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sábado, 30 de junio de 2012

Retazos...

Creo que un escritor escribe para dejar algo después de su muerte. Para poder regresar de allí donde no hay regreso.

Es triste perder un amigo. Pero es grato dejar que permanezcan aquellos recuerdos en los que siempre vivirá. Porque un recuerdo es un trozo de vida que hemos dejado en otros, mientras nos podía la prisa por llegar. 
¿Llegar a donde? ¿Hacia donde vamos con tanta prisa? A veces hacia nuestro final.

Lo bueno es que no lo sabemos.

viernes, 29 de junio de 2012

¿Compraste ese libro por fin?

Estaba esperándola en el coche, y mientras hacía tiempo a que llegara con su innata parsimonia, seguí leyendo Vivir para contarla. Es un libro muy extenso, y muy apasionante, de modo que me veo renovándolo montones de veces hasta verlo leído. Es algo a lo que en las bibliotecas que frecuento ya están acostumbrados, voy y vengo con montones de libros de temas variados, y los traigo y los devuelvo; pero el que realmente estoy leyendo letra por letra, lo renuevo una y otra vez hasta el hartazgo. Que es la medida de su tiempo que a mí me lleva leer. A unos bibliotecarios les da lo mismo, pero otros intentan esconder su desagrado sin conseguirlo.

Y es que siempre sucede lo mismo, los buenos escritores me ponen a escribir; o a corregir. No sé de qué modo me dan las claves, y no sé cómo sucede, pero me aportan una claridad tan lineal que me llevan de cuajo a escribir o revisar.

- ¿Si compré qué libro?_ le pregunté.

Alzó la biografía de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, y me señaló la portada. Le respondí que ese libro lo había tomado prestado en la biblioteca, pero que era un libro que tenía pensado comprar. Y le recomendé leerlo, es más, le dije que era un libro que todo el mundo debería leer.

- Pues lo tienen en todos los mercadillos.

Su afirmación me hizo volverme hacia el asiento de atrás y mirarla fijamente. Le pregunté si estaba segura de eso que me decía. Y ella asintió muy segura. Entonces no lo dudé, si ella dice que está entre esos libros que siempre miramos juntas, es que sí está. Mi gran orgullo de madre es que les contagié a mis hijos mi pasión por leer. Y mi gran decepción, es que durante la adolescencia una, y post adolescencia otro, están leyendo muy poco.

- Un día que lo veamos, lo compraremos_ le dije_. Éste es un libro que quiero tener para leerlo muchas veces.
- ¿Y eso por qué?_ me preguntó.
- Es la biografía de un premio Nobel de literatura_ le hice saber.
- Eso lo sé, no soy tan tonta_ replicó ofendida_  ¿pero qué tiene de especial éste libro?
- Que leyendo su vida nadie se creería que fuese capaz de llegar a donde llegó. Tal parece que lo tuviese todo en contra.

Eso no pareció impresionarla. Creo que si algo he matado en ella es su capacidad de sorpresa ante mí. Nada de cuanto yo diga parece tener peso consistente ante su persona.

- Ah, ¡Está bien saberlo! ¿Pero está bien escrito el libro?...
- Está tan maravillosamente bien escrito que lo quiero tener.

Hizo una pausa valorativa. Sacó de un bolsillo de la mochila su teléfono móvil y se puso los cascos. Desde mi asiento escuchaba la música que estaba oyendo tan bien como ella, y le hice bajar el volumen, antes de arrancar.

- Pues iba siendo hora de que te lo compraras_ me dijo_. Es un libro que siempre miras como si fueses a comprarlo... y después lo dejas.
- No creo. Que yo sepa ese libro nunca lo vi.
- Lo vimos muchas veces. Y siempre parece que te lo quieres comprar.
- Quiero comprarme tantos libros, que si lo hiciese, viviría en la calle.

Clavó sus ojos en mí para hacerme saber, que el tema quedaba zanjado. Cuando era pequeña usaba una frase que pocas veces utiliza ya: Fin de la entrevista. Sin embargo, aunque no lo anuncia, siempre se guarda una traca final.

- El próximo día le preguntaremos al hombre del mercadillo a ver qué nos dice...¡si yo digo que sí es que sí!

jueves, 28 de junio de 2012

Verbo revisar

Me temo cuando me da por corregir. Me temo y me adoro. Adoro tener el valor de afrontarme desde el principio. De ver todos los errores que fui capaz de corregir desde el ahora, sabiendo que los que cometo en el presente sin apenas presentirlo, un día saltarán hasta mis ojos para darme cuenta de que están ahí, escondidos de forma subrepticia solo para mí.

Me temo cuando comienzo a corregir, me temo y me adoro, porque las horas pasan veloces en el reloj, porque vuelvo a descubrirme y a sorprenderme desde quien soy, desde quien aspiro a ser; desde quien nunca seré.

Es curioso observar ese tiempo en que trazaba las frases con enorme confusión entre lo que quise decir y lo que dije. Que aunque hayan pasado ya quince años desde mi primer novelón de 325 páginas, leo cada una y sé lo que vi y cómo lo vi, para desde el ahora alisar las arrugas, apartar las piedras del camino, restar adjetivos innecesarios, cambiar preposiciones erradas; y dirigir.

Me temo y me adoro, porque pese al tiempo que ha pasado sigue teniendo un sentido para mí, sigue siendo lo primero que escribí, y me anticipé a montones de cosas sin saberlo. Desde el ahora entiendo la lección que ese escrito encerraba para mí, y debo decir que he suspendido con el mayor suspenso de mi vida. Pero que pese a todo tal vez debió de ser así, para que ahora sepa todo lo que sé: que mis prejuicios me arruinan la vida. Que todo prejuicio es carcoma.

Que intento corregir y corrigiendo me paso la vida. Que es un vicio aún peor que escribir. Que es un reescribir con la eterna esperanza de mejora. Una enfermedad en sí, que contagia de salud a lo que toca.

martes, 26 de junio de 2012

Quitando aparcamientos en época de multitud

Hace tiempo que no me daba un paseo relajado por la villa marinera. Y no es que el paseo de ayer fuese lo que se dice relajado, porque caminar a toda velocidad para desentumecerse no admite relajación, sí en cambio ese cansancio del cuerpo que elimina todo estrés. El mar estaba tan en calma como una piscina, el cielo despejado por completo por un sol de rayos aterciopelados avanzando hacia el declive. Los turistas, que habían llenado la tarde con el ahínco de las hormigas fuera del hormiguero, reunidos por todas partes, se habían ido a descansar. Quedaban los dueños de los locales de ocio repitiendo a sus clientes que este año sería aún menos recaudatorio que el anterior, porque la gente ya estaba sin dinero. Apuntaban que la clase media estaba desapareciendo a un paso veloz, y que quienes antes tenían ahora estaban más forrados, y quienes no tenían en situación aún peor. Mientras hablaban yo pensaba en la fatalidad de ocupar los lugares de abajo, de ser esa naranja que está sobre el exprimidor sin mucho más jugo para dar, y que a toda costa siguen intentando exprimir. Quise pensar que se exageraba, que la clase media nunca se podrá extinguir. Y no pude discutírmelo a mí misma, porque en el fondo tengo conciencia de que es así.

Hace tiempo se quiso cobrar un euro por pisar la playa. Y me indigné porque hay mucha gente que no podría pisarla tanto como quisiera. Después se quiso poner zona azul, y me enfadé porque quienes aparcamos todo el año nos dejaríamos una pasta en lo que hasta ahora vino siendo gratis. Y además quienes venimos de las afueras ya nos dejamos lo nuestro en carburante. Pero el alcalde siguió pensando en nuevas fórmulas para llenarse las arcas que ahora tiene vacías y comenzó a estrechar las calles y ampliar las aceras. No pude entenderlo. ¿Para qué queremos tanta acera si durante el invierno somos cuatro gatos? Y en lo que dura el verano, que está todo lleno hasta la bandera, nos cruzamos sin rozarnos siquiera.

Creo que se están ampliando las aceras con el único objetivo de quitar aparcamientos. Para que cuando llegar con tu coche y encontrar un hueco para aparcar, sea tan milagroso, que hasta te ilusione llegar a la torreta verde con tu moneda para extraerle un ticket con el que deshacerte por unas horas de ese vehículo negado, que en ese juego de tetris que es siempre aparcar, no conseguiste encajar de gratis. Se amplían las terrazas de bar, se adornan con jardineras de hierro, se intercalan las recientes palmeras con algún banco casual, y tu villa marinera de siempre, deja de ser lo que ha sido para convertirse en Hawai.

Caminas, sigues caminando en soledad, exorcizando tus viejos fantasmas de antaño y sigues comparando, pero pese a todo, esa villa marinera sigue teniendo su embrujo, sigue llenándote tanto, que sabes que pase lo que pase, seguirá contando contigo un día tras otro, siglo tras siglo, eternidad tras eternidad.

lunes, 25 de junio de 2012

Pensar en positivo

Lo admito, después de leer esta entrada de blog me acudió a la mente la estrofa de una canción de Diego Torres, que siempre que me sorprende en algún lugar, me produce la misma sensación que me produjo el primer día. Esta canción es Color esperanza. 



...Saber que se puede querer que se pueda
quitarse los miedos sacarlos afuera
pintarse la cara color esperanza
tentar al futuro con el corazón...



http://blogs.elcomercio.es/psicologo-de-cabecera/2012/06/24/la-hora-de-todos/

jueves, 21 de junio de 2012

33.000 Familias

La minería asturiana sigue sin saber a qué atenerse. Por el momento parece que ha fallecido sin que lo comunicara nadie. Parece que está destinada a extinguirse como el Oso pardo, pero que el negro carbón, al contrario que los osos, no le preocupa a nadie. Como tampoco los mineros que se encerraron en la negra mina hasta que esto se resuelva, y que va largo de resolverse. Hablo todo el tiempo de quienes llevan las cuentas, de quienes manejan los hilos, de quienes firman los acuerdos que después han de acatarse. Al resto de los asturianos les preocupa, porque llevamos nuestra tierra en la sangre. Porque nos criamos con las hortalizas de sus tierras, porque nos bebemos su agua y respiramos su aire. Aire de la tierra asturiana que mana por nuestra sangre.

Ayer volví a darme cuenta de lo poco que se cuenta cuando se cuenta. De cómo se extravian las palabras que no se quieren decir desde los telediarios, desde la prensa escrita, desde ciertos ángulos. Estaba viendo un telediario regional cuando una mujer de unos cuarenta años gritó frente a la cámara:

- ¡Somos 33.000 familias las que nos preguntamos dónde está el dinero que se ha aprobado para la minería asturiana! ¡Y el dinero no aparece! ¡Solo pedimos que nos lo den, porque somos 33.000 familias las que ahora mismo estamos tiradas en la calle sin saber de qué comeremos mañana!

Lo que dijo no era exactamente así, pero venía a decir lo mismo, pero no pude apuntarlo porque el micrófono no tuvo más de cinco segundos para lo que ella tenía que decir. Y después no he podido volver a verlo. Es curioso que a tantos políticos se les den horas y horas para hablar, y no digan nada, porque se dedican a enrevesar las palabras con ese arte de donde dije digo digo diego que entre ellos se ha puesto tan de moda. Esa estrategia para poder hacer lo que quieran, porque como no dijeron nada todo se amolda.

Es curioso, pensé, la forma en que una persona cabal es capaz de darnos números, esos números que ellos esconden, 33.000 familias asturianas tiradas a la calle de un día para otro sin saber de qué van a comer mañana. Que quieren saber dónde está el dinero aprobado para que sus familias sigan teniendo trabajo día tras día, año tras año. Que piden un micrófono desde donde hablar alto y claro, y que no lo encuentran.

miércoles, 20 de junio de 2012

Es verano

La playa y el cielo son de color gris en calma. Los socorristas sentados en la ramblona conversan acerca de sus cosas, y llevan días así, haciendo tiempo en espera de irse a su casa. Es mucha la gente que sale a pasear por el puerto y la playa a cualquier hora del día, pero a duras penas son uno o dos los bañistas. A mediados de Junio no se esperaban esta situación, y bajo sus chubasqueros naranjas, mientras la bandera verde baila al compás del viento, reciben la visita de un grupo de chicos y chicas que conocieron el año anterior. Algunas de ellas murmuran en voz baja lo guapos que son, y las ganas que tendrían de medio ahogarse para ser rescatadas por esos brazos poderosos o por poner una chispa de angustia en sus ojos color de miel. Al tiempo en que alguna madre amenaza con dar alguna colleja a su alrededor, yo sonrío, aunque en el fondo busco respuestas a mi pregunta de nuevo hoy.

Miro la playa y recuerdo mi última pesadilla como si fuera ayer. Esa que aún no conseguí descifrar muy bien, pero cuyo contenido ya casi se. Nado y nado entre grupos de culebras marinas en plena noche, nado para salvarme no se de qué, y alcanzo una isleta en medio del mar. En ella me siento a salvo, hasta que un grifo que nadie sabe por qué está allí, se abre de golpe y empieza a manar agua a chorro vivo, hasta que la isla comienza a desaparecer bajo mis pies. Y soy consciente de que en apenas unos minutos estaré en medio del mar, nadando entre las culebras marinas otra vez, sin fuerza ni resuello; envuelta en el pánico de sentir sus chapoteos en torno a mí. La luna apenas alumbra. Las luces de los barcos se ven hacia el infinito. Y el poco verde aterciopelado que queda bajo mis pies se va reduciendo hasta que podría abarcarlo entre mis brazos. Fue en ese instante en que desperté.

La playa y el cielo son de color gris en calma. A veces las preguntas que me hago también lo son.