La trastienda del escritor Una vocación y un oficio. Es un libro escrito por Pepa Roma.
Este es un libro que compré a un precio irrisorio y que me hace sentirme muy acompañada cuando yo misma no entiendo qué puede sacarse de escribir siendo yo. Es un remix de entrevistas a muchos escritores de lo más variopinto, en ellas se les pregunta sobre la forma en la que intuyen sus historias, cómo trabajan sus personajes, sus secretos para alcanzar los objetivos en la obra en la que están inmersos, sus experiencias vividas antes y después de publicar, y en definitiva trata el oficio de escritor desde muy diferentes perspectivas. Hay frases geniales que resumen a la perfección muchas cosas que yo he sentido al escribir y que me hacen sentirme menos loca, admito que cuando me surgió no se de donde mi primera novela que es un conjunto de desastres, por cierto, la escribía porque no podía dejar de hacerlo muy segura de que terminaría en el manicomio. Pero resulta que terminé superando una etapa muy difícil de mi vida y lo más importante, aceptándome como soy, porque en el transcurso de sus 326 páginas llegué a la conclusión de que sabía cosas que jamás creí que hubiese aprendido y conseguí darle forma a muchos sinsabores que por medio de esa novela tuvieron justificación. Concluí que si todas esas calamidades fueron en verdad necesarias para crear ese texto podía sentirme feliz; de pronto muchas piezas sueltas encajaron y al tener lugar dejaron de darme vueltas. Esas contradicciones y muchas más caben en este libro.
He sido incapaz de terminar de leerlo porque hace poco que lo tengo, y porque se abra por donde se abra es un compendio de sabiduría.
Me sorprendió leer que Juan José Millás sigue incluso corrigiendo los libros que ya ha publicado. Esto es tremendo porque estaba segura de que la obsesión por la exactitud o la corrección se terminaba al publicar. Pues en su caso no necesariamente.
En el libro se apunta que Freud aseguraba que esos que escriben porque no pueden evitarlo (yo misma lo había leído años atrás y por eso creí que estaba enloqueciendo...) padecen una neurosis compulsiva para la que solo concibe una curación, cortar por lo sano y dejar de escribir. (Pues no, señor Freud, sepa usted que eso me irrita, me frustra, me llena de un enorme vacío y me hace insoportable. Si no escribo no me soporto porque siento que me pierdo la mejor parte de mi vida, porque escribir es ser feliz, sépalo usted, todo feliz que un ser humano pueda ser. Que no quiere decir que uno escriba porque es buen escritor, quede claro...)
Ana María Matute asegura que a veces son más importantes los blancos que dejas por llenar que las propias palabras. Curioso el dato.
Cuando le preguntaban a Faulkner si discutía con alguien lo que escribía él aseguraba que no, que solo tenía que gustarle a él, que con eso bastaba. Que estaba bastante ocupado escribiéndolo y que la única forma de mejorarlo es trabajando. -Qué bueno encontrar alguien con quien me identifico tanto. Lo que me cuesta compartir mis escritos con alguien y aquí estoy, creándolos nuevos para preservar los viejos de todas las miradas. Los que guardo son tan buenos que no quiero exponerlos a las miradas, y cuando los leo que es más bien poco, me hacen inmensamente feliz. El deseo de publicar me surge a veces tan indomable como un caballo desbocado y me irrito conmigo misma porque dudo que circulando por el mundo me hagan sentirme más feliz que ahora que los tengo esparcidos por la casa, aquí y allá y a veces me cuesta trabajo reunirlos todos. Es como si tenerlos en cada rincón de la casa fuese una especie de amuleto, ¿porque si no deberían estar tan al libre albedrío? Creo que eso me da inspiración, quedan como abiertos a incluirse de distinta forma en otro lugar, llegan desde lejos y se renuevan una y otra vez; es algo como eso.
Concluyo con algo que encontré al azar porque ya digo que se abra este libro por donde se abra es una mina de oro. Esta frase es de Vicente Aranda:
Escribir está aparentemente al alcance de todos. Sólo hace falta papel y lápiz; todo consiste en lo mismo, combinar veintiocho letras. Claro que con estas veintiocho letras puedes escribir El Quijote o una mierda.
Esta frase me parece buenísima, pero añado que si lo que estás escribiendo es una mierda y te hace sentirte como el mismo Cervantes, y nadie te publica y no te pagan un duro, ¿acaso importa? ¿Acaso no es lo más apasionante que puedas hacer? Es crearte un mundo exactamente a tu medida, decorarlo, llenarlo de la gente que te apetezca, tener lo que quieras, estar en el lugar que más te apetezca, en el decorado perfecto, en el minuto exacto. Lo siento, si me dejaran todas las horas del mundo a mi disposición las pasaría escribiendo, qué se le va a hacer, cuando alguien me dice que se aburre siento envidia de todo su tiempo porque me serviría para escribir otro capítulo más y nada deseo más que eso. Terminar la novela que estoy escribiendo que me hace flotar en las nubes y sentirme una con el universo. Así es esta vocación, está hecha a medida.