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viernes, 24 de septiembre de 2010

El eco

No todos los niños tienen la suerte de hacer de los alrededores de la iglesia su zona de juegos, ni de vivir en un pueblo tan fructífero que reúna a diario unos veinte niños que se llevan tan bien que solo se pelean codo a codo por demostrar quien es mejor en cada competición olímpica que se inventan. Quizá haber competido tantas veces y lograr demostrar su rapidez le haya servido a Ella durante toda la vida para no rendirse, para perseverar, para buscar nuevas formas de diversión que conlleven la cercanía a otras metas que la sumen a sí misma como persona, para alentar a otros a trazar sus propias metas y avanzar hacia ellas.
Tal vez le haya servido para sentir como nadie la soledad en las tardes en que ella sola rondaba la iglesia, y para retar al eco, que desde los prados de la parte norte, ladera abajo mostraba tímidamente el mar, allá al fondo, ese eco que resonaba como la voz de un dios que siempre contesta.
Aquel a quien el eco contestó, sabe que no está solo.


jueves, 23 de septiembre de 2010

El otoño

Se desmelena de hojas secas
se sacude los calores de encima
cierra antes sus pestañas
de luz diurna.

Riza y oscurece los mares
pliega las flores del campo
hasta la primavera,
agita los vientos.

Acorta las tardes,
le pone gafas oscuras al sol
suma las horas de la ropa
en el tendedero.

Me vuelve paso a paso
toda mi melancolía,
agitando las hojas de escritos
prestos a corregir

señalando sus mil una faltas,
enfocando las hojas blancas
que aún tengo que rellenar
en el tiempo de una vida.

El otoño siempre exigente
devuelve a su sitio
al verano arrollador
como un hermano

disciplinado que después
de sus largas vacaciones
regresa a casa
imponiendo orden.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Rizando el rizo

Presentarse a un concurso literario es sencillo, presentarlo debidamente corregido ya es otra cosa. Enviarlo a corregir es sencillo, tener el ánimo de que alguien muy profesional te lo revise, es algo bien distinto. Tener la conciencia de que algo que has escrito es muy bueno en el sentido en que ha influido positivamente sobre ti suele ser algo obvio, el modo en que pueda influir en el ánimo de los demás en todo caso dudoso. Saber que has puesto a su disposición todo cuanto has podido es indiscutible, pero subyace así y todo el convencimiento que pasado el tiempo puede mejorar, y eso hace que no te lances a decidir nada, en espera que se cumpla ese margen de confianza que te has dado a ti mismo.

Todo esto lo sabe muy bien Silvia Adela Kohan, y lo deja muy claro en el último libro que he adquirido a precio de café con leche de cualquier cafetería de hoy: Claves para publicar tu libro. Lo encontré en un hipermercado dispuesto a eliminar libros sueltos de sus estanterías, y resume lo que puedes hacer con tu relato, sea del tipo que sea, para intentar publicarlo.

Siempre me traigo a casa lo que estuve buscando durante mucho tiempo, el único requisito es hacerlo a un precio que no me deje remordimientos, porque ante todo una ama de casa si algo sabe de la vida es que su oficio es únicamente ese, gastar en sí misma lo imprescindible, ya que el mantenimiento de una casa y los imprevistos son exigentes de por sí. Y además no todo lo que parece necesario realmente lo es, así que los muchos años de su oficio hacen que sea eficaz, entre otras cosas porque no tiene más remedio. En este libro se aconseja eliminar todo lo que no aporte nada al conjunto del escrito, pero este inciso que hago voy a dejarlo aquí a modo de reflexión en voz alta, porque es tan importante un sueño como una realidad, y ni uno ni otro deben volvernos locos.

En Claves para publicar tu libro se encuentra todo lo que una vez intenté reunir, información sobre concursos literarios- apunta que si se quiere ganar algo al comenzar que se apunte bajo; a ver quien puede- la información que se debe presentar, direcciones de editoriales, de agentes literarios, asociaciones de escritores, autoedición, fraudes frecuentes, donde registrar tu obra, modo de corregirla, fallos frecuentes en la unidad del escrito, condiciones que debe reunir un buen manuscrito, la importancia de un buen título...resumiendo, cualquier duda que se plantee se resuelve aquí con una claridad digna de elogio.

Y apunta lo que me ha espoleado para hablar de este libro aquí, un método casero para demostrar la autoría de una obra, y quede claro que lo apunto tal cual:

Se introduce el manuscrito en un sobre y lo enviamos a nuestro nombre y a nuestra dirección postal por correo certificado. Una vez recibido el sobre, no abrirlo y conservarlo. En caso de plagio y juicio, la fecha de envío demostrará que nuestra obra es anterior a la registrada por el plagiador.

La pregunta es donde mantener a salvo de curiosos nuestros sobres cerrados, y adelanto que es el único detalle que no aporta, o al menos que no he encontrado :(

martes, 21 de septiembre de 2010

La enfermedad del olvido

Hoy se celebra el día mundial del Alzheimer‎ y no voy a entrar a valorar lo que es la enfermedad que más o menos a todos nos ha tocado de cerca. Todos hemos compartido nuestro tiempo en mayor o menor medida con alguien que ha perdido la memoria, y nos hemos maravillado de esa inocencia pícara del anciano que hace sus travesuras de muy mayor. Que nos mira tras haber escondido su tesoro, tan nimio como pueda serlo una servilleta de papel con un dibujo de hojas, en un bolsillo cualquiera donde pueda rescatarlo para mirarlo a solas.
No quiero recordar todo lo malo de esta enfermedad, porque en general prefiero subrayar lo bueno, aquello que siempre me ha conmovido y es la certeza de que antes de conservar memoria para un abandono, prefiero olvidar la compañía. Egoístamente, pero lo prefiero, antes que me olviden prefiero olvidar, la experiencia me dice que allí donde hay un enfermo de Alzheimer‎ hay una persona muy bien cuidada. Hablo de la experiencia que yo viví, consciente como siempre de que en el mundo hay de todo.
Era adorable el modo en que Catalina cuidaba de las plantas, cuando no sabía cuidar de ella misma. Arrancaba con cuidado las hojas marrones y colocaba las flores, quitaba alguna hierba perdida y después arrimaba su nariz para aspirar su aroma. Podía pasarse horas enteras en el jardín, perdida en sus pensamientos, con el sol acariciando su piel y un gorro cualquiera sobre la cabeza. Esa estampa me ha quedado cuando la recuerdo, su pelo blanco de nieve, su cuerpo rechoncho, su poca estatura, su cara de luna y esa sonrisa beatífica con que solía escuchar todas las palabras. Le encantaba que hablasen con ella, tal vez porque en medio del silencio interior las palabras sonaban a música y eran capaces de otorgarle por segundos una clase de entendimiento que no acertaba a explicar; se transmitía en la luz de sus ojos.
No voy a decir que sus últimos años fueron felices, porque no puedo saberlo, pero transmitía una gran paz. La misma que dejó tras ella cuando se fue, porque la sabíamos encerrada en un laberinto de noventa años donde no habría querido estar. Pero tal vez se halle una gran suerte en el hecho de perder a un hijo en terribles circunstancias y no enterarse. Tal vez la enfermedad del olvido fue lo mejor que en esos últimos tiempos le pudo pasar. Un ahorro de millones de lágrimas que no tuvo que llorar. Sus sonrisas extasiadas ante el prodigio de cada flor nueva, a todos, incluso a ella misma nos sirvieron de más, era nuestra calurosa bienvenida particular, sin llegar a reconocernos nos conocía, del modo en que nunca dejó de reconocerse en el espejo para acicalarse. Nunca se dejó de acicalar, o de alisarse la ropa al levantarse del sillón, o de abrocharse con esfuerzo un botón descuidado que de pronto nos enseñaba su enagua tan nívea como su pelo, y de ruborizarse como una niña por ello. Una niña de noventa años imposible de olvidar.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ana de las tejas verdes

Es la historia de una niña huérfana llena de fantasías que un día abandona el orfanato para ir a vivir con Matthew y Marilla, dos hermanos solteros de avanzada edad que han decidido adoptar a un muchacho que les ayude en las agotadoras tareas de la granja. Anne se enamora de Avonlea nada más llegar y ante su radiante entusiasmo Matthew no puede hacer otra cosa que llevarla a casa y dejar para Marilla la parte cruda del asunto, decirle que ellos esperaban un chico, y que no hay lugar para ella en ese hogar.

Megan Follows borda el papel de Anne Shirley, pero los demás actores de esta serie no se quedan atrás. Los paisajes son desbordantes, lo mismo que el vestuario y la banda sonora, parece que ni un solo detalle se les haya escapado. Te sumerges en otra época tal como si formases parte de ella y por más veces que puedas verla no deja de sorprender ese mimo con que parece haber sido rodada.

Ahora sé que hay cuatro dvds de esta serie, me los encontré en la biblioteca revolviendo entre las películas - que las hay pésimas por cierto-, y que no tienen edad, porque siempre que las he recomendado a personas muy diferentes entre sí me han confirmado lo mismo que cuento. Que es una historia magistral, una de las que no se olvidan. Perfecta para una tarde cualquiera, pero si debiera escoger, una tarde de invierno de lluvia y viento, frío inmaculado y cierto desánimo; es ahí donde brilla más. En una tarde en familia donde todo lo que cabe es soñar.




viernes, 17 de septiembre de 2010

Que lástima

En el amor como en la ropa,
allí donde ya se ha remendado se vuelve a romper.

Begoña



Mi mucho desconocimiento del mundo de internet me lleva a temer bastante eso de enlazar, pero este vídeo me parece uno de los mejores que tiene Alejandro Fernández. Se cuenta que el rodaje estaba preparado en un bajo en obras, pero fue inevitable que se corriera la voz de que él estaba allí. La gente se arremolinó para verlo y el final de este vídeo nadie se lo esperaba. Les quedó genial
...eran otros tiempos...


jueves, 16 de septiembre de 2010

Un sueño de tantos

Cuando comencé a la escuela en serio, recuerdo que dibujaba casitas, flores, nubes, montañas, soles y lunas en los cuatro márgenes de las hojas de todas mis tareas. El profesor -que una vez me rescató in estremis de ser atropellada por un autobús cargado de escombro, evitando que mi vida finalizase a los siete años por jugar con mis amigos al pilla- pilla-, al principio se quedaba a mirar lo que había dibujado con cierto desconcierto, pero con el tiempo, tal vez porque la variedad de dibujos eran más bien repetitivos llegó a irritarse y a prohibirme esa manía que jamás había observado en alumno alguno. A partir de ahí me reservaba la página final para la ilustración, pero ya no tenía la misma gracia porque los consideraba parte de ese aprendizaje de números tan ajeno a mí, nunca me ha gustado la frialdad de los números en comparación a la inmensa calidez de los abecedarios repetidos hasta el infinito.

Como mala estudiante me arrepiento de todo aquello que no hice en su momento, porque hay una edad para aprender, para encauzar el futuro, para utilizar las energías innatas y para completar el proyecto vital. Ahora lo veo así, y aunque jamás volvería atrás los relojes para recuperar el tiempo pasado, sé, con la conciencia que otorgan los años que si ahora tuviese de nuevo siete intrépidos años me buscaría lugar en una clase de pintura para aprender a dibujar. ¿Porqué?, pues por todo lo que viene de un lugar que no se acierta a concretar, porque sí. Porque a día de hoy me gustaría haber aprendido más y haber retenido en la memoria todo aquello que olvidé porque jamás llegué a entender del todo a falta de motivación.

La vida me ha dado la posibilidad de traer al mundo a alguien con verdadero talento dibujante que jamás quiso desarrollar esa aptitud, pero que me ha dejado enmarcar muchos de sus trabajos de clase de dibujo. Ese es el premio con que me quedo, en espera que dentro de algunos años por un deseo interior decida dedicarle tiempo a su talento.

Sabiendo que la vida ofrece todo tipo de posibilidades para sustituir el "pudiera ser" por el "es ahora mismo" no voy a quejarme, porque quejarse solo aporta debilidad y el objeto de la vida es realizarse. A lo largo del tiempo he aprendido una sola cosa, todo está, solo hace falta buscarlo con fe y se encontrará. A veces cuando menos te lo esperas.

Si yo supiera dibujar tal vez jamás hubiese dibujado algo tan bonito como lo que aparece de principio a fin de este blog, pero me gustaría soñarlo. A fin de cuentas soñar es gratis, y la mayor riqueza que se puede atesorar. ¿O acaso no?