De un tiempo a esta parte, con la comodidad del día a día y esa confianza relajada que al final nos terminará matando, ando hilando todo el día. Recién me han devuelto a la vida el ordenador desvencijado de todas mis pesadillas, ese que quizá por hacerme un bien y dejarme respirar un día se apagó, ese que nunca se conectó a internet y que jamás lo hará, para eso ya tengo los otros. Hace que se apagó más o menos el tiempo que lleva abierto este blog. El ordenador, seguramente harto de esa constancia que no se me puede negar, se atragantó de buenas a primeras y sufrió un shok, dijo hasta aquí llegamos y aunque así de primeras casi me muero con él, decidí que no iba a morirme por algo de lo que había hecho copias y recopias que guardaba en algún lugar difuso de un empotrado; donde están los scaners que ya ni miro, de lo que soy.
Pues eso, que con la comodidad de poder decir desde aquí de buenas a primeras lo que me venga en gana, sin que nadie me replique de malos modos o me recuerde lo loca que estoy, suelo andar por la casa sin saberlo, recogiendo al vuelo todo cuanto entra por mis audios. Porque aunque es algo que hasta hace relativamente poco no sabía, soy más auditiva que otra cosa, y ahí estoy, en cuanto oigo algo que cruje por dentro, salgo al paso de lo que escucho y doy mi opinión. Que muchas veces es un resumen novelado, o un ejemplo de ejemplos, o algo tan subjetivo y de corte personal que ya sean mis hijos o mi marido, se quedan parados frente a mí y me replican que estoy fatal. Que me dan unos arrebatos que antes no me daban y que digo cosas que no se pueden decir. Ya, ya sé que de modo literal no se puede decir a tus hijos que si siguen arrancándose por cualquier tontería con ese genio un día saldrán volando por la ventana de buenas a primeras y ya no volverán. Que les quedaría gasolina suficiente para llegar a Saturno y allí explotar. Sé que eso no puedo decirlo sin que se haga un silencio eterno y me miren como si mi última neurona diese vueltas y más vueltas sobre un eje difuso. Pero es que me gusta causar ese efecto, que nadie más pudiera lograr. Además de que a veces digo cosas tan metafóricas y coherentes en el modo y la forma, que es un ejercicio que no me puedo negar.
Y bien, todo esto bajo el cobijo de intimidad de la casa.
Ahora pensemos que un día de pronto tuviesen acceso a todo lo que hay aquí. Que entrasen por todas las casualidades que tiene el destino y se pusieran a leer este blog de principio a fin. Me imagino todos los reproches que tendría que oír, todas las alusiones a manicomios y zapatillas blancas. Amén de todos los extraños a quienes cuento mi vida sin que venga a cuento y bla bla bla. A veces lo pienso, y creo que es tan inevitable lo uno como lo otro; que me explaye aquí, y que algún día habrán de encontrarme. No en vano ellos tienen su sitio, uno mientras está en el trabajo y en la parada a tomarse un algo al salir. Y otros su grupo de amigos, su trabajo, sus idas y venidas; el instituto, sus lugares virtuales, sus salidas a discotecas y demás. Ellos tienen ocupaciones que facilitan su charleta diaria sin trascendencia, yo entre mi trabajo en la casa, y mi vicio de leer y escribir sin pausa ni prisa, vivo muchísimas horas diarias "encerrada" aquí, y disfruto como una enana en estos espacios virtuales donde reunidos estamos tantos a los que nos gusta escribir. En mi vida real es muy raro poder acceder al tipo de informaciones exquisitas que me encuentro por aquí. Afinidades, preocupaciones, risas, locuras, coherencias, y ese batiburrillo que se forma entre conexiones de aquí y allá.
Y es cierto, puede que un día me reprochen este sitio, les sobrarían razones: porque soy una cutre, por estoy medio loca, porque con una casa tan enorme y todo lo que tengo que hacer, porque además los animales, y esto y lo otro...y yo perdiendo el tiempo por aquí...Todo eso puedo comprenderlo, pero tendría bastante que decir en mi favor, esto es mi terapia contra todos mis males. El potaje de mis sabores y sinsabores. Mi línea de meta que comienza más allá del horizonte y llega hasta el último confín. El lugar donde nadie que me conozca tiene que aguantarme, mi forma de huir de todos y llegar a mí. No me sirve de excusa, pero es que a mi edad si algo ya no necesito son excusas. Estoy aquí porque la vida me permite estar viva, y porque esto es vivir para mí. Poner en palabras todo cuanto se me ocurra; incluso aquello que nunca se me debió ocurrir ;)
Él tiene más suerte, porque es más inteligente y mucho más coherente. Espero que me perdone por traerlo aquí, pero es que me ha parecido de nota.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
martes, 15 de mayo de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
Dos naranjas enteras
Paulina es una madre controladora, de esas que exasperan a sus hijos. Que quiere saber siempre a donde van y con quien, que pone hora de llegada y hora de salida. El tipo de madre que persigue a sus hijos por la casa para que recuerden hacer lo que tienen que hacer. Que les pone a estudiar y hacer deberes sin dejar de recordarles que ese es el trabajo que tienen que hacer, el pasaporte a su futuro soñado. También es una madre que se adapta y cede, que les deja un espacio de libertad, que sopesa la cuerda que tiene en la mano y va soltando poco a poco, esperando ese punto cómodo desde los extremos, donde todo esté bien.
Paulina ha sido testigo durante muchos años de la mayor libertad que le ha dado a su hijo solo por el hecho de ser varón. Y cree que no es justo, pero que sin embargo es necesario porque la realidad pone de manifiesto que existe más riesgo para una mujer, una que sea lo bastante ingenua para creérselo todo. Y es por eso que como madre, no quiere ponérselo fácil al mundo. Pues bien, conoce madres que adaptan la fórmula contraria a la suya, niñas que se ennovian siendo solo unas niñas y van y vienen desde casa de sus novios, a cualquier hora y en total libertad. De la misma forma en que sus novios entran y salen de la suya, como Pedro por su casa, en un desorden que nadie quiere limitar. Admira a ese tipo de madres y al mismo tiempo casi se compadece de sus hijas, pues observándolas de cerca, vale que no estén siendo controladas por sus padres, pero terminan siendo controladas por sus novios. Y llega el día en que no pueden despegarse de él, porque es él quien marca sus pautas.
Si el chico es bueno y es serio, muy bien. Pero si es un pelagatos del tres al cuarto, un día se irá detrás de otra linda flor que asome su cabecita. Y la chica para entonces, ya sin amigas, se da cuenta de que poco a poco le han ido sitiando. Embaucando. Chuleando. Exprimiendo.
Paulina percibe la diferencia en que quizá ha ido criando a sus hijos, hembra o varón. Sabe que no es una gran mujer, que es solo confiada hasta cierto punto, que anda siempre con la mosca detrás de la oreja. Pero si algo tiene claro es que no ha criado medias naranjas que tengan que andar mendigando por su otra mitad; son naranjas enteras. Que buscarán en todo caso otra naranja igual, y no serán la suma de medio y medio. Serán la suma de uno más otro: Dos en total.
¿Es necesario controlar?
Paulina ha sido testigo durante muchos años de la mayor libertad que le ha dado a su hijo solo por el hecho de ser varón. Y cree que no es justo, pero que sin embargo es necesario porque la realidad pone de manifiesto que existe más riesgo para una mujer, una que sea lo bastante ingenua para creérselo todo. Y es por eso que como madre, no quiere ponérselo fácil al mundo. Pues bien, conoce madres que adaptan la fórmula contraria a la suya, niñas que se ennovian siendo solo unas niñas y van y vienen desde casa de sus novios, a cualquier hora y en total libertad. De la misma forma en que sus novios entran y salen de la suya, como Pedro por su casa, en un desorden que nadie quiere limitar. Admira a ese tipo de madres y al mismo tiempo casi se compadece de sus hijas, pues observándolas de cerca, vale que no estén siendo controladas por sus padres, pero terminan siendo controladas por sus novios. Y llega el día en que no pueden despegarse de él, porque es él quien marca sus pautas.
Si el chico es bueno y es serio, muy bien. Pero si es un pelagatos del tres al cuarto, un día se irá detrás de otra linda flor que asome su cabecita. Y la chica para entonces, ya sin amigas, se da cuenta de que poco a poco le han ido sitiando. Embaucando. Chuleando. Exprimiendo.
Paulina percibe la diferencia en que quizá ha ido criando a sus hijos, hembra o varón. Sabe que no es una gran mujer, que es solo confiada hasta cierto punto, que anda siempre con la mosca detrás de la oreja. Pero si algo tiene claro es que no ha criado medias naranjas que tengan que andar mendigando por su otra mitad; son naranjas enteras. Que buscarán en todo caso otra naranja igual, y no serán la suma de medio y medio. Serán la suma de uno más otro: Dos en total.
¿Es necesario controlar?
domingo, 13 de mayo de 2012
Cuestión de fe
En todas las cuestiones que tienen que ver con la fe hay que ser muy tolerante y saber aceptar las convicciones de los demás. Porque la fe es algo muy personal, como el tacto de la piel o el tono de nuestra voz. Opino que creer o descreer no te hace mejor ni peor. Tampoco más valiente o cobarde. Creo que depende de todo aquello que desde niños hemos ido construyendo sobre la fe. Como cualquier construcción que hecha con penas o alegrías se sostiene en pie. Se me ocurre que quizá quienes desde muy niños hemos visto la muerte de cerca, hemos construido arraigos que han ido creciendo en nosotros, como raíces ensartadas a nuestro ser.
Mi infancia sucedió al lado de una iglesia, y mi fe, certera o no, se fue formando un día tras otro enredada en sucesos. Más que mi fe, que es confusa e indefinida como yo, diría mi concepto de dios, no sé si en mayúscula o minúscula: en todo caso esa conciencia de un algo superior. Sobre la que cada persona en concreto tiene una opinión, para mí igual de válida la de quien cree, o de quien no.
Mi infancia sucedió al lado de una iglesia, y mi fe, certera o no, se fue formando un día tras otro enredada en sucesos. Más que mi fe, que es confusa e indefinida como yo, diría mi concepto de dios, no sé si en mayúscula o minúscula: en todo caso esa conciencia de un algo superior. Sobre la que cada persona en concreto tiene una opinión, para mí igual de válida la de quien cree, o de quien no.
sábado, 12 de mayo de 2012
Hay más
De lo que vemos a simple vista. De todo lo que nos dijeron que hay. De todas las casualidades que a veces se dan. Hay mucho más que aún no hemos recorrido, que aún no hemos aprendido. Mucho que vendrá.
¿Quién no lo ha pensado alguna vez? Pues bien, ya que hay más, ahora tiene su canción. Y como acabo de descubrirla, aquí la dejo. No está mal para una mañana de sábado en la que no pensaba publicar.
¿Quién no lo ha pensado alguna vez? Pues bien, ya que hay más, ahora tiene su canción. Y como acabo de descubrirla, aquí la dejo. No está mal para una mañana de sábado en la que no pensaba publicar.
viernes, 11 de mayo de 2012
La lucha por publicar
No siempre da sus frutos, pero está claro que todos los escritores que han publicado hasta la fecha, lo han conseguido por su tesón. Hay historias que nos emocionan más que otras. A mí suelen emocionarme las que parten de una verdad, de algo que se ha vivido en primera persona. Historias de superación, que nos demuestran que en medio del peor escenario uno puede conseguir aquello que se proponga. Que una cosa son las circunstancias y otra cosa lo que se consigue pese a las circunstancias.
No leí la novela, de modo que poco más puedo contar que lo que su autora ha venido contando. Y no voy a desvelarlo porque lo cuenta en su blog. Admiro su empeño en que el mundo entero conociera esta historia, porque la historia de Waldek, es sobre todo, contada por quien la cuenta, una historia de amor.
Enhorabuena Blanca
No leí la novela, de modo que poco más puedo contar que lo que su autora ha venido contando. Y no voy a desvelarlo porque lo cuenta en su blog. Admiro su empeño en que el mundo entero conociera esta historia, porque la historia de Waldek, es sobre todo, contada por quien la cuenta, una historia de amor.
Enhorabuena Blanca
miércoles, 9 de mayo de 2012
Todo lo que haría por verte feliz
Hacía tiempo que no charlaba relajadamente con Dulce. La encontré más serena que de costumbre. Con un halo indefinido que profundizaba sus grandes ojos negros. Estaba visiblemente mucho más delgada, llevaba un pelo más liso que de costumbre, con un corte ligeramente más juvenil. A simple vista la vi mucho mejor de lo que la recordaba, llovía finamente y nos vimos obligadas resguardarnos bajo un sobreportal para seguir poniéndonos al día con nuestras vidas.
De hace diez años acá hubo varias muertes en su familia que no termina de superar. Su marido está en paro y la situación tan complicada que se cuenta en los diarios la tiene en un ay. No iba muy sobrada de entusiasmo y de un tiempo a esta parte todo se le hace cuesta arriba, hasta tal punto que siente que arrastra a quienes le rodean hacia ese abismo que no deja de enfocar. Me dijo que al día siguiente iría a su médico de cabecera a pedirle que le envíe al psicólogo. Le conté que seguramente no lo haría, que conocía a mucha gente que lo solicitó y se encontró de pleno una negativa. Ella me aseguró que sí, que su médico le dijo hace ya tiempo que si acaso lo requería, la enviaría. Al despedirnos le dije que si de verdad conseguía que la enviasen al psicólogo me pasase las recetas. Se lo dije porque yo quise ir al psicólogo hace muchos años para superar mis muertes y no me envió. Quiso atiborrarme de pastillas para dormir y las traje a casa, y anduve perdida varios días entre nubes, cuando tocaba despertar, dormía, cuando tocaba dormir, despertaba. Y en mis sueños revivía a mis muertos una y otra vez. Era feliz mientras les tenía, y cuando se iban, mi tristeza se multiplicaba por cien. De modo que me dije que no, que quien debía trepar desde ese hoyo negro era yo. Y me puse a hacer balance de todas las cosas buenas que me dio la vida. Y me dije que no todo el mundo tenía tanta suerte como yo, que al menos tenía bonitos recuerdos que traerme a la mente. Que no iba a llorar nunca más por lo perdido (¿quién no se engaña alguna vez a sí mismo en circunstancias extremas?) , y que iba a subrayar lo alegre para llevarlo conmigo allá donde voy.
Esta mañana recibí una llamada de Dulce para decirme que estaba en lo cierto. Que su médico le dio largas y concluyó con una sentencia firme que no la enviaría al psicólogo, que si la enviaba solo conseguiría que le removiese aún más todo aquello. Le recetó pastillas de dormir para despertar, y de despertar para dormir. Sentí una impotencia tremenda. Porque Dulce me confesó que a veces le entraban ganas de tomarse tubos de pastillas enteros para dormirse por siempre, que por eso iba al médico, porque le estaba empezando a dar miedo de sí misma y lo que pudiese hacer para dejar a los demás tranquilos. Yo le dije que fuese a un psicólogo de pago, pero no se lo puede permitir. Está doblemente deprimida: ya no cree ni en su médico ni en la mejora del paro.
Como amiga de Dulce buscaré libros para que lea, porque le encanta leer. Le regalaré un libro que yo releo de cuando en cuando: Aprendiz de sabio, de Bernabé tierno. Buscaré más libros que le puedan gustar y contagiar mucho ánimo vital. Quizá le deje uno de mis novelones para que me lea y corrija. Y si la cosa es muy grave le enseñaré este blog (que se me antoja como enseñarle mis tripas por dentro, como si en el día a día de nuestra amistad solo le hubiese enseñado mi parte mejor y rehusase traerla hasta el sótano) por si algo de lo que he escrito le sirve para reírse conmigo o de mí; no importa.
De hace diez años acá hubo varias muertes en su familia que no termina de superar. Su marido está en paro y la situación tan complicada que se cuenta en los diarios la tiene en un ay. No iba muy sobrada de entusiasmo y de un tiempo a esta parte todo se le hace cuesta arriba, hasta tal punto que siente que arrastra a quienes le rodean hacia ese abismo que no deja de enfocar. Me dijo que al día siguiente iría a su médico de cabecera a pedirle que le envíe al psicólogo. Le conté que seguramente no lo haría, que conocía a mucha gente que lo solicitó y se encontró de pleno una negativa. Ella me aseguró que sí, que su médico le dijo hace ya tiempo que si acaso lo requería, la enviaría. Al despedirnos le dije que si de verdad conseguía que la enviasen al psicólogo me pasase las recetas. Se lo dije porque yo quise ir al psicólogo hace muchos años para superar mis muertes y no me envió. Quiso atiborrarme de pastillas para dormir y las traje a casa, y anduve perdida varios días entre nubes, cuando tocaba despertar, dormía, cuando tocaba dormir, despertaba. Y en mis sueños revivía a mis muertos una y otra vez. Era feliz mientras les tenía, y cuando se iban, mi tristeza se multiplicaba por cien. De modo que me dije que no, que quien debía trepar desde ese hoyo negro era yo. Y me puse a hacer balance de todas las cosas buenas que me dio la vida. Y me dije que no todo el mundo tenía tanta suerte como yo, que al menos tenía bonitos recuerdos que traerme a la mente. Que no iba a llorar nunca más por lo perdido (¿quién no se engaña alguna vez a sí mismo en circunstancias extremas?) , y que iba a subrayar lo alegre para llevarlo conmigo allá donde voy.
Esta mañana recibí una llamada de Dulce para decirme que estaba en lo cierto. Que su médico le dio largas y concluyó con una sentencia firme que no la enviaría al psicólogo, que si la enviaba solo conseguiría que le removiese aún más todo aquello. Le recetó pastillas de dormir para despertar, y de despertar para dormir. Sentí una impotencia tremenda. Porque Dulce me confesó que a veces le entraban ganas de tomarse tubos de pastillas enteros para dormirse por siempre, que por eso iba al médico, porque le estaba empezando a dar miedo de sí misma y lo que pudiese hacer para dejar a los demás tranquilos. Yo le dije que fuese a un psicólogo de pago, pero no se lo puede permitir. Está doblemente deprimida: ya no cree ni en su médico ni en la mejora del paro.
Como amiga de Dulce buscaré libros para que lea, porque le encanta leer. Le regalaré un libro que yo releo de cuando en cuando: Aprendiz de sabio, de Bernabé tierno. Buscaré más libros que le puedan gustar y contagiar mucho ánimo vital. Quizá le deje uno de mis novelones para que me lea y corrija. Y si la cosa es muy grave le enseñaré este blog (que se me antoja como enseñarle mis tripas por dentro, como si en el día a día de nuestra amistad solo le hubiese enseñado mi parte mejor y rehusase traerla hasta el sótano) por si algo de lo que he escrito le sirve para reírse conmigo o de mí; no importa.
Detenerse a pensar
A veces uno se encuentra con reflexiones que le hacen sonreír. Que le hacen pensar que a veces, si nos detenemos a pensar la cabeza nos echa humo. Pero que siempre y en todo caso, se descubren cosas muy interesantes si nos tomamos un tiempo para pensar.
Os dejo una reflexión con gracia
Os dejo una reflexión con gracia
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