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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Bajo el mismo sol

Essien vive en un pueblo donde habita el hambre, su cabeza es exageradamente grande en comparación al resto de su cuerpo, tiene los brazos y las piernas en el mismo hueso, su madre intenta amamantarle, sostenerle a la vida con lo poco que tiene; seca incluso de ella misma. Si estuviese debidamente alimentada, piensa para sí, tal vez lo lograría. Pero sus otros hijos también reclaman un poco de leche para pasar el día. El paisaje es árido y el clima abrasador, las moscas se los están comiendo a todos, tal parece que estuviesen contando los días para hacerse con ellos a su antojo. El tiempo que marca el reloj de sol avanza imparable, mientras el aliento de vida disminuye fieramente, la última esperanza se acaba de esfumar. El niño mira a su madre fijamente, no dice nada, ella le mira fijamente a su vez intentando transmitir tranquilidad, esa que ya no le queda, pero que una madre tiene que aparentar aún en caso que no tenga. Una madre tiene que aparentar que no teme a nada para que su hijo no tema a nada, ni al hambre, ni a la enfermedad, ni a la desnutrición, ni a muerte misma cuando la ve llegar. Aunque de tan cerca que esté le sople a la misma nuca y le hiele la sangre, le detenga el corazón y le entumezca las manos.

Diara canturrea una canción alegre que es como una oración, y Essien le mira con cierto alivio porque al escucharla canturrear, la agónica e insostenible respiración que le mantiene a duras penas con vida se hace más grácil. Mira el reloj de arena y decide que escuchará su canturreo hasta que la línea trazada alcance una vuelta más. Diara canturrea con todos sus dolores y con toda su soledad, pero aunque lo quisiera no podría dejar de canturrear. Espera un milagro, sigue esperando un milagro, y lo mismo que llegue o que no llegue siempre lo esperará.

A miles de kilómetros una ama de casa entra en un banco para pagar el recibo de la luz. La luz que ilumina su casa cada día llenándola de vida, esa luz sin la que las noches serían fantasmagóricas y frías como la misma Laponia. Eugenia abre su monedero y extiende los billetes grandes, que el hombre guarda en la caja, acto seguido le devuelve el recibo acuñado, y siete euros en siete monedas. Entonces la mujer mira a su izquierda y vuelve a contemplar esas tarjetas de navidad que le han cautivado desde el primer momento junto a una duda: "¿De verdad ese dinero les llegará?". Vacila un instante: "¿Y si les llegara y pudiera en este momento salvar una vida?". Empuja las siete monedas hacia dentro y toma uno de aquellos sobres transparentes con los que felicitará a sus seres queridos en navidad. Celebrará junto a ellos que aún estén vivos y puedan felicitarse mediante esas tarjetas la navidad.

No conoce a Essien pero sabiéndole enfermo de muerte quiere salvarle. Hace algo por salvarle. Y decide que si alguien se queda con esos siete euros que le salvarían la vida allá él y su conciencia. No le conoce personalmente, pero sabe que su urgencia de vida es la que comparte con millones de niños dentro de su planeta. No conoce a Diara, pero sabe que su necesidad de ayuda es la misma que la de millones de madres en su apurada situación. Y si ese dinero llega desde su mano hasta la mano que en ese momento sostiene a un niño moribundo y consigue salvarlo, no hubiese podido ser mejor empleado. Lo dará tantas veces como estime oportuno, porque el hambre y la penuria del mundo han de ser combatidos desde esos países donde siete euros arriba o abajo no suponen mucho. Desde esos países en que sus dirigentes miran hacia quienes tienen más y viven mejor. Esos países donde los cambios han de comenzar desde abajo, y no desde arriba, por mucho que se equivoquen en mirar donde no es.

Los límites en los niños

Desde que vi ayer este vídeo, se ha quedado dando vueltas en mi cabeza, que supongo que era lo que la psicóloga Pilar Sordo perseguía al conceder esta entrevista. Pienso que los extremos son siempre peligrosos, tanto en la educación de los hijos como en todo. Y que como decía Kalil Gibrán en su poema Tus hijos, "la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer".

Y en los tiempos de hoy la mayor desgracia de algunos padres es la falta de tiempo para compartir con sus hijos. No tanto porque, como desde algún sitio se repite, cada vez queremos vivir mejor, si no porque cada vez lo mismo nos cuesta más. Y los precios de todo se disparan un día tras otro, y a los sueldos les cuesta mucho subir. Estamos en un momento - lo vemos por la gente joven que acaba de comprarse una vivienda- en el que para pagarse una casa, tanto el hombre como la mujer que forman una familia deben trabajar: o sí, o sí; y sin más opciones que apuntar a sus hijos a infinidad de clases y ocupaciones que cubran en lo posible su jornada laboral. Y se suman las obligaciones, se suman los cansancios, y la inercia de los días y por resultado se tiene siempre el mismo, que en este duro reparto siempre pierden los niños, que al final terminan perdiendo lo más importante, que es siempre gratuito. Esta es la gran incongruencia de nuestro mundo de hoy, que debemos equilibrar la balanza y sin descuidar nuestras obligaciones, volver a retomar viejas costumbres de ayer.



martes, 29 de noviembre de 2011

Endedados

Como un ovillo
que el gato extendió
por toda la casa,
dejando hilos e hilos
tras el sofá,
hilos y más hilos
tras la cortina,
hilos y más hilos
bajo la alfombra
hilos y más hilos
imposibles de desenredar.
Enredados como un ovillo
nos vemos los padres,
se vieron nuestros padres,
se verán nuestros hijos.
Al final esto nos unirá,
aún cuando ya ni estemos.


lunes, 28 de noviembre de 2011

Enfermedades raras

Casi cada día oímos hablar de alguna enfermedad de la que no sabíamos nada. De la que sólo los familiares cercanos tienen constancia, sobre todo las madres, que darían lo que fuese por ver a sus hijos sanos. Y que hacen todo lo posible por encontrar ayuda desde donde sea. En este caso la madre de Nacho creó una web, para luchar contra la enfermedad de Dent. Y yo lo supe porque desde hace tiempo sigo el blog de Care Santos, y ella escribió un artículo precioso en Supermami que subió a su blog. Fue así que pude indagar sobre ello y dejar aquí el enlace para que lo leáis. La expresión de Nacho lo dice todo: luchará con todas sus fuerzas para ponerse bien.


domingo, 27 de noviembre de 2011

Respuesta a algunas preguntas

Últimamente había caído en un error: creer que todos los tipos de amores son iguales. Que mi amor por mis hijos era proporcional al amor que sus parejas sienten por ellos. Que si sus parejas les perdían - porque llegaba el no anunciado desamor- sufrirían tanto como sufriría yo misma si los perdiese. Y no, definitivamente no era eso. Está claro que si una madre pierde a un hijo en un para siempre, para ella no hay posible sustitución en el ancho y profundo universo de la vida; porque sencillamente a un hijo no puedes sustituirle, es único e irrepetible, como cualquier trozo de ti.

Y es que tiendo a confundirlo todo continuamente. Pero tarde o temprano, porque sigo viva, encuentro la respuesta a todas las preguntas. Y de entre todas ellas escojo la que entiendo mejor. Una que pueda durarme el resto de la vida por un por si acaso. O la que más gracia me hace, qué se yo.



viernes, 25 de noviembre de 2011

Día de la mujer maltratada


Si te sientes maltratada mírate

En el reflejo de un espejo

Y aprende a reconocerte

A valorarte

A escucharte

A saber que vales mucho

Que importas mucho

Que perteneces al mundo

Y que nadie que tiene los pies

Sobre el mundo merece sufrir.

Indaga en tu belleza

Reconócete

Valórate

Escúchate.

Siente lo mucho que vales

Lo mucho que importas

Después mira al mundo

Y ve a por él,

Tus pies te llevarán

Donde se te valore

Se te escuche

Se te reconozca,

Pero el primer paso

Siempre dependerá de ti.

Si te atreves a darlo

El mundo será un lugar feliz,

Y no esa lenta muerte

A la que llamas vivir.

Retazos...

Lo importante de tener un sueño es que te impulsa a seguir, si lo consigues porque hay que darle sentido, si no lo consigues porque lo quieres conseguir. Tener un sueño es la excusa perfecta para no rendirse. Y no rendirse la excusa perfecta para vivir.