededor, porque ser obrero siempre deja escasas alegrías incluso en las conversaciones, siempre tan circulares y tan prestas a rodar sobre si mismas.
Hoy en la mañana su hijo llegó a la habitación a despertarla, al oír su voz oyó también el despertador que sonaba junto a su oreja derecha y ni lo había detectado, soñaba con una tragedia nueva, una de tantas, que quizá algún día se concretaría, esperaba que no.
_ Anda, levántate que ya es la hora.
Eso fue lo que oyó de fondo mientras volvía a dormirse y volvía al lugar de ese accidente como en trance y se quedaba allí hasta que el teléfono fijo sonó y sonó y al descolgar no oyó a nadie al otro lado. De repente se imaginó que su hijo había llamado desde su teléfono móvil para despertarla, algo que efectivamente fue tal que así, y la dejó pensando en una llamada gastada para nada.
_ ¿Qué? ¿Qué te pareció?
_ ¿Que eres imbécil, o que quieres que te diga?
_ ¿No me digas que aún no entraste en la cocina?
_ Pues no, no entré, pero me imagino que voy a entrar a toda prisa.
Y al llegar a la cocina lo vio, una tele envuelta en un plástico blanco, y al verla se exasperó porque supo que procedía de un sueldo precario, y que era algo que ella no se merecía. Entonces tuvo la respuesta y era un sí, eso lo supo al leer lo que ponía en rotulador sobre el plástico blanco:
¡¡Mamá!!
Imagina que es 7 de Enero
¡¡¡¡¡Felicidades!!!!!
Por tener un hijo como yo!!
Después destapó la tele, LCD 26 pulgadas y la miró, no estaba segura de querer tener una tele nueva, casi estaba segura de querer ver explotar la tele anterior y no verla sustituida.
Pero de algo estaba segura, de felicitarse por tener un hijo como él. Que le estuvo enseñando todos los canales que ella no vería, y cómo ordenarlos, algo que ella no aprendería. No al menos mientras siguiera existiendo ese tipo de televisión, donde todo, todo es deprimente.
Después de estas indicaciones corrió al garaje para sacar su coche, y volver a ese trabajo donde tardaría mucho tiempo en recuperar el dinero de ese regalo que hizo a su madre, pero antes de irse tuvo que oír.
_ Gracias por tu regalo, pero cuando te cases te lo llevas a tu casa. Que es tuyo.
Una risa sarcástica se oyó de fondo en cuanto oyó nombrar lo del casamiento. Él era el mismo que había sacado sus teorías acerca de Dios, esas teorías que su madre siempre le recriminaba, pero que eran tan suyas como su piel, y que en el fondo le respetaba. Con nadie había debatido tantos temas interesantes a lo largo de su corta vida.
¡¡¡¡¡Felicidades!!!!!
Por tener un hijo como yo!!
Que bonita frase para cualquier madre, quizá la única frase que contiene dentro toda la verdad.