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jueves, 4 de agosto de 2011

Hay días torcidos

Hay días torcidos
como curvas del camino
como sueños no soñados
contratiempos no vencidos

Hay días torcidos
como infinitos precipicios
como alientos no alentados
reveses no resarcidos

Hay días torcidos
como espirales de espinos
como impulsos no impulsados
retraídos de sí mismos.


lunes, 1 de agosto de 2011

Sorpresas te da la vida

Queta tenía un ídolo de juventud, el sueco Mats Wilander que era un deportista acérrimo como ella, solo que más afortunado en eso de recoger la pelota con la raqueta y lanzarla al otro extremo de la pista, claro está, sin salirse de los márgenes. Esto le resultaba verdaderamente difícil siendo ella, de modo que se pasaba más tiempo buscando la pelota entre la alta hierba de un prado cercano que jugando con sus amigas sobre la pista. Siempre le podía la impaciencia.
Razón de más para pasarse las aburridas tardes de los fines de semana de toda su adolescencia viendo los partidos de tenis en los que participaba Mats Wilander, tan comedido si ganaba como si perdía, tan caballeroso, tan atinado, tan sufriente e insistente, dijesen lo que dijesen sus amigas que preferían a esos melenudos que daban saltos a lo largo y ancho de cualquier escenario entre baños de sudor y rostros contrariados.
A Queta le gustaba el poder de superación del que hizo alarde el sueco para ganar el Roland Garros con tan solo dieciséis años, y desde entonces lo siguió, malamente porque en aquellos tiempos no había demasiada información acerca de casi nada. Pero años después su curiosidad la llevó a encontrar un vídeo donde su eterno ídolo de juventud también cantaba, y al verlo sonrió, pues aún así estaba a un año luz de esos melenudos sudorosos.



domingo, 31 de julio de 2011

Una impresión

Prefiero la gente que es capaz de decirlo todo, a la que calla. La que calla cuando sabes que tiene aún algo por decir juega con trampa.

jueves, 28 de julio de 2011

Clásicos y modernos

Estoy leyendo a Frank Kafka, sus cuentos completos (textos originales), esto quiere decir que han sido traducidos de forma literal, no buscando la frase más bella sino la exacta que él quiso pronunciar. Y ya veo la cara del bibliotecario de turno frunciendo el ceño ante la de veces que lo voy a renovar. Me gusta la escritura de Kafka, tan lejos de las descripciones tortuosas del exterior y tan pródigas en las del alma. Me gusta su modo sutil de exponer aquello que nos quiere contar. Al leerlo el mundo se detiene y se pronuncia con su propia voz.

En esta edición de Valdemar hay relatos cortísimos, que podrían equivaler a lo que hoy en día es una entrada de blog, por ejemplo, El pasajero. Me reí al leerlo, me sonrío al leer ante la siempre suspicaz mirada de quienes están conmigo llenando de ruidos la casa mientras intento no perder el hilo, o me voy de ese lugar a otro en el que más tarde hacen su aparición. Creo que mi fascinación por este libro en concreto les puede del modo en que me puede a mí también. Y concluyo con una convicción, Frank Kafka ha dejado sus obras completas en el mundo, está claro que le encantaba escribir y supongo que no podía dejar de hacerlo. Cualquiera que decida abrir un blog puede hacer lo mismo aunque a veces ni tenga demasiado tiempo para hacerlo, si es lo suficientemente bueno todas las puertas quedan abiertas porque el arte según dijo Carlota o se tiene o no se tiene, no se puede aprender, la técnica ya es otra cosa, pero sin arte no sirve. Y si es malo quizá no le leerán, si es malo lo sabe, por eso no le importa que le lean poco, le importa sacar al exterior lo que crece de un modo interior, del modo en que el jardinero arranca la hierba mala; para que no moleste la extensión de las otras plantas, las que todo lo llenan de aroma y colorido, las que sirven, las que adornan, las que le llenan de paz.

miércoles, 27 de julio de 2011

Seguir cumpliendo años

Aunque ya no estés solo es posible si alguien te sigue teniendo en cuenta cada día, cada hora, cada minuto, y todos los segundos de su vida. Es trágico y precioso que alguien siga echando la cuenta de los años que sigues cumpliendo. De todos los años que aún no estando, te amará.

domingo, 24 de julio de 2011

Una vez más

La vida nos demuestra que lo importante no es el dinero. Que la fama no da la felicidad. Que el dinero no da la felicidad. Que la felicidad es cuidar adecuadamente de uno y saber cuidar de los demás. Es no buscar en nada externo lo que pueda sostenerte en pie; y quizá nada más.




Descanse en paz esa voz que alguna vez con sus canciones nos hizo cantar.

viernes, 22 de julio de 2011

Cuarenta años de anticipo

Azucena era una joven hermosa que apenas asomaba a la vida cuando conoció a Pipo. Hasta entonces había seguido todos los mandatos de sus padres, pero él era de lo menos convencional. Siempre iba con un grupo de gente que andaba de fiesta en fiesta, y tiraba de ella, que comenzaba a tener los primeros problemas en su casa. Pero Azucena tenía los ojos más azules y más profundos del mundo, la sonrisa más tierna y las palabras más adecuadas al fondo de su garganta, por eso siempre los convencía y terminaban cediendo a todo lo que ella pedía; que iba pidiendo cada vez más.

Sus amigas comenzaron a apartarse de ella, y a hacerle advertencias, pero ella sonreía antes de responder que no entendían nada, de llamarlas sosas y aburridas, y de hacerles ver que había más mundos que el que les contaban. Ellas sabían que el problema era él, y que mientras estuviese tan ciega no tendrían nada que hacer, y le advirtieron por activa y por pasiva que ese chico andaba siempre con mala gente y que acabaría mal. Azucena se tomaba sus palabras a la tremenda y se tapaba los oídos para no escuchar, estaba enamorada hasta la médula y no era tan sencillo volver atrás, sus amigas le insistían de nuevo y terminaban discutiendo, así hasta que se terminaron enfadando de veras y ya no la vieron más. Sólo supieron de ella lo que les iba contando la gente conocida, y las noticias se fueron agravando cada vez más.

Hasta que un día entre las chicas que hacían la calle se vio a una rubia descomunal. Una chica tan glamurosa que no encajaba en la plaza vieja ni por asomo, dispuesta a subirse en cualquier coche que la quisiera llevar, a cambio de sacarse un dinero para su dosis. Entre que apareció Pipo en su vida y aquella secuencia pasaron diez años, pero para sus padres Azucena seguía siendo la hija ideal, más delgada, más ojerosa y pálida, más temblorosa, más callada y esquiva, pero una niña de la que nunca tuvieron queja, porque el único daño se lo hacía a ella, que apenas paraba en casa ni a descansar, y menos para escuchar consejos, escuchar consejos ajenos siempre se le dio mal. Ni el día en que Pipo la dejó tirada quiso admitir que ya se lo advirtieron, aumentó la dosis en sus venas y lo fue llevando como pudo, siempre muy mal. Así hasta la sobredosis que sacó a sus padres del limbo, y llevó a sus amigas junto a su cama de hospital. Lloró al saber que aún la querían, no contaba con ello, se sentía tan mal consigo misma que estaba sin fuerzas.

Le dieron aquel alta y después muchas otras. De los cielos bajó a los infiernos y de vuelta a subir y bajar. Se pasó saliendo y entrando otros diez crudos años, en que el mismo demonio rehuyó su presencia, estuvo al borde de la muerte veces incontables hasta desengañarse. Ahora ronda los cuarenta y al fondo de sus ojos azules como el mismo cielo se advierten mil sombras, queda un halo de su belleza despierta y también el cansancio de los ochenta años que jamás cumplió y que en sí representa; los cuarenta años de anticipo que ya se gastó.