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miércoles, 9 de junio de 2010

Esas notas de guitarra y esa alegría festiva

Es lo primero que escucho al ponerme escribir. Y así es muy sencillo hilar un capítulo tras otro, porque las palabras siguen esas notas como por arte de magia.

Canta corazón: Alejandro Fernández

¿Alguien dijo crisis?

Parecía que se había terminado el boom de construir en la costa asturiana pero se anuncia la construcción de tres mil viviendas en la zona que rodea al Cabo de Peñas, que por cierto es paisaje protegido, -váyase a saber si de los pobretones o qué- y por si esto fuese poco añaden a los planos dos campos de golf.
No entiendo nada, pero bueno, ya sabemos que nunca entiendo nada, de modo que tanto da. Pero con la que está cayendo me sorprende esta noticia, que por supuesto volvería a dar trabajo a muchos parados, algo que es bueno, pero que me lleva a pensar que se buscan compradores de alto rendimiento salarial. Si es cierto lo que se cuenta de otra zona en que han hecho otro tanto, porque esas cifras astronómicas que se rumorean por vivienda y pago mensual de comunidad ya se sabe quien las puede pagar.
La gente normal, que es de la que me rodeo, pequeños empresarios o trabajadores de empresas pequeñas, medias o grandes tienen bastante con ir capeando el temporal sin ir de cabeza a la lista del paro. Alguno no lo pudo evitar y hay situaciones verdaderamente precarias esperando cualquier tipo de solución. De ahí que no me cuadre. A estas horas, la gran mayoría de trabajadores que conozco las pasan moradas para conservar su vivienda actual, que al lado de esos proyectos de que hablo son chamizos en unos casos, y ratoneras en otros.
Pero la política por lo que se ve, sigue planeando a lo grande, y para qué nos vamos a privar. Se me ocurre que aún en caso de construirse será un gran desierto de cemento presto a habitar, a no ser que estemos hablando de los meses de verano. En verano ya se sabe, en la costa, lleno a reventar.

martes, 8 de junio de 2010

¿Quien se lo va a perder?

Si alguien se lo va a perder no voy a ser yo, aunque me maten de angustia los lugares concurridos, aunque no quiera ir sola y no sepa a estas horas quien podrá venir conmigo. Aunque no sepa nada, algo sé, quiero escuchar esto el 15 de Julio en el Carlos Tartiere y prometo cantar aunque se caigan del cielo todas las estrellas

Desde que empecé a escribir






Empecé a conocerme mejor, a saber quien soy, a saber que quiero, a mirar el mundo con ojos de pintora, a sentirme de la misma materia que la naturaleza. Ya no siento soledad, porque me acompañan miles de páginas escritas, miles que destruí, y miles que esperan para reflejarse en el lugar donde las historias esperan para al fin nacer.
Ninguna de esas páginas alcanzará jamás la perfección que tienen los libros que se publican, pero ninguno de los libros publicados habla exactamente de lo que hablan los que escribo, porque los que escribo están hechos a mi justa medida con mis ingredientes, esos que yo ni sé.
Al finalizar la escuela hice un curso de corte y confección con una modista que tenía las manos de oro, tanto fue así que Dios mismo la llamó demasiado pronto, seguramente para confeccionar trajes a los ángeles. Me gusta pensarlo así, porque esa clase de corte y confección la sentí como mi verdadera escuela, aquella en la que aprendí algo que de veras me gustaba. Hacer mi propia ropa escogiendo la tela a mi gusto, que no es un gusto común, mi modista siempre se asombraba de mis combinaciones, estilo tejano con mezcla de elegancia, si es que puede ser, y después reía, y me decía que sí, que me quedaría bien, que teniendo un cuerpo así nada podría sentarme mal. Y yo me quejaba de mi poca cintura en proporción a mi mucha cadera, y simulaba un cuchillo cortando en recto un cuerpo anoréxico y ella volvía a reír y a recalcarme que las redondeces no me las quitaría con nada. Y era verdad, ni diez kilómetros en bicicleta diarios, ni cinco kilómetros a la carrera ni nada de nada. Me perseguía siempre el mismo cuerpo aunque fuese con tres tallas menos, y me persigue ahora con cuatro tallas más. Uno se empeña en cambiar y sigue siendo el mismo toda la vida.
Pues eso, mis escritos nunca serán perfectos porque yo no lo soy, no contarán lo que el mundo quiere oír, contarán lo que quiero oír yo, no tendrán cabida en parte alguna, pero encajaran en mi corazón y latirán conmigo mientras me quede un soplo de vida.
La soledad ya no existe, es un compás de espera lleno de letras prestas a escribirse, es una historia que no se deja de amoldar, muchas a la vez, que se cuajan del modo en que se cuaja una tarta de queso dentro de la nevera, lentamente, casi de forma artesanal. A veces creo que indago más acerca de lo que es la inspiración, que lo que son las novelas que me surgen, que interrogo más a esta necesidad que lo que quiere escribir la propia historia que cuento.
La historia se escribe a sí misma, me ataja, me arrastra, me asalta y me deja en cueros, me llena de histeria, de alegría, me enciende, me golpea, me sacude, me eleva, me sorprende. La historia siempre es magia. Y me roba las horas a un ritmo vertiginoso, se me van tres o cuatro horas en nada, y siempre tengo que dejarlo en lo mejor para ocuparme de la casa, de la comida, de hacer camas, poner lavadoras, quitar coladas, coser, planchar, poner, quitar. Es ese otro ritmo el que me agota porque quiero estar frente a la pantalla descubriendo yo misma lo que va a pasar, porque soy la primera sorprendida de lo que ocurre. Es un mundo tan apasionante que un día se me va a tragar y voy a marcharme a vivir la propia vida de mis personajes y no voy a volver más. Algo cruje cuando dejo a mis personajes emplazados hasta el día siguiente, cruje saber que mañana no sabré contarlo así, con la energía arrebatada que en ese momento llevaba.
Escribir no te deja leer otros libros de autores con la misma frescura. No te deja sorprenderte con las sorpresas porque las veías venir, los propios personajes te los van anticipando porque sabes del modo en se suelen conducir.
Escribir no te deja a veces escuchar a los otros, les escuchas desde un nubarrón por donde andas subido matizando detalles; y recientemente he descubierto otra cosa, me he vuelto mandona, tremendamente mandona y quiero que todo se haga tal que así. Sé lo que quiero y trato de dirigir a los míos como si fuesen personajes, como si mi propia vida se dejase dirigir. El tiempo que mi hijo estuvo en paro me convenció de ello, y lo llevo analizando diez meses; y creo que no es malo, es un modo de organizar tu vida y no permitir que lo que no quieres sea. Lo difícil es lo de siempre, convencer a los demás de que hagan las cosas tal como te gustan, a veces solo las hacen para que dejes de repetirles como tienen que ser. Pero todo se vuelve más manejable, más ordenado, y sin darte cuenta tu vida encaja mejor en todos los aspectos. Aunque hay días que no. Perfecta tampoco iba a ser, porque la perfección la alcanzas el último día, justo cuando dejas de ser. Y si dejas de ser ya no tiene gracia.
Escribir es comprender mejor a las personas que te hablan, desenredarles la madeja con santa claridad, si no vas con cuidado te suena el teléfono cada cinco minutos como si fueses una vidente a tiempo total. Escribir te hace conformarte con lo que tienes y te hace querer más, te hace intentar que tus personajes cobren vida propia y se pongan a volar entre el resto de libros. Esa es la parte peor de todas, cuando llegues a ella pisa con pies de plomo o si no ya verás...

lunes, 7 de junio de 2010

Solo buscaba unas maletas




Cuentan muchos escritores que no hace falta inventarse gran cosa para crear una novela, que las más veces solo hay que leer los periódicos o seguir los informativos de televisión. Y es verdad, muchas veces mientras intentas retratar un mundo idílico aunque solo sea para olvidarte del real, te traiciona el teclado y terminas escribiendo un remix de todo lo acontecido en el mundo meses atrás. Y terminas entendiendo que leer un libro de mundos idílicos es estupendo, pero que los de veras te sirven en el día a día son los que reflejan la verdad.
Todos los días vienen noticias tremendas en los diarios, que suceden aquí o allá pero voy a relatar una de esas noticias que sé que jamás podré olvidar. Que si se leyese en cualquier libro me haría pensar en un autor exagerado y alejado de toda realidad.

Hacía varios días que una hija no sabía de sus padres, llamaba a todos los teléfonos y no lograba contactar, era algo tan extraño que llamó desesperada a su hermano para que fuese hasta el piso para ver lo que podía averiguar.
Me imagino al chico dando vueltas por el piso intentando explicarse una razón a ese absoluto silencio que llegaba de todas partes. Con el tiempo se le encendió una luz, y miró dentro del canapé para ver si aún estaban las maletas, porque si no estaban, tal vez se habían ido de viaje sin tiempo de avisar a nadie. Al abrirlo se encontró el cuerpo sin vida de su madre envuelto en sábanas. Presuntamente su padre la estranguló, la escondió allí, echó al gato del piso y se fue de la casa. Según los vecinos nunca escucharon una discusión, eran gente de lo más normal.
Y es que todo parece normal hasta que deja de serlo, porque después de treinta años de convivencia lo que está claro es que estrangular a la mujer con la que convives no es normal, porque es algo totalmente innecesario. Algo así no tiene justificación.
Cuando escucho eso de "otra víctima de la violencia machista" algo que pudiera ser un escalofrío me recorre el cuerpo. No entiendo porqué no se puede decir lo que siempre se ha dicho: un hombre ha asesinado a su mujer en tal o cual sitio. Eso me dejaba más tranquila, porque quedaba claro que la había matado un asesino. Aunque como en este caso hubiera sido el hombre con quien llevaba treinta años conviviendo.
Lo de la "violencia machista" me suena a un virus que se expande como el de la gripe A, algo ajeno a ese hombre que ha decidido matar. Me suena a borrachera momentánea o cosa parecida. Y no es eso, es un crimen. Premeditado y ejecutado con toda la frialdad que un crimen precisa. Aunque el motivo lo desencadene unas lentejas mal cocinadas o una camisa sin planchar, que es a lo que me sigue sonando violencia machista. Me suena a que el hombre se puso gallito; y nada más lejos de la realidad. Lo peor de este caso, es lo peor de todos, no sentarse a concluir si te vas, si me voy, si lo zanjo o si lo zanjamos definitivamente, o si a partir de hoy ni nos volvemos a mirar...

Eso lo pensaría después mientras conducía unos cien kilómetros y se le ocurría la idea de ahorcarse, no sin antes dejar un sobre para cada uno de sus hijos, tenían tres.

¿Qué les puedes explicar? ¿Que has matado a tu mujer para nada y ahora te vas a matar?
¿Para qué, para no asumir tus culpas? ¿Si te ibas a matar porque no la dejaste vivir a ella al menos? ¿Acaso pensabas que algo así se puede explicar?

domingo, 6 de junio de 2010

Verbo corregir




No me gusta este blog tal y como está. Esa es la verdad, y como me puse a corregir sin tener ni idea de como había que hacerlo, me dio tiempo de mirar y eliminar. Cuando corrijo soy una crítica feroz, de modo que estuve a un plis de mandarlo todo a paseo y cerrar definitivamente, soy así, por las mañanas sueño y por las tardes despierto; son demasiados años de escribir siempre por las mañanas y mi lado crítico anda dormido aún. Es tal como lo cuento. Realidad y ficción, cabeza y corazón los tengo siempre reñidos, pero a veces consiguen llevarse bien y es por eso por lo que me gusta escribir, porque es ahí donde encuentran su equilibrio.
De todos modos no voy a engañar, hoy me apetecería poneros una canción, parte final concierto de AF Acapulco 2005, canción No.
Con esa energía, y con todo ese arrojo, es lo que cantaría esta mañana en que tener blog y escribir en word con toda la soledad que supone se me antoja la misma cosa que haber naufragado y estar en medio del mar esperando el barco que me vuelva a casa.




sábado, 5 de junio de 2010