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martes, 18 de marzo de 2014

La inocencia frágil de los gatos

Según me acercaba en el coche por mi carril pude verle, casi entero y aplastado, casi sin posibilidad de esquivarlo porque otro coche bajaba también por su carril. A penas unos segundos para calcular ese cuerpecito menudo a salvo de la rueda, para mirar sin fijar la vista, para esperar que no chocase con la parte baja del chasis, para aguantar la respiración y pasar.

Hay algo trágico en la inocencia de un gato, tenga la edad que tenga, en la inesperada presencia de su cuerpo delicado y menudo, roto contra el asfalto. Y no se me ocurre nada más triste que recorrer solo unos metros y tener que esquivar a otro, más acercado a la orilla pero con idéntico fin. Ha sido esta noche, una noche macabra para los gatos de mi vecindario y no se me ocurre un por qué. Tal vez porque los gatos curiosos de madrugada se deslumbran con los focos de los coches, no sé. 

Un gato blanquísimo y un gato siamés, uno mayor que el otro, triste forma de despertar del letargo de una noche sin sueños. No consigo recordar lo que soñé, pero en cambio no consigo sacudirme la pesadilla de esos segundos, esquivando cuerpecitos menudos durmiendo su sueño falso sobre el asfalto.

sábado, 15 de marzo de 2014

El tiempo siempre responde



Resulta que no me equivoqué al saber quien eras y qué escondías,
pero de cualquier manera me equivoqué, porque terminé por negarte
cualquier posibilidad de comenzar de nuevo, y ser alguien distinto.
Al final de todo eso sigue siendo lo que pesa al fondo de mi conciencia.

La juventud es juventud porque tiene todo el derecho a equivocarse,
siempre que al final del recodo enderece el camino.
Eso es lo que aprendí justo por eso,
porque el tiempo siempre responde.


miércoles, 12 de marzo de 2014

A la espera del rescate, junto al acantilado

Después de unos meses de temporales terribles en el mar, que no han permitido salir a faenar a los pescadores, llega el reparto de la caballa -que aquí llamamos xarda- y el pescador asturiano y el gallego se encuentran con que las leyes centrales le ceden los mayores privilegios a los pescadores vascos. Se prevén tiempos complicados para llevar el pan a casa a diario. Después de calmarse el mar, que lo puso bastante crudo, hay pescadores avisando de que el recorte en los cupos de pesca terminarán consiguiendo que cada pescador gallego o asturiano, a falta de otros recursos, tendrá que arriesgarse más. Esto incluye salir a faenar incluso en días en que sería aconsejable quedar amarrado en puerto.

Escuchar esto -que la prensa ya se ha encargado de denunciar-, en boca de un pescador joven, hace recordar algunos naufragios no lejanos en el tiempo. En concreto uno en que dos hermanos en un día revuelto tuvieron que hacerse a la mar, su pequeña barca naufragó, y durante un tiempo uno de ellos pudo llevar a otro al rastras entre los envites de las olas, donde a ratos lo encontraba y a ratos lo perdía, hasta que un enfurecido golpe de mar se lo llevó para siempre. Él pudo contarlo porque se salvó. 

En este momento en la Isla de la Erbosa, junto al Cabo de Peñas, uno de los lugares turísticos por excelencia, en que no es raro escuchar de un turista, al borde del acantilado, que aquello son todo piedras. Un barco hundido y encallado, con movimientos de peonza que dificulta las labores de rastreo, grita la dificultad de un oficio que no recibe toda la ayuda que debiera. Hace meses los pescadores hablaban de la necesidad de parar sus gastos mientras las condiciones climatologicas les impidan salir a faenar, como los gastos de los seguros de los barcos, sin ir más lejos, pero de momento parece que nadie les quiso escuchar.

En este momento el dueño del Santa Ana, hundido pocos metros después de salir de puerto, tiene toda su flota parada, a la espera del rescate de esos seis marineros que se encuentran desaparecidos en este momento. Dos ya fueron rescatados sin vida y otro, que dormía en su camarote y pudo romper el ojo de buey para salir nadando a la superficie, fue dado de alta después de superar la hipotermia. Las imágenes de los telediarios impactan, en un momento en que todo el país permanece a la espera de poder acceder a ese barco.

Incluso en un día de sol, asomarse al acantilado de Peñas y ver el trajinar de las barcas por la zona, sobrecoge. Es uno de los oficios más antiguos y duros, menos reconocidos y menos remunerados. Quizá va siendo hora que los hombres de los despachos se lo pongan un poco más fácil, ¿Tan complicado sería en verdad dejarles mayor cupo de xarda? ¿O buscar la manera de ayudarles más, para que puedan tomarse la vida con más relajo?

lunes, 10 de marzo de 2014

Una vista al pasado

En mi biblioteca favorita hay un rincón dedicado a nuestros antepasados, es decir, que reúne todo lo asturiano. Me gustaría hacerme con las suficientes horas para desentrañar oficios antiguos, paisajes irrecuperables ya, historias pasadas aún no superadas, como pueda serlo cualquier guerra. Lo digo porque en alguna hora muerta, entre intervalos de espera típicos en las madres, estuve investigando en ese rincón del que hablo.

Y me hallé incluso intentando encontrar a mi padre, a los cinco o seis años, entre las fotografías que aparecían en un libro del lugar en que estudió. Un libro entero dedicado a la historia de ese centro, hasta eso encontré entre las maravillas expuestas, retales de otro tiempo pasado que aunque lo parezca, no fue mejor. Lo gritan las casas medio derruidas, las ropas medio raídas, la cara de hambre en todas sus poses y los caminos de piedras sueltas con sus hoyos enormes de barro. Pero a mí me gusta saber cómo sucedió el pasado, no con datos, sino con fotografías. Así que de cuando en cuando soy la pesada de turno que acude con su bloc de notas y selecciona algunos libros para desentrañarlos. Por lo general entre las mesas de ese rincón hay algunos chicos o chicas chateando. El tecleo constante que se traen ellos es semejante a la investigación que me traigo yo, ellos interrogan al presente, yo interrogo al pasado.

Hay libros tremendos, que cuentan hechos tan tristes que aunque lo quisiera no podría traerme a casa para leer. Para hacerlo tendría que muscular ese músculo que evita que caigamos en depresión, a veces leyendo se me saltan las lágrimas y cierro el libro y lo devuelvo a su estante. Lo cito para otro día y para otra hora, queda pendiente, pues antes no imaginaba, pero en ese rincón de la biblioteca se haya todo el universo que desde hace tanto tiempo me llama, tal vez no para escribirlo pero sí para conocerlo, me faltan todas esas hojas en mi bagaje como persona. Tal vez porque entre esos libros encuentro todas las historias que en un día lejano me dejaron de contar mis abuelos.

jueves, 6 de marzo de 2014

Comprobar las fechas

Qué complicado detenerse en una fecha que englobe toda una novela, ya no se trata de corregir, sino de que la fecha y el lugar que has elegido concuerden. Y otra vez encuentras datos que no lo hacen posible, de modo que toca volver a cambiar. Y por esas casualidades ¿del destino?, abres una página en la red que te lleva a un suceso del todo horrible, que engloba esos días que inventas.

 De nuevo, nada figurado impacta del modo en que puede hacerlo la realidad.

Me gustaría dar datos, pero no puedo darlos, porque ahora la historia tiene fecha y tiene lugar. Un lugar insospechado donde poco de lo previamente escrito encaja, pero queda la firme tarea de hacerlo encajar.

La historia de mi pueblo es mi propia historia. Y la historia de esta Asturias mía y nuestra me parece fascinante aunque no la comprenda. Somos parte de ese tiempo quienes no lo vivimos, quienes heredamos todo lo bueno obtenido por la lucha de nuestros antepasados. En ocasiones la historia se encarga de mostrarnos hechos bien documentados que jamás podríamos tomar como ciertos, sino fuese justo por eso: porque sucedieron.

Si es complicado escribir sobre lo que se inventa, cuán complicado no será escribir sobre lo que alguna vez ocurrió. Pero al menos contamos con las huellas de otros maestros y maestras, que antes que nosotros lo consiguieron; ese es el reto,si bien desconocemos si servimos para la tarea que nos acabamos de imponer por orden de váyase a saber qué.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Hora de seguir y seguir y seguir...

Es necesario volver a comenzar de nuevo, sin perder la fe, aunque carezca de sentido o el camino a recorrer sea largo. Se comienza porque no se puede hacer otra cosa, porque no se sabe hacer otra cosa, porque en el fondo alguna vez -lo intuyes- lograrás terminar.

Y solo se termina lo que se comienza, se persigue y se sueña. Quizá los demás no le encuentren sentido, pero solo importa que lo tenga para ti. Si para ti tiene sentido, llega.

martes, 4 de marzo de 2014

Papelera de reciclaje

El ordenador patina al arrancar, es tan viejo ya que se agota de acumular archivos de todo tipo, a la espera de que puedas decidir qué es prescindible y te animes a borrar lo que sobra de una vez. Miras el global y cuentas, hasta seis archivos de lo mismo, todos distintos pero todos iguales en lo básico, que vienen a corroborar el tiempo que has pasado intentando hallar esa fórmula que no aje lo escrito.

Cuando una historia se presenta en tu mente por primera vez resplandece como el rayo que corta la noche de lado a lado. Es perfecta, te sacude, porque así de improviso toda idea parece buena, seguirla un día tras otro sin que pierda fuerza es otra cosa, mantener sus latidos en el papel para que cuando abras ese archivo siga fresca aunque hayan pasado los años, la prueba de fuego y quema.

Ayer fue necesario no tener piedad, y sin tenerla, hubo que decidir qué conservar y qué desechar; peor aún, hubo que revisar lo que parecía acabado y al leer de nuevo, el desastre, como el dinosaurio de Monterroso, seguía estando ahí. Pero es necesario atreverse a tirar lo que no sirve y dejarlo ir porque formaba parte de un aprendizaje al que es imprescindible no dar más vueltas. El tiempo pasa y se agota, hay que dejar ir lo viejo para poder recrearse en nuevas historias. La papelera de reciclaje está llena, es curioso, hay más archivos sobre fórmulas de escritura de otros, que resultados de escrituras propias. Hay un desequilibrio, sí, y es entonces cuando surge la pregunta: ¿Cuándo dejaste de seguir a tu intuición para seguir la de otros? Y otra pregunta más, ¿Cuándo supiste seguir tus historias por medio de un mapa de actuación?, la segunda respuesta es nunca.

No detenerse a tiempo es seguir escribiendo la misma historia una y otra vez, para no estar satisfecho nunca. De entre tantos archivos este único resultado. Para quince años no es mucho, pero al menos es algo, la firme convicción de que hay que marcarse un plazo, flexible, pero un plazo; que traiga y lleve las historias sin encallarlas. Comenzar y terminar temas pasados para pasar a ocuparse de los que en este momento pueblan tu imaginación y buscan su propio espacio.