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viernes, 30 de julio de 2010

Bodas de oro




De oro fue el tiempo que pasamos juntos

desde que nos conocimos,

desde que nos miramos por primera vez

desde que supimos que habíamos quedado

en vernos de nuevo desde otra vida.


Fue así desde el primer segundo

pero tardamos años en concebir

que el sentimiento fue mutuo,

durante muchos años

descubrirnos fue todo lo necesario.


Hasta aprendernos tan de memoria

que no supimos olvidarnos

ni en las peores disputas

nacidas de improviso

para torturarnos.


Algún día entendimos que incluso

nuestra imperfección es perfecta

que nuestros desatinos nos complementan,

y que somos distintos para ser más perfectos,

para encontrar en el otro la pieza que nos falta.


No hay caminos de rosas, ni rosas sin espinas

cincuenta años tienen todos sus días,

y todos sus segundos, por pasar, ha pasado de todo,

de no haber sido así no habríamos sido humanos,

y sin ser humanos ¡quién sabe qué habríamos sido!


Cincuenta años de casados y fue ayer, ayer mismo,

es todo cuanto se me ocurre al verte cada mañana,

al saberte tan mío como yo misma,

a no distinguirme de ti tal como el cielo

no distingue la línea del mar que les separa.


Ha sido improvisado en un minuto, pero espero que os guste. Felicidades a los dos.




jueves, 29 de julio de 2010

Aquello que no se puede explicar

El domingo por la mañana caminando por las calles cercanas a una iglesia, en un pueblito costero me asaltó una mujer vestida con un albornoz blanco y un sombrero de ganchillo, seguramente confeccionado por ella misma, siguiendo las instrucciones de una de esas revistas que las mujeres de cierta edad se llevan a la playa junto a su silla de rayas para matar las horas que pasan junto al mar, ajenas al aquí y al ahora, porque todo su pensamiento está en otra parte mientras tejen delicadamente con sus manos avezadas. La mujer caminaba hacia la playa no sin cierta dificultad, llevaba una silla de playa de rayas blancas y azules en su mano derecha, y unas chanclas de tela de color lila. Sus pies eran delicados y muy pequeños.
De pronto sentí la necesidad de ofrecerme a llevar esa silla demasiado grande para un cuerpo tan menudo como el suyo, y tan anciano; tan alejado de todo cuando ha sido- tuve la intuición al verla que en su tiempo fue una mujer resuelta, algo en su firmeza espectral pareció gritarlo-.Pero finalmente no me atreví, supe que no era necesario, apenas podía con su carga pero iba feliz de cargar con ella misma y su silla de rayas bien plegada.
De pronto debió acabar la misa, porque un río de gente salía de la iglesia y avanzaba calle abajo, y justo al verla, la bordeaba. Todos tan impolutamente vestidos y tan de postín que al pasar ni la miraban. Yo caminaba tras ella mientras mi marido hablaba, y me sucedía todo lo contrario, no podía dejar de contemplarla. Incluso en un momento dado pensé lo mucho que me hubiese gustado abrazarla, felicitarla, o comunicarle en primicia todas las cosas que con su caminar sin prisa me provocaba, -pero todos me hubiesen tomado por loca y me hubiesen llevado al manicomio con zapatillas blancas-. Y me dije no, no puede ser, no tengo tiempo.
Al tiempo en mi cabeza se abría un dialogo conmigo misma, ese eterno ahora no, ahora no puedo, pero ya era tarde y lo sabía, me había abordado un personaje sin previo aviso.
Mi vida del revés, podría titularse este blog, porque todas las cosas me suceden del revés. Pero es sin duda apasionante.No es que la historia me haya surgido porque sí, ya estaba trazada hace varios años, pero no tenía tiempo ni ganas para abordarla.
Mi marido no vio nada de especial en esa mujer, no captó nada en su forma de caminar, ni en su firme desafío a sus ochenta años de edad, y no, tampoco quise explicarle. Sé que lo único que odiaría escuchar en esa mañana radiante es que voy a escribir una historia de asilos. O peor aún, que en Marzo he de tenerla lista para enviarla a un concurso. Odiaría volver a explicarle que no me importa el dinero, ni ganar premios, ni ser lo que no soy. Odiaría volver a escuchar que estoy loca, que no hay quien me entienda que lo mío no es normal. Odiaría volver a decirle que simplemente escribir me hace feliz.
He comprendido que hay cosas que no se pueden explicar como que un personaje al que llevas buscando durante años te aborde en plena calle, pero aún no sabiéndolo explicar es sin duda maravilloso. Casi mágico. Especial. Un sueño. Una locura. Algo por lo que vale la pena nacer.



miércoles, 28 de julio de 2010

Un punto de color





En la biblioteca que suelo frecuentar han añadido un círculo de color en los lomos de algunos libros - de momento no les ha dado tiempo a terminar- y me he llevado una grata sorpresa, me gusta la literatura realista. No es que otro tipo de literatura no deje de gustarme, que sí, prueba de ello es que llevo leyendo toda la vida, pero los libros que yo buscaba y no encontraba están todos bien marcados con un diminuto círculo de color morado, y eso me simplifica tanto las cosas que no dejo de maravillarme. Y de rebuscar los tres libros que voy a traerme a casa. Siempre tres, porque si la historia no me atrapa no puedo concentrarme, y empiezo a pensar en lo que aún corregiré, lo que voy a variar en esta o aquella historia, ese es el indicio de que no debo terminar el libro. Necesito leer libros que me atrapen de lleno, que no me den lugar a distracciones, esos son los únicos libros que de verdad entenderé de principio a fin, porque no me han permitido dejar de ver ni una línea.

Entre las elecciones de ayer, me encontré un libro que seguramente compraré, apenas estoy en las primeras páginas, pero están escritas del modo en que yo quiero escribir, tal vez el hecho de tenerlo en casa me aclare algo sobre ese cúmulo de páginas que aún tengo por redondear para finiquitarlas y que dejen de partirme en dos todo el tiempo.
El libro se titula Verde agua y su autora es Marisa Madieri, una autora que hasta ayer me era totalmente desconocida. El formato del libro y todo él me ha atrapado desde la estantería atestada en que lo he rescatado. Es una novedad en sí mismo ante mis ojos, y una promesa; me gusta llevarme los libros que leo dentro del bolso a cualquier parte y este me será muy fácil de transportar, es uno de los motivos porque me ha gustado.

Los otros dos los he ojeado por encima y digo lo mismo, no de su diseño ni de su portada que son lo siempre visto, sino del contenido, es la prosa que me gusta leer, los temas que me gusta saber, y casualidad o no, los tres están escritos por mujeres. Espero asomarme poquíto por aquí en los próximos días, sería el feliz indicio de que escribir es menos apasionante que leer. Porque os aseguro que en mi vida personal ser lectora es mucho más sencillo que ser aspirante a escritora.

Ser lectora es algo que todo el mundo puede entender, porque puedo cerrar el libro que leo en cualquier momento y buscar la camisa azul dentro de cualquier armario. Eso ocurre de distinta forma si estoy en el word intentando captar todo eso que no quiero que se escape, o buscando la palabra exacta y que ahora ni me sale. Es ahí donde se me señala no sin cierto ánimo de dejar algún corte bien visible en un lugar que pueda ver: que de escribir no saco nada. Osea, que no es mi trabajo, que no es ni un trabajo, ni es necesario y ni siquiera es sano, -no hay más que ver cómo me enfado cuando alguien me dice que lo deje de una vez-. No, ni siquiera es sano, es una verdadera obsesión de perfección y un reto diario de encajar muchos quehaceres tan distintos entre sí y tan necesarios.

Concluyo: Un libro "ajeno" puedes cerrarlo hasta cuando puedas retomarlo sin remordimiento alguno. Uno que es "tuyo" te insta a dedicarle tiempo como un niño malcriado, te reclama el espacio en que lucir bonito al fin y poder ser cerrado definitivamente durante muchos años.

martes, 27 de julio de 2010

Lenguaje cifrado



El verano no suele servirme para escribir, al menos no gran cosa, me sirve para recolectar, recapitular, planificar o recabar información. Porque a veces me siento a escribir y desde mi ventana, tal como ahora, las nubes viajan hacia el oeste y distraen toda mi atención, dejo lo que estaba escribiendo y me pongo a contemplarlas. A veces creo que las nubes tienen su propio lenguaje cifrado y el cielo está tan azul, es un azul tan plano que sobre él avanzan imparables todas las imágenes del mundo colocadas en distinto orden, un tipo diferente de abecedario. Es lo que se me ocurre al verlas desde aquí, emplazando todos mis quehaceres a tratar de descifrarlo.

El verano es una fuente inagotable de inspiración, porque llama a estar en todas partes, a vivir el presente, a llenar las arcas para los días más encapotados. Creo que escribo para devolver al invierno inhóspito sus días más esplendorosos, porque el invierno crudo me cambia el humor: escribo por recuperarlos, por hacer más corto su regreso, para no olvidarlos. Creo que al fin y al cabo es algo tan sencillo como intentar que siempre, siempre sea verano.

Ayer, en una de esas verbenas donde últimamente vamos en grupo, un grupo muy majo, me presentaron a un bebé recién nacido, que hace dos meses y medio viajaba aún en el cuerpo de una madre embarazada a los cuarenta y un años. Recuerdo perfectamente nuestra conversación de entonces -cuya lección algún día me dará para un relato-. Por el momento dejo las palabras de su marido, muy parco en palabras, las personas que no acostumbran a regalar palabras tienen ese don, todo lo que dicen queda subrayado:

Si llego a saber lo que era ser padre lo tengo antes.


Todos los padres que estábamos allí sonreímos, porque todos tuvimos en el preciso instante de conocer a nuestros hijos la misma sensación y una misma pregunta: ¿Cómo pude vivir sin ti todo este tiempo?


lunes, 26 de julio de 2010

Sobre mitos



Me hago mayor, hasta el punto en que últimamente se me están cayendo muchos mitos. Estoy más escéptica que antes respecto a todo, sobre todo con respecto a las personas. Vuelve a apasionarme la gente de a pie, la normal, la que te cruzas todos los días, la que te habla directamente, la que puedes mirar a los ojos, aquella con la que compartes de tú a tú. Mucho más que los personajes de cualquier libro, incluso que los propios que siguen esperando su última de la última, última corrección de verdad, esa que ya era antes de que la retomaras otras tres veces más y ahora sea una poda podada de sí misma.
El año pasado me sucedió con los tomates, de tanto podarlos los desangré y se murieron, este año no los toqué y se multiplican y se enredan entre sí y están cargados de tomates en espera a madurar. Tuve que corregirme a mí misma como tantas veces, y cambiar ese: en mi huerta los tomates se dan mal, por ese otro, creí que en mi huerta no se daban los tomates pero era que de tanto cuidarlos los mataba.
Eso, que este año 2010 estoy matando poco a poco todo aquello que me iba sosteniendo. Estoy como suicida. Y no se si estoy madurando o dejándome morir para volver a renacer. Es una sensación extraña que no me ocupa, ando demasiado ocupada para detenerme a averiguar en este momento. Creo que el resultado será a mejor. Lo intuyo. Mejor que qué otra opción, eso ya no lo sé, lo mío no son nunca las respuestas.

sábado, 24 de julio de 2010

Lejos muy lejos



La realidad es esa, se queda muy lejos lo idealizado que tenía el mundo de la publicación. Creí que el camino a seguir era algo más o menos alcanzable, eso sí, siendo muy tenaz y acertado al cincuenta por ciento en la balanza. Pero el mundo de internet, al cual me resistí muchísimo -seguramente porque intuía lo mucho que terminaría con mi idealización acerca del mundo escrito- me lo está dejando muy claro cada día.
Hay mucha gente a la que le encanta escribir y que lo hace MUY bien, mucha gente que participa en concursos literarios con resultados positivos e incluso quienes se lanzan a enviar un manuscrito a una editorial y deciden publicarles. No es magia, ni casualidad, ni cosa que se le parezca, es talento, y a poco que te quedes en sus blog puede leerse no sin cierta envidia, a quién no le gustaría manejar su léxico con igual presteza.
Por lo tanto lejos quedan esas esperanzas de recorrer doscientas o trescientas páginas con la fe del ciego, o de intentar plasmar algo que no haya recogido libro alguno, al menos desde el mismo ángulo. Y es que circulan muy buenos escritores por ahí, algunos han publicado, y otros lo intentan con todas sus fuerzas. Otros intentamos poco a poco despertar de un sueño y aterrizar para siempre en la realidad seguros de que otros pilotos llegarán a todos los mundos por explorar.

Dejo las palabras de un maestro, Jose Luis Sampedro en su libro Escribir es vivir. Se me olvida todo lo que leo, pero revisando mis apuntes me lo encontré y aquí os lo dejo:

"La labor del escritor es como la de la vaca, lo observa todo, lo rumia, vuelve despacio a masticarlo todo y lo convierte en carne, el auténtico escritor siempre escribe con la carne. Luego el dueño la ordeña, vende la leche, se queda con los cuartos y le da un 10% para que siga produciendo".



viernes, 23 de julio de 2010

La mujer más bella del mundo



Siempre me ha impactado la humanidad que se desprende de las personas más necesitadas. Su fe, su integridad, su infinita ternura y su ánimo para salir adelante cuando todo les viene en contra.
Eso es lo que se refleja de este vídeo que acabo de ver en el blog Un viaje a mi locura.
Y sí, definitivamente ella es La mujer más bella del mundo.


Sin duda es el gran descubrimiento del día. Y la razón de que escribir se me haga tan importante. Pero a veces hay que reconocer que las imágenes superan todo lo leído en mil páginas.