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lunes, 27 de octubre de 2014

Hay tanto por hacer y por mejorar

Si me detengo a mirar al mundo, tal y como está en este momento, encuentro mucho que cambiar y me cabreo mucho porque creo que no sería tan complicado que todo el mundo tuviese un plato de comida en su mesa. Creo que contamos con los medios necesarios para hacer llegar hasta el último rincón del mundo un pack de alimentos, aunque sean en formato de barrita energética. Ese es un crujido que tengo desde los ocho años o así, en que escuché hablar a un misionero recién llegado del Congo. Alguien que conocía nuestro mundo y su mundo tan perfectamente como solo puede conocerlo quien convive entre sus gentes. Aquella charla me impresionó lo suficiente como para dejarme esperando que algo cambie, incluso 36 años más tarde. Es casi un crujido diario.




En días como hoy, que amanecen con un sol espectacular en lo alto del cielo. Con mucho tiempo por delante. Sin poderme quejar por nada en lo personal. Con muchas metas conseguidas y alguna aún por lograr -lo cual significa que sigo viva- y algún que otro dolor por aquellos que ya no están y a quienes no dejo de sentir a mi lado ni un segundo de mi vida; es tiempo de agradecer que de un tiempo a esta parte pueda rodearme de gente de tanta calidad humana.




A través de los blog que sigo o de la información a la que alcanzo desde internet, se ha ampliado de forma increíble el universo de gente junto a la que me siento feliz de caminar, eso aunque ya casi no comente. Creo que a estas alturas puedo repetirme mucho, o repetirme tanto que incluso a mí me llego a cansar, por eso no suelo comentar. Todo va por etapas y tal vez me estoy aprendiendo a dosificar; sería esa una gran novedad.


Pero en este momento en el que sol irradia tanta alegría a su paso no quisiera dejar de decir que el mundo está lleno de gente maravillosa que hace que nos sintamos maravillosos también solo por existir.


Gracias, gracias mil. No se me ocurre un lugar mejor en el que estar. Tenemos tanto por hacer y tanto por mejorar que quiero contagiaros desde aquí la profunda alegría de hoy estar vivos.

martes, 21 de octubre de 2014

¿Hasta cuando el hambre y la enfermedad?

Me equivocaba al decir que habían traído a nuestro país una enfermedad que no sabemos curar. Estamos a un paso de saber que si.

Pero seguiremos estando lejos de ir a combatir esa misma enfermedad justo donde más urge erradicarla, el lugar donde proviene.

Y todas las injusticias que nuestros ojos no presencian se repetirán un millón de veces, por todo aquello que si hubiéramos sumado fuerzas en serio, hubiésemos podido evitar.

Desde los pueblos lejanos llega un lamento que se extiende como el viento. Un lamento que aunque lo quiera no puedo dejar de escuchar. Minuto a minuto se necesita una ayuda que no llega. Se reza una plegaria que no obtiene respuesta. Y se repite una injusticia que hay que parar.





martes, 14 de octubre de 2014

Voluntarios para las primeras vacunas del Ébola

Hace unos minutos lo veía en un telediario, ya se prueban las primeras vacunas que tratarán de inmunizar contra una enfermedad que lleva matando desde hace 40 años en los países pobres.


Otra prueba de que al final todo tiene un fin comercial, si puedes pagarlo, obtienes un remedio ante la enfermedad, pero si no puedes pagarlo debes limitarte a morir con tranquilidad. El mensaje no puede hablar peor de lo que somos como sociedad, de aquello por lo que luchamos en conjunto; unos por ponerlo en marcha y otros por quedarnos a ver como pasa. Aquí nadie puede librarse, cuando quien habla es la realidad.


Para los malpensados, esta vacuna ya estaba en marcha antes de reportar a los misioneros a sus lugares de origen. Y ahí estaba la clave de todo aquello que parecía tan difícil de explicar. Tal como parece habrá vacunas, y la vacunación en el Tercer Mundo seguirá necesitando de las donaciones también voluntarias, porque nada hace prever que en este Primer Mundo tan egocéntrico podamos cambiar algo tan fundamental como dejar de mirarnos el ombligo y colaborar con quienes no tienen nada.


40 años muriendo por una causa evitable es una cifra cruda para la humanidad. Hay adelantos que llegan tarde porque nadie se puso en marcha. Con eso me quedo. Es sobre eso sobre lo que quiero reflexionar.

jueves, 9 de octubre de 2014

Todos alicatados donde están hagan lo que hagan :(

Sobre la forma en que el Ébola atravesó nuestras fronteras, conservo una idea fija que no me deja  en paz, y acaso dos preguntas ¿qué necesidad?, ¿en que nos beneficia traernos un misionero que está en otro país aquejado de una enfermedad que no sabemos curar?


Siguiendo este pensamiento me surge otra pregunta ¿ese hombre pidió en algún momento que alguien le trajese a España?, lo dudo, y si soy sincera lo dudo mucho. Imagino que en todo caso hubiese pedido un equipo médico que fuese a curarle donde estaba, para de ese modo curar a toda su comunidad y de paso a todo el continente. Ser misionero conlleva muchas cualidades que a algunos se les escapa, tal como se les escapa todo lo demás.


A los pocos días de traer al misionero a nuestro país, tras el despliegue de medios y de euros, una mujer mayor lo comentaba en la pescadería. No cabía en su indignación, ni en su perplejidad y preguntaba si la burrada de dinero gastada en ese traslado no estaría mejor empleada en llevar a un buen especialista allí. Uno que dominase por completo el problema que se trataba. Juró y perjuró que trayendo al misionero no arreglarían nada, en todo caso infectar a un país a cambio de un dineral. Su perorata fue subiendo de tono hasta terminar con un cabreo monumental porque además estamos en crisis y su dichosa pensión todos los días baja. En el fondo le ponía de muy mal humor que mes a mes le negasen un dinero que necesitaba para comer, para pagar los caprichos sin ton ni son, que surgían desde el gobierno, como ese de traer a un enfermo que no sabrían salvar. Remató con un "que nadie olvide que aquí ningún médico tiene la menor idea de cómo curar esa enfermedad". La mujer rondaba los ochenta años y no tenía complejo alguno en pensar en voz alta mientras todos callaban. No pude por menos que darle la razón. Tal vez sorprendida de que una mujer que dijo no haber ido nunca a la escuela, superase en lógica a tanta gente que está en primera línea.


El tiempo, para desgracia nuestra y tal como temíamos, terminó por darle la razón. Ahora la noticia colma todos los telediarios y programas de televisión. La alarma ya está extendida. Médicos y enfermeros se enfrentan con intranquilidad a la situación, tan desorientados como podrían estarlo ante una plaga de gripe marciana.


Y mientras, yo me sigo preguntando si ese misionero en algún momento pidió ser trasladado a España. Tengo la firme seguridad de que no.

martes, 7 de octubre de 2014

En tono pesimista

Ellos, quienes solo piensan en cómo enriquecerse a nuestra costa nunca leerán nuestros libros cargados de magia y mensajes de paz. No les interesan. Les importa un bledo la paz del mundo y ese sueño que a veces nos sustenta.


De nuevo esa seguridad de que si hubiesen leído mucho no harían lo que hacen. De que de haberse adentrado en la gran literatura sabrían de sobra cómo se siente alguien oprimido. Sólo tendrían que haber leído algo de Miguel Hernández para saber que clase de mundo no consentirían jamás. Justo ese al que nos acercan peligrosamente.


A esto se le podría llamar bloqueo de escritor, pero no lo es, es algo diferente, es un tono pesimista que se cuela desde todos los espacios de la información que no usa trucos ni mascaras, que cuenta la verdad cruda y dura que debemos digerir.


Es la necesidad de mirar la realidad cara a cara y sin ungüentos la que reclama su espacio, no entre líneas de teclado, sino con manos dispuestas. Son manos que no piden teclear sino trabajar para colaborar de una forma más directa con quienes les necesitan.


Manos y mente dispuestas a combatir esa pobreza que nos siembran por doquier aquellos que nuestros libros, blogs o palabras ya buenas o malas nunca leerán; porque están escritas desde el lado que no les interesa. Vienen justo desde el lado que minuto a minuto, segundo a segundo, planea como pisar para poder subir otro peldaño más alto a costa de lo que sea. A costa de quienes sea.


Abran paso porque no se detienen ante nada que les haga saltar una sola lágrima, ya que no las tienen. No tienen escrúpulos ni conciencia, solo una avaricia que de tan infinita, están vaciando medio mundo para hacerse con su otra mitad.


Desde el lado menos favorable leemos las grandes literaturas. Y nos leemos. Sabemos que sea como fuere un día se irán.





sábado, 27 de septiembre de 2014

Un verano sin anotaciones

El verano quedó atrás con esa facilidad con la que suele hacerlo, llegaron de golpe los amaneceres tardíos y el fresco viento de las tardes, que ya ni recordábamos. Tenemos una enorme tendencia a los olvidos, pero el orden climático del mundo vuelve a despertarnos. Impertérrito.


En lo personal, este verano pasado fue un tiempo para aprender. Desde que tengo memoria siempre quise saber cómo se vivía en siglos pasados, sabía de sobra por la gente que me rodeaba cómo se vivía en las clases bajas. Si bien desde algunas novelas ¿pretenciosas?, podía leer los lujos que rodeaban las clases altas. Estas novelas compradas al azar hace muchos años, se sucedían sin tregua, para contarme unas formas de vida que yo ni alcanzaba a imaginar, pese a ser consciente que hay quienes viven rodeados de esos lujos durante cada segundo de su vida. Ahora se me ocurre que quizá hubo sirvientes más felices que sus amos, porque llegados de una forma de vida muy precaria, disfrutaron a su modo esas riquezas que a los otros rodearon con tal frecuencia, que desapercibido por completo se les pasó. A veces lo cotidiano, solo por serlo, pierde valor.


Se me ocurrieron muchas novelas que no anoté, o relatos cortos que no empecé, pensamientos efímeros que se fueron perdiendo igual que vinieron. Para mí este verano fue tan veloz y agotador que a penas tuve tiempo de seguir las noticias, ni en televisión ni en radio, quise vivir en esencia el silencio de esos siglos pasados, a pie de mar, allí donde la espuma se fragmenta contra las rocas. Quise asomarme a todas las ventanas de una casona y sentir la brisa marina llegada del horizonte, aquel que cada mañana tenía un nuevo barco para mostrar. Tomando cada ventana como un cuadro nuevo al que asomarme, grabando la belleza de cada instante, impregnando con ella la conciencia de que ese tiempo se restaba un minuto más.


En esos día alcancé detalles sueltos de la vida en aquel lugar, en que las vajillas duermen su sueño de aparador sin ser molestadas, en que los cubiertos ocupan cajones enteros compilados de cien en cien. Tal fue la vida en aquellos tiempos en que las familias se juntaban cada verano en la misma casa, justo al borde de ese mar que en nada ha cambiado y quizá contiene las mismas gotas...¿acaso alguien sabe si el mar emigra o se agota?, ¿alguien sabe determinar si ese de ahora no es el de antes?...qué cosas tan extrañas puedo pensar.


Digo que viví ajena a las noticias, pero aún así, día a día leí las portadas de un solo periódico en el que se me contaba la misma historia. Gentes ricas y gentes pobres, tan alejadas unas de otras, y tan dependientes unas de otras. Unas tan incapaces de ocuparse de los detalles simples, como limpiar o cocinar, y las otras tan incapaces de poder subsistir sin trabajar; un intercambio mutuo que los tiempos venideros no vencerán. Quizá esto tan simple aprendí durante este verano.


Desde todas las portadas de periódicos, la corrupción. Llegué a hartarme de leer una y otra vez las mismas noticias con nombres de sinvergüenzas distintos. No dejé de pensar ni un solo día en esos niños que acudirán al nuevo curso sin cenar y sin desayunar, a consecuencia de quienes se quedan un día tras otro su pan. Llegué a pensar que estamos en un callejón sin salida, no ya porque tal como se dice, los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres; sino porque estos ladrones de guante blanco están blindados hasta las cejas, y hay un sistema que no funciona, y les parapeta.


Este verano aprendí que hay ricos educados y buena gente, capaces de rodearse de pobres y comerse lo que les cocinan elogiando cada plato servido, ya fuese a la mesa mal cocinado, o bien. Señores, eso es tener clase.


Vivir cada día olvidando que se está en primera.



miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los ricos siempre se rodean de asistentes

Los ricos también lloran, pero por problemas a veces inexistentes. Se comen la cabeza con naderías a los ojos de un pobre. Se quejan por el dinero, nunca tienen suficiente. Se reúnen cada dos por tres con directores de bancos y administradores. Se rodean de asistentes porque por sí mismos no hacen todo lo que les conviene. Son a su manera débiles, tienen esa debilidad de la que carecen los hombres fuertes. Son a su forma inocentes, pasean esa inocencia producto de ese colchón flotante que los sostiene.


A los ojos de un pobre tal vez no valga la pena rodearse de mansiones a semejante precio. Claro que los ojos solo ven la superficie de las cosas, dentro de sus entresijos tal vez opinasen diferente.