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sábado, 12 de julio de 2014

Nada que decir

Asombra pensarlo, saber que después de tantos años escribiendo ya no siento la necesidad de hacerlo, la razón es muy sencilla, se me están cumpliendo sueños. En el mundo real me están sucediendo cosas sorprendentes y casi me da miedo, la vida me está llevando a escenarios alejados a la escritura e incluso sin dejarme mucho tiempo para leer, pero a cambio me está dando lecciones inolvidables y está rompiendo algunos estereotipos que tenía asimilados.


Nada es lo que parece, o quizás hay que quitar la primera capa de brillo para ver lo que hay detrás. De momento hay una especie de barrido que pone distancia entre lo proyectado y lo que está resultando este 2014 lleno de buenas sorpresas en cadena. Cruzo los dedos porque a veces da una especie de sudor extraño recorrer tantos lugares en tan poco tiempo. Creemos vivir la vida y es ella la que nos vive, de nuevo esa certeza también.


Hay un escenario casi idéntico al de Habitaciones cerradas, el espléndido libro de Care Santos. Hay un eco al subir y bajar escaleras antiquísimas de madera que, sin escribirla, me va contando toda la historia que al transcurrir de los siglos se ha ido quedando atrás. Me maravillan las escaleras acaracoladas que van de una planta a otra y el tragaluz redondo que filtra la luz desde el tejado, a la misma distancia que pareciera encontrarse el más allá. Si he visto buhardillas bonitas a lo largo de la vida, nada semejante a esa de colchas azuladas que esperan visitas, con sus detalles lustrosos recuerdo de tantos siglos. Vivo entre sueños encontrar objetos de hace cientos de años, de esos que leía en libros y ahora puedo ver en vivo y en directo, tan cuidados como recién fabricados, porque hay quienes se rodean con mimo de todo cuanto sus antepasados les quisieron legar.


Es cierto que no escribo, pero tengo los oídos bien atentos a todo aquello que quienes sobreviven al tiempo me saben contar como aún no lo he leído en ningún libro. Es la historia de mi villa marinera, imperturbable y bella, con sus personajes reales no olvidados, es la historia que buscaba en enciclopedias y me ha salido al paso; como los sueños que ni te atreves a soñar.





sábado, 5 de julio de 2014

Presentes que no necesitan de inspiración

Una casona antigua, de interminables escaleras acaracoladas que recorren cuatro altas plantas que miran silenciosas sobre el mar. Escuchas las historias pasadas mientras te asalta el rumor de este presente, lo que fue hace medio siglo un crepitar constante de pasos por todos los escalones de madera, que aún resisten los envites del presente, es ahora un leve murmullo de recuerdos. De silencios dejados por quienes no están.


Mañanas salpicadas de mar tibio y soles esplendorosos para anunciar una vejez en calma, a veces plena de momentos de un presente que se disfruta pese a todos los ayeres dormidos en la memoria, que sin previo aviso salen a colación.


Casas antiguas que aún conservan la esencia de quienes hubo dentro, retratos colgados en las paredes que te miran desde un silencio de tantos años que casi te cortan la respiración si no fuese por la belleza impresa en tantas vidas que sin haberlas conocido te causan honda impresión.

lunes, 30 de junio de 2014

Un pensamiento

Tal vez los sueños nacen con el objeto de que podamos creer que somos capaces, aunque en el fondo ni lo seamos, y vengan a construir un puente entre lo que tenemos y lo que anhelamos.

miércoles, 25 de junio de 2014

ARANMANOTH, de Ana María Matute

Entre la cantidad de estanterías que poblaban una librería de viejo, me hice con este libro al precio de un café. Tuve que pensarlo mucho, porque dudé hasta el último segundo entre este título y Olvidado Rey Gudú, que terminó dándome algo de friolera por sus muchas páginas. Me angustia que una historia larga me acabe por aburrir y era lo primero que leería de la autora.


Si bien hace tiempo leí alguna entrevista que le hicieron en el periódico, tal vez después de recibir algún premio y me fascinaron sus respuestas sencillas plagadas de gran cordura. Tengo para mí que cuando un escritor es capaz de mantener sus propias reflexiones, aun dentro de esa magia necesaria para recrear mundos imaginados sin perder la capacidad para llamar a las cosas por su nombre, es alguien cuya lectura vale la pena. Os recomendaría buscar entrevistas suyas y leerlas con detenimiento, os sorprenderá sin duda. (Yo no puedo dejaros enlaces porque mi nueva versión de Windows aún es demasiado extraña).


Pues bien, en la lectura de Aranmanoth, me encontré con una escritora que a lo largo de 191 páginas me ofreció una escritura hermosa, no exenta de hondas reflexiones acerca de la condición humana y de la naturaleza. Debo admitir que la historia termina de un modo que no imaginaba y que invita al lector a efectuar una honda reflexión. En una parte de la narración se dice que nada está más privado a los jóvenes por parte de sus mayores que ser felices; porque ser inmensamente feliz parece estar contraindicado desde la edad adulta cuando se es adolescente y se está enamorado. Creo que el final del libro le termina por dar la razón.


Es un libro que posee el don de arrastrar al lector al lugar donde suceden los hechos, de llevarle de la mano por las costumbres del medievo y adentrarlo en los corazones enamorados de dos jóvenes que aún ni saben que se aman. Tal es su pureza.


Así es el libro que cuenta la historia de Aramanoth y Windumanoth, el joven de los cabellos de espigas y la joven de cabellos como racimos de uva. Recomendable sin duda.

viernes, 20 de junio de 2014

Ordenadores desmemoriados que todo borran


Una avería de ordenador me ha tenido apartada del blog, pero en todo este tiempo no he dejado de pensar en todo lo que guardamos a diario en el ordenador, con la esperanza de tenerlo guardado para siempre. Sucedió que perdí algunos relatos cortos, aún pendientes de una última revisión, cómo no. Muchas fotografías de momentos familiares irrecuperables y de paisajes o detalles que alguna vez por alguna causa llamaron mi atención. Entre ellos estaba la portada de un libro, por fortuna sé donde buscar ese paisaje de nuevo, pero la luz no es siempre la misma y quizá no haya tanta suerte en la siguiente ocasión. En estos días de pensamientos, hubiese llenado páginas enteras con todo cuanto rondó mi cabeza en cuanto a lo que guardamos en la memoria frágil de un aparato, que lo mismo que nosotros, de buenas a primeras puede perder la razón. Eso fue lo que ocurrió y en este caso recuperar esta información me hubiese costado 500 euros, la pregunta es si todo cuanto guardaba tendría ese precio; por supuesto, ese precio y otro mayor, pero a la pregunta de si era lo más necesario en este momento, tuve que responder que no. Y entonces a un precio mínimo me lo devolvieron arreglado y desmemoriado, lo cual me trajo de nuevo a las cosas necesarias que siempre postergo, como un revelado de las fotografías que no quisiera perder nunca, por una avería repentina que borre todo.

En este momento dejar este lugar tal y como está, sin aparecerme de nuevo ya no sería un drama, pues de alguna manera siento que cumplí con ese cometido que tenía al abrirlo. Creo que hay muy poco, incluso siendo yo, que pueda decir. Mis sueños de publicar un libro se han ido durmiendo, así como mi necesidad de escribir. Tal vez la vida diaria y la realidad necesitan otras áreas de mi cerebro despiertas y así las mantienen, dormitando esa otra parte de la memoria precisa para crear. No me quejo, disfruto el momento que tantas novedades me aporta y soy feliz en la medida en que este país nuestro nos deja, a todos los que seguimos esperando que esto mejore.

Ayer se coronó Felipe VI, no seguí de cerca la coronación por el desgaste televisivo de la noticia con la que vienen bombardeando durante semanas, pero sí escuché algunas partes de su discurso y me pareció coherente con alguien que ha elegido como esposa a una mujer del pueblo llano. Creo que tal como anunció se abre otra etapa, con otras prioridades, entre ellas la de conseguir trabajo para la juventud y ayudar a la gente más necesitada de ayuda. Me quedo con eso y confío en que la sensatez le acompañe en todo su reinado, que aunque soy plebeya, aún sé distinguir a alguien cuando está preparado para ocupar el lugar designado.

Algo que de muchos políticos presentes en ese acto, o de otros invitados, nunca podré decir.










 

jueves, 5 de junio de 2014

Vestirme solo para mí

Cuando camino por la calle en fin de semana, suelo fijarme en la gente joven, ellos cómodos en sus tejanos y playeros anchos; ellas alzadas sobre sus tacones, asfixiadas en sus maquillajes a lo chica Disney, con sus blusas y vestidos incómodos revestidos de tules. Hay algo que me chirría en la imagen de ellas, una especie de plasticidad que busca vestirse para gustar, casi una huida de ellas mismas para semejarse a lo que a ellos les gusta -les parece gustar-, con la única brújula de la televisión y de algunas revistas diseñadas para las jóvenes de su edad. Revistas llenas de publicidad directa e indirecta, que después camina sobre sus tacones transformada en eso que vemos ante nuestros ojos. Eso que no termina de encajarnos para su edad.

Si bien, cada vez más, uno se encuentra a esos chicos que ven lo mismo y leen lo mismo; cejas depiladas y pelo engominado, ropa incómoda de solo mirarla; hay tanto metrosexual por metro cuadrado que tal parece que vaya a extinguirse el hombre de verdad. Aquel que nunca tuvo en mente depilarse, ni vestirse para gustar, que solo buscaba ser aceptado tal como era por naturaleza.

A veces incluso me pregunto en qué momento eso de mostrarse tal como somos comenzó a ser mal visto entre la gente joven, por eso celebro que alguien decida volver a la normalidad.

Así lo cuenta


martes, 3 de junio de 2014

Y el tiempo habló...

Hace dos años abandonó a su mujer y a sus dos hijas para irse tras un amor de juventud. Su mujer besaba su retrato cada noche rogando por su regreso. Y vivía frustrada de solo pensar que la hubiese cambiado por aquella mujer ordinaria y hosca. Pero lo que no le perdonaba era que se hubiese olvidado de sus hijas y que aquellos veinte años de casados de repente no significasen nada.

Después de dos años volvió a llamarla, para contarle que había pillado a Carmela con otro y para decirle que quería recuperarla. Él solo escuchó sus risas a través del celular y un "tienes lo que te mereces", después el silencio y la nada. Con ello se conformó sabiendo como sabía que ella estaba feliz con su novio, ese que conoció cuando una costra de olvido vino a posarse sobre los años oscuros de su memoria.

Conclusión: cuando abandonas el barco y te olvidas, te das cuenta de que pese a todo; tu barca flota.