Todos conocemos a personas sanas que se mueren de repente, casi que cada vez más, para cuya muerte nadie encuentra explicación y quizá la explicación estuviere en el tipo de televisión que consumían, suena a risa, pero estoy segura que si a diario siguiese muchos de los programas que ponen moriría. Es un hecho, me dan sudores, indignación, vergüenza ajena ( ya, ya sé que este blog debería dármela, pero aquí de momento no me da ;), y me crispo, me crispo mucho, tanto que en mucho tiempo no me consigo peinar, me miro al espejo y mi pelo se queda electrificado hasta que vuelvo a la calma. Ningún especialista me sabe curar.
Y aquí se me ocurre establecer comparaciones, porque lo mío de siempre es comparar. De un tiempo para acá nos preocupamos mucho de los conductores y les quitamos puntos por hacer maniobras arriesgadas, les multamos, les sisamos los bolsillos porque beben y conducen, se saltan semáforos en rojo, llevan los focos sucios, conducen como locos, salen al arcén sin su chaleco, se accidentan y olvidan poner los triangulitos mientras se curan del susto, llevan luces fundidas y no se pispan.... Se cuida el lenguaje escrito hasta el punto en que de buenas a primeras se cambian las normas aquí y allá volviendo locos a quienes escriben a diario, eternizando las correcciones de manuscritos dormidos en un cajón, catalogando de nuevo los nombres de ciudades, quitando acentos que ya no sabemos quitar, poniendo nombres ridículos a letras añejas ya... Y sin embargo dejamos que se nos llenen los canales de televisión con cualquier cosa, es más, se ha establecido una competición: La de a ver quien afilia a su programa al colaborador más cutre de entre los cutres a bordo. Eso no lo dicen, pero no hay más que verlo y escucharlo -eso si quieres-, pero si no quieres entre programa y programa te asaltarán y tendrás que oírles el intervalo de tiempo que te lleve rescatar el mando de la tele entre tu sarta de papeles y apuntar con el mando del revés, y luego del derecho, para enviarles a paseo; tiempo más que suficiente para llevar los pelos de punta el resto del día, eso sin que lo puedas evitar.
Pues eso, hemos quedado en que soy una turista que viene a España atraída por todo lo que tiene a descubrir, pongo la tele, evalúo unos segundos y voy cambiando de canal en canal, no es que sea muy estudiada - no vamos a complicarlo-, estoy muy cansada tras mis muchas horas de vuelo, tengo la maleta sin deshacer, me he gastado una parte importante de mi dinero en llegar volando, y estoy pensando. Sigo cambiando de canal a canal y sigue pasando el tiempo, luego sigo pensando. Finalmente lo tengo claro, recojo mi maleta, entro en el ascensor y explico en recepción que me ha surgido un imprevisto. Vuelvo al aeropuerto y evalúo a que país me quiero ir, visto lo visto, lo decido y me piro vampiro con una cruda determinación: No quiero conocer a los españoles porque a simple vista sé como son todos: gritones, maleducados, chismosos, estropajosos, piojosos, incultos, zafios, bordes, crápulas....( seguiría así todo el vuelo hasta aterrizar y empaparme de otro país que me temple los nervios...). Y nadie podría censurarme por hacerlo, porque quieras o no, la televisión es la carta de presentación de un país, y habla mucho de las cuestiones políticas y del estado. Es mi forma de entenderlo y contra eso nadie tiene nada que decir, soy una turista y como tal yo decido entre qué tipo de gente quiero convivir. Quizá no sea justa, pero no soy juez y nadie me condena, en uso de mi propia libertad te advierto una cosa: Tu país está tachado de la lista de países que me apetece conocer, y me horripila, aunque eso sí, te compadezco si te ves obligado a vivir en un sitio así, y si toda la gente que conoces es como la que aparece en tu televisor a ciertas horas, esas horas en que estuve viendo la televisión :S