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viernes, 4 de marzo de 2016

Contra el cierre del Asturcón

Hace años el Centro ecuestre municipal el Asturcón, de Oviedo, era la viva estampa del glamour y de la ostentación monetaria. Muchas veces acudí a sus concursos hípicos y paseé por sus instalaciones, cuando todos sus boxes estaban ocupados por caballos. En aquel tiempo los caballos me parecían animales demasiado grandes e impredecibles, me atraían tanto por su exultante belleza como por sus ojos capaces de comunicar tantas cosas. Algunas malas experiencias del pasado limitaban mi confianza hacia ellos, pero por circunstancias de la vida, durante muchos años me tocó ver concursos hípicos hasta la saciedad, y en el Asturcón bastantes, en honor a la verdad.

Allí acudían personas de diferentes poderes adquisitivos, desde el rico mas rico hasta la clase media tirando a baja, pero lo destacable con diferencia era el amor incondicional a los caballos. Podías ver a niños de dos años dando clase montados sobre caballos enormes, al trote o al galope. Caballos que cuando los niños perdían el equilibrio y se iban a caer, daban giros cuasi imposibles para su condición y volvían a mantenerlos bien erguidos en sus sillas. También caballos que en pleno concurso de salto hacían lo mismo con otros niños o adultos que amenazaban con ser volados sobre sus cabezas. Era admirable la forma en que el caballo protegía al jinete exponiendo su propia integridad.

En aquel tiempo había dos cosas que me llevaban a arrugar la nariz (uno no puede dejar de ser como es esté donde esté), el alarde de algunos que se creían con mayores derechos que el resto por conducir los coches mas imponentes o ir montados en los caballos más caros. Lo bueno era que no siempre se correspondía la presunción con los resultados a pie de pista, de hecho solía suceder que quienes menos presumían de dinero o lo tenían los barrían de un plumazo. Si bien es verdad que cuando comenzó la crisis solo resistieron ellos, porque fueron quienes pudieron seguir pagando todas las tasas sin problema alguno. Muchos niños y adultos tuvieron que dar prioridad a pagar sus otras facturas y llevarse los caballos donde pudieron, dejando de concursar pese a que eran muy buenos. Muchas ilusiones se frustraron y muchas otras se frustrarán si nadie pone remedio. 

En aquel tiempo y ahora también, me gustan los caballos en libertad, que se le va a hacer. No me gusta subirme a sus sillas y decirles donde tienen que ir o que tienen que hacer. La cosa va en gustos. Jamas los pondría a saltar en unas barras cada vez mas altas para que me demuestren lo buena jinete que soy. Yo aspiro a mucho más que todo eso, soy mucho más exigente: quiero que me consideren su amiga. En este punto decir que no necesito muchos caballos, me basta uno y al final, después de un proceso de tiempo lo conseguí. Aunque esa es una historia que llevo escrita en el corazón porque el papel no da para todo. No puedo decir que sea amiga de todos los caballos, soy amiga del mejor, el más guapo y noble de todos. Tiene las crines más hermosas, los colores mejor dibujados, el paso más elegante aun siendo un animal corpulento, los ojos más serenos del mundo, capaces de comunicártelo todo. En este momento está lejos de aquí, puedo verlo poco, pero está muy bien cuidado, en libertad, con otros caballos que pastan por los prados del lugar donde nació. Que un animal de 500 kg de peso relinche para darte los buenos días, se deje poner la cabezada sin rechistar para que lo lleves al prado, te siga cuando llevas su estiércol en una carretilla para tirarlo al montón, pose como el mejor modelo ante ti para que consigas fotos de profesional sin haber hecho carrera; incline su cabeza para que le mimes, te deje su baba en la chaqueta y acuda a tu llamada siempre, eso no tiene precio. Que venga de la parte alta del prado hacia donde estás con la cabeza alta, moviendo las crines con elegancia, demostrando lo feliz que estas después de no verte durante un tiempo, es lo mas bonito que se puede vivir. Que baje la cabeza para que mime y se quede quieto como si fuese un pequeño gatito indefenso, para después recuperar su fuerza otra vez y ser el animal imponente de 500 kg, mostrando su magnificencia al completo, es la mayor dualidad de nobleza y fuerza que vi.  El cariño incondicional de un animal así puede enseñarte muchas cosas que en diez vidas no aprenderás de un humano.

 El Centro ecuestre el Asturcón amenaza con cerrar, sin tener en cuenta que un caballo no es un gato y no cabe en cualquier lugar. Uno no puede meter un caballo en una cesta, subirlo en su coche y llevarlo a su piso para que viva al calor de su hogar. (Vaya por delante que yo nunca tuve un caballo estabulado en ningún centro hípico, ni lo tendré, aunque diría que quedó claro en mi exposición ). Estamos ante otra de las muchas irregularidades que suceden en los cambios de gobierno, cosas que se ponen en marcha por todo lo alto y que terminan arrastras por el suelo. Y hablamos de seres vivos. Con los seres vivos no se juega. Ellos tienen una vida allí, en parte, porque alguien se lucró con ello durante mucho tiempo. ¿Y qué sucede ahora?

En el facebook Contra El cierre del Asturcón entre otras cosas, lo cuentan:

Os dejo el enlace al VIDEO






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