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miércoles, 15 de septiembre de 2010

LLego tarde

Hace ya algunos años, en medio de un arrebato de estridencia a saber porqué, mi hijo me hizo una advertencia: a los cuarenta mi hermana y yo te meteremos en un asilo, porque no hay quien te soporte siempre a vueltas con la misma cantinela. En ese momento creo que enarqué mucho las cejas, llené de aire los pulmones y solté varias palabrotas malsonantes, convirtiéndome de pronto en el peor ejemplo de madre posible, cuando hasta ese instante llevaba un cuarto de hora siendo una madre paciente que pone los ejemplos de lo que sucedería si se hiciese tal o cual cosa. Creo que todas las madres del mundo ponemos mucho empeño en dar aquellos consejos que en su tiempo nos dieron y no quisimos escuchar. Pero que eran tan ciertos como que si metes los dedos en el enchufe te pega un calambrazo. A veces solo el calambrazo nos hace reaccionar, y no las largas conversaciones maternas que son un rollo y nos convierten las horas de paz en charlas cargantes acerca de la vida.

Cuando uno es joven la vida es un lugar llano donde no existen problemas, y nuestros padres son lo más pesimista que pisó el mundo. Lo único que recuerdo de mi adolescencia es lo poco que me parecería a mi madre cuando tuviese hijos. Yo iba a ser una madre supermegaguay de la muerte, y supermegacomprensiva. La única diferencia es que lo soy, cuando caigo en la cuenta de estoy haciendo aquello que odiaba tanto que me hiciesen a mí. Es entonces cuando cambio el chip y recuerdo que todos sus sobresalientes -esos que yo nunca tuve- habrán de servirles para algo, porque bien pensado aquello que les estaba diciendo es más o menos lo mismo que les suelo repetir. Y por eso ya ni me escuchan...

Pues bien, llevo ya casi un año de retraso en lo del asilo, y esta mañana a la hora del desayuno se lo he recordado a los dos, les he dicho: Quiero mi asilo ya, estoy harta de hacer camas y preparar comidas, de limpiar la casa y de intentar tenerlo todo bajo control. Vosotros repartiros este espacio y dejarme disfrutar de mi vejez. Ellos me miraron tan fijamente como si me hubiese dado algo de repente y me dejaron estar. Volví a repetirles que con una habitación su padre y yo tendremos más que suficiente, pero que yo quiero piscina y vistas al mar, son mis únicos requisitos.

-Pobre_ comentó alguna_ con tanto escribir se está volviendo tururata.
-Ya lo ves_ respondió el otro más ancho que pancho.

Y en mi cabeza estaba esa imagen idílica a la que ya me acostumbré, mi vejez en un asilo, con todo hecho, y con mucho tiempo para leer y escribir. A esta imagen hace unos meses le añadí un portátil y conexión a internet para seguir escribiendo en este blog. Aunque a veces me tiente la idea de abandonarlo a su suerte por caótico y termine retornando a él tan sedienta como si acabase de cruzar de extremo a extremo un desierto y me hubiese encontrado con un vaso de agua que beber.

Pues bien, el asilo idílico que hasta ahora solo estaba en mi cabeza, ya lo puedo concretar, es uno idéntico a este pero asturiano. Vivir para encontrar.


martes, 14 de septiembre de 2010

Algo precioso que leer

Lo dejo aquí para rebuscarlo cuando lo necesite, y para compartirlo porque me encantó.

lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Podemos cambiar?

En el magazine que nos regalan con el periódico del domingo viene una entrevista a Joe Dispenza, alguien de quien jamás oí hablar - y a quien seguiré la pista-, porque todas sus respuestas son una puerta a la esperanza. Sobre todo la que afirma que toda persona puede cambiar, al preguntarle de que forma responde:

Cambiando el pensamiento. El interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información. Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es conectarte a un sueño a una idea que existe ya en el campo cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede percibir con los sentidos.

La entrevista es tan extensa como interesante, no se sabe la cantidad de entrevistas como esta que tengo guardadas en espera de encuadernar, ni todas las que habré perdido entre la montaña de papeles que colecciono. Se me ocurre que este vicio de escribir debería servirme al menos para eso, para saber archivar debidamente aquello que me apasiona, por ejemplo las respuestas que me sirven en el día a día sin llevar acuñadas una fecha de caducidad. De entre todas sus enseñanzas apunto otra:

Primero hay que sentir amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos gustan ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.

Me encanta porque no da respuestas facilonas o gratuitas ya que según él en cada momento se vive lo que uno ha creado con sus pensamientos. Ahí es nada.

viernes, 10 de septiembre de 2010

De bien en mejor

Hace unos días escuchaba un gran notición: después de las vacaciones los trabajadores regresan felices a su puesto de trabajo porque aún lo tienen, en una época en la que los despidos han sido nota dominante. Todos conocemos familias enteras que se han ido al paro, que se han quedado en llanta, que apenas asoman por ninguna parte y que han cambiado de forma de ser. Porque antes eran un número activo - para los gobernantes digo- y ahora son un número estanco, y nadie les ofrece una solución. Es más, en los nuevos despidos estos trabajadores a partir de ya tocan a menos. Nunca entendí de política y lo digo alto y muy claro, porque siempre entendí de política que los que menos tienen son los que se llevan todos los palos, y si acaso atisbo a entender algo, entiendo que pertenezco a ese grupo que jamás se ha sentido beneficiado por ella y que no espera de su parte solución verdadera. Podría apuntarse aquí una falta de fe total, me han influido las lecturas que leí de niña, solo creo en la política de Robin Hood y lo que es aquí -entiéndase mundo real- vienen funcionando a la inversa. Me crispan esas imágenes de reuniones de altos ejecutivos que se comportan como niños de parvulario, se acusan mutuamente, se echan los trastos a la cabeza y jamás rompen un plato, si alguno apareciese roto debajo de la alfombra apuntan con su dedo a quien tienen más cerca, y hacen mucho ruido para que esa bula pueda colar, esta imagen se sobrepone de continuo en mi cabeza a esa otra que se hacen en las escaleras de la Moncloa a principio de curso, todos tan repeinados y tan planchados que rezuman falsedad. Y mientras ellos se acusan y reacusan de lo pasado hace años, quienes esperen soluciones al ahora que se sienten a esperar porque o me lo parece o siempre andan enredados del pasado al futuro, en el presente está todo tan desmadrado que prefieren ni pensar. ¿O acaso me lo parece?...

Es cierto que esta sociedad ha visto demasiadas películas americanas y se ha creído que uno puede vivir a lo grande a fuerza de aplazarlo todo. Y ha venido consumiendo a más no poder sin el solo pensamiento de renunciar a ninguna de sus muchas pretensiones, casa, coche, vacaciones en el mar, ropitas de marca, mobiliario superguay, todo supermegasuper y montado sobre una nube que ahora navega a rastras en medio de un temporal. Ya nada es lo que era, y quienes mejor vivían en su apariencia peor malviven buscando trabajos extra, chollos aparte, trocando las horas de descanso por horas de malcobrar y todo por hacer frente a sus pagos. Y es que cuando firmaron sus abecedarios de letras en el fondo pensaron no pagar, es una nueva variante del tocomocho solo que quienes han vendido la parcela de felicidad se niegan a recogerla porque quieren la pasta y exprimen a quien pueden con tal de cobrar. Todos tenemos conocidos avocados al desastre y todos nos sorprendemos de que puedan capear el temporal. Nuevos héroes a la vista, porque lo suyo es heroico, aunque como a Supercoco nadie les quiera imitar.

Pues eso, que los trabajadores que sean despedidos de ahora en adelante se irán a casa un poco más machacados porque llevarán sus bolsillos aún mucho más vacíos, y con una perspectiva de encontrar un nuevo trabajo que mejor no pensar. España se nos ha ido llenando con gente de afuera y en proporción cada vez tenemos más trabajadores y menos trabajo, así que nos las tendremos que ingeniar. Quien más y quien menos sabe que su trabajo pende hoy de un hilo mucho más fracturado que ayer.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Libros que todo aspirante a escritor ha de leer

Llevo buscando la respuesta a esta pregunta desde hace un montón de años. Y puede que llegase tarde porque en esta etapa me está siendo casi imposible leer, lo cual me frustra bastante y compenso leyendo entradas de blog. Creo que me estoy acostumbrando a leer temas y opiniones muy variados del mundo actual, o es eso o que mi forma de novelar ha dejado los mundos de Yuppie y anhela reflejar la realidad, en cualquier caso ante este cambio drástico de rumbo comenzaré temas nuevos y hasta no concluirlos no volveré a corregir lo que tengo pendiente, o lo haré si estoy segura de no traicionar la idea que ya está hilada de principio a fin; me importa más que escribir el no traicionar la esencia de lo que quiero contar, ser fidedigna a aquello que ha hecho nacer la idea, aquello que surgió de la nada para tomar voz.

Llega Septiembre y comienza el curso para todos, en este curso se entremezclan vejez y adolescencia, la primera llega de dentro y la segunda del exterior, la primera era un tema aplazado que me reclama y la segunda una realidad que se muestra ante mis ojos y me sorprende, por lo tanto no me puedo aislar. Llega hasta mí y me reclama un espacio después de tantos años de repetirme a mí misma que no puedo escribir sobre la juventud actual porque me faltan datos. Estaba equivocada, no me faltan datos, la juventud que yo viví no ha desaparecido, sigue vigente porque sigue habiendo grupos, y dentro de esos grupos me sigue impactando ahora como antes el grupo de aquellos que no han perdido su dignidad. El grupo de quienes intentan mejorarse, tener su espacio, luchar por sus ideales, conseguir sus metas y mantenerse fuera de los submundos que les intentan colar por todas partes. En una edad crucial conseguir saber donde se va ya es una parte importante del camino. Esto también reclama su atención, de modo que como siempre trabajaré en dos historias que se irán hilando de forma paralela de extremo a extremo influyendo quizá la una en la otra y logrando el equilibrio que siempre necesito para trabajar.

Volverán a esperarme tareas pendientes, llamadas para ir o volver que denegaré, volverá a exasperarme la rapidez con que el reloj se come las horas mientras estoy al teclado, viviré inmersa en varios mundos que se suceden a la vez y me dan un aire de trasnochada, escucharé quejas, lamentos, acusaciones y volveré a repetir aquello que nadie entiende: Lo necesito. Necesito escribir porque si no voy a terminar loca. Sabiendo que la respuesta dependiendo de donde venga será más o menos afilada pero vendrá a decir lo mismo: ¿Más loca aún?, perdona pero creo que no es posible.

En una biblioteca a la que acudo de vez en cuando hay un hombre de unos cincuenta, que siempre sale de la pequeña oficina de atrás con aspavientos, coge tu carnet con cierto enfado, te acuña una fecha, desactiva la alarma y te despide apresurado como si hubieses llegado para fastidiarlo. Durante tiempo creí que era algo personal, porque al saludarlo por la calle reaccionaba de la misma manera, como si lo hubieses agraviado o apartado de algo importante de verdad. Hace unos meses en una revista local supe que es escritor, y que solo escribe en el interior de la biblioteca. Ahora sé como les despacho a todos, sé de la urgencia con que trato de quitármelos de encima mientras intento concluir algo (¿Y cuando no estoy intentando concluir algo que tengo emplazado...?). De un tiempo a esta parte les comprendo porque estoy y no estoy, vivo atrapada entre dos mundos que se suceden a la vez y se interponen el uno al otro en una partida de locos. Mi única disculpa es que a los cuatro años ya estaba ahí, y seguramente estuve ahí cuando solo era un proyecto de persona que flotaba entre líquido amniótico. Y tengo un compromiso adquirido conmigo misma que no puedo rechazar. Y me siento muy egoísta la mayor parte del tiempo si lo ejecuto, pero si lo mantengo aparcado sé que no estoy haciendo todo lo que debo hacer y me siento muy mal conmigo misma, de modo que comenzado el curso vuelvo a mis deberes con una condición, si envío algo a concurso lo mandaré a corregir. Debe ir impoluto porque si no no habrá una sola posibilidad de dejarlo concluido y estará inconcluso y pendiente de reforma, por lo tanto no habrá asiento valedero para la palabra fin.

Anoto aquí al final de todo un consejo de Pérez Reverte sobre todos aquellos libros que un aspirante a escritor español debe leer. Me agota la posibilidad de tanta tarea pendiente, de modo que no me comprometo a leerlos todos, pero sí a traérmelos a casa uno a uno desde la biblioteca e intentarlo, a sabiendas de que esta temporada no soy capaz de leer nada, todo aquello que tengo deshilachado me reclama a viva voz en cuanto intento leer algo y termino tomando notas, sumando capítulos o desechando datos... ¿Loca yo?

Carta a un joven escritor (II)


martes, 7 de septiembre de 2010

La simplicidad

Resulta complicado calcular el valor de las cosas, pero si hay un valor que por encima de todos valoro es la simplicidad. Creo que a los tontos en general nos va muy bien porque nos simplifica la vida, y seguramente se debe a ello. Puede haber mucha complicación en ella también, a veces cuando intento simplificar mucho termino complicándolo todo y aquí podría poner ejemplos para llorar de risa, pero me los reservo para el verdadero y único objetivo de mi escritura que ni sé si abordaré algún día, y si no lo abordo se terminarán conmigo con la conciencia feliz del haber sido.
Jamás me asomo para decir algo interesante, eso lo sé, o sabio, o concluyente o que pueda serviros para algo a los que podáis estar tras la pantalla, pero siempre que me asomo a decir algo hay una puerta cuyo interior no acierto a adivinar y que después de las horas o los días se abre. Es precisamente esto lo que tiene de especial y la verdadera razón de que aún proponiéndome seriamente estar en silencio termine hablando, me gusta la pronunciación escrita, es un vicio en sí misma y siempre me puede.
Me asomo porque acabo de encontrarme en la red una frase que intentaba concretarme a mí misma desde el principio de los tiempos, y nunca encontré la forma. Y no dejo de asombrarme cada vez que encuentro algo que llevo años intentando leer - podría decirse.

"Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando"
Rabindranath Tagore


lunes, 6 de septiembre de 2010

Las muchas casualidades

Remolino de gente gritando que lo han matado, momento de incredulidad, uno cree que está soñando porque hay cosas que no pueden ser verdad, al menos no en un pueblo que ya estaba ahí desde que naciste. Un pueblo donde conoces a casi todo el mundo, más rumores de que lo han matado, no se mueve ni respira, y el nerviosismo te hace acercarte a ver si puedes hacer algo, y eso que sabes de antemano que todo lo que puedes es añadir más caos al caos presa de un ataque de nervios. Pero aún así quieres saber, puesto que en la suma del grupo hace tiempo que falta un chico y no vaya a ser.

Ves a un joven muy delgado y muy alto, moreno, tumbado boca abajo, todo está en semipenumbra y no consigues verle la cara, tan solo un leve perfil. Y te parece justamente el chico que falta y siguen diciendo una y otra vez que lo han matado, le han dado un golpe certero que lo ha tumbado y el chico no se ha metido con nadie. Entonces te fijas en la ropa, pantalón negro y camiseta blanca, pies grandes, vuelves a mirarlo y parece ser. Buscas datos en lo único a tu alcance, su pelo, y no ves sus rizos, buscas sus rizos y no están ahí, no hay forma de saber si sí o si no, se ha formado un barullo de gente a tu espalda, y han llamado a la ambulancia que es todo cuanto podrías hacer. Piensas en los padres de ese chico que conoces, en su hermano, en su novia, un solo minuto te basta para pensar. Piensas tanto que te mareas y no te dejan salir de allí, te han encerrado en ese corro improvisado de incredulidad y aunque no has visto un solo rizo de los muchos que tienes te ahoga la sola posibilidad de que aún no pareciéndote, sea. La gente sigue gritando que no se mueve, que lo han matado y que el pobre chico no hizo nada, que han venido por detrás y le han dado tal golpe que lo fulminaron.

-Por favor, déjenme salir de aquí, que me está dando mal_ en ese instante se clavan cuatro pares de ojos masculinos en mí y sin decir nada le piden a la gente que dejen paso, una sonrisa que es una línea recta sin más como agradecimiento sirve para poder alejarse de una vez, y esperar que no sea.

En el fondo sabes que no era, no podría ser, porque la vida no puede ser de pronto un lugar tan inhóspito. Una parte de tu cerebro se pregunta porqué no, ¿acaso el resto de chicos mortales no tiene padres y hermanos ...ni novia? ¿Y cual es la suma de todos los que mueren cada día siendo completamente inocentes? Ya sea por enfermedad, accidentes, atentados, catástrofes del tipo que sea, hambre, penuria o guerra...¿acaso uno necesita de una gran razón para morir? Pues no, uno se muere de repente y punto, todo se acaba cuando menos se espera, ¿o acaso no?

-Vaya, pues sí que se mueve_ comentan de pronto.

Vuelves la cabeza y ves al chico caminar sujetado por dos amigos. Pues camina bastante bien para haber estado muerto durante tanto tiempo. Es entonces cuando comparas este chico con el otro y es mucho más bajo, tiene el pelo lampiño y no se le parece en nada de nada, solo en que viste un pantalón negro y una camiseta blanca. Vuelves feliz a donde estabas y comentas el susto que te has llevado creyendo quien era ese chico. Unos ojos redondos de color avellana te miran fijamente y te preguntan incrédulos porque se te ocurren ese tipo de cosas.

-¿Pero cómo iba a ser si se fue a su casa hace ya un pedazo?

En esa pregunta se camufla la ira de que lo hayas pensado tan siquiera y esos ojos fijos se entrecierran levemente para hacerte ver lo odiosa que eres a veces. Sonríes, y como una y mil veces te repites que debes mantener a raya la imaginación.