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lunes, 21 de junio de 2010

Palabras que curan

Siempre digo que no soy egoista, me gusta pensar que no lo soy. Estas palabras acaban de curarme. Ella es mágica o al menos siempre me lo parece.

Verano instrucciones de uso: Care santos

Para no olvidar



Uno nunca sabe aquello que nunca olvidará hasta que sucede, eso es lo único que se me ocurre decir después de leer la noticia que aún me tiene sacudida después de un fin de semana en que parecen acumularse todas las calamidades. La cosa es así, viajas a un lugar al que hace tiempo que no vas y te cuentan las últimas novedades,que resultan ser enfermedades, muertes inesperadas y desgracias. Así casi todo un día y aunque no puedes con la vida, la gente sigue con el tema hasta que sentada a la mesa ante tu última taza de café descafeinado, y sin darte cuenta de tan sumido que andas en tus propios pensamientos exclamas: ¡Aquí no queda nadie!
Es un grito silencioso porque recuerdas que todo lo que le pasa a otra gente te puede pasar, y no podrás hacer nada, y te tendrás que aguantar, y superarlo como puedas; o vivir cada día sin haberlo superado. Lo que sea.
Las dos personas que te han escuchado con claridad se parten de risa, las otras dos que mantenían la conversación siguen a lo que estaban, y tú no estás, tú solo piensas en como lograrás quitarte ese humor extraño que te lleva asaltando todo el día ante tanta calamidad. Y es entonces cuando las risas te sacan de ese lugar donde estabas y te explican esa conclusión a la que has llegado por ti misma y el modo en que lo has dicho. Es entonces cuando sabes que has resumido tantas palabras como te han pasado por la mente sólo en cuatro. Eso sí que es resumir.

...Y para resumen un mínimo rectángulo en el periódico de ayer, tal vez porque no hay palabras que se puedan añadir: Una mujer de treinta y dos años y su sobrina de ocho mueren atropelladas en Burgos. En el momento del siniestro la niña se dirigía a la iglesia para recibir la primera comunión.
A veces uno se pregunta donde está Dios, y no sabe qué pensar. A veces uno no sabe cómo recuperarse de las cosas que oye, las que ve, las que lee o las que siente. Son días extraños en sabes que te sumirías en el más grande de los silencios y contemplarías el mar hasta cansarte, porque no hay palabras, no hay letras, no hay cantante; ni hay Dios que te acompañe. Sabes que sólo el silencio rumiado te devolverá a ti. Y que en muchas partes del mundo por distintos motivos hay mucha gente que hoy está igual que tú, y que todos los pensamientos confluyen en el aire.

Frase



Pierde una hora por la mañana
y te pasarás el resto del día corriendo tras ella

domingo, 20 de junio de 2010

Algo muy emocionante que sucedió ayer

No me considero cotilla y si alguna mujer me cuenta el último cotilleo que sabe de su trabajo, su familia, su círculo de amistades o lo que sea, me quedo escuchando la mitad de las veces por cortesía hacia esa propia persona que me cuenta algo que la dejó perpleja. Juzgamos demasiado, esa es la verdad, y ninguno sabemos cuales eran las circunstancias personales reales de esa persona que ha hecho eso, lo que sea. Separarse, rejuntarse, enamorarse, desenamorarse...porque a fin de cuentas los cotilleos van de eso. A mi yo persona, todo eso le da lo mismo, sin embargo a mi yo aspirante a escritora le encanta porque siempre hay un personaje de los míos en un ay al que puedo colgarle algo de esa conversación y lo veo enseguida, eso me hace una buena escuchadora aunque sea cuando un cirujano detalla su última operación de apendicitis. Todo me interesa porque todo lo puedo utilizar, eso lo hace útil. Aunque no siempre, porque se escuchan sentencias deprimentes por ahí.
Pues bien, no me considero cotilla, pero ayer después de haber sido invitados a una fiesta de pueblo y recorrer taitantos kilómetros de carretera por parajes asturianos divinos de la muerte, nos detuvimos en un bar de carretera a tomar un café y estirar las piernas.
Observo todo con ojos de pintora, de modo que todo lo disfruto, el color del mobiliario, la disposición de las botellas, los pequeños detalles aquí y allá, las grandes cristaleras, la chica casi sin dientes que nos atendió y que de repente pregunta en voz alta ¿Qué disco me dijiste?
_ El de Alejando Fernández.
_¿El disco de quién?

El hombre que lo había pedido al ver que la chica con quien hablaba no tenía ni idea de quien era ese cantante fue hasta ella y se lo señaló con un aire de felicidad contenida, porque estaba a punto de tener a su cantante favorito cantando a viva voz en la cabina de su camión.
Yo ni siquiera lo había visto en el expositor, el disco era 15 años de éxitos, y yo lo tengo, es superior. De modo que me alegré por sus horas de paz envuelto en atascos, agobios varios, soledad, lejanía familiar, y todo lo que uno puede llevar consigo en su rutina diaria cuando conduce un camión gigante.
El hombre recogió su disco con una enorme sonrisa y volvió junto al chico con quien conversaba, mirando las canciones con interés mientras él le hablaba.
Mi yo persona humana de la pradera; mi yo real se sublevó, y si tuviese el poder de la embrujada esa que detiene el mundo, hubiese dado una palmada y detenido el mundo para preguntarle a ese hombre qué canciones le gustan más. Si va a ir a Oviedo a verlo el 15 de Julio tal como Mua o qué cualidades de Alejandro Fernández le gustan más.
Si es el hecho de que escoge las canciones porque sus letras tienen que apretujarle el corazón o arrancarle unas lágrimas para que sepa que es esa y no otra la que quiere grabar, porque es la señal inequívoca de que podrá cantarla treinta años sin dejar de sentir esa emoción misma del primer día.
O si como Cristian Castro admira esas pedazo piernas que ya quisiera para él. O si como yo lo admira absolutamente todo, hasta el trozo de aire que se mete entre pecho y espalda para devolverlo al mundo envuelto en la mejor voz. Vamos, que el hombre del disco era lo menos parecido a un latin lover, que si no mi controlador particular me hubiese montado un pollo por mi manía de radiografiar a la gente que de pronto me emociona.
El hombre se terminó su café y se despidió con un apretón de mano del chico con quien estuvo hablando, un camionero al que seguramente llevaba años sin ver, cogió su disco superilusionado y se fue rumbo a su camión. Y yo pensaba qué suerte viajar por el mundo con tu música preferida. Es una suerte. Yo lo constato cuando voy sola con mi media mitad en coche a donde sea. Es lo más que alguien te cante exactamente lo que tú pudieras pensar, mientras andas ocupada mirando el mundo con tus ojos de pintora traductora a palabras. Un trabajo que necesita mucha concentración y te hace algo alelada en ocasiones, cuando en realidad tienes orejas, pero te has quedado sin oídos, y alguien te recuerda lo sorda que estás y lo irritante que a veces es hablar contigo que siempre respondes: lo siento, no te escuchaba, estaba mirando ese tono de verdes de aquel eucalipto. Es sensacional.
Esos ojitos verdes que suelen mirarme desde el volante con instinto depredador y una eterna sonrisa me pellizcan el corazón, y sé que veintitrés años más serán un ciclón fugaz y ese instante una instantánea feliz en el pozo de los recuerdos que un día serán rescatados con enorme nostalgia.
Sé lo mucho que me gustan esos momentos de felicidad porque está el lado crudo, esos adolescentes que se suben al coche y dicen: Ah,no. No soporto las dichosas trompetitas, así que ya me vas quitando eso, que estoy que me crujen los sesos de escuchar siempre lo mismo. Esa es la versión adolescente femenina.
La versión adolescente masculina es: no sé cómo puedes escuchar a ese tío, es deprimente. Si te fijas todas sus canciones son de hombre abandonado que va por ahí penando por su gran amor. Quítame eso, no lo soporto, y me da igual que conduzcas tú o conduzca yo. No lo soporto y punto.
Como madre de cuarenta años entiendo algo: algún día no estaré. Tal vez un día de pronto les deje solos, y esas canciones que ahora no quieren escuchar les dirán con esa voz y esa cadencia todo lo que yo les quise explicar. Y en todas ellas encontrarán las vitaminas que su alma necesitará para reencontrarse conmigo. Claro, si es que después de haberme perdido definitivamente de vista les apetece :)
Por cierto desde esta entrada dejo una canción: A manos llenas, canta Alejandro Fernández.

sábado, 19 de junio de 2010

Sobre edición

Encontré un post interesante sobre edición, lo dejo aquí


para quien quiera ojearlo detenidamente. El panorama está como está y es bueno saberlo. Porque los imposibles a veces son más que imposibles y es bueno recordarlo.

viernes, 18 de junio de 2010

Marea de pensamientos

Me gusta retar al destino, esa es la verdad, le he retado montones de veces y me ha respondido. Le sigo retando porque es una costumbre demasiado arraigada pero le temo, le temo porque siempre me escucha. Me lo ha demostrado tantas veces que sobra enunciarlas.

La vida es lo que sucede mientras intentas hacer otra cosa, dijo un sabio, pues fue tal que así, yo escribía otra clase de texto cuando me fui llenando de palabras que desembocaron en esas veinte páginas que iba a enviar a concurso. Nunca las envié porque una editora me dijo que a las tres faltas de ortografía se descalifica un texto, y así no hay forma, lo que a mi lo que me gusta es escribir y si algún día soy lo bastante buena tendré mi propio corrector: eso pensaba mientras me sentía tan estirada de solo pensarlo como un palo de escoba, y resulta que tal vez no necesito un corrector, tal vez sólo necesite lectores capaces de se seguirme aunque me coma una tilde, aunque me coma una coma, o patine de una forma lastimosa.

Internet es un medio en el que puedes leer lo que quieras con solo hacer clic, y tiene una ventaja, con sólo un clic puedes llenarte de basura o limpiarte el alma. Tú decides.

La marcha de Multiplicado por mil, va lenta porque me sucede lo de siempre, era un escrito ajustado a veinte páginas y se me queda corto para explicar lo que quería explicar, de modo que al no tener margen de páginas, ni de tiempo de entrega voy a explayarme sin saber bien que rumbo tomar, y con un solo compromiso, zambullirme en la escritura como siempre, respondiendo a ella del modo en que llega y esperando que sea un ejercicio sobre todo de reflexión. Tal vez lo escrito en sí mismo no resulte gran cosa al final, pero el proceso de esas páginas será un aprendizaje apasionante. Y una duda interminable, y una liberación infinita y una responsabilidad y un temblor insoportable; y un modo de estar viva y demostrarlo, y un esperar a que los noticiarios no me asalten con el deseo irrefrenable de abordar una temática que seguramente se me escapa y mucho. Creo que las veinte páginas originales serán mejores que el resultado de esas otras que vayan a salir, pero no puedo saberlo ahora. Sé que cuando quise copiar la historia tal cual estaba escrita se me resistió, y el resultado de momento es este, un volver a empezar y un camino lento. Vamos, lo de siempre. Siempre creo que algo es aceptable hasta vuelvo a remirarlo y vuelvo a corregirlo, y vuelvo a comenzarlo y se me queda grande, y lo dejo reposar, y vuelvo a reescribirlo...

jueves, 17 de junio de 2010

Recordando una conversación de hace muchos, muchos años

Todos conocemos personajes deprimentes, eso está claro. Lo malo es cuando no nos queda más remedio que lidiar con ellos aunque sólo sea de vez en cuando, por las circunstancias que sean. En estos casos la memoria nos traiciona y lo queramos o no, ella nos hace aún más patético el hecho de tener que aparentar normalidad delante del susodicho, al que sin duda recordaríamos algún detalle, si con el hecho de recordarlo le fuesemos a volver alguien de provecho. Algo que en este caso es que no. De modo que nos guardamos la saliva, sin olvidar que aquella vez también tuvimos razón, aunque se empeñasen de tal forma en quitarnosla.

En aquel entonces se había inundado Alicante y ante las imágenes que ofrecía la televisión comenté la gran calamidad que era que pudiese pasarnos algo así en Asturias. Por eso, porque todo lo que le pase a un ser humano hace que pueda ser posible que me pase a mí en su día, es mi ley de probabilidad probable, a veces intransferible cual huella dactilar.
Entonces el listillo de turno, Agapito me miró como quien mira a una estúpida de remate (no es nada personal, se siente tan superior que mira así a todo el mundo, y eso no me consuela, me da fe de que es alguien a quien no vale la pena mirar, y en lo posible lo hago. Me han acusado de borde alguna vez y lo soy y mucho. La gente la divido en buena y mala, y si eres de los malos: no me interesas para nada. Soy así)
Pues eso, Agapito me miró, feliz de tener a quien dar unas puñaladas al fin y me dijo con su suficiencia supina. "Esto aquí jamás pasaría. Aquí hay buenos alcantarillados. Allí sucede eso porque están más bajos los pueblos que la mar".
Soy asturiana, pero estoy segura de que somos idénticos a todas las comunidades del mundo mundial, y lo defendí. Hice hincapié en los litros llovidos aquella noche y apunté que aquí si lloviese tanto estaríamos igual, no en las zonas altas, pero en alguna sin dudar.
Agapito me miró con más aire de insolencia todavía y volvió a decirme que aquí somos otra cosa, que somos lo más y que aquí NUNCA PASARÍA.
Yo le dije eso tan manido de nunca digas nunca jamás. Y desde sus treinta y tantos años de camionero viajado y aprendido zanjó el tema. No sin que yo le dijese que ese tema lo volveríamos a tratar cuando asturias se inundara de verdad. Han pasado quince años de aquello o más, y desgraciadamente ha ocurrido. Tenemos un alcantarillado fatal...
Este finde voy a ver al tal Agapito. Se lo podría recordar. Pero creo que paso. Sobre todo por una razón: no me gusta tener la razón, ni recordar lo que no vale la pena ser recordado. No soy como él, no me gusta la leña de árbol caído.