Días más tarde en medio de una charla casual, su madre lo trajo a colación. Entonces un suspiro de incredulidad se dejó escapar, y trajo consigo una fecha labrada en el mármol del sombrío panteón. Fue así que pudo verlo claro y se preguntó cómo era posible haberse olvidado de la fecha en que siempre envolvía un regalo para su cumpleaños, que él siempre desenvolvía un poco regañón, y agradecía después con una sonrisa de niño ilusionado. Ese regalo que más tarde sustituyó por alguna flor dejada en el mármol frío y que ahora señala su vacío.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
lunes, 20 de junio de 2011
Donde crujen los olvidos
Al mirar la fecha en el calendario ese día en concreto quiso decirle algo a Ella. Se acerca el verano, eso fue lo que pensó, y volvió a pensarlo muchas veces durante todo el día. Su mente quiso recordar, pero la vorágine del fin de semana la distrajo de tan hondo fin, y no pudo concentrarse, tan solo rellenó las horas de vigilia lo mejor que pudo, ya que un buen envoltorio para las horas que han de pasarse en familia es algo esencial. Los días pasados en familia son esos pequeños momentos que siempre conserva en su memoria, tan frescos como el primer día y son su motor. Ella sabe que lo que rescata del fondo de su mente en las épocas malas son esos recuerdos, que terminan sacudiendo su desánimo y la llevan a intentarlo una vez más. Intentar de nuevo algo que se ha dado por perdido es volver a respirar, por eso mientras disfrutaba de la compañía de la suegra y los cuñados, de las sobrinas y sobrinos, no intentó esclarecer lo que la fecha en el calendario quiso gritarle. Se centró en ese ahora que no quiso dejar escapar, exprimiéndolo sin más.
domingo, 19 de junio de 2011
Para reflexionar
No hay solución para todo, hay una solución puntual para un hecho, y surgirán, sin duda, con esa solución nuevos problemas. Lo que hay que tener es la capacidad de ver ésto, y actuar en consecuencia. Pero, sobre todo, hay que enseñárselo a los niños.
Pilar Alberdi
viernes, 17 de junio de 2011
Enseñanzas de una vida
Lleva una vida aprender lo necesario
para no decaer,
para perseverar donde otros abandonaron
para ver donde otros no ven,
para seguir aunque el camino sea largo
para forjar lo que se cree,
para no renunciar a lo soñado
para soñar lo que puede ser.
Lleva una vida acumular lo trabajado
y con el cuerpo cansado ver
que los frutos de todo lo esperado
dan nuevos frutos al florecer.
Lleva una vida poner en palabras
las enseñanzas que dejaré
cuando abandone este mundo
para en otro mundo renacer.
jueves, 16 de junio de 2011
Con el alma en pie
Aprender a mirar el pasado
sin rencores ocultos
sin perder todo lo bueno
que alguna vez hubo
Aprender a mirar a otro lado
cuando surgen los bultos
de dolores ajenos
que incrustaron sus nudos
Aprender a saber que se ha amado
y se ha juzgado muy mucho
con la mente callada, los oídos abiertos
en que otras insidias han deshecho el futuro
Aprender a saber lo ganado
sin perderse los frutos
que han de recolectar de nuevo
en las vides de otros campos ya maduros.
miércoles, 15 de junio de 2011
Cuando un escritor se muere
Sus palabras permanecen encerradas en los libros que escribió. Sus pensamientos siguen su curso libre y hace que broten los pensamientos de quien lee, que pueden ser distintos pero que han nacido justo ahí, al leerle. Donde una nueva conciencia hasta entonces dormida se ha despertado y le ha sacudido, y después le ha puesto a pensar, y a labrar sus conclusiones. Y algunas de ellas las llevará de por vida sin saber de donde surgieron exactamente, pero fue en el exacto lugar en que una conciencia le habla a otra y de pronto la despierta de un largo sueño.
Cuando un escritor se muere sigue latiendo entre sus convicciones, entre sus anhelos, entre todas las dificultades diarias que ha ido sorteando, entre sus ilusiones y decepciones, entre su quiero y no puedo. Escribir es retar al pasado y al presente, sacudiendo al futuro, sembrar y trasplantar, recoger los frutos verdes y maduros, saboreando indistintamente su acidez y dulzura en un mismo tiempo. Escribir es dejar de ser tú para ser nosotros, olvidarse de la propia piel y probarlas todas, zambullirse de lleno en la página en blanco y llenarla de mundos nuevos que no existían momentos antes y que ahora están y pueden recorrerse de esquina a esquina. Escribir es viajar por el mundo sin necesitar equipaje, y proyectar en el lector las mil y una historias de un loco viaje, es hacerle sentir el calor abrasador de un sol de papel, o empaparle con un aguacero de gotas de tinta, hacer que lata con un corazón que siendo prestado no es menos suyo, o pensar con un cerebro que partiendo de otro le remite a sí mismo. Hay muchos mundos posibles entre el que un escritor recrea y un lector traduce. Muchos ecos que resuenan, que giran y se expanden creando nuevos sonidos a su paso, como el viento que al rozar los elementos los llena de vida.
Cuando un escritor se muere no se muere del todo. Los mundos que ha creado permanecen. Mundos vivos que volverán a latir en cuanto alguien entre, y que aun siendo pasado remoto, se vuelven presente. Un presente por descubrir vivo y valiente.
martes, 14 de junio de 2011
Me surgen las preguntas
¿La hija de este padre escritor le leerá a él?, y si lo hace ¿qué opina de lo que su padre escribe? Estando en esa edad no es raro que una hija lectora se encuentre avergonzada de lo que puede escribir un padre escritor. ¿O a caso la temática que este padre toca no molesta a su hija?
Hay muchos tipos de escritos, muchas clases de escritores y muchas clases de hijos, quizá los más de los más puedan compartir espacios sin interponerse barreras.
_ No escribas nunca sobre mí.
Esa puede ser la exigencia de un hijo cualquiera cuando le cuentas que has leído un libro en el que tal madre escritora cuenta lo que le ha pasado a su hija: Léase Paula, o La agenda de los amigos muertos, sin ir muy lejos.
_ ¿Me escuchas bien? No escribas nunca sobre mí. Si me entero que escribes algo sobre mí y te lo publican date por muerta.
_ ¿ Y si me pagasen mucho dinero tú que dirías?
_ Hombre, si es mucho sí.
_ Pues fíjate si fuese para ganar mucho dinero jamás escribiría sobre ti. ¡Ni se me pasaría por la cabeza!
_ Ya, pues si va a ser gratis ni se te ocurra.
Me surgen las preguntas, y a veces ni ansío las respuestas. Las respuestas me vienen a dar lo mismo, pues a cada minuto me llega una y nunca se queda, siempre hay otra agazapada esperando para ocupar su lugar, hasta que llega otra que hace lo mismo y también se queda. Así hasta la eternidad de todos los segundos que pasan de largo y nunca se esperan.
He aquí la crónica de un padre escritor que al menos ha encontrado valiosas respuestas:
Háblame, no me dejes ir
Natalia salía del supermercado hablando como una cotorra, estaba radiante, últimamente había ganado algunos kilos y se le formaban hoyuelos en las mejillas al sonreír, que junto a su piel ya tostada por el sol enmarcaban unos dientes blanquísimos. Su madre iba pensando en mil cosas mientras la escuchaba hablar, echaba de menos sin poder remediarlo otros días en los que la sonrisa de Natalia reflejaba la inmensa alegría de saberse acompañada. Eran días en los que su teléfono móvil sonaba a cualquier hora con el único pretexto de escuchar su voz, algo que muchas veces la enfadaba, y después de cortar la comunicación con cierta prisa preguntaba a su madre:
_ Al final lo de siempre, ¿te das cuenta?, me llama para nada.
_ Llama para escuchar tu voz. ¿Acaso hay que explicártelo?, necesitaba escucharte.
Natalia se quedaba en un ay, seguía enfadada de que sólo la llamase para escucharle decir que su día había sido igual al anterior, ¿que otra cosa se esperaba? Su madre movía la cabeza hacia los lados y le decía que algún día lo entendería, no dejando de extrañarse de que aún no lo comprendiese. ¿Acaso a ella no le pasaba? Pues no. Y se lo decía tan ancha. ¿En verdad no te ha pasado? Pues no, respondía Natalia, no soy tan rara, o no me aburro tanto, no sé.
_ No me estás escuchando.
Natalia se quejó de pronto. Y al escucharla hablar supo que se encontraban en el ahora que tantas veces le costaba respetar. Su madre regresó desde tan lejos y ella recuperó el principio de su charla haciendo un esfuerzo, y casi desde el principio su madre se volvió a perder.
Estaba inmersa en otros días que se le antojaban mejores, días en que solo hablando pudo arreglarse todo, y sin embargo así quedó. Caminaba y miraba a Natalia y seguía preguntándose cómo se podía ser tan feliz después de tener tanto y quedarse sin nada. Volvió a repetirse por millonésima vez que esa fue su elección y que lo tuvo siempre más claro que el agua, algo que también le costaba entender, ¿cómo se deshace uno de los recuerdos? ¿cómo se deja de atesorar el ayer? Natalia seguía sonriendo y hablando, y ella intentaba salir a la superficie de tantos momentos vividos en aquellas calles expuestas al sol abrasador de la tarde, cuando de pronto la joven se calló, mudó su expresión y siguió hablando, intentando mantener una serenidad que no sentía. Un añejo rencor que llevaba tatuado un nombre propio se fijó en sus ojos, y su madre siguió la exacta trayectoria que evitaban, y solo entonces lo vio. Caminaba hacia ellas observando a Natalia y su imagen mil veces anhelada, su mirada acariciaba esa piel que siempre había protegido como si fuese a desintegrarse de un minuto a otro. Natalia seguía hablando, y su madre mirando hacia cualquier parte que no fuese él, no quería saber que seguía adorando a su hija como la primera vez, no quería sentir su amargura al pensar que posiblemente ella no le volviese hablar, después de ser su ángel custodio durante tanto tiempo.
Sólo cuando lo tuvo enfrente, se enfrentó a su mirada y lo saludó. Él respondió a su saludo con un amago de sonrisa amarga, en el último segundo no pudo evitar posar sus ojos en los de Natalia, y se dio de frente con todo el hielo de su mirada. Entonces la miró a ella para encontrar algo de apoyo que le acompañara, y por un instante compartieron momentáneamente el mismo dolor ante el que no cabía hacer nada. Dejar pasar los días tal vez, y después los meses y los años, hasta que todo se disolviese y la brisa trajera otras mezclas a la memoria del tiempo. Después que se hubo alejado con los brazos alicaídos y los pies sin firme, Natalia dejó escapar una palabra odiosa que su madre le recriminó, y entonces sin ánimo de herirla volvió a insinuarle que la seguía queriendo. Y que bastante tenía ya sin echarle más carga encima.
_ ¡Ya!...está muy claro, clarísimo...
_ ¿Y que quieres que haga? ¿Acaso alguna vez le has dado alguna solución?
_ No. Y no pienso dársela.
_ Pues tendrá que buscar a alguien con quien ser feliz, ¿qué quieres que haga?
_ No parece que le vaya muy bien que digamos.
_ Pues no. La verdad.
Después de unos pasos Natalia volvió de nuevo a su antigua charla, su madre se quedó buceando de nuevo en otros días. Y el chico volvió caminando a su casa sobre las huellas de días pasados.
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