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domingo, 24 de mayo de 2015

El arrojo de empezar

La vida termina sus etapas a nuestro alrededor de un modo continuo. Lo único que no debemos perder es la ilusión a la hora de volver a comenzar; lo que quiera que haya terminado en apariencia es solo continuidad. Cada vez que nace un nuevo día es una nueva oportunidad. Debemos de vez en cuando soltar todo lo que creíamos que sería de tal o cual modo, porque la vida no tiene un manual de uso perfecto: creo que todo lo que tiene es cambio constante. De modo que todo lo que se puede hacer para mantenerse vivo sin apegarse a la angustia es desarrollar la capacidad de cambiar junto a ella, sin sobresaltos, de la forma en que nadamos para no ahogarnos entre las olas del mar.

Hoy es uno de esos días de cambio y no pienso quedarme en casa sin hacer nada. Después de la cantidad de propaganda electoral que he ido tirando a la basura (es tremendo el despilfarro de tinta y papel que hay colgado por las calles, que traducido a comida para quienes lo necesitan daría para mucho que comer), me quedo con lo que he rescatado, mi voto. Y esta mañana de cambio en perspectiva cruzo los dedos para que podamos cambiar.

Cambiar hacia otro tipo de objetivos que hagan posible que los pueblos de montaña desiertos y arruinados más que nunca desde los últimos años, puedan resurgir de nuevo con el mismo cuidado que lo hace la cuidad. A diferencia de que los pueblos más castigados por la crisis no necesitan de adornos, los árboles nacen y crecen solos, con ramas frondosas que dan sus frutos sin apenas abono, con la sola lluvia que de cuando en cuando les quiera regar.

viernes, 22 de mayo de 2015

Nubes espesas

Esta mañana me enteré de que Esperanza Aguirre ganó un concurso literario. La radio lo comunicó en el mismo instante en que llegué a mi destino y apagué la radio sin querer saber mucho más. En verdad me quedé tan perpleja que minutos después volví hasta el coche dudando si lo había cerrado o no. Lo encontré cerrado. Me consoló pensar que aunque no estoy del todo en mí hay un interruptor que hace lo debido.

El eterno por qué escribía hasta ahora me asaltó de nuevo. Esta temporada ando pensando que me faltaba un algo que no lograba encontrar: La aceptación de que voy a morirme un día. Creo que ahora lo acepté y que el hecho de tener que morirme no me causa la misma desazón. Ahora lo que siento es un deseo de vivir en mi presente aprovechando cada segundo de lo que es mi vida real. Disfrutando de las personas que me rodean a diario. Tal vez lo que estoy es dándome cuenta de que tengo mucha gente valiosa a mi alrededor. Y no quiero perderme un solo segundo de ellas persiguiendo personajes que solo vivieron alguna vez en mi imaginación. Quizá pensando tanto el por qué terminé matando el cómo. A cambio tengo un montón de tiempo libre para hacer las cosas que más me gustan, entre ellas admirar la naturaleza a mi alrededor. ¿Alguien se ha dado cuenta de lo que crecen los cachorros de perro en solo dos meses? Dedico bastante tiempo a verlo de cerca y me maravilla. Pierdo el tiempo con devoción; enterarme de que Espe ganó un concurso literario ni tan siquiera me ofusca, me da la risa. Hace tiempo que el mundillo literario ya no es lo que era. Es una mezcla de tantas cosas que mi atención se dispersa hasta las nubes espesas del cielo hoy.

jueves, 21 de mayo de 2015

Sin duda nos merecemos lo mejor

Hace unos días me encontraba con una chica cercana a los treinta que trabaja en una empresa de limpieza. Es la persona más inteligente que conozco, si por conocer he de referirme a quienes conozco en carne y hueso, sus notas rozaron siempre en la excelencia; pero la suerte parece que no ha ido nunca a la par. Es por eso que su trabajo terminó siendo limpiar lo que otros ensucian. Alguien que teniendo las cualidades necesarias para ocupar el cargo de mayor poder en cualquier oficina, pasa a malvivir dándole a la bayeta, la escoba y la fregona, como mínimo ocho horas al día.
Al preguntarle qué tal le iba, me contó que apenas gana para gastos, que estaba molida y apenas estaba comenzando la semana. Me dolió y no sé si supe o quise disimular. Algo en mi interior no acepta que habiendo cumplido las expectativas de padres y profesores de forma impecable haya obtenido a cambio este tipo de realidad.

-En unos días ganarán las elecciones otros distintos a quienes gobiernan - le dije convencida de que será así- y tal vez quienes ganen esta vez se ocupen mejor de nosotros; aquellos que apenas ganamos para vivir.
-Da lo mismo quienes ganen - me dijo como hace tantas veces, como queriendo arrancarme de una vez por todas mi estupidez-. Somos muchos para arreglarnos a todos.

Ella no soporta que yo siempre espere del porvenir algo mucho mejor. Y yo no soporto que sea siempre tan derrotista. Que no conserve ni un mínimo de ilusión por algo que escape a su firme racionalización de todo. Tengo la dudosa creencia de que solo alguien que es capaz de imaginar un futuro mejor para sí mismo, es capaz de conseguirlo por mucho que se tuerza su vida. De que hay una base necesaria para salir de aquellos hoyos que nos precipitan a su fondo: la sola conciencia de que nos conviene trepar a la superficie para caminar desde allí. Intuyo, que en el fondo es alguien muy conformista; alguien que vive la vida que otros planearon para sí. La peor derrota de todas.


No me importa quien de las dos tenga razón, yo admiro su inteligencia porque ya la querría para mí...o tal vez no. Quizá prefiera ser la eterna tonta que tanto abuchearon en clase sus peores profesores. Porque a fin de cuentas, si a ninguna de las dos han de servirnos las notas del colegio, al menos a mí jamás me faltará ilusión para creer que algún día en algún tipo de mundo todo será posible.

(Aunque sea en mi imaginación).

miércoles, 13 de mayo de 2015

En campaña electoral

Vemos a los ladrones y a la buena gente
recorriendo pueblos remotos que nunca pisaron
en busca de lo mismo: un voto a su partido

Nos quedamos extrañados y nos decimos
que mientras pisan estiércol de vaca
ansían vivir como caudillos

Arrugamos el entrecejo cuando menos
y sentimos náuseas al ver que quienes
hicieron la vida imposible a pueblerinos

Hoy van a esos pueblos semi desiertos
a intentar arrancar un voto hermano
aunque sea arrancado entre los nudillos

En campaña electoral la buena memoria
parece dejarse atrás, porque todo vale
se ansía que todos salgan del olvido

Y corran a las urnas a dejar un voto a favor
aunque venga a ponerles la soga al cuello
es un voto, siempre que sea un voto amigo

Pienso mientras les veo pisar estiércol
o respirar el aire prístino aún sin viciar
que voy a votar, desde luego, a otro partido.

Mientas pisan pueblos que nunca les importaron
me da la risa y siento un asco brutal
al ver que pese a lo que digan siguen siendo mis enemigos

Quienes solo contribuyeron a vivir cual marqueses
mientras todo esto se caía a pedazos 
volveremos a levantarlo sin vuestra ayuda
eso es todo lo que les digo.

lunes, 27 de abril de 2015

Compartimos sueños

La diferencia es que unos consiguen avanzar sin perder de vista sus metas y otros se detienen a pensar tanto en ellas, que comienza a invadirles un temor paralizante que termina por asfixiar cualquier esperanza de llevar su sueño a cabo.

A veces se me ocurre pensar que lo mejor de todo es ponerse a trabajar sin expectativas. Trabajar solamente y dejar que el tiempo complete ese proceso que se lleva en mente. Aprender a poner unas palabras tras otras tal y como suceden y dejar que sin dejar interferir demasiado el esquema de las cosas se complementen.

Él va por su segundo libro: Cuando siempre era verano,  de Miguel Pascuau; qué título tan sugerente.

Para cumplir cualquier sueño hace falta una mezcla de talentos y la valentía necesaria para poner en marcha el mecanismo de resultados que vendrán detrás. Auguro que todos buenos ;)

miércoles, 22 de abril de 2015

Sobre escritura

Yo escribo así, no cambio nada. El que siente que tiene que cambiar la voz, la forma de escribir, el que imposta su voz para “hablar a los niños”, fracasa casi siempre... La verdad, casi siempre me he presentado a premios con libros difíciles, arriesgados. Algunos, después de ser rechazados por el editor, o por los editores. Pero un premio literario no debe premiar lo comercial, lo fácil, sino lo arriesgado, lo difícil. Y eso es lo que creo que he hecho siempre: arriesgar, buscar nuevos caminos narrativos. Así que cuando recibo un premio por uno de esos libros me siento satisfecho por mí, claro, pero sobre todo por el pequeño avance que propongo.

Gonzalo Moure

(Inolvidable su novela El síndrome de Mozart, me encantó)

Si quieres leer el texto completo lo encontrarás aquí

lunes, 20 de abril de 2015

Aquello que sucede cuando se suma vida

Ellos esperan a que baje cada mañana las escaleras, les llamo y me salen a recibir, yo premio su rapidez con palabras de ánimo y mimos, me siento en el taburete bajo y los miro durante un buen rato, ya los echo de menos antes de buscarles a una buena familia que los acoja. Siento que cada uno de ellos es mío y que tengo la gran responsabilidad de que de aquí en adelante sean cuidados con esmero, doy por hecho que todo lo que reciban lo recompensarán con creces. Me repito lo que dije tantas veces "me gustan más los gatos que los perros", creo que la frase correcta sería "siempre tuve más gatos que perros", siento ahora que los perros me gustan más. El año pasado Cloe tuvo cuatro, este año tiene seis. Los anteriores, pintados de la forma más simpática en marrones de todas las tonalidades, este año en la paleta de colores predomina el negro, blanco y gris. Quiero quedármelos todos por la forma en la que enriquecen mi vida, hace apenas seis semanas que llegaron y es como si desde siempre estuvieran aquí. 

Les bajo un poco de leche con pan, los veo saltar cuando apenas consiguen caminar, me miran moviendo sus cabezas con alegría. Los más avispados comen hasta que sus barrigas se comienzan a abultar, los más torpes lamen un poco el líquido y juegan como cachorros de leones entre sí. Mientras las noticias de los diarios son cada vez más deprimentes yo me quedo allí, viendo como la parte más gratificante de la naturaleza sigue su ritmo con la habitual belleza que en verdad la caracteriza. La vida se sigue abriendo paso con elegancia, terca a dejarse restar por la avaricia y la falta de escrúpulos de unos pocos, aunque ocupen los cargos de mayor importancia de un país. Para la naturaleza que es todo renovación, todo se renovará. Eso es lo que decido después de perder un trozo de mañana, contemplando a esos cachorros de los que un día solo me quedarán muchas fotos y retazos en la memoria. De momento me basta con saber que el más tontito y adorable de todos será regalado por un abuelo a su nieta de cuatro años. Ya solo resta pensar en el futuro de otros cuatro, porque uno sí me lo quedaré. Pienso que la vez anterior también nos quedamos uno y de tanta excelencia como albergaba nos lo robaron, alguna vez pienso en él, en el único que quise cuidar para siempre y del único que en el presente nada sé. 

Cloe termina volviendo de sus carreras por el prado y recuerdo el día en que llegó a casa, se sentó en las escaleras y de alguna forma me hizo saber que se quedaría a vivir. Tenía una enorme cicatriz en el cuello y estaba en el puro hueso. Se veía que era noble, pero en cuanto intentabas acariciarla se tiraba en el suelo y solo temblaba. No traía chip, así que oficialmente nadie la reclamaba. Dedicamos dos años enteros a hacerle saber que pese al mucho maltrato recibido por su cuerpo, en nuestra casa nunca se la trataría mal, pero a pesar de ser así nos contradecimos, ella nos ha dado diez cachorritos de los que solo le regalaremos dos, y nos queda uno. Y ni si siquiera podremos saber si esta vez el que nos quedemos lo cuidaremos bien. Aunque por supuesto que nos comprometemos a hacer todo aquello que esté en nuestra mano.

Al rato de llegar, Cloe se cansa de mis cuidados y entra en la caseta, sus hijos corren tras ella dejando claro que dentro de todo el mundo, solo le pertenecen a ella. Yo recuerdo todo lo que me exige el día y vuelvo a subir por las escaleras. Me invade la sensación de que en cualquier especie siempre perdemos las féminas. No se me ocurre desgracia peor que quedarse sin aquello que se formó en tu vientre y desde tu vientre mismo se parió al mundo. Es una sensación que me llega desde la niñez, cuando una vaca paría y se vendía a su cría. Durante días enteros el silencio del pueblo quedaba suspendido por el mugido profundo y lastimero de aquella vaca, solo comparable al de las campanas de la iglesia anunciando un duelo o al bramido de los cerdos por San Martín.