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lunes, 18 de febrero de 2013

Ángeles de cartón

Este libro de Mián Ros, tal como prometí, es lo primero que leo en lector electrónico. Y decir que cuando algo es bueno y lo disfrutas no importa en qué soporte esté, letras son letras de todos modos. Es una de esas historias en las que yo intuía otra historia que no encontré, pero que pese a ello no me decepcionó, lo cual viene siendo raro en mí, que cuando no encuentro la historia que quiero me pongo muy pesadita y lo termino dejando. Me gustó más la historia que me contaba y la forma en que estaba escrita que aquello que yo pretendía leer, por eso precisamente me quedé desde el principio hasta el final y casi que paladeé la historia con fruición. Se la recomendaría a todo el mundo, porque no es previsible en ningún momento y porque me gusta ese suave paseo en que se sumerge desde el primer instante hasta el último.

Creo que cuando algo consigue envolverte entre sus páginas todo el tiempo, es porque es bueno, de lo contrario te inventarás mil excusas para abandonar o posponer esa lectura, que al fin y a la postre no está hecha para ti. Por eso deduzco que Ángeles de cartón, de Mián Ros está a la altura de muchos libros de buenos escritores que leí, y que disfruté desde el principio hasta el mismo fin en igual medida.

A título personal, su escritura me aportó bastante claridad de qué es lo que se le pide a un libro electrónico, y en  cuanto a formato y demás me servirá de referencia para ordenar con cierta mesura todo aquello que tengo que ordenar. Leerlo fue además de un placer una clase de escritura gratuita, porque lo descargué desde su blog hace como un año y aunque he tardado en entender mi ebook, no pude incorporarme mejor a su modo de lectura.

Más sobre el libro, en el blog de su autor


viernes, 15 de febrero de 2013

Buscando el verdadero motivo


Mi obra se ha estancado y pese a la quietud en que se encuentra, sigo buscando motivos. 


1- Internet me ha puesto muy fácil seguir blogs de otros escritores y me doy cuenta de mis minusvalías en cuestión de escritura.

2- Encuentro demasiados textos para leer y me gusta demasiado hacerlo, por lo tanto me absorbe demasiado tiempo.

3- Encuentro otras obras que versan sobre la misma temática y el mismo punto de vista, por lo tanto debo renovar la mía para no repetir de nuevo lo mismo que ya fue dicho.

4- No creo tanto en mis posibilidades reales dentro de este mundo y quizá por eso sigo sin arriesgar, por miedo a decepcionarme a mí misma.

5- Los retoños de mi casa crecen demasiado rápido y quiero disfrutarlos, antes de que empiecen a dejarme en el olvido. Además mi mitad entera aún está a mi lado y quiero disfrutar de este momento que es ahora, mientras estamos vivos. 

6- Corregir, preparar y pulir me gusta demasiado para poner un final, no intentarlo mejorar, o no seguir enfrascada en las historias que de momento no quisiera abandonar.

7- Intuyo que este es un oficio difícil y que aún estoy en el principio.

8- No tengo prisa por llegar hasta el final, lo que me apasiona es el recorrido.

9- No voy a ninguna parte, por lo tanto puedo tomarme el tiempo que quiera durante el camino.

10- No sirvo para esto, lo intuyo, lo sé, pero mientras tanto finjo que ni lo intuyo ni lo sabré.


Sé que la respuesta cierta se encuentra entre todas estas, pero de momento, soy y estoy, quizá es eso lo que en verdad deba ocuparme. Al menos por ahora.

jueves, 14 de febrero de 2013

Alto y claro



Deberían parar los desahucios hasta que tengamos una ley justa.

Miguel Ángel Revilla (ex presidente de Cantabria)





miércoles, 13 de febrero de 2013

Ajustando presupuesto para libros

Si algo tengo claro es que ya no es tan sencillo seguir un capricho. Quizá nunca lo fue, pero si algo está claro -lo escucho por todas partes- es que hay que pensarse mucho más que antaño lo que se compra, sobre todo si es necesario o no. Son los tiempos que corren. Nos guste o no.

Algo que sé es que compraría este libro a la primera por lo que leí de él, a la segunda pensaría si de verdad mi familia lo necesita o necesita otras cosas primero. Frente a ese dilema me quedaré. 

En unos días sale a la venta El aire que respiras, de Care Santos. Si alguien pensara en hacerme un regalo adecuado sería este. O Caminando sobre las aguas, de Ignacio del Valle que sale a la venta casi el mismo día. El dilema y las preguntas son idénticas en todo caso, ¿mi familia los necesita? A veces las respuestas que damos no son del todo objetivas.

El primer capítulo de El aire que respiras puede leerse entrando en el blog de la autora. Y si tengo que decir la verdad, la digo; suena prometedor.

martes, 12 de febrero de 2013

Es un hecho



El camino que se elige a sí mismo solo conoce un camino: Siempre adelante

lunes, 11 de febrero de 2013

Nuevos tiempos y nuevas formas de leer

Me llevaba muy mal con mi lector electrónico. Tenía pendiente la lectura de Ángeles de cartón, de Mián Ros, hace exactamente un año ya estaba en ello, pero al final desistí, porque aunque estaba siendo una lectura grata, me llevaba fatal con mi lector electrónico. Si lo apagaba me perdía la página en que iba leyendo, me mostraba una letra enorme o diminuta, me aportaba demasiada o muy poca luz, cuando iba a media lectura cambiaba solo de página, esto era lo que más me irritaba. Fallos que por supuesto atribuía de lleno a mi lector electrónico, pero de los que hoy admito que la culpable era yo. Tiene demasiadas funciones que hoy por hoy no necesito, me sobra con las básicas, encendido y apagado, arriba y abajo, izquierda y derecha. Desde que lo sé, consigo leer y disfrutar la lectura a mi ritmo, que es lento.

Estoy disfrutando Ángeles de cartón porque en este momento es lo que me preocupa, la gente que por circunstancias diferentes duerme sobre un cartón, bajo el frío de la calle, y la mirada impasible de los transeúntes enfrascados de lleno en sus propias vidas. Ya dije alguna vez que son los libros quienes escogen al lector, de modo que estoy leyendo en este momento esa lectura que me atrapó sin concesión. Acabo de conocer a Menta, una chica joven que tiene problemas, otro personaje de tantos que tiene propia voz. Me gusta esa escritura, porque camina entre la magia y la hondura, porque reverbera al fondo de la conciencia y dibuja los lugares con precisión de pintor. 

Pues bien, se abren nuevos caminos para escritores con algo que decir. Y eso me congratula porque significa que hay un sitio para que quien se atreva y solo si se atreve. Es curioso, antes tenía novelas sin sitio al que enviarlas, hoy tengo el sitio, pero me falta la decisión de luchar por ellas. Quizá cuando sea el momento arranque sin más, del modo en que una bola de nieve comienza a rodar por una ladera, hacia la nada o el todo; sin saber dónde va.

Os dejo una entrada


sábado, 9 de febrero de 2013

Crear espacio, donar

Hay una tienda en la entro muy de cuando en cuando porque salgo con dos o tres libros a un euro, o cincuenta céntimos, que después se acumulan entre todo lo que espera a ser leído -siempre demasiado en todo caso- a la que puedes donar todo lo que quieras. En la que entran a comprar a diario gentes de la ciudad, que cuando paseas nunca ves, y te resulta raro. Es al verles cuando eres consciente de que te quejas por un mínimo pedazo de una uña, esa que ha crecido demasiado y debes cortar, que no precisas al fin y al cabo.

A ella puedes llevar el calzado que está nuevo y sabes que nunca pondrás, la ropa que lo mismo, los libros que no conseguirás leer al fin y al cabo, porque llevas diez años sin conseguirlo y sabes que nunca lo conseguirás; y resumiendo todo lo que quieras. Restos de vajillas huérfanas de lo demás, ollas que nunca usas, enseres de todo tipo, que una vez has donado, se venderán a un precio mínimo. Todo lo que no valoras en cierta forma, porque nunca sale del armario de la última habitación, y que cuando ordenas ya ni recuerdas que había.

Estos días me saqué de la biblioteca un libro de Feng Shui por curiosidad y supe ciertas cosas que ni imaginaba. Vivo en un lugar con pésimo Feng Shui, por lo que parece e hice algunos cambios solo por probar; por ver si resultan. Leí también algunos consejos que creí sensatos, os diré a groso modo aquellos que recuerdo: 

Debes desprenderte de aquello que no utilizas, porque aferrarte en demasía a lo viejo, no deja entrar lo nuevo. Es decir, solo si te vas desprendiendo de ropa que no utilizas dejas entrar ropa nueva en tu armario. Es como una ley de atracción en la que solo cuando hay espacio para ello, llega lo nuevo. Tiene sentido. Almacenar montañas de cosas hace que se estanque la energía en todos los aspectos. Incluso la energía vital cuando no consigues deshacerte de recuerdos. Creo que el Feng Shui nació para cumplir una misión que fue necesaria en su tiempo y que obedece en cierta forma a un precepto ( que así entiendo): Todo lo que tú ya no necesitas alguien lo necesitará, dónalo sin miramientos.

A veces curioseo entre la gente que entra a comprar en esa tienda y me alegro de que exista un lugar así, quizá solo porque las estanterías de libros la rodean por todas partes y encuentro joyas anheladas, lo reconozco, pero también porque veo a otras gentes felices con el calzado que acaban de adquirir, o sus elegantes vajillas hechas de muchos retazos, o su sofá, pasado por muchas manos. A veces no nos damos cuenta del afán posesivo que nos posee -porque a fin de cuentas nos termina poseyendo- hasta llegar a enfermarnos. Ni nos damos cuenta de todo lo que de veras se necesita a nuestro alrededor. No sabemos hasta que punto debemos dejar fluir todo lo estancado en esos rincones que ya no usamos, ni la falta que hace que estemos dispuestos a donar lo viejo, no para que entre lo nuevo, que a fin de cuentas no es necesario, sino para darle un uso sensato en otros hogares, vacíos de todo; para que puedan cumplir con su función.

Este 2013 que a penas ha empezado me dedicaré a ello en serio, donaré aquello que no preciso porque acaparar es otra cara del egoísmo. Y dejar espacio otra forma de ser justos con el entorno. Y un modo de colaboración al alcance de quienes no pudieran colaborar demasiado, por aquello de que cuando tú te quejas, hay otros que guardan silencio porque han perdido hasta la voz, de acumular sufrimiento.