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miércoles, 31 de agosto de 2011

La importancia de llegar a tiempo

En la vida hay un tiempo para cada cosa. Pero en ese tiempo en que ha de llegarse a cada cosa no se debe estar parado, hay que estar en el camino trabajando seriamente, y si no, no se podrá llegar. En este punto olvido cajas y cajas de escritos inconclusos que me reclaman y no me encuentran, el reconcomio y justificaciones que me hago; no quiero pensar. Es el cuento de la cigarra y la hormiga en versión breve, sin duda alguna.

Esta claro que ella ha hecho su trabajo. Y después de un bache grande en su vida, en que muy bien podría estar lamiéndose las heridas se ha puesto en acción. Y ha buscado fórmulas para sacar sus obras adelante, y lo está consiguiendo. Y se está maravillando, sorprendiendo, aprendiendo día a día de todo este mundo nuevo de redes que crece y crece. Me parece interesante, por eso lo dejo aquí, aunque debería estar reconcomida de envidia. Lo siento, no tengo de eso, aquí el que lo quiere se lo curra, y el que no se lo curre que no se lo pida. Aquí como en todo.

Sentimiento impreso


En los versos de mis poemas
no han de rimar las palabras
sino los sentimientos.

lunes, 29 de agosto de 2011

Palabras de Eugenia Rico

Siempre que me encuentro una entrevista de Eugenia Rico disfruto encontrando a alguien a quien entiendo a la perfección. Con quien comparto - salvando las distancias- muchos puntos de vista sobre qué es escribir. Me encuentro con una sencillez arrolladora y una complejidad de conceptos en la misma vuelta de tuerca. Me gustan sus conclusiones, su modo de llevar la literatura como algo que estuvo en ella desde el principio de los tiempos, e intuyo que la literatura forma parte de sí misma como una piel que quedó adherida a su propia piel. Creo que tiene un talento innato para escoger las palabras y engarzarlas en frases, para vestirlas de contenido y dotarlas de profundidad. Para impregnarles vida y echarlas a andar, dejando que exploren caminos nuevos a los que jamás han llegado. Para que alguien recoja sus palabras y se maraville de que alguien las haya alineado de tal forma que hasta ese instante parecía imposible. En Eugenia Rico lo sencillo se hace complicado y lo complicado sencillo; y en todo caso un mundo apasionante que explorar. La pena es que ofrece muy pocas entrevistas. Y lo bueno que escribe mucho.

Ayer, por fortuna dentro de la Nueva España me encontré una hoja que quiero guardar, y reconozco que soy un desastre para los papeles que guardo. Además me sucede algo muy curioso, estos papeles que guardo son algo que en casa no puedo compartir. En casa a nadie le gustan las entrevistas sobre literatura, ni hablar sobre literatura, ni a nadie a quien yo tenga alrededor. Mi mundo es un espacio que no puedo compartir, porque quienes me padecen están hartos de todas las historias que invento de las historias, las que llevo en la cabeza o las que suceden alrededor. Y de todas las cosas que me planteo ante cualquier hecho común que ellos aceptan con la vestimenta que lleva puesta, y ante el cual yo diseño a medida un fondo de armario completo y le voy probando pieza por pieza para estudiar cual traje de todos le iría mejor. Quienes conviven conmigo odian esta manía mía de desentrañar historias, de verterlas pieza por pieza sobre el mantel y recolocarlas de distinta forma, así hasta llegar al punto en que no generarían ya más posibles historias, y escoger de entre todas la mejor. Es un juego que de tan conocido les aburre, a veces les molesta, a veces les confunde, a veces les preocupa, a veces les gustaría que dejase de jugar a él porque creen que terminaré loca. Yo les recuerdo que de esto a lo que llaman locura otros han hecho su oficio, y que de todos los oficios del mundo a mí me parece el mejor. El que yo elegiría de por vida, sin saber si me eligió.


sábado, 27 de agosto de 2011

Remedios contra el paro

Los escucho con interés
intento entenderlos
les doy vueltas
los veo inviables
harto imposibles
y se me antojan
palabras huecas
intentos vanos
ruidos de fondo,
la verdad es otra
la verdad
es que a quien
le toque estar en paro
puede darse por muerto
porque las soluciones
tardarán en llegar
los títeres y marionetas
andan distraídos
en sus eternos bailes y palabrerías,
y quienes están inmersos
en el hondo hoyo
de las estadísticas
hoy están peor que ayer
y si nadie eficiente lo remedia
mañana estarán mejor
que pasado mañana;
y así hasta el fin de sus días.

Hoy se me ocurrió levantarme
y poner el televisor
después lo apagué
porque al menos algo tengo claro,
sé desde donde no llegará la solución
...al menos por ahora.
Y vuelvo a preguntarme lo de siempre,
¿por qué diantres siguen estando ahí?


jueves, 25 de agosto de 2011

Retazos...

Cuando algo ha sido importante deja huellas, si las huellas sobreviven al tiempo encontrarán huellas de vuelta. Aunque sea a los pensamientos. En cualquier caso todo lo importante deja huellas.

martes, 23 de agosto de 2011

Una pregunta capciosa

Alfredo es agnóstico, de modo que lleva días sumido en una elocuencia magnánima, afila su lápiz de continuo y anota en la página gris de la cotidianidad mientras mira la pantalla del televisor. Su sonrisa es sarcástica, sus comentarios darían para una novela incalificable quizá, y sin embargo muy fácil de calificar. De continuo hace aseveraciones que pueden hacerte reír o mover la cabeza hacia los lados, porque definitivamente hay cosas bastante complicadas de explicar.

Mientras la tormenta hace dibujos serpenteantes por el cielo abrupto de la tarde, y las nubes acumulan electricidad suficiente para surtirnos de luz durante todo un año, él sigue su monólogo depurado, un monólogo que parece haberle llevado años de honda reflexión: los caminos del señor son inescrutables, se reza desde el púlpito. Pues bien, a pie de calle, mientras su interlocutor escucha los razonamientos imposibles de Alfredo, se le antojan así mismo.

Nada en él está dejado al azar, por eso es imposible convencerle de algo de lo que no está convencido. No es amoldable ni adaptable, es regio como la misma piedra. Después de desternillarse de risa una y otra vez, sin esperar que le respondan tampoco esta vez hace otra pregunta:

- Digo yo, si este hombre es el representante de Dios en la tierra ¿por qué viaja en papamóvil? ¿Por qué tiene tanto miedo a morir si ello fuese la voluntad del Señor? No lo entiendo, es algo que nunca podré entender_ mira de nuevo a su interlocutor como si no fuese necesaria su respuesta, o sabiendo que no le va a responder_. No. No quiero que me respondas_ replica en ese instante como si le hubiese leído el pensamiento_. Es que es muy gracioso, de veras que me parece muy gracioso. Te aseguro que si yo tuviese algo de fe, ese cacharro blindado me la quitaría de golpe.

viernes, 19 de agosto de 2011

La nívea pureza de Neil

Neil es un gatito blanco, de orejas estiradas y redondez prominente, en cuanto intentas dejarlo atrás avanza a saltos tan eficaces como un canguro. Tiene dos meses de edad, nació con una hernia de ombligo y un complejo de narciso bastante fuerte, se queda parado en cualquier lugar para hacer amigos; nadie sabe por qué desde hace tiempo su lugar predilecto es el centro mismo de la carretera. Quizá le gusta ver pasar los coches de cerca porque es un gato curioso, y que se detengan para quitarlo de enmedio y seguir su rumbo. Esto sucede desde que un enorme camionero detuvo a su enorme camión y lo tomó del centro mismo de la carretera para mirarlo de cerca, reprenderlo y devolverlo al prado más cercano, de donde tuvo claro que se escapó. Esa escena marcó un antes y un después en la cabeza pensante de su dueña, que desde ese día lo ofreció a todo el mundo, para salvarlo de su propia intrepidez, para no permitir que nadie lo atropellara y no tener que verlo perecer; nada más injusto.

Neil es el gato perfecto para tener en un piso, con su cestita ahuecada, sus juguetes de gato, su comida servida, su sofá mullido y su admirador bien cerca para acariciarlo, porque Neil es un gato que se hace querer. Con su cabecita redonda, sus ojos azules como el claro cielo, su pelaje tupido, sus patitas cortas y sus bigotes quietos, Neil es el gato más amoroso del mundo, y el más inocente a su vez. Apenas anteayer se lo ofrecí a una chica que lo quitó de nuevo del centro mismo de la carretera, le dije que tengo diez gatos más y que todos saben cuidarse menos él, y que temo que le ocurra lo peor si alguien no se lo lleva pronto a un lugar seguro. La chica dijo que no se lo podía llevar y me lo devolvió, Neil estaba feliz de que alguien se hubiese parado y le hubiese brindado una mirada tan amorosa y unas tiernas caricias, unas palabras amables y una sonrisa de triunfo. Era adicto a ese tipo de cuidados, y apenas unas horas después fue una niña de diez años quien se bajó de su coche para salvarle la vida y dejarlo en el prado. Al verla por casualidad salí para decirle que si quería quedárselo se lo regalaba. La madre de la niña sonrió, pareció encantada con la idea y quiso verlo de cerca. Su primera impresión fue sensacional y seguramente se la ganó al momento con esos ojitos azul pálido de mirada penetrante, pero justo entonces le dio vuelta y al mirarle la tripita le vio el bulto prominente de su hernia y debió pensar que era algo grave; antes de que pudiese abrir la boca la niña lo dejó en el prado sin protestar, el coche arrancó deprisa y se alejó, sin que la niña dejara de mirarlo como algo suyo, pero en el rostro de su madre se leía un no, un no de esos que no cambian; no y no. Horas más tarde fue una chica embarazada quien lo quitó de la carretera y quien rehusó a llevarlo porque ya tenía tres. Desde ese momento volví a hacer lo que tantas veces hacía en un mismo día, lo encerré en el sótano y no le dejé ver la luz. Daba lo mismo, en cuanto alguien abría la puerta se colaba con una agilidad veloz para lo peque que era y se iba donde siempre, a ver a la gente pasar, a conocer gente nueva, a prendar a todos con su candor; y otra vez vuelta a lo mismo, cuando menos lo esperabas alguien se detenía a un palmo de él y lo recogía para salvarle la vida. Era imposible contemplarle y dejarle allí, expuesto a todos los peligros que su mirada inocente ignoraba aún.

Esta mañana Neil no tuvo tanta suerte, alguien no se detuvo a apartarlo, o simplemente no lo vio. Yo tampoco pude verlo porque en ese instante gestionaba unos asuntos. Y al regresar ni tan siquiera vi ese charco de sangre en medio de la carretera, ignoro cómo lo dejaron porque no fui yo quien tuvo que recoger su cuerpecito menudo, sólo recuerdo haberle dado su jarabe en cuanto me levanté y su mirada de gratitud por mimarle tanto. Los otros gatos no dejan de olisquear esa mancha roja y de cuando en cuando les escucho maullar. Ellos tampoco lo han visto y seguramente nadie se lo ha contado pero saben por su instinto animal lo que ha pasado, y andan deambulando de acá para allá con las orejas gachas y el ánimo vencido -porque Neil se hacía querer, y proteger con idéntica urgencia-, eso para que digan que los animales no tienen sentido; lo sienten, y lo sienten mucho, tanto como todos los que lo hemos sentido nuestro lo sentimos.