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martes, 7 de octubre de 2014

En tono pesimista

Ellos, quienes solo piensan en cómo enriquecerse a nuestra costa nunca leerán nuestros libros cargados de magia y mensajes de paz. No les interesan. Les importa un bledo la paz del mundo y ese sueño que a veces nos sustenta.


De nuevo esa seguridad de que si hubiesen leído mucho no harían lo que hacen. De que de haberse adentrado en la gran literatura sabrían de sobra cómo se siente alguien oprimido. Sólo tendrían que haber leído algo de Miguel Hernández para saber que clase de mundo no consentirían jamás. Justo ese al que nos acercan peligrosamente.


A esto se le podría llamar bloqueo de escritor, pero no lo es, es algo diferente, es un tono pesimista que se cuela desde todos los espacios de la información que no usa trucos ni mascaras, que cuenta la verdad cruda y dura que debemos digerir.


Es la necesidad de mirar la realidad cara a cara y sin ungüentos la que reclama su espacio, no entre líneas de teclado, sino con manos dispuestas. Son manos que no piden teclear sino trabajar para colaborar de una forma más directa con quienes les necesitan.


Manos y mente dispuestas a combatir esa pobreza que nos siembran por doquier aquellos que nuestros libros, blogs o palabras ya buenas o malas nunca leerán; porque están escritas desde el lado que no les interesa. Vienen justo desde el lado que minuto a minuto, segundo a segundo, planea como pisar para poder subir otro peldaño más alto a costa de lo que sea. A costa de quienes sea.


Abran paso porque no se detienen ante nada que les haga saltar una sola lágrima, ya que no las tienen. No tienen escrúpulos ni conciencia, solo una avaricia que de tan infinita, están vaciando medio mundo para hacerse con su otra mitad.


Desde el lado menos favorable leemos las grandes literaturas. Y nos leemos. Sabemos que sea como fuere un día se irán.





sábado, 27 de septiembre de 2014

Un verano sin anotaciones

El verano quedó atrás con esa facilidad con la que suele hacerlo, llegaron de golpe los amaneceres tardíos y el fresco viento de las tardes, que ya ni recordábamos. Tenemos una enorme tendencia a los olvidos, pero el orden climático del mundo vuelve a despertarnos. Impertérrito.


En lo personal, este verano pasado fue un tiempo para aprender. Desde que tengo memoria siempre quise saber cómo se vivía en siglos pasados, sabía de sobra por la gente que me rodeaba cómo se vivía en las clases bajas. Si bien desde algunas novelas ¿pretenciosas?, podía leer los lujos que rodeaban las clases altas. Estas novelas compradas al azar hace muchos años, se sucedían sin tregua, para contarme unas formas de vida que yo ni alcanzaba a imaginar, pese a ser consciente que hay quienes viven rodeados de esos lujos durante cada segundo de su vida. Ahora se me ocurre que quizá hubo sirvientes más felices que sus amos, porque llegados de una forma de vida muy precaria, disfrutaron a su modo esas riquezas que a los otros rodearon con tal frecuencia, que desapercibido por completo se les pasó. A veces lo cotidiano, solo por serlo, pierde valor.


Se me ocurrieron muchas novelas que no anoté, o relatos cortos que no empecé, pensamientos efímeros que se fueron perdiendo igual que vinieron. Para mí este verano fue tan veloz y agotador que a penas tuve tiempo de seguir las noticias, ni en televisión ni en radio, quise vivir en esencia el silencio de esos siglos pasados, a pie de mar, allí donde la espuma se fragmenta contra las rocas. Quise asomarme a todas las ventanas de una casona y sentir la brisa marina llegada del horizonte, aquel que cada mañana tenía un nuevo barco para mostrar. Tomando cada ventana como un cuadro nuevo al que asomarme, grabando la belleza de cada instante, impregnando con ella la conciencia de que ese tiempo se restaba un minuto más.


En esos día alcancé detalles sueltos de la vida en aquel lugar, en que las vajillas duermen su sueño de aparador sin ser molestadas, en que los cubiertos ocupan cajones enteros compilados de cien en cien. Tal fue la vida en aquellos tiempos en que las familias se juntaban cada verano en la misma casa, justo al borde de ese mar que en nada ha cambiado y quizá contiene las mismas gotas...¿acaso alguien sabe si el mar emigra o se agota?, ¿alguien sabe determinar si ese de ahora no es el de antes?...qué cosas tan extrañas puedo pensar.


Digo que viví ajena a las noticias, pero aún así, día a día leí las portadas de un solo periódico en el que se me contaba la misma historia. Gentes ricas y gentes pobres, tan alejadas unas de otras, y tan dependientes unas de otras. Unas tan incapaces de ocuparse de los detalles simples, como limpiar o cocinar, y las otras tan incapaces de poder subsistir sin trabajar; un intercambio mutuo que los tiempos venideros no vencerán. Quizá esto tan simple aprendí durante este verano.


Desde todas las portadas de periódicos, la corrupción. Llegué a hartarme de leer una y otra vez las mismas noticias con nombres de sinvergüenzas distintos. No dejé de pensar ni un solo día en esos niños que acudirán al nuevo curso sin cenar y sin desayunar, a consecuencia de quienes se quedan un día tras otro su pan. Llegué a pensar que estamos en un callejón sin salida, no ya porque tal como se dice, los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres; sino porque estos ladrones de guante blanco están blindados hasta las cejas, y hay un sistema que no funciona, y les parapeta.


Este verano aprendí que hay ricos educados y buena gente, capaces de rodearse de pobres y comerse lo que les cocinan elogiando cada plato servido, ya fuese a la mesa mal cocinado, o bien. Señores, eso es tener clase.


Vivir cada día olvidando que se está en primera.



miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los ricos siempre se rodean de asistentes

Los ricos también lloran, pero por problemas a veces inexistentes. Se comen la cabeza con naderías a los ojos de un pobre. Se quejan por el dinero, nunca tienen suficiente. Se reúnen cada dos por tres con directores de bancos y administradores. Se rodean de asistentes porque por sí mismos no hacen todo lo que les conviene. Son a su manera débiles, tienen esa debilidad de la que carecen los hombres fuertes. Son a su forma inocentes, pasean esa inocencia producto de ese colchón flotante que los sostiene.


A los ojos de un pobre tal vez no valga la pena rodearse de mansiones a semejante precio. Claro que los ojos solo ven la superficie de las cosas, dentro de sus entresijos tal vez opinasen diferente.

sábado, 23 de agosto de 2014

Diario de una buena vecina, de Doris Lessing

En la tienda de reliquias de toda índole últimamente van en decadencia y venden a un precio caro para los artículos que ofrecen, pero siguen sin tener ni idea de libros, por eso no es raro encontrar a malos escritores, eso sí muy renombrados, a precios altísimos y buenos escritores a precios tirados. Eso explica que haya comprado al precio de un café este libro, Diario de una buena vecina, cuya escritura está acompañando mi despedida de este verano tan falto de tiempo para todo lo que me gusta y tan lleno de tiempo para aquello que me instruye en tantos ámbitos de la vida. Es cierto que no escribo en tinta, pero no dejo de escribir dentro de mi cabeza cada segundo del día. Y hay un mundo rico a mi alrededor que algún día será trasladado al papel a riesgo de que solo me interese a mí, ese es el riesgo que asume todo escritor, laureado o no. Junto al de alguna vez arrepentirse de haber dejado su escrito. Si no se es lo bastante valiente uno debe dedicarse a cualquier otra profesión.


De Diario de una buena vecina poco puedo decir hasta ahora, tal vez solo que es un libro cuya lectura se disfruta y que habla de la vida normal y corriente de las gentes normales y corrientes que en los libros a veces es tan difícil encontrar. Adoro la forma de escribir de Doris Lessing porque se dedica a contarte las cosas sin ornamentos artificiales, pero de una forma tan vital que te contagia el deseo de saber más sobre lo que cuenta.


En la contraportada de esta edición de Salvat se resume así esta historia:


"Ninguna de las dos tenían demasiado en común. Janna era una mujer madura y atractiva, dedicada plenamente a una profesión que en apariencia le permitía realizarse. Maudie, una anciana encorvada por los años y los sacrificios, se limita a luchar por sobrevivir cada día con un orgullo indomable. El encuentro entre ambas mujeres producirá el nacimiento de una amistad insospechada, en la que la ternura y la confidencia encontrarán las más delicadas formas de manifestación".


Recomendable sin duda.

sábado, 12 de julio de 2014

Nada que decir

Asombra pensarlo, saber que después de tantos años escribiendo ya no siento la necesidad de hacerlo, la razón es muy sencilla, se me están cumpliendo sueños. En el mundo real me están sucediendo cosas sorprendentes y casi me da miedo, la vida me está llevando a escenarios alejados a la escritura e incluso sin dejarme mucho tiempo para leer, pero a cambio me está dando lecciones inolvidables y está rompiendo algunos estereotipos que tenía asimilados.


Nada es lo que parece, o quizás hay que quitar la primera capa de brillo para ver lo que hay detrás. De momento hay una especie de barrido que pone distancia entre lo proyectado y lo que está resultando este 2014 lleno de buenas sorpresas en cadena. Cruzo los dedos porque a veces da una especie de sudor extraño recorrer tantos lugares en tan poco tiempo. Creemos vivir la vida y es ella la que nos vive, de nuevo esa certeza también.


Hay un escenario casi idéntico al de Habitaciones cerradas, el espléndido libro de Care Santos. Hay un eco al subir y bajar escaleras antiquísimas de madera que, sin escribirla, me va contando toda la historia que al transcurrir de los siglos se ha ido quedando atrás. Me maravillan las escaleras acaracoladas que van de una planta a otra y el tragaluz redondo que filtra la luz desde el tejado, a la misma distancia que pareciera encontrarse el más allá. Si he visto buhardillas bonitas a lo largo de la vida, nada semejante a esa de colchas azuladas que esperan visitas, con sus detalles lustrosos recuerdo de tantos siglos. Vivo entre sueños encontrar objetos de hace cientos de años, de esos que leía en libros y ahora puedo ver en vivo y en directo, tan cuidados como recién fabricados, porque hay quienes se rodean con mimo de todo cuanto sus antepasados les quisieron legar.


Es cierto que no escribo, pero tengo los oídos bien atentos a todo aquello que quienes sobreviven al tiempo me saben contar como aún no lo he leído en ningún libro. Es la historia de mi villa marinera, imperturbable y bella, con sus personajes reales no olvidados, es la historia que buscaba en enciclopedias y me ha salido al paso; como los sueños que ni te atreves a soñar.





sábado, 5 de julio de 2014

Presentes que no necesitan de inspiración

Una casona antigua, de interminables escaleras acaracoladas que recorren cuatro altas plantas que miran silenciosas sobre el mar. Escuchas las historias pasadas mientras te asalta el rumor de este presente, lo que fue hace medio siglo un crepitar constante de pasos por todos los escalones de madera, que aún resisten los envites del presente, es ahora un leve murmullo de recuerdos. De silencios dejados por quienes no están.


Mañanas salpicadas de mar tibio y soles esplendorosos para anunciar una vejez en calma, a veces plena de momentos de un presente que se disfruta pese a todos los ayeres dormidos en la memoria, que sin previo aviso salen a colación.


Casas antiguas que aún conservan la esencia de quienes hubo dentro, retratos colgados en las paredes que te miran desde un silencio de tantos años que casi te cortan la respiración si no fuese por la belleza impresa en tantas vidas que sin haberlas conocido te causan honda impresión.

lunes, 30 de junio de 2014

Un pensamiento

Tal vez los sueños nacen con el objeto de que podamos creer que somos capaces, aunque en el fondo ni lo seamos, y vengan a construir un puente entre lo que tenemos y lo que anhelamos.