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viernes, 30 de noviembre de 2012

Cero recortes en investigación de enfermedades

Que no se recorte en investigación, esta es otra petición que hacen los enfermos que esperan un avance en sus tratamientos, que puedan devolverles de nuevo a casa y a la seguridad de su vida normal. Esto que piden también lo piden para otros, porque cuando algo se mejora lo hace para cada habitante que puebla nuestro planeta.

Incluso lo cantan con todo el entusiasmo y la ternura que solo los niños y adolescentes saben expresar.

Cero recortes en sanidad

Ellos nos recuerdan muchas cosas que no podemos olvidar



miércoles, 28 de noviembre de 2012

Que nadie recorte en salud


Cuando atraviesas la puerta del hospital lo haces porque hay un enfermo al que no sabes cuidar. Llegas con una angustia infinita porque no sabes qué hacer, apenas si puedes respirar, al dar los datos a la persona que está al ordenador casi no te encuentras las palabras. De pronto descubres que solo puedes balbucear, porque la situación te parece tan insalvable que te has puesto en lo peor. Es en ese momento donde encuentras tanta calma y tanto saber estar, que cuando vas hacia la sala y miras hacia los lados, te das cuenta de la profesionalidad, de todo el servicio médico, que está ahí, para demostrarte sus años de experiencia y su capacidad, de en tan solo unas horas, devolverte a tu enfermo con un tratamiento que a todas luces le sanará.

          Hubo momentos en los que tú les necesitaste a ellos, ahora son ellos los que te necesitan. Y es bueno          
          que sepan que también estás, para luchar por sus derechos, que son los tuyos: el derecho a la
          sanidad.


          Que nadie recorte en salud




            
         

martes, 27 de noviembre de 2012

Cuando comienza una guerra

Cuando comienza una guerra nadie sabe las consecuencias que traerá, de modo que no concibo que se comience una guerra. Mis abuelos estuvieron en una guerra y desde pequeña les pregunté mucho sobre el tema, me dieron pocas respuestas, mi padre nació en medio de una guerra, también a mi padre le hice muchas preguntas cuando era pequeña. De alguna manera, mientras ellos me contaban, yo estuve allí, y no me gustó ese mundo que describían, lo que pasaba, así como tampoco lo que quedó. Tras esa guerra quedaron muchas muertes en el pueblo y mucha destrucción, muchas enfermedades como consecuencia directa, mucha miseria, mucha hambre y mucho dolor. Es todo eso lo que desde siempre asocio a las guerras, y sé que no me equivoco, sé que todo es como lo imagino; y mucho peor.

Ayer, mientras preparaba la comida me asaltaron con una noticia, sí, las guerras también te asaltan desde miles de kilómetros de distancia con toda su artillería, entrando en tu casa a través de la pantalla del televisor; de modo que cualquier guerra a su modo te atañe también. No es nada comparable, y quizá no debiera compararlo, lo sé, pero desde pequeña tiendo a compararlo todo; de ese modo intento calibrar internamente qué está mal, y qué está bien. Pues bien, mientras preparaba la comida en la calma de mi hogar me asaltaron las imágenes de unos niños que jugaban en un patio de Siria y fueron bombardeados por unas bombas racimo, prohibidas por la ONU, dijeron, entonces me pregunté por qué no hay nadie que prohíba las guerras. Deberían prohibirse todas de un modo tajante y obligar a los países a usar solo artillería de teclado de ordenador. Poner a sus mandatarios a jugar a un juego de guerra virtual, o a enviarse emails purulentos o lo que prefieran, pero que dejen tranquilo al país. Que nos dejen tranquilos a todos, que no queremos destrucción, ni muerte, ni enfermedades, ni hambre, ni miseria: que solo queremos vivir.

Las imágenes de ayer eran tremendas, tanto que aún estoy sangrando de ellas, diez niños que jugaban en la tranquilidad de su pueblo mientras una bomba racimo se dejó caer desde el cielo. ¡Qué injusto que pueda suceder algo así!, ¡y que ocurra todo eso que está ocurriendo aunque no lo veamos! No me gusta vivir en un mundo así.

Y no tengo otra opción.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Una lección de vida para toda una vida

A veces uno llega a ser consciente de todos los días que le quedan por vivir y solo tiene dos opciones, pasarse todo ese tiempo lamentándose o intentar regalar a los demás aquello que aprendió a lo largo del tiempo. Este profesor optó por lo segundo y nos regaló un momento maravilloso que jamás podremos olvidar. Y que sus hijos le agradecerán de por vida.

La vida está llena de pequeñas tragedias que uno debe superar sin perder la sonrisa, porque si pierde la sonrisa habrá perdido el único valor capaz de vencerlo todo, el gesto que demuestra que pese a todo vale la pena haber llegado a este lugar, para compartirlo con la gente que nos sale al encuentro, así por azar.

Una lección de vida para toda una vida







domingo, 25 de noviembre de 2012

Pequeños oasis de sabiduría

Mi reto era no publicar otra entrada, ese es siempre mi reto, desde que nació este blog. Intento no escribir, creo que para mí eso es lo verdaderamente importante de cada día, y a todas horas me contradigo, no puedo no escribir a cada momento. Algunas notas las tiro y otras las conservo. Después de esto que digo supongo que me odio de alguna manera y trato de martirizarme haciendo lo contrario a lo que pienso =), vamos que estoy incluso más loca de lo que creo o no me tomo en serio para nada; yo que sé y acaso qué importa. Vivo. Eso es lo mejor de todo, que estoy viva haga lo que haga y pese a mí. Creo que hoy me levanté guasona y positiva por los planes que otros han hecho para mí y lo que me emocionan.

Os dejo el enlace a un blog que encontré hoy.

 El motivo es que me encantó. Una aclaración: el título hace referencia a ese blog.


jueves, 22 de noviembre de 2012

Caminar más rápido que tu enfermedad

Todos los días la dichosa crisis nos hace enterarnos de casos dramáticos de gente que conocemos. Personas que un día iban viento en popa y ahora van a la deriva. Es algo que todos esperamos que sea momentáneo  pero después algún analista económico viene a decirnos que 2013 será aún peor. Entonces nos preguntamos si es que todo puede ir peor, y recordamos otros países, mejor dicho, los vemos a diario, y sí, sabemos que todo puede empeorar. Se comienza cayendo todo por un lado, como una pieza de dominó que arrastra a otras, y después a otras más y puede que otras muchas queden en pie, pero las que se caen son tan importante como las que permanecen. Tienen su historia detrás, una historia que se quiebra con toda su gravedad, como una enfermedad más susceptible o menos de ser curada.

Hace días mi hijo me contó que llegó un hombre musulmán cargado con papeles de sanidad, explicándose como pudo en un idioma que no era el suyo, le dijo que tenía que pagarse una operación de cáncer y que iba caminando de casa en casa para recaudar la suma que le exigían  Levantó el pantalón y le enseñó un bulto violáceo lleno de nudos que tenía en la pantorrilla, le enseñó papeles de las empresas en las que había trabajado durante famoso boom inmobiliario, pero ahora estaba en paro y no llevaba forma de encontrar trabajo, no tenía de qué vivir ni cómo pagar su operación. Mi hijo entró en casa a buscar 20 euros que tenía en su cartera y se los dio. Entonces el hombre comenzó a llorar como un niño y a besarle las manos con una gratitud tan enorme que le partió el corazón. Sacó un papel y un bolígrafo, apuntó su nombre y su código postal y después de darle las gracias nuevamente, sorprendido quizá por haberse hecho comprender, se fue caminando hacia la siguiente casa. ¿Cuánto tiempo tardaría ese hombre joven en recaudar el dinero para su operación?, ¿Cuánto tiempo conseguirá mantenerse en pie dado lo avanzado de su enfermedad? Preguntas como esta se quedaron en el aire con que me recibió cuando llegué a casa, pues mi hijo estaba solo en ese momento.

En cuanto me vio llegar vino corriendo hacia mí y con toda la angustia de que alguien es capaz me contó lo que sucedió aquella mañana. Me dijo que le había quedado muy mala conciencia porque en principio creyó que ese hombre podría estarle mintiendo, pero que al ver la forma en que rompió a llorar y la devoción con que le besó las manos, supo que todo lo que le había contado era verdad; sus lágrimas no eran de sal. Mi hijo trabajó en ese boom inmobiliario junto a gente de todas las nacionalidades, y compartió muchas horas con gente con historias terribles detrás y grandes sonrisas y mucha generosidad; se sintió siempre entre todos ellos como uno más, no como un trabajador español, sino como un ciudadano del mundo. Alguna vez desde algún alto estrado se dijo que todos los inmigrantes eran necesarios para levantar nuestro país, y se provechó hasta la última gota de su sudor, pero ¿qué les dimos a cambio?

A diario me afano por escribir muchas historias que tengo pendientes, pero no tengo tiempo ni tranquilidad, porque la realidad me asalta a cada paso y le dedico mi tiempo y mis pensamientos desde aquí, porque desde aquí llego más lejos. Quizá si el destino existe esté destinada a contar solo esto, y solo desde aquí. Si es así me siento orgullosa de hacerlo porque lo hago con todo el esmero de que soy capaz. No me extiendo más, solo dejo aquí las preguntas que mi hijo me hizo: ¿En qué clase de mundo vivimos?, ¿Cuánto tiempo tardaremos en estar igual que ese hombre que intentaba caminar más rápido que su enfermedad?

Ojalá sus 20 euros colaboren a salvarlo. Ojalá.


Os recomiendo una entrada que vale la pena leer, respecto al mismo tema.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Seguir para conseguir

En estos días tuve que enfrentarme al dilema de si arreglar o no el ordenador que tengo para mis escritos, es ese el único uso que se le da, lo cual me llevó a hablar con mi hijo, que es el único que siempre me escucha respecto a escritura. Incluso cuando se aburre mucho revuelve entre los archivos y me deja algún mensaje que encuentro al corregir: esto es una ñoñez, o demasiado predecible, cosas de ese tipo. Nada que me anime a seguir dedicando mi tiempo a ese viejo ordenador que de vez en cuando se atraganta y hace de las suyas. No obstante es quien más se ha molestado en explicarme que esto que yo hago no tiene utilidad, y no lo hace por herirme, sino por despertarme, por bajarme a la tierra de nuevo y hacerme ver que soy una mujer normal que cuida de su casa; punto final.

Sin embargo yo defiendo lo que hago porque me gusta. Suelo recordarle que solo con eso ya tiene utilidad, me gusta, me llena, me quita los sinsabores y acrecienta lo bueno, me hace mejor persona y me une al resto del mundo. Cuando escribo pertenezco no a un mundo establecido, sino al que quiero, y eso no hay nada en el mundo que lo pueda pagar. Total, que llevándole la contraria pagué la factura de arreglo de mi viejo ordenador porque a fin de cuentas no era tan cara y me lo merezco por el empeño que le pongo a un sueño de siempre: sentir que escribo lo que quiero, solo porque quiero; porque para mí tiene su valor.

La historia de Guille es distinta. Hace tiempo quiso abandonar la escritura de una novela - no sé si ésta u otra-, porque un día de pronto no le vio el sentido. Y otro día lo pensó de forma distinta y siguió adelante. Pues bien, acabo de leer su última entrada y acabo de enterarme de que le dieron un premio de escritura. Un premio que le está diciendo que escribir tiene mucho sentido si se escribe como él. No está mal saberlo.



Os dejo aquí la entrada de Guille