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domingo, 24 de mayo de 2015

El arrojo de empezar

La vida termina sus etapas a nuestro alrededor de un modo continuo. Lo único que no debemos perder es la ilusión a la hora de volver a comenzar; lo que quiera que haya terminado en apariencia es solo continuidad. Cada vez que nace un nuevo día es una nueva oportunidad. Debemos de vez en cuando soltar todo lo que creíamos que sería de tal o cual modo, porque la vida no tiene un manual de uso perfecto: creo que todo lo que tiene es cambio constante. De modo que todo lo que se puede hacer para mantenerse vivo sin apegarse a la angustia es desarrollar la capacidad de cambiar junto a ella, sin sobresaltos, de la forma en que nadamos para no ahogarnos entre las olas del mar.

Hoy es uno de esos días de cambio y no pienso quedarme en casa sin hacer nada. Después de la cantidad de propaganda electoral que he ido tirando a la basura (es tremendo el despilfarro de tinta y papel que hay colgado por las calles, que traducido a comida para quienes lo necesitan daría para mucho que comer), me quedo con lo que he rescatado, mi voto. Y esta mañana de cambio en perspectiva cruzo los dedos para que podamos cambiar.

Cambiar hacia otro tipo de objetivos que hagan posible que los pueblos de montaña desiertos y arruinados más que nunca desde los últimos años, puedan resurgir de nuevo con el mismo cuidado que lo hace la cuidad. A diferencia de que los pueblos más castigados por la crisis no necesitan de adornos, los árboles nacen y crecen solos, con ramas frondosas que dan sus frutos sin apenas abono, con la sola lluvia que de cuando en cuando les quiera regar.

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