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lunes, 31 de enero de 2011

Elegir las lecciones de vida

Es algo que se hace por voluntad propia, algo que se intuye, que se cuela por dentro y permanece para siempre. Puedes ser alguien hecho y derecho cuando tus hijos llegan al mundo, pero por mucho que tú sepas, ellos siempre te enseñarán y te sorprenderán, porque todo cuanto te señalen forma parte de ti como una nota forma parte de la música.

Es raro que a una niña pudiese gustarle Rocky, es raro que a mi edad accediese a ver por primera vez una película que se ha denostado de diversas maneras a lo largo de los años. Pero me convenció y vimos juntas algunas, y me sorprendí por la lección de vida que encierran, algo que jamás esperé. Tampoco imaginaba que Silverter Stallone había escrito, dirigido y protagonizado cada una de ellas. Rocky II me pareció tan espectacular como poética. Me gusta el coraje que transmite y lo que insta a luchar por aquello que uno quiere.

Entre risas he visto centenares de veces cómo una niña absorbe todo este diálogo entre Rocky y su hijo, como lo copia palabra por palabra y finalmente lo escribe en un folio de su puño y letra, y lo pega en una pared de su habitación para leerlo y releerlo una y otra vez. Mientras hago la limpieza leo el texto, que por muchas veces que lo lea me suena tan a nuevo y tan poético como la primera vez. Y tan cierto. Sobre todo tan cierto:

"Voy a decirte algo que tú ya sabes, el mundo no es todo de color rosa y arcoiris. El mundo es un lugar terrible, y por muy duro que seas, es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si tú no se lo impides. Ni tú, ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida, pero no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte. Y lo aguantas mientras avanzas. Hay que soportar sin dejar de avanzar, así es como se gana. Si tú sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que soportar los golpes. Y no podrás estar diciendo que no estas donde querías llegar por culpa de él, de ella ni de nadie, eso lo hacen los cobardes y tú no lo eres. ¡Tú eres mejor que eso!."

Lo lee y mira el vídeo una y otra vez. Y se me ocurre que uno es siempre lo que quiere ser.



viernes, 28 de enero de 2011

Pregunta:

¿Cumplir un sueño no será lo más semejante a volver a nacer?

Uno más uno dos

En palabras de Sonia Belloto, escritora y editora brasileña, la alegría es la misma al escribir un libro que al tener un hijo. Dice que quien haya tenido uno y haya publicado un libro sabe que la sensación es idéntica. Se trata de una mezcla de plenitud y éxtasis. Y que para los hombres escribir un libro es lo más cercano a la sensación de dar a luz.

Continúa diciendo El tiempo que se tarda en escribir un libro resulta semejante al periodo de gestación. Hasta las sensaciones son las mismas. El momento de la publicación, cuando el libro llega de la imprenta, constituye el nacimiento. La diferencia radica en que después de publicados los libros no suponen más gastos, hacen llegar todos los años un cheque por derechos de autor. Además no necesitas preocuparte por dónde está. De hecho cuanto más lejos vaya, mejor. Si tu libro viaja por todo el mundo, te hará todavía más feliz.

Lo he transcrito como las prisas me han dejado, eso por no variar, de su libro Cómo escribir un libro...y conseguir publicarlo. Que es una de esas joyas que me he comprado y que leo y releo feliz como cada libro que en verdad entiendo ( o que creo entender:)

No voy a extenderme más, solo a felicitar a un doble papá. O a un papá de mellizos...En esta como en tantas ocasiones no sabría concretar.



jueves, 27 de enero de 2011

Disco rallado

Una tarde de verano estábamos reunidos un montón de gente en una terraza. En el grupo había un niño de cuatro años, que es una de esas ricuras que más que niños parecen viejos prematuros, de ojos despiertos, tan vivaces como incorregibles, y tan nobles como pueda serlo lo más noble que habite el mundo. Estaba subido a una de esas motos en las que los niños no llevan pedales, y van impulsados por el empuje de sus pies, a lo Pedro Picapiedra. En una de estas sus padres se despistaron y fue a dar a la carretera, que estaba en línea recta muchos metros más allá, corrí hacia él dándome perfecta cuenta de que nadie más se temía lo mismo que yo me temí desde un principio; que la calle en cuesta abajo fuese más atrayente en un momento dado para él que quedarse quieto y parado alrededor de la fuente de agua, de la que se había llevado ya una leve pátina de agua que estancada en su frente y sus mejillas te hacía sonreír como un tonto frente a él.

_ Déjame en paz_ fue todo cuanto me dijo tan categórico como es, ofendido de que le hubiese agarrado del jersey, que es cuanto pude aferrar tan de repente. En ese instante pasó un coche delante mismo de nosotros.
_ La carretera es solo para los coches_ le dije del modo más tranquilo en que me pude manifestar_. Tú no puedes salir de este patio, y mira que hay sitio ¿eh?
_ ¿Qué dices?_ por su amorosa incredulidad dirías que no te había entendido. Por su inteligencia ni se te pasaba por la imaginación.
_ Que no puedes entrar en la carretera, es solo para los coches.
_ ¿Qué?
_ Que la carretera es para los coches y te pueden atropellar.
_ ¿Qué?
_ Que si un coche te atropella te vas al hospital con la cabeza rota, retorciéndote de dolores por todo el cuerpo y chorreando sangre. Después te dejan allí ingresado todo lleno de vendajes y papá y mamá llorarán, y el abuelo y la abuela, y el tío y la tía_ por respuesta la misma amorosa incredulidad.
_ ¿Qué?

Después de un rato en las mismas, y tratando de explicarle una y otra vez lo peligroso de adentrarse en la carretera, me encontré con su madre de frente, embelesada en nuestra conversación. Es una chica joven y despierta siempre más contundente en sus silencios, que en lo que habla.
_ ¡Qué cara tiene! Te entendió perfectamente a la primera. ¡Borja, como vuelvas a hacer lo mismo te castigo una semana sin salir de casa! ¿Me oyes bien?
_ ¿Qué?

Fue una escena simpatiquísima que jamás esperé encontrarme porque después llegaron su padre y sus tíos para darle los motivos por los que no debía repetir aquello, y por respuesta un simple ¿Qué? repetido una y otra vez primorosamente. Días más tarde hablando con una amiga común lo recordé de pronto y se lo conté muerta de la risa.

_ Qué bueno, te estaba haciendo la táctica del disco rallado_ me dijo sin mover una sola pestaña.
Me quedé a cuadros, porque jamás había escuchado tal cosa.
_ A nosotros nos piden que se lo hagamos a los clientes a los que no podemos darles una solución, ¿En serio que nunca te pasó?
_ ¿Pasarme qué?_ creí que se estaba quedando conmigo, la verdad.
_ Que cuando buscas solución para un problema, por ejemplo, en el centro comercial en que yo trabajo, y no se te puede dar solución alguna porque ese imprevisto no está estipulado, se te da una razón por la que no cabe reclamación alguna, tu objetas algo, yo repito las mismas palabras que ya te he dicho. Vuelves a dar otra razón, yo repito palabra por palabra lo mismo. Tu vuelves a explicarte, yo a repetir lo mismo, y así hasta que el cliente llega a sentirse tonto y se va. A veces hay que repetir lo mismo quince veces, pero no te queda solución que repetir lo mismo una y otra vez hasta cansarlo. Tenemos la norma de hacerlo así.
A veces se abre un espacio temporal en que parece que en vez de pisar tierra firme te deslizas en un tiempo árido que ni existe, esa sensación me embargó mientras intentaba asimilar que tal cosa pueda existir por normativa. Recordando recordando voy cayendo en la cuenta de que sí, que me ha pasado varias veces y me he terminado marchando con la sensación de que soy idiota, además obtusa profunda. Mi amiga que el fondo me ha tenido siempre por un ser bajado de otro planeta, y con razón, por lo muy ingenua que llego a ser, pese al genio que me gasto se ríe. Y no deja de repetir que no puede creerse que un niño de cuatro años sea más inteligente que yo, y se ríe y se ríe hasta cansarse, para dejar constancia de su incredulidad de que en pleno siglo dos mil siga existiendo gente como yo.

Pues bien, desde este blog siento que sin pretender tomar el pelo a nadie estoy haciendo el disco rallado desde que empecé. Que hay cuatro temas, creo que cinco a lo sumo, que acaparan toda mi atención, y que una y otra vez contado de distinta forma, si acaso, vuelvo a la carga. Observo no obstante que a más personas les viene sucediendo lo que a mí. Pero me frustra. Y al tiempo, una cuerda cuyo cabo no acierto a vislumbrar sigue tirando de mí con el objetivo de seguir avanzando porque justo en el avance se halla la solución. ¿O acaso el desastre?


Reflexión en voz alta

El precio de la fama no siempre es proporcional al talento, al esfuerzo, ni a la transmisión de valores positivos para una sociedad. En los pequeños detalles diarios podemos percibirlo, a veces desde un gesto tan nimio como encender el televisor.


miércoles, 26 de enero de 2011

El peso de la fama

Las veces que envié algún manuscrito a un agente literario me asaltó un vértigo absurdo, como casi todo lo que me sacude proveniente de mis miedos. Tengo miedos absurdos, del que está instalado ahora mismo en mi subconsciente mejor ni hablo, es demasiado catastrófico para ser verdad, pero vive anclado en algún lugar sin dar la lata, hasta que se entremezcla en mis pesadillas. Creo que hasta de mis pesadillas saco material para mis escritos, y que hasta en cierta medida me gustan, si quiero dar un aire macabro a una escena y los uso gano credibilidad. Ante mí misma, claro está, que al final es lo que cuenta en una afición tan solitaria como la de rellenar páginas en blanco, que después no dejas leer a nadie porque se dedican a meterte los dedos en los ojos durante años. Excepto Carlota en mi caso, que se emociona tanto con mis escritos que con su emoción desmedida me ha dejado kao, y me ha hecho darme cuenta de que alguien que se emociona con mis escritos aún más que yo me supera de un modo extraordinario. Lo que me suma idiotez y me paraliza. Desde que Carlota leyó mi historia de un niño triste estoy estancada, y me ha hecho plantearme si quiero dejar este tipo de emociones a mi posteridad. O si quiero que me recuerden como alguien especial cuando soy alguien tan del todo corriente. Lo apuntado, he ganado solamente en estupidez.

Al enviar un manuscrito a un agente literario, me ha entrado un vértigo horrible a que la cosa fuese bien, y a que de pronto mi vida se me fuese de las manos por haber cocinado en papel una de esas recetas milagrosas que de repente contienen un nuevo sabor, y que de pronto se deciden editar simultáneamente en varias lenguas, y que escapan de motu propio a todo control. He tenido un vértigo insoportable a cambiar la vida de quienes viven conmigo, a dejar de ser yo y convertirme en algo que no pueda manejar desde adentro. Han saltado todas las alarmas y me he dado cuenta de que me gusta demasiado la vida que llevo, y que mis sueños están proyectados a mi otra vida, porque en esta no creo necesario que se cumplan; esta me gusta tal y como está con todos sus defectos, esos mismos que a menudo me sacan de quicio y me hacen como soy. He aprendido finalmente a vivir amigablemente con quien soy, y no quiero ser de pronto otra cosa que me lleve mil años de nueva adaptación, otra vez no por favor, ha sido demasiado tortuoso.
:(Y aquí apunto que nunca se me debe de tomar muy en serio, porque al fin y al cabo esta entrada no es más que un ejercicio literario como todas las del blog, un ejercicio de cocina entre papeles:)

Entonces creía en eso del bombo y platillo de un escritor que de la nada salta a la fama y se hace multirrico, y yo siendo multirrica no sabría vivir. Entonces imaginé que crearía orfanatos y clínicas varias para dolores de todo tipo, me uniría a causas que mejorasen el mundo y todo eso que fantaseo. Y entonces desde mi lado más crítico surgió una voz, esa que me dice que todos esos cambios han de venir de los gobiernos, porque sino son tan solo parches a los parches de parches gigantes. La solución no es ser una multirrica que abarca un área mínima, la solución es crear gobiernos que se agrupen por un bien común. Tengo pesadillas horribles, eso ya lo he dicho, pero mis sueños no pueden salirme mejor; ni más imposibles tampoco.

El caso es que imaginando convertirme en una escritora prolífica, y no en una birria de soñadora aporreante de teclados, encontré una escritora de las de verdad. De esas que han publicado más de 40 libros y cuando pides uno en la biblioteca alguien te dice: ¿Care qué?, respondes Care Santos, y buscan desconfiados en el ordenador como si les hubieses formulado un nombre que acabas de sacarte de la manga. Después de un rato dan un salto de sorpresa relámpago y te dicen, sí, tenemos un libro suyo ¿lo quieres?, y tu respondes, no sé, depende de que libro se trate, quizá lo he leído. Te dicen el título y resulta que ya lo has leído, y vuelven a mirarte como si les estuvieses bacilando, que es que no. Entonces les dices que Care Santos tiene más de 40 libros publicados y se caen de espaldas, no esperas a que se levanten, atraviesas el arco multialarma y te vas, no sin antes señalarles que por favor se hagan con más libros suyos para la próxima vez. Suerte la tuya que encargas los libros que quieres en la librería, porque sabes como que hay sol, que a veces no te sirven los periodos renovables de quince en quince días, que te alteran los nervios y te suspenden varios días, como si no hubieses tenido ya suspensos bastantes en tu tiempo escolar. Si algo has aprendido a través de los años es que existen historias que te sirven para todo el tiempo, y que hay libros que prestas que luego habrás de reclamar, esos libros que tal pareciera que quisiera quedarse todo el mundo, esos libros que parecen llevar un imán pegado y que por ambas partes cuesta soltar.


martes, 25 de enero de 2011

Normas de comportamiento

Agradezco todos los libros que hablan de cómo educar a los hijos, si agradezco cualquier tipo de libro sería imposible no agradecerlos, pero después de leerlos me asalta una seguridad: no hay pautas que nos lleven a alejarlos de todos los males que no quisiéramos para ellos. Da vértigo pensarlo pero es así, y sigo teniendo dos convencimientos al respecto, lo importante es hablar mucho con ellos desde muy pequeños. A mi me ha resultado fácil porque uno de mis hijos balbuceaba un ga-ga apenas unos minutos después de nacer. Sólo lamento no haber grabado esos instantes, es una de esas joyas que solo puedes recordar, y revivirla de nuevo.
Hace unos días en plena exposición "de las cosas que necesito ya mismo" se me encendió la chispa y creo que supe lo que me intentaba decir.

_ ¿Recuerdas que te conté que después de nacer ya hablabas?_ leve asentimiento de cabeza mientras espera que cuele un gol en la portería del necesito en lugar de quiero_. Pues bien, tengo una versión muy fresca de aquella charla del ga- ga- gá, ¿quieres que te traduzca?
_ Preferiría que no_ es una negación que en verdad quiere decir me encantaría. Le encanta ese juego. Quizá es un modo de disfrutar del absurdo sin moverse del sitio, quién sabe.

_Acabo de nacer ahora mismo y no te das cuenta de que estás a punto de presentarme a todo el mundo con estos pelos ¡que horror! Y ni te has dado cuenta que me han puesto un pañal siete tallas más grande. Y que me han envuelto en una toalla de felpa lavada mil veces, ¿puede saberse que clase de madre eres?_ al ver la risa alegre en que se desató creo que esta gota de chispa era de las buenas_Imagino tu incredulidad al ver el tipo de padres que te tocamos en suerte, y además pobretones, eso es mala suerte y lo demás son cuentos... Y nosotros con esa cara de satisfacción al ver el resultado de nuestros mejores genes delante de nuestras narices, todo perfección.
Si algo me apasiona es novelar mi vida para darle un sentido a tantas horas entre los teclados, y hacerlo real, o para vencer el tedio de los días iguales, o desencajar a todo el mundo en un momento dado y que me miren como una loca escapada del manicomio o una payasa sin circo. Lo que quiera que sea me parece genial si me da la posibilidad de fotografiar miradas tal y como esa.

Me estoy yendo por las ramas. De vuelta a los tipos de libros de que hablaba, yo diría que lo importante de veras es hablar mucho con los hijos ya desde que nacen. Y que se rodeen de buenos amigos. Buenos de verdad. Y creo que ni aún así les mantendríamos a salvo de todos los peligros que hay en la vida, de las casualidades nefastas, del aquí y el ahora en que se puedan resbalar. Creo que son ellos quienes deben tenerlo muy claro y grabado muy hondo, allí donde nada ni nadie se lo pueda arrancar, el convencimiento firme de lo que lo que les hará felices en un futuro y lo que les hará desgraciados a sí a voz de pronto, y creo que observando fríamente el mundo lo pueden lograr, si antes les hemos preparado para ello.

En este libro se dan varias pautas cuasi infalibles, subrayo las dos en que se hace hincapié, recoger y cuidar sus juguetes, y saber valorar el dinero y lo que se hace con él.
*Cuidar sus cosas desde pequeños siendo ordenado les hará valorar su cuerpo y lo que hacen con él. Así el día de mañana se cuidarán de castigarlo de forma indebida consumiendo drogas.
*Cuidar su dinero siendo muy consciente el modo en que lo gastan. Evitará que el día de mañana puedan usarlo para comprar drogas y después consumirlas.

Conozco un caso en que los padres eran tan meticulosos en el cuidado de su hijo desde que nació que me causaban grima. Más que padres eran guardia y custodia 24 horas. En el momento que tuvo independencia salió a la vida más que desbocado e hizo justamente lo contrario de cuanto aprendió. Me gustan este tipo de libros porque nos orientan, pero el trabajo de criar a los hijos se hace minuto a minuto, segundo a segundo y día tras día. El modo mejor, es leerles cuentos cuando son pequeños, y hacer que sepan valorar la lectura hasta el punto de necesitarla como alimento. Esa es mi convicción. Y puedo envidiarles por leer 174 páginas de un libro en sólo tres días y a ratos sueltos. Eso es lo que más les envidio a día de hoy, en que más que las letras leo las estructuras, la forma, el modo de manejar los tiempos, los párrafos que sobran, la división de capítulos, y así no hay modo alguno de leer tal como leía ni disfrutar cuanto disfrutaba. No puedes cuando la lectura ya es una obsesión.

Creo que somos el resultado de las cosas que descartamos más que de las que escogemos. O a partes iguales. Del modo en que creo que se habla mucho del verbo educar y se deja campar por sus respetos a quienes venden fórmulas fáciles del verbo volar.