Decir ama de casa es resumir muy cortito la trayectoria de una mujer que sacrifica todo por su casa. La que cuando le preguntan a que se dedica dice que a nada, la que cuando le preguntan en que trabaja dice que en nada y la que cuando persigue un sueño no encuentra quien la apoye y tiene que apoyarse en su propio sueño para intentar lograrlo aun a sabiendas que muy pocas mujeres, o ninguna con sus estudios pudieron cumplirlo. Decir ama de casa es resumir lo que fueron todas mis antepasadas mujeres, mujeres que cada cual a su manera intentó enseñarme mi oficio actual, pero que no pudieron de ninguna manera hacer que me conforme con estar en mi casa sintiéndome plena por limpiar y ordenar todo el día, por planchar y cocinar, por esperar a que todos lleguen y llenarme este vacío vital que solo me llena el escribir. Que me llena o me vacía no lo se, a veces creo que lo uno o lo otro, según el día.
Ya no suelo decir a nadie qué escribo, qué corrijo, o qué encuaderno. Ya no suelo hablar de los concursos a los que me presento o qué pasos sigo, he vuelto al comienzo, a escribir en silencio, a buscarme horas mías para escribir, y a esperar el momento exacto de maduración de los temas para volver a ellos. Intento que no acaparen toda mi vida y todo mi pensamiento y en ocasiones no lo consigo, hablo en sueños, me río en sueños y sigo viviendo en sueños esa parte que es mía también y que nadie acepta. Una habitación propia decía Virginia Wolf en un libro del que yo esperaba más, no es necesaria una habitación propia, hace falta la férrea voluntad del esclavo feliz de ser esclavo si esta afición te pilla siendo una ama de casa a la que nunca le ha gustado estudiar. Hace falta mucho más y al tiempo no hace falta nada, porque lo quieras o no forma parte de ti como el color de tu pelo y tu piel y es algo que no se irá. Volverá a ti como tus propias canas por mucho que las tiñas o tu color terrizo en cuanto se asome el sol y te dé lo suficiente. Nada te librará hasta que puedas librarte de ti misma, es algo que no has escogido, algo que te escogió a ti, esto me lo dijo una vez un poeta y es verdad. La vocación es algo que no entiende de talentos, ni de estudios, ni de aptitudes, nace con la misma naturalidad con que salieron tus dientes, y es por eso por lo que a mí me gustaría poder hablar con todos mis antepasados, sentarlos a mi mesa esta misma mañana de lluvia fina y preguntarles de quién lo heredé, qué hicieron con sus escritos antes de irse, o porqué yo.
De pequeña me encantaba cantar, y me pasaba el día entero cantando por todo el pueblo, todo el mundo me dejó cantar; todo el mundo menos mi abuela paterna que se detenía ante mí y me obligaba a callar. Yo la miraba con todo el odio que una niña de seis años podía albergar y a ella se le escapaban las lágrimas, yo volvía a cantar por todas partes y la veía persignarse como si se hubiese creído que estaba en misa, mientras yo me reía de haberle ganado la batalla porque nadie me quitaría nunca de cantar. En eso me equivocaba, años después cuando me oyó cantar en el coro de la iglesia, volvió a casa diciendo que yo cantaba igual que su hermana, una hermana que llevaba muerta y enterrada casi medio siglo. Estuve muchos domingos sin cantar en el coro hasta que ella misma me pidió que volviese a cantar porque le gustaba escucharme. Después de misa siempre volvía a casa llorando porque yo le recordaba mucho, pero que mucho, y más que mucho a su hermana. Tal vez es verdad, porque hay genes que se escapan a toda amarradura, pero esta mujer con su actitud me hizo creer durante mucho tiempo que yo era una reencarnación, y a ella le doy las gracias por poder creer que se puede nacer después de la muerte. No estoy segura de ello, pero ¿acaso estoy segura de algo?
Dice Care Santos algo muy bonito de su blog: a veces tengo la sensación vertiginosa de que, de todo cuanto he escrito lo único que permanecerá en el tiempo -cuando el papel se haya desecho en polvo -será este blog. Lo virtual sobrevivirá a la tierra cuando el sol la abrase.
Esto me animó a abrir mi propio blog, porque si bien nunca podré ocupar ciertos lugares, sí podré compartir con el mundo todo cuanto quiera a través de esta ventana. Y si estas palabras virtuales sobreviven al tiempo más que las escritas en papel o llegan más lejos, es este lugar precisamente el que siempre he buscado aunque jamás lo ubiqué en la red. Esa es la verdad.